FOTOGRAFÍA / Zoe Martikorena
Kolitza
@kolitza_
2022/09/05

La apropiación y uso directo de espacios territoriales, calles y edificios tanto por parte de las organizaciones de trabajadores, como en particular por parte de millones de proletarios para su mera supervivencia es una dinámica incesante desde los inicios del capitalismo. El proletariado, la clase desposeída y convertida en fuerza de trabajo, siempre busca la manera de acceder al uso del espacio y expropiar parte de este a la burguesía y a sus clases propietarias de apoyo civil, lo que constituye en sí un hecho completamente legítimo y de justicia social. La tierra es de todos, el espacio nos pertenece a todas, y aún más toda la coraza de edificaciones que constituye el espacio urbano, todas ellas construidas con el esfuerzo y sudor combinados de nuestra clase, y no por la burguesía. Sobre todo, la apropiación y uso directos de estos espacios es un asunto de irrenunciable necesidad material: necesitamos este acceso al espacio para vivir, y también para que nuestras organizaciones proletarias puedan desarrollarse.

El proletariado es la clase mayoritaria a nivel internacional, caracterizada en términos económicos por no tener acceso a la propiedad estable, por constituir fuerza de trabajo pura sin ataduras de propiedad, incluso aun teniendo un salario, el cual se gasta en elementos de consumo rápido para sobrevivir. El proletariado no tiene acceso a la propiedad estable, ya que esta ha sido acaparada por las clases propietarias mediante la dinámica de acumulación capitalista y sus diferentes ciclos nacionales, que han ido constituyendo de forma desigual en cada uno de los países una capa de aristocracia obrera que, separada del proletariado, ha conseguido tener acceso relativo a la propiedad estable.

La permanente desposesión de una mayoría social internacional implica la privación del acceso al control del espacio y los recursos y lo que es sinónimo de ello: a la posibilidad de su uso. El comunismo es la ideología proletaria que impacta directamente contra esta división de clases en la que una mayoría social queda fuera del control y el derecho al uso del espacio.

La burguesía y sus organizaciones políticas e ideológicas se mueven entre la jurisdicción más o menos permisiva articulada con una represión en baja escala contra la ocupación social (de vivienda abandonada, por ejemplo), por un lado, y la represión abierta y la criminalización masiva a la expropiación política y al uso político proletario de los espacios expropiados (como los centros políticos y sociales). En lo que respecta al control territorial, el control de la calle como elemento cualitativo, y el control de los recursos naturales, del aire, etc, la burguesía controla de forma privada o estatal todos estos ámbitos espaciales persiguiendo toda pretensión proletaria de reapropiación directa de ellos. La burguesía y las clases acomodadas tienen auténtico pánico a que la idea de una redistribución igualitaria de la propiedad espacial y los aparatos productivos pueda expandirse entre la mayoría social expropiada. Dicho de otra manera, tienen auténtico pánico a la socialización del espacio, a la reapropiación del espacio por parte de la sociedad.

En este contexto las organizaciones comunistas tenemos bajo mi punto de vista dos importantes tácticas que desarrollar en la actualidad, donde el capitalismo es fuerte en términos ideológicos y culturales, pero débil en términos sociales y económicos debido a su gran crisis de acumulación. Por un lado, nuestra tarea fundamental en este campo es desarrollar una lucha cultural e ideológica para la legitimación del acceso universal a la propiedad espacial, bajo el paradigma de una nueva forma de propiedad socialista, que permita a todas las personas acceder al uso del espacio para sus necesidades de vida, y a todas las potenciales asociaciones entre personas tener acceso a los recursos espaciales y sociales necesarios para desarrollar su actividad libremente asociada, sin más limitación que los recursos sociales disponibles, abolida ya toda limitación artificial creada por la diferencia de clase. Este es el concepto del estado socialista, en lo que respecta a su concepto de distribución del uso del espacio, abolidas ya las clases sociales que acaparaban ese recurso.

En segundo lugar, la organización socialista debe desarrollar progresivamente su potencial ejecutivo de incorporación de nuevos espacios bajo control organizativo a todas las líneas tácticas en curso, a todos los frentes de lucha; en definitiva, de forma solapada a la lucha ideológica se debe constituir progresivamente un control efectivo sobre el espacio, que permita dotar de espacialidad la estrategia y nutrirla de recursos y contenido.

El capitalismo es lo contrario de esto, y el partido de la burguesía en su conjunto actúa para apuntalar la cosmovisión contraria: la cosmovisión de la división de clases entre los que sí tienen y no tienen derecho al acceso del control y uso del espacio «por naturaleza».

1. Control Proletario y Control Socialista del espacio

Desde el Movimiento Socialista de Euskal Herria hemos hecho un uso extensivo del concepto de control proletario del espacio desde hace varios años, para hacer referencia a los espacios controlados por el proletariado que son fruto de una expropiación directa, como resultado de una correlación de fuerzas favorable a los expropiadores proletarios frente a los propietarios jurídicos. Para completar este concepto formal hay que añadir aún una limitación más en lo que respecta al uso, tanto dependiente del tipo de uso previo, como dependiente del uso posterior a la expropiación, para que podamos hablar de control proletario del espacio.

Por un lado, en lo que respecta al uso previo del espacio a expropiar, el control proletario del espacio es legítimo si el espacio es expropiado a propietarios ilegítimos desde un punto de vista socialista, que hacen un uso ilegitimo del espacio (especulación, explotación laboral, abandono del espacio como depósito de plusvalía acumulada, o control institucional público-burocrático del espacio por parte de la burguesía). Expropiar a una anciana su vivienda por la fuerza no tiene nada de control proletario del espacio, ni se puede defender desde el punto de vista del socialismo, como es obvio.

Por otro lado, el concepto formal se aplica solo a aquellos casos en que el nuevo uso del espacio sea formalmente universalizable, por ejemplo para vivienda, utilización política y social, etc; pero excluye de ese concepto formal expropiaciones que conduzcan a todo uso que apuntale el orden social burgués o reproduzcan las dinámicas de violencia y opresión que integran el sistema capitalista, como lo es por ejemplo el caso de okupaciones de organizaciones de extrema derecha, racistas, narcopisos, etc.

Esta conceptualización de lo que venía entendiéndose de forma superficial como «okupación» nos ha permitido profundizar mucho en los elementos que componen realmente el control proletario del espacio, y sobre todo problematizar la okupación misma como un ejemplo histórico muy concreto de control del espacio, y de hecho estratégica y organizativamente muy regresivo en comparación con la estrategia revolucionaria precedente.

Desde los años 70 en todo occidente se ha impuesto un paradigma de control proletario del espacio autodenominado «okupación», que ha venido de la mano tanto de los movimientos autónomos como del brazo más popular e izquierdista de la socialdemocracia. Este paradigma atomista del control proletario del espacio, con sus características, que se pudo presentar a sí mismo como novedoso, como avance y liberador con respecto a la gran organización proletaria; en realidad ha supuesto en sí un retroceso clamoroso con respecto a los grandes partidos revolucionarios que aspiraban al control territorial organizado y a la constitución de estados proletarios socialistas. Frente a esto, la desorganización proletaria, la atomización de colectivos y la priorización de «okupaciones» de espacios abandonados e inútiles al Capital supuso el nuevo paradigma de la «okupación», vigente hasta hoy en gran parte del tejido asociativo proletario.

La reconstitución del paradigma revolucionario en claves actualizadas debe romper con esta concepción del control fragmentario e impotente del espacio, debe romper con el concepto atomista de la «okupación» y recuperar la dimensión social del proceso de expropiación, la ambición y la cultura organizativa previas al ciclo de derrota y desarticulación de los grandes partidos proletarios. El concepto genérico de control proletario del espacio posibilita incorporar de forma enriquecida nuevas configuraciones analíticas que nos permitan contener la ofensiva actual del partido de la burguesía contra la okupación y convertirla en un paso adelante más allá de la idea de la okupación.

La organización lo es todo en este campo de batalla por el control proletario del espacio. Y esto nos lleva a elaborar un concepto desarrollado del control proletario, más allá del concepto formal que hemos definido al principio: es decir, que el control proletario no solo formal, sino real, presupone la síntesis de un conjunto organizado de capacidades, de procesos de trabajo materiales, que afectan a la defensa, la reforma de edificios, la limpieza y el orden del espacio, la fuerza para hacer efectiva la normatividad proletaria de uso del espacio, y la capacidad de estabilizar y legitimar socialmente los espacios. Estos procesos de trabajo deben alcanzar la calidad de ejecución del uso capitalista del espacio que es consecuencia del control burgués sobre el mismo, que es efectivo mediante la compraventa de estos procesos de trabajo a empresas que explotan fuerza de trabajo, o bien mediante la disciplina machista del trabajo doméstico en caso de las viviendas. Este proceso de organización del conjunto de trabajos que componen el control proletario del espacio desde un punto de vista cualitativo son por lo tanto atributos del partido comunista en todas sus fases, y no de individuos o colectivos atomizados o organizados por mero voluntarismo y solidaridad abstracta. La organización y división social del trabajo y su administración centralizada por órganos administrativos y bajo control democrático, vinculante y revocable del partido constituye la potencia real en este campo, todo lo demás ya ha demostrado ser un absoluto fracaso. El grado de organización suficiente para ejecutar un control proletario real y cualitativo del espacio tiene que ser un objetivo inmediato de autoorganización del movimiento, ya que alcanzar esta potencia organizativa es posible en la fase de lucha cultural y sin hegemonía cultural del comunismo entre el proletariado: al contrario, la capacidad organizada de articular espacios es un atractivo del socialismo ante el proletariado desorganizado, y será una herramienta de lucha cultural de primer nivel.

La idea central es que más allá del concepto formal del control proletario del espacio, el control real del espacio debemos entenderlo como conjunto organizado de procesos de trabajo, o dicho de otra manera, el control proletario del espacio desde el punto de vista desarrollado, no es otro que el control socialista del espacio, aplicado a una unidad espacial en crecimiento, a una Red de Espacios Socialista, como atributo espacial del partido; o dicho de otra manera, la unidad espacial controlada y administrada por la gran organización revolucionaria del proletariado. Esto no excluye, al contrario, posibilita el uso de distintas partes de esta red unitaria espacial socialista por parte de individuos o grupos particulares para sus propias necesidades vitales o iniciativas políticas, culturales, tecnológicas, deportivas… incluida la posibilidad de que estos grupos o individuos legislen en estos espacios añadiendo sus puntos de vista a la matriz general de normatividad socialista de los espacios. De esta manera constituimos ya en las primeras fases del Proceso Socialista un modelo espacial que sirve de base para un nuevo paradigma de control universal de los recursos espaciales que supere la caduca división clasista del espacio capitalista entre propietarios y desposeídos sin acceso al uso. Cómo esto afecte cualitativamente a la configuración del espacio, y qué nuevas figuras de espacios y usos espaciales surjan de ello, no es tema para este escrito.

En todo caso, tampoco el control burgués del espacio es un hecho aislado, del propietario particular, sino que ese propietario particular solo es el resultado jurídico de un entramado de fuerzas político, jurídico, ideológico y armado que, aunque tiene su síntesis en el estado burgués, va más allá de él y lo rebasa como cosmovisión y campo de fuerzas culturales. No se puede hacer frente de forma aislada a toda la formación social burguesa que se manifiesta en una propiedad particular de forma aislada.

Tenemos que tener claro que el control del espacio no consiste en pegar una patada a una puerta y entrar dentro de un espacio. El colmo de esta concepción errónea lo constituyen las performances de «okupación» simbólica de edificios durante algunas horas. Quizá eso sirva para denuncias simbólicas pero lo que implícitamente se está entendiendo es una idea cosificada del control del espacio, la idea implícita de que estar dentro de un espacio es controlarlo. Cuando el control real del espacio es una articulación de procesos de trabajo bien organizados desde el punto de vista táctico, y dimensionados en términos dinámicos en una estrategia de totalidad: Capitalismo organizado y división clasista del espacio o Socialismo organizado y acceso universal al recurso espacial.

El control real del espacio es una articulación de procesos de trabajo bien organizados desde el punto de vista táctico, y dimensionados en términos dinámicos en una estrategia de totalidad: Capitalismo organizado y división clasista del espacio o Socialismo organizado y acceso universal al recurso espacial

Finalmente es importante entender que el control socialista no se ejerce simplemente en los casos particulares sino que es una dimensión dinámica de proceso, y que no hay tampoco control efectivo de los espacios si el Socialismo no avanza posiciones en términos estratégicos a escala social como proyecto de totalidad; dicho de otra manera, si estas unidades espaciales que constituyen una Red de Espacios Socialista no tienen una proyección de totalidad que las legitima y presenta como modelo superior al modelo capitalista del espacio, con su régimen de control y su lógica de uso.

Como he dicho anteriormente, la respuesta al interrogante del agente que ejecuta ese doble proceso táctico, de división organizada de procesos de trabajo que materializan el control efectivo de los espacios particulares; y de nexo con una estrategia de lucha cultural por la generalización del nuevo modelo de espacialidad universal frente al uso de clases capitalista del espacio, es el Partido Comunista en sus distintas fases de desarrollo, y el concepto político en el que encuentra significado el control socialista del espacio y el acceso socializado al recurso espacial, es el Estado Socialista como horizonte desarrollado y articulado de ese control espacial.

2. Golpear el modelo de uso capitalista del espacio, articular la táctica socialista

Debemos diferenciar las condiciones particulares de control del espacio con las condiciones generales, donde ambas son condiciones necesarias.

Las condiciones particulares afectan concretamente a cada espacio en su diferencia; diferente necesidad de acondicionamiento mediante obra, posibilidad de estabilización en un periodo de tiempo determinado, capacidad de defensa del espacio, posibilidad de mantenerlo habilitado y limpio, existencia de un grupo de administración del espacio con formación política para estabilizarlo y evitar su parasitación o estúpidas pugnas internas basadas en el egoísmo y la despolitización, etc.

En lo que respecta a las condiciones generales, consisten en el marco político, el marco legal, las herramientas policiales para la represión directa del control proletario del espacio y, sobre todo, las condiciones de legitimidad social del uso capitalista del espacio con respecto a un potencial nuevo modelo proletario de uso. El punto débil de toda la cosmovisión burguesa sobre la propiedad espacial reside en esto: millones de espacios en desuso, millones de personas y asociaciones sin acceso al uso del espacio. Los ejemplos abundan: acumulación por parte de bancos, fondos buitre y demás de miles y miles de espacios y edificios bajo la forma de propiedad privada para la especulación, para el control de los salarios de millones de trabajadores con créditos, intereses, y alquileres abusivos. Parasitación de la vida proletaria por parte de las clases medias que especulan con la compra de vivienda y locales para alquilárselos al proletariado y convertir el salario ajeno en fuente de ahorro propio, para ascender, en definitiva, a condición de pequeña burguesía rentista a costa del trabajo y del deterioro de la calidad de vida de la mayoría social. O la generalizada existencia de espacios de propiedad «pública» institucional que entran en flagrante contradicción con el control real efectivo de la sociedad sobre ellos, ya que son controlados por burócratas de este o aquél partido de la administración mientras el tejido asociativo político, cultural y social proletario independiente del estado se excluye absolutamente de la capacidad de decisión directa sobre estos espacios, y no tiene acceso al uso de los mismos o lo tiene con graves restricciones burocráticas, desprecio, paternalismo, control y tutelaje de la burocracia capitalista.

Dicho de otra manera, el punto débil que se debe explotar al máximo es el uso capitalista, irracional y caduco del espacio y los recursos, que es lo que legitima en último término el control burgués sobre el mismo. Es decir, el control capitalista y el reparto vigente de propiedad está legitimado por la efectividad de su uso, y es en esta modalidad irracional de uso donde debemos golpear con la propaganda y el concepto. El acceso restringido a la decisión sobre los espacios, que restringe el rango de control del mundo a las clases propietarias, se problematiza más claramente cuando queda en evidencia que estas clases utilizan esta capacidad de decisión para beneficio propio y contra el interés de la mayoría social. Esta realidad hay que hacerla visible y conectarla con la imagen de totalidad de una alternativa real, el nuevo modelo socialista, implícita potencialmente en las costuras de la realidad.

Más en concreto entonces, a la hora de comenzar a desarrollar la táctica general de control espacial y de defensa de la socialización de la propiedad del espacio, es importante priorizar en ello la confrontación con la especulación rentista del espacio (la grande, pero también la pequeña), la problematización del abandono de miles de espacios que podrían estar siendo útiles a la mayoría social para un uso efectivo de los mismos (abandono que supone en realidad un uso capitalista del espacio, donde un propietario guarda parte de la plusvalía acumulada de forma pasiva), y la confrontación con la propiedad pública del espacio y lo que supone esto de exclusión del proletariado y burocratización del espacio. Espacios y edificaciones que sirvan para la especulación, espacios y edificaciones de grandes propietarios que se encuentren en situación de abandono, y espacios de titularidad público-burocrática burguesa deben ser la prioridad para desarrollar una estrategia que sea efectiva en términos de lucha cultural: estos tres modelos de uso (y desuso) espacial capitalista son un claro ejemplo de atraso histórico con respecto al nuevo modelo socialista de uso espacial, y deben explotarse tanto para estabilizar nuevos espacios como para desarrollar la lucha de legitimación simultanea del uso socialista del espacio y la necesidad de un control espacial de la gran organización proletaria. Esta línea táctica general apuntala asimismo desde el punto de vista del modelo espacial la superioridad histórica del Socialismo frente al Capitalismo.

Espacios y edificaciones que sirvan para la especulación, espacios y edificaciones de grandes propietarios que se encuentren en situación de abandono, y espacios de titularidad público-burocrática burguesa deben ser la prioridad para desarrollar una estrategia que sea efectiva en términos de lucha cultural

Junto con esto, acertar en abrir el debate social sobre el uso y el control del espacio ya en términos más generales y más allá de los conflictos particulares. El uso especulativo del espacio debe problematizarse de la mano del control capitalista del mismo, que tiene dos formas; el control privado y el control institucional: privado y público. En ambos casos el control es fruto de la propiedad capitalista del espacio y tiene su sede en el monopolio de la violencia del estado, en ambos casos el control se ejerce burocráticamente, y en ambos casos se prioriza en todo momento el uso económico del espacio frente a la necesidad de uso directo de la mayoría social, es decir, no solo uso especulativo (de capital rentista) sino también la posibilidad que el espacio ofrece para impulsar la economía burguesa (capital productivo empresarial). Esto se ve claramente a nivel institucional con la prioridad que el factor de explotación económica del suelo tiene a la hora de calificar los terrenos, o a la hora de decidir el uso y cesión de los edificios públicos a empresas o bien a asociaciones, priorizando las que dinamizan la actividad económica, turística etc.

En este mapa de prioridades capitalistas, el acceso universal y gratuito a la vivienda, el acceso universal y gratuito a recursos espaciales para la militancia política, o el acceso universal y gratuito al espacio para el libre asociacionismo social y cultural del proletariado no solo no son prioritarios, sino ni siquiera están en la lista de lo admisible. El objetivo del partido de la burguesía es de hecho mantener fuera del sentido común de la gente la posibilidad de estos usos directos y gratuitos del espacio, y en caso del uso político, que es la condición para los demás, aplastarlo con total contundencia.

Los elementos para generalizar el debate en coordenadas de la legitimidad del uso socialista y proletario directo frente al uso capitalista con su lógica excluyente y explotadora son claros y debemos desarrollar instrumentos organizativos y tácticas adecuadas para que una mayoría social que objetivamente se vería representada en este concepto pueda acceder al nuevo punto de vista.

3. El factor de la temporalidad del control y grado de desarrollo del Proceso Socialista

El control socialista del espacio, el control proletario organizado en escala social y entroncado en una estrategia de totalidad, constituye la forma política que da paso a la posibilidad del uso socialista del espacio como su contenido. El uso socialista, al igual que el uso capitalista del espacio, es siempre y en todo lugar un uso temporal, un uso que tiene unos límites temporales adscritos a la actividad y su duración.

Ahora bien, en los inicios de la reconstitución estratégica y organizativa del comunismo, no podemos aspirar en la mayoría de los casos más que al control temporalmente limitado de espacios. Esta limitación no viene dada por las necesidades temporales del uso, como sucede en el modelo de propiedad burguesa estabilizado por el estado, sino por fuerzas externas al Proceso Socialista (como de hecho lo es el estado burgués), que violentan la necesidad material de los usuarios: un desalojo del centro social, desalojos preventivos, desahucios de proletarios de su vivienda expropiada por el banco, etc. suponen el agotamiento del control proletario del espacio, sin que haya sido agotada la temporalidad del uso, la necesidad de uso. Siendo conscientes de esta limitación, en las primeras etapas de la recomposición estratégica y organizativa tenemos que jugar siempre con la estabilización temporal de los espacios, entender que este es un factor móvil y que la unidad espacial socialista va a ser durante mucho tiempo altamente dinámica y cambiante.

En ese sentido, en primer lugar, tenemos que entender en definitiva que la unidad o Red de Espacios Socialista misma, unidad dinámica y siempre temporal de control socialista, constituye el centro de la táctica, donde ningún espacio particular es imprescindible, y de hecho, donde la entrada y salida de esa unidad control de nuevos espacios va a ser una constante hasta alcanzar cierto grado de estabilidad y potencia política general.

En segundo lugar, que cada nuevo espacio debe tener unos objetivos de temporalidad y uso limitados, ceñidos a sus posibilidades concretas de estabilización. No hay nada de malo en hacer uso de los espacios durante tiempos limitados, si sabemos adecuar el uso y prepararnos organizativamente para intervenir con rapidez y cualificar los espacios en tiempos efectivos. Los espacios pueden ser muy útiles a la estrategia con una durabilidad de dos o tres años, y su desalojo no debe ser motivo de sensación de derrota, sino al contrario, el propio desalojo puede ser a la vez un elemento más de avance, si se acierta a plantear de forma correcta desde el punto de vista táctico.

En tercer lugar, para dar estabilidad a la táctica del control socialista del espacio, sí que es importante estructurar la nueva Red de Espacios Socialista sobre un conjunto de nodos centrales o espacios estables, o de temporalidad larga (con una estabilidad estimada superior a diez años), y en torno a ellos, una multiplicidad de espacios cambiante, de temporalidades cortas, de los que podamos hacer un uso intensivo, eficaz y no contraproducente. Actuar con inteligencia táctica, e incorporar a esa inteligencia en todo momento la problemática de la temporalidad en términos complejos, va a ser fundamental.

En cuarto lugar, es fundamental entender que estas redes socialistas cualificadas del control espacial se están estructurando en un mapa en el que ya existen numerosos centros okupados, viviendas expropiadas, etc, todas en situación más o menos vulnerable, con distintos agentes proletarios que comparten con la organización comunista el interés hacia el control proletario del espacio, aun con distintas ideas. Nosotros no venimos a despreciar a todas estas experiencias, venimos a debatir con ellas con nuestras ideas propias, y a ser posible, a constituir alianzas que puedan redundar en beneficio de todas las partes proletarias. En la medida de lo posible se debe profundizar en la comunicación con todos estos agentes, y a ser posible, fomentar la cooperación mutua para la defensa de los Espacios bajo Control Proletario en general, tal y como los hemos definido al principio del texto, y si esto se consiguiese, constituiría sin duda un impulso (aun limitado) a las posibilidades de estabilización temporal de los espacios de unos y otros a corto plazo. En todo caso, a largo plazo la única garantía de avanzar en mayúsculas hacia el control temporal indefinido está en la gran organización socialista que es el partido comunista de masas, ya que los centros y espacios aislados que quedan del paradigma de la okupación en todo occidente son escasos y con fuerzas muy limitadas, en gran parte debido a su propio modelo.

En definitiva, la temporalidad de los espacios particulares que componen una nueva Red de Espacios Socialista, o dicho de otra manera, el determinado periodo de estabilidad que compone el control proletario de los espacios particulares, depende absolutamente del grado de desarrollo general de la estrategia, y de la capacidad de la gran organización comunista para invertir las condiciones generales, políticas, jurídicas y culturales que permiten el control del espacio.

Para terminar, es importante subrayar que la táctica esbozada en este texto (que debe leerse en conjunto con los otros textos publicados en este número de Arteka) es de aplicación general, que no está limitada a Euskal Herria ni a sus condiciones particulares, y que de esta manera establece, como resultado de distintos debates organizativos que hemos desarrollado en nuestro movimiento, una base de modelo para la estructuración de una táctica socialista de control espacial en a nivel internacional, de aplicabilidad internacional.

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