Hace unos días supimos del inicio de un proceso de negociación que tiene por objetivo poner fin a la guerra de Ucrania. En él participan Rusia y Estados Unidos. Las alarmas europeas no tardaron en sonar. Los ucranianos protestaron. ¿Cómo era posible iniciar un proceso de negociación, dejando fuera a uno de los principales actores del conflicto, la Unión Europea y al país que alberga la guerra y le da nombre?
Han pasado a penas tres meses desde que Trump ganó las elecciones estadounidenses, con un objetivo ya conocido: hacer grande a Estados Unidos. Ese objetivo, si bien tiene un fundamento económico, es principalmente una cuestión política: se trata de recuperar la iniciativa y el liderazgo, de restituir el poder autoritario del Capital sobre el proletariado a nivel mundial, de reinstituir la dictadura de la burguesía, adaptada a los tiempos de crisis, de decadencia y de una guerra civil latente, en el mundo entero y, específicamente, en la vieja Europa, que se encuentra en estado de descomposición avanzada.
Se trata de recuperar la iniciativa y el liderazgo, de restituir el poder autoritario del Capital sobre el proletariado a nivel mundial, de reinstituir la dictadura de la burguesía, adaptada a los tiempos de crisis, de decadencia y de una guerra civil latente, en el mundo entero y, específicamente, en la vieja Europa, que se encuentra en estado de descomposición avanzada
Muy probablemente, las medidas desesperadas del Capital por subsistir no solo serán impotentes ante la crisis mundial que avanza, sino que además profundizarán y agravarán esa crisis, en dirección a la guerra y la destrucción total, o cuanto menos a un conflicto civil que durará décadas, en un estado de barbarie continuo, que ya se está dibujando: guerra al inmigrante, nacionalismos de extrema derecha, destrucción de derechos conquistados, criminalización del proletariado y la miseria, bandas organizadas a nivel de calle para defender los derechos de propiedad capitalistas... y todo ello con el conocido discurso en contra del capital financiero, que representaría la putrefacción de un sistema económico y una sociedad que, si no fuera por el maquiavélico plan conspiranoico diseñado en los despachos de un grupo de banqueros, navegaría sin mayores complicaciones.
En una situación tal, el Capital requiere de su gran timonel, de la figura del dictador omnipotente, que inspire confianza y no tenga miedo a la adversidad, a destruir convenciones ampliamente aceptadas y oficializadas en documentos que se declaran cartas esenciales de los derechos humanos, inalienables e inquebrantables.
El Capital requiere de su gran timonel, de la figura del dictador omnipotente, que inspire confianza y no tenga miedo a la adversidad, a destruir convenciones ampliamente aceptadas y oficializadas en documentos que se declaran cartas esenciales de los derechos humanos, inalienables e inquebrantables
Hemos visto a Trump abolir decretos que refieren a derechos universales el mismo día de su proclamación como presidente, reclamar países enteros, reclamar territorios pertenecientes a otros países, declarar a España como país de los BRICS y, finalmente, iniciar las conversaciones para el fin de la guerra de Ucrania, sin su mayor socio, la Unión Europea. Habrá quien lo considere un loco, quien crea que los aranceles y el proteccionismo son medidas económicas desesperadas que no podrán revertir la situación de los EEUU. Y lo más seguro es que así sea, y Trump lo sabe. Sin embargo, el autoritarismo político y la firmeza en el liderazgo son una potencia económica de primer orden. Por ello, reestablecer la dominación política es el primer objetivo del Capital en la actualidad, así como lo fue en los años previos al inicio de la II Guerra Mundial, de tal manera que cree un nuevo clima de tensión que permita subordinar de manera más eficiente a la clase obrera a las necesidades objetivas del Capital.
El saludo nazi de Elon Musk evoca a esa situación. Su comparecencia en el mitin de la AfD alemana, el apoyo del gobierno de Trump a la extrema derecha, está sostenido sobre la necesidad de reestablecer el férreo liderazgo que hoy Alemania, y con ella toda Europa, han perdido. En otras palabras, hoy el Capital sabe que la vía para su subsistencia es el autoritarismo, la dictadura y la restitución del nazismo, que nunca se fue de las estructuras de poder, de la OTAN, pero que hoy en día se encuentra en crisis de identidad, por tratar de ocultar su propia esencia. En definitiva, la vía del Capital es presentarse como lo que verdaderamente es, una dictadura autoritaria contra la clase obrera de todo el planeta.
Dejar fuera a la Unión Europea de las negociaciones en torno a la guerra de Ucrania es el toque de corneta de la avanzada autoritaria yanki. Si se va a reinstituir la OTAN, lo será bajo el renovado dominio estadounidense, instaurado también en Europa, mediante sus gobiernos títeres de extrema derecha, que hoy como ayer, se plegarán a los intereses del Capital y a su mano de hierro, por mucho que se presenten como opuestos al mismo.
La crisis que asola Europa no es sólo una crisis económica extendida desde Alemania. Si bien ese es el fundamento último de la extinción de la subjetividad política dominante, en cierta manera, y en contra de toda convención economicista, nuestro esfuerzo tendría que encaminarse a comprender la crisis política, la crisis de liderazgo, como la verdadera causante de la crisis económica europea. No porque este sea un fundamento científicamente comprobable –de hecho, aparentemente podría confrontar contra la tradición marxista, aunque realmente no sea así–, sino que porque la especulación y experimentación política en la que se halla inmerso el capital, incluso la historia de las dictaduras y del ascenso del nazismo, nos muestran que la subjetividad política del Capital, su impulso autoritario, belicista e imperialista, es lo último que se agota, persiste incluso sobre la vida de millones de personas, entre los escombros y los cadáveres amontonados, incluso cuando todo está perdido, cuando no hay salida alguna para la crisis económica en la que se encuentra inmerso.
Si bien la crisis económica es el leitmotiv de la renovación de la autoridad política de la burguesía, su impulso hacia el autoritarismo y la dictadura, el autoritarismo aparece, en cambio, no como un simple subordinado, sino que como la fuerza principal que puede superar la crisis económica. Y esto es importante porque, en términos abstractos, la crisis del Capital consiste en la incapacidad de producir suficiente plusvalor para relanzar la producción. Sin embargo, en términos concretos, la ganancia es un elemento en disputa por parte de bloques de poder políticos, de imperialistas, y el capitalismo se concibe a sí mismo en crisis en la medida en que pierde el liderazgo, esto es, la capacidad de actuar políticamente para apoderarse de una porción mayor de ganancia por parte de los países imperialistas dominantes. Cuando hablamos de la crisis europea, es necesario tomar en cuenta esa consideración, pues Europa reacciona de manera autoritaria, la extrema derecha crece, en la medida en que comprende esa crisis no en términos absolutos –la burguesía es incapaz de comprenderla en esos términos, pues supondría su disolución–, como crisis de acumulación, sino que, en términos relativos, como pérdida de capacidad de dominar a los países pobres, o de imponer unas reglas comunes a los países miembros.
De lo contrario, la crisis europea no sería una categoría válida como forma de manifestación concreta y específica de la crisis del Capital a escala europea. Asimismo, las condiciones para reabrir un proceso internacional de revolución socialista, hoy presentes en Europa, tendrían que buscarse en otra parte, si la crisis europea no fuera ya una realidad, y no fuera una crisis política, de sujeto, de cohesión social. La nueva ola de autoritarismo, con Trump a la cabeza y la extrema derecha a sus órdenes, viene a hacer frente a esta situación, creando una situación de tensión bélica que se manifiesta en una guerra civil latente en el continente europeo. El proletariado ha de prepararse para hacerles frente.
Las condiciones para reabrir un proceso internacional de revolución socialista, hoy presentes en Europa, tendrían que buscarse en otra parte, si la crisis europea no fuera ya una realidad, y no fuera una crisis política, de sujeto, de cohesión social. La nueva ola de autoritarismo, con Trump a la cabeza y la extrema derecha a sus órdenes, viene a hacer frente a esta situación, creando una situación de tensión bélica que se manifiesta en una guerra civil latente en el continente europeo. El proletariado ha de prepararse para hacerles frente
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