Algunas personas se escudan en los datos, para evitar las consecuencias que de derivan de sus propias posiciones. Las cosas son así, y yo solo soy un informador, una herramienta de los datos, los verdaderos soberanos.
Pero lo cierto es que los datos no están ahí sin más. Los mismos son ya una síntesis muy específica de la realidad, mediada por la ideología del sujeto que los procesa. Y aceptarlos tal cual significa aceptar la posición política que ha considerado que es relevante procesar esos datos, crearlos.
Pongamos un ejemplo. Ante una situación conflictiva, digamos un robo, se puede proceder de diferentes maneras. Se puede considerar qué porcentaje de robos son realizados por hombres y qué porcentaje por mujeres, cuántos por personas de una específica estatura, cuántos por personas con trabajo, con familia… Se pueden procesar los datos según categorías muy diversas y de gran interés. Sin embargo, hacerlo de una u otra manera no depende del hecho en sí, sino que de la interpretación que se haga del mismo.
No son los datos los que producen una ideología específica, una manera de ver el mundo. Muy al contrario, sólo desde una perspectiva preestablecida, una perspectiva asociada a la situación real del individuo; en definitiva, una perspectiva de clase, se puede ordenar la realidad en forma estadística, en un conjunto de datos. Claro está que no siempre el individuo adquiere la posición de clase que le corresponde; la lucha de clases tiene que ver con hacer hegemónica una posición de clase, imponerla. Pero, en cualquier caso, sea quien sea el individuo y su situación individual, este adquiere siempre una perspectiva de clase, que le permite enfrentarse a la realidad social, y a los hechos.
Es por ello que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos: procesar los datos según la procedencia y asociar ciertos hechos a la migración, una migración que se asocia asimismo a la raza, pues migrante solo es y así se considera a quien procede de un país menospreciado en un sentido racista; actuar de esa manera, sí, es racismo, y es un racista quien así procede. Más evidente es aún cuando el dato que se ofrece como hecho objetivo no aporta ninguna claridad a los propios hechos y es incapaz de explicarlos.
Procesar los datos según la procedencia y asociar ciertos hechos a la migración, una migración que se asocia asimismo a la raza, pues migrante solo es y así se considera a quien procede de un país menospreciado en un sentido racista; actuar de esa manera, sí, es racismo, y es un racista quien así procede
Aunque hubiera robos, asesinatos u otro tipo de disturbios de manera generalizada, y aunque según la estadística estos fueran producidos masivamente por migrantes, seguiríamos sin poder explicar los hechos por la migración o por la procedencia de quien los comete. Y si eso es así, si la categoría según la cual se ha procesado el dato es incapaz de explicar el hecho, eso es precisamente porque no es determinante en su comprensión, y se puede descartar, o cuanto menos degradar en el orden categorial de ordenación de los hechos.
Insistimos: aunque aceptáramos que todos los males sociales están asociados a los migrantes, la migración seguiría siendo incapaz de explicar esos males; a lo sumo alcanzaría a explicar por qué se han desplazado geográficamente –por qué han migrado los males–. Pero en ese caso, no habría ya duda alguna de nuestra posición racista. Pues si de lo que se trata es de evitar el mal en nuestro entorno, aceptando que ha de ser confinado a un territorio específico, entonces ello implica aceptar la superioridad de Occidente sobre toda la periferia y sobre los individuos que la pueblan. Aceptar el mal sobre el proletariado de los países más pobres, y dar por buena su explotación.
Aunque aceptáramos que todos los males sociales están asociados a los migrantes, la migración seguiría siendo incapaz de explicar esos males; a lo sumo alcanzaría a explicar por qué se han desplazado geográficamente –por qué han migrado los males–. Pero en ese caso, no habría ya duda alguna de nuestra posición racista
Además, si ese conflicto se explica por la migración, que asimismo se identifica con individuos de determinados países empobrecidos y racialmente menospreciados que son obligados a desplazarse, entonces el conflicto se explica como algo propio a la raza, y su solución solo puede ser racista: cerrar fronteras, organizar grupos fascistas de caza al inmigrante, negar derechos a los inmigrantes… en definitiva, catalogar al inmigrante como un ser de una raza inferior al que hay que tener bajo control, o exterminar.
Esas posiciones son fácilmente observables en las propuestas de todos y cada uno de los partidos del arco parlamentario burgués. Algunos reclaman abiertamente cerrar las fronteras a los migrantes; otros dicen que el problema no es la inmigración, sino la falta de un estado independiente, con lo que demuestran que su verdadera preocupación sí es la inmigración. Se deduce fácilmente de qué manera pretenden hacerle frente.
Sin embargo, el que identifican como problema de la inmigración es indistinguible del problema de la pobreza y la proletarización. Si se emplea un eufemismo que no aporta nada, como es el caso de la inmigración, eso es precisamente porque se quiere ocultar la realidad, para no tener que afrontarla. De lo que se trata no es de abolir la sociedad dividida en clases, que genera pobreza y conflicto social, sino de paliar sus consecuencias y, en caso contrario, alejarlas de las propias fronteras. Para ese fin la inmigración es una categoría útil. Y lo es porque da la vuelta a la lógica de los acontecimientos. Primero nos ofrece los datos, y luego nos presenta su consecuencia lógica: aumenta la inmigración, aumenta el conflicto social. Los hechos, sin embargo, son muy diferentes, si se abordan desde una perspectiva comunista, no racista ni confinada a la nación y al nacionalismo como sujeto político.
Si aumenta la inmigración es porque aumenta el conflicto social, y si aumenta el conflicto social es porque el antagonismo de clase se eleva a niveles de una tensión incontenible. Y no solo en el país de origen de los migrantes o en los propios migrantes. La sociedad occidental, por motivo de las tensiones internas que son inherentes al conflicto de clases, se hace cada vez más incapaz de gestionar esas contradicciones, se rasga cada vez más, y encuentra el amortiguador, su toma tierra, en la inmigración. El hecho no es que simplemente hayan aumentado los robos y conflictos generados por migrantes, una vez más, según la estadística oficial. El hecho es que la sociedad capitalista occidental ha perdido su capacidad de contener el conflicto de clase, y es por ello que aumentan las expresiones conflictivas, o, si no aumentan, las que perduran generan mayores grietas.
Si aumenta la inmigración es porque aumenta el conflicto social, y si aumenta el conflicto social es porque el antagonismo de clase se eleva a niveles de una tensión incontenible. Y no solo en el país de origen de los migrantes o en los propios migrantes. La sociedad occidental, por motivo de las tensiones internas que son inherentes al conflicto de clases, se hace cada vez más incapaz de gestionar esas contradicciones, se rasga cada vez más, y encuentra el amortiguador, su toma tierra, en la inmigración
La polarización es mayor, la causa común contra un nuevo enemigo en aumento –el proletariado– adquiere cuerpo en su identificación como inmigrante, buscando así activar a parte del proletariado nacional en interés de la clase media en proceso de proletarización. Pero, en realidad, es una lucha contra el proletariado, pues aquellas características que relacionan con el inmigrante son en realidad las características de una clase social oprimida, explotada y pauperizada, en el seno de una sociedad capitalista en descomposición.
Evitar hacer frente al problema del sistema capitalista, pretender contener el conflicto de clase mediante políticas de fronteras, políticas de estado, y siempre en oposición a una cabeza de turco, que no es sino el proletariado inmigrante, eso es tomar una posición racista. Posición racista que no se responsabiliza del problema, pues este viene de fuera, y se opone a los fundamentos del internacionalismo proletario; que busca atacar la dominación de la burguesía y la miseria que ella genera, allí hasta donde lleguen, allí hasta donde se encuentre un hermano y una hermana proletaria.
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