FOTOGRAFÍA / Zoe Martikorena
Markel Samaniego
2021/05/05

Para ello proyectaré sobre el despliegue de los momentos constitutivos fundamentales del poder comunal especialmente a través de los textos de Marx, Lissagaray y Lenin. Abordaré los elementos de contexto con la precisión mínima como para poner el foco en la forma política misma y, por lo tanto, sin mayor profundidad que la exigida por el objeto del artículo.

Entre otros, diría que son 5 los momentos políticos de mayor envergadura en la Comuna: 1) momento material 2) momento institucional primero: del poder social 3) momento de la acción estratégica 4) momento institucional segundo: del poder delegado 5) momento táctico-operativo: de las técnicas organizativas. La secuencia de los momentos asciende del más simple (1er momento) al más complejo (quinto momento) y que, por lo tanto, sub-pone los anteriormente expuestos.

En general, intentaré defender el carácter esencialmente revolucionario de la Comuna como poder social obrero y su despliegue como forma política compleja.

PINCELADAS AL CONTEXTO HISTÓRICO

La Comuna de París emerge en un contexto histórico turbulento caracterizado por la crisis económica y la crisis del Segundo Imperio francés. En 1870 Luis Bonaparte intenta ocupar Luxemburgo, inaugurando así la guerra franco-prusiana que tanta hambre generaría a las masas parisinas. El derrumbe de su ejército y, como eco, del Segundo Imperio, abrió la puerta a la Tercera República. Ésta termina por capitular ante el ejército prusiano a principios de 1871 con la proclamación en Versalles de Guillermo I como emperador de Alemania.

Pero para entonces, el proletariado no solo se encuentra hambriento y armado, sino que es un proletariado curtido en la lucha de clases, con una gran tradición de lucha, recién traicionado y masacrado por la pequeña burguesía en las Jornadas de Junio de 1848.

Por lo tanto, a la crisis económica y a la crisis política del Estado hay que sumarle la crisis del movimiento obrero, que no podía confiar en la hipotética alianza con la pequeña burguesía para la toma de la maquinaria burocrático-militar.

COMUNA DE PARÍS

1. Momento material de la Comuna: emancipación social y consenso

El momento constitutivo más simple de la Comuna consiste en la voluntad emancipadora de los comunnards. La constitución de esta subjetividad fue posible como confluencia de los elementos de contexto arriba citados; estas condiciones históricas cohesionaron la voluntad comunal como sostén fundamental de su poder.

Para gran parte de la filosofía política, el poder equivale a dominación. La voluntad de dominar sostiene el poder político como relación social. Sin embargo, los comuneros no deseaban dominar a nadie; no pretendían reproducir el poder en tanto dominación, sino más bien abolir la dominación de clase en cualquiera de sus formas. Marx lo explica de este modo:

La antítesis directa del Imperio era la Comuna. El grito de «república social», con que la revolución de Febrero fue anunciada por el proletariado de París, no expresaba más que el vago anhelo de una república que no acabase sólo con la forma monárquica de la dominación de clase, sino con la propia dominación de clase. La Comuna era la forma positiva de esta república(1).

La forma positiva del poder político o el poder político positivo instituido en París, tenía su soporte en la voluntad del proletariado parisiense de organizar una forma superior de vida(2). Esto queda una y otra vez patente en el balance general de la AIT, La Guerra Civil en Francia.

Entonces, la subjetividad revolucionaria de los comuneros no era sinónimo de una voluntad in-determinada. Recordemos que en la Comuna participaban proudhonianos, blanquistas, delegados de la AIT próximos a Marx y Engels, etc. La Comuna era políticamente diversa. De ahí que la subjetividad que la regía solo podía ser producto del consenso entre una pluralidad de voluntades que acuerdan ir en la misma orientación. Además de las circunstancias históricas que determinaban su existencia, ésta era fruto del pacto social tallado entre comuneros: en dicha asociación residía el fundamento de su poder. Pues recordemos que la voluntad comienza a ser efectiva en la decisión, y esta solo puede ser producto del consenso. La emancipación social era, en ese sentido, el momento racional y colectivo en tanto unidad de acción del proletariado de París.

2. Momento institucional primero: poder social y forma política

Como se ha sugerido, la voluntad solo se realiza con poder. E inmediatamente el consenso no puede materializarse. Sin mediaciones, sin medios, sin instituciones, éste es impotente; no tiene la capacidad o la fuerza para ser una realidad.

Al mismo tiempo, la fuerza no es posible sin organización de las capacidades en potencia que lo desplieguen. Así como la fuerza de la burguesía (poder burgués) tiene su sede en la organización capitalista del proceso de producción social regulado por la ley del valor, por el contrario la capacidad del proletariado como fuerza social, descansa en la solidaridad disciplinada y organizada; así como el poder burgués tiene su sostén en la voluntad egoísta de la forma-mercancía y la forma-sujeto jurídico, el poder obrero tiene su base en la dirección y control permanente del proceso de trabajo; finalmente, si el poder burgués descansa sobre el dinero, el poder proletario solo puede apoyarse en la conciencia solidaria y emancipadora de las masas.

Por lo tanto, el anhelo revolucionario de las masas parisienses solo podía ser efectiva mediante la organización de sí misma, elevándose al momento institucional y organizándose como un proceso de trabajo serio regido por las ansias emancipadoras de la clase obrera. La Comuna era ante todo un poder obrero revolucionario porque se articulaba como proceso de trabajo.

El anhelo revolucionario de las masas parisienses solo podía ser efectiva mediante la organización de sí misma, elevándose al momento institucional y organizándose como un proceso de trabajo serio regido por las ansias emancipadoras de la clase obrera

La existencia de «salarios» no pone en entredicho este hecho. Los sueldos que se les pagaban a los delegados (fuesen estos concejales municipales, inspectores, contables, técnicos de distintas clases…) no eran salarios en el sentido capitalista del término, sino modestas retribuciones(3) a su aportación.

También es cierto que la Comuna no suprimió el dinero y la mercancía como formas de valor y tampoco, por extensión, la ley del valor misma. Éstas coexistieron con la Comuna. Sin embargo, no era la ley del valor quien regía internamente las directrices operativas de esta. La ley del valor coexistía con la Comuna como una exterioridad social, cultural, ideológica, política, y geográfica. En París había mercancía, había dinero, había trabajo asalariado, capital industrial y financiero, etc., pero estos no se sintetizaban en el Estado burgués. La Asamblea Nacional huyó, no había ejército, tampoco policía ni poder judicial. Y la Comuna se contraponía a todas estas categorías sociales y políticas citadas como institución social con el potencial de superarlos y disolverlos. Y todo ello porque era esencialmente un proceso de trabajo distinto al proceso de valorización.

La Comuna no suprimió el dinero y la mercancía como formas de valor y tampoco, por extensión, la ley del valor misma. Éstas coexistieron con la Comuna. Sin embargo, no era la ley del valor quien regía internamente las directrices operativas de esta

Pero junto con esto, la Comuna podía superar el régimen burgués porque como proceso de trabajo se basaba en una división de tareas políticas.

El régimen de la Comuna habría devuelto al organismo social todas las fuerzas que hasta entonces venía absorbiendo el Estado parásito(4).

Es decir, la solidaridad organizada de los comuneros exigía adquirir forma política para sobrevivir y enfrentar al enemigo. Esto no podía ser de otra manera. Su labor política consistía en un proceso de trabajo legislativo y ejecutivo al mismo tiempo.

La Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo legislativo y ejecutivo al mismo tiempo(5).

En el trabajo legislativo comenzaba el proletariado de parís a instituirse como poder efectivo, como se ha indicado arriba. De este modo, al reflejar los intereses de las masas, el monopolio sobre la decisión les fue transferida a éstas, desplazándose así del Parlamento a la Comuna(6). De ahora en adelante, el proletariado decide cómo llevar acabo su emancipación y planifica la división del trabajo para ejecutar tal propósito.
Marx denomina este momento como «la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo»(7). La Comuna era una planificación y división de tareas políticas; no suprimía la lucha de clases de facto, pero a través de ella(8), la clase obrera se esforzaba en abolir las clases: era el médium racional(9).

Históricamente este proceso instituyente fue oscilante y nada lineal. El Hotel de Ville, centro físico de la Comuna, fue testigo de la complejidad histórica a la cual se hubieron de enfrentar los proletarios de París para resolver la cuestión del poder político. El Comité Central de la Guardia Nacional y la misma Guardia Nacional, por ejemplo, dieron sus primeros pasos como instituciones antes que la Comuna. Sin embargo, una vez celebradas las elecciones «doscientos mil miserables de éstos [proletarios] fueron al Hôtel-de-Ville a instalar en él a los hombres elegidos por ellos»(10) y el Comité Central entregó sus poderes a la Comuna. Pero centrándonos en la exposición lógica, este texto no ahondara en estos elementos de carácter más concreto.

Así pues, sintetizando lo comentado hasta ahora, diríamos que: la Comuna era el poder social instituido del proletariado de París con forma política para realizar dentro de ella su voluntad social: la emancipación económica del trabajo.

3. Momento de la acción estratégica: destrucción del Estado, dictadura revolucionaria

Tal y como se desprende de lo expuesto hasta ahora, la institucionalización de los comuneros no consistía en reproducir la forma política de la burguesía. Era una forma política distinta, coherente con el poder que expresaba. De ahí que, por paradójico que pueda parecer, la Comuna comience a ejercer su poder destruyendo el poder enemigo. Es decir: inicia la abolición de toda dominación de clase, dominando. Escribe Marx:

La Comuna comienza a ejercer su poder destruyendo el poder enemigo. Es decir: inicia la abolición de toda dominación de clase, dominando

Comienza la emancipación del trabajo –su gran meta- suprimiendo el trabajo improductivo y perjudicial de los parásitos del Estado (…) La primera condición para la posesión del poder político, es transformar [la] maquinaria de funcionamiento y destruirla [pues es] un instrumento de dominación de clase(11).

En otras palabras, las primeras tareas que ejecuta (su primer trabajo ejecutivo) consisten en la destrucción de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial del Estado burgués:

- Las Fuerzas Armadas son suprimidas.
- La policía es despojada de su carácter político.
- La burocracia administrativa se reduce al mínimo.
- La Iglesia es expropiada y despojada de atributos educativos.
- La magistratura pierde su «fingida independencia».
- El parlamentarismo es abolido.

Asume, pues, la destrucción del estado burgués («romper la máquina estatal existente») como primera fase estratégica del ejercicio de su poder.

No obstante, cabe preguntar aquí: ¿Cómo lo hace? ¿Cómo se destruye el Estado? ¿Cómo ejerce su poder la Comuna? Lenin precisa aún más y resuelve esta cuestión preguntándose: ¿cómo pasar a la ejecución de las funciones del Estado por la mayoría de la población, por toda la población en bloque? (12)

La Comuna, además de consejeros municipales elegidos por sufragio universal, se compone de Comisiones delegadas:

- Comisión de Guerra
- Comisión de Hacienda
- Comisión de Justicia
- Comisión de Seguridad General
- Comisión de Trabajo y de Cambio
- Comisión de Subsistencias
- Comisión de Relaciones Exteriores
- Comisión de Servicios Públicos o Municipales
- Comisión de Enseñanza
- Comisión Ejecutiva permanente

Además de estas comisiones, sobre el transcurso de su desarrollo subsistirá el Comité Central de la Guardia Nacional operativo en el seno de la Comisión de Guerra, un Comité de Salud Pública sustituirá a la Comisión Ejecutiva, un Comité de Artillería, etc., entre otros que me dejo en el tintero y que se proclaman, se contradicen y disuelven según las necesidades del momento.

Por consiguiente, la respuesta a la cuestión planteada se resuelve de este modo: la Comuna ejerce su poder con delegaciones políticas y no in-mediatamente. Tal y como dejan ver las comisiones, se da una doble mediación institucional como momento más complejo: el ejército delegado como mecanismo para poder ejercer el poder. Es decir: la institución comunal necesita instituciones delegadas para, de ese modo, destruir el Estado y llenar de contenido su primera fase estratégica.

4. Momento institucional segundo: poder delegado o ejército delegado

Congruentemente, las instituciones delegadas componen la Comuna como forma política. De ahí que, la destrucción del estado o la instauración de la dictadura revolucionaria del proletariado, no consista meramente en la aniquilación física del ejército permanente, cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, parlamento, tribunales, funcionarios de cárcel, etc. En yuxtaposición, la Comuna inicia su dictadura destruyendo o aniquilando organizativamente el estado burgués:

- Extrae sus competencias políticas por la fuerza (o rellena un vacío de poder).
- Las inserta en la Comuna.
- Las ejecuta con mediaciones organizativas: instituciones delegadas.

A saber, la Comuna se instituye en la lucha de clases contra el poder de la burguesía. Marx lo explica:

Toda Francia [sería] organizada en Comunas auto-administradas (selfworking) y autogobernadas, el ejército permanente reemplazado por las milicias populares, suprimido el ejército de parásitos del Estado, la jerarquía clerical desplazada por el maestro de escuela, el juez del Estado transformado en órganos comunales, el sufragio para la representación nacional no una materia de juego de manos para un gobierno todopoderoso, sino la expresión deliberada de las Comunas organizadas, las funciones del Estado reducidas a unas pocas funciones para propósitos nacionales generales(13).

Lissagaray expone en su crónica las atribuciones de cada delegación, reflejando las dificultades a las cuales se tuvo que enfrentar la Comuna con cada una de ellas. Como se ha precisado, la planificación del trabajo de la Comuna consistía en tareas que eran por encima de todo políticas dada la conjetura bélica del momento; a raíz de ello, las funciones económicas asumidas por la Comuna no pudieron desarrollarse con plenitud, si bien los socialistas revolucionarios que componían la comisión lo intentaron insistentemente. La falta de tiempo tuvo mucho que ver en ese sentido. La delegación de Trabajo decretó la abolición de las retenciones sobre los salarios, decretó la recuperación de talleres abandonados para que fueren administrados por los trabajadores, tenía como propósito «el estudio de todas las reformas que puedan introducirse, ya en los servicios públicos de la Comuna, ya en las relaciones de los trabajadores, hombres y mujeres, con sus patronos; la revisión del Código de Comercio y de las tarifas aduaneras; la transformación de todos los impuestos directos e indirectos; el establecimiento de una estadística del trabajo(14)». Pero como Engels sentenció en 1891, el hecho de que el blanquismo y el proudhonismo prevaleciesen como principales doctrinas entre los socialistas explica el carácter de los decretos emanados, la polémica sobre el Banco de Francia y que, en general, se dejasen de hacer en el aspecto económico cosas que se debieron llevar a cabo(15).

Pues, a fin de cuentas, el propósito de la Comuna era organizar la vida en todas sus dimensiones y ello exige, más allá del ejercicio de labores políticas legislativas y ejecutivas, la constitución de órganos delegados para asumir y desarrollar tareas industriales (productivas) y distributivas.

El propósito de la Comuna era organizar la vida en todas sus dimensiones y ello exige, más allá del ejercicio de labores políticas legislativas y ejecutivas, la constitución de órganos delegados para asumir y desarrollar tareas industriales (productivas) y distributivas

5. Momento operativo-unitario: técnicas para ejercer la dictadura

En definitiva, hasta ahora tenemos a la Comuna como institución que rompe la maquinaria burocrático-militar del estado mediante poderes delegados para realizar la emancipación del trabajo.

Empero, tal y como hemos indicado arriba, la tensión entre las delegaciones y la Comuna resultó ser una constante durante todo el transcurso de la experiencia vivida. Los enfrentamientos entre el Comité Central y la Comuna dan fe de ello.

Como respuesta a estas situaciones, de la estructura comunal emergieron mecanismos de equilibrio de poderes en forma de técnicas organizativas para minimizar el margen de separación entre la Comuna y las delegaciones por un lado, y entre la población y la Comuna por otro.

(…) la Comuna (…) única representante de la población, única responsable, absorbía en aquellos momentos todos los poderes y no podía tolerar a su lado a un Comité nostálgico de su antiguo papel(16).

El Comité de Salud Pública es buen reflejo de los permanentes vaivenes que se dieron; una vez fracasaron las dos Comisiones Ejecutivas proclamadas en el intervalo de mes y medio, se creó este comité con el fin de robustecer el control sobre los órganos delegados y los delegados mismos. Unos querían «un poder fuerte» y «hacer temblar a los cobardes y traidores»(17) mientras que otros votaron en contra considerándolo un órgano dictatorial que se elevaba sobre las comisiones y por extensión, sobre la Comuna misma. La disputa fue resuelta cuando se disolvió y se revocaron los poderes del Comité de Salud Pública a los 8 días de su instauración, dejando sin lugar a dudas quien portaba la autoridad soberana.

A fin de cuentas, este órgano expresaba nada más y nada menos que una respuesta política a la tendencia hacia la separación o fetichización de los mecanismos de poder. Los consejeros municipales y los delegados de las comisiones, al igual que los órganos delegados mismos, podían ser objeto de instrumentalización de los intereses parciales y hacer sucumbir el interés general ante el cual eran responsables.

No es baladí recordar que la ley del valor no sólo funciona con Estado, sino también con costumbre, sentido común y demás mecanismos ideológicos y culturales que le son funcionales. Su extirpación exige, por tanto, una duradera revolución cultural que puede durar siglos. Por ello, los instrumentos de mayor importancia para intentar mantener la hegemonía de los intereses comunales sobre cualquier utilización egoísta de una u otra tarea delegada, provenían del sufragio universal y del centralismo organizativo. Las formas ideológicas, culturales y políticas del capital no podían penetrar las estructuras comunales y era preciso su neutralización. Para eso servían estos instrumentos: para intentar garantizar un funcionamiento interno realmente democrático(18) y para bloquear con medidas dictatoriales los ataques externos, poniendo cíclicamente en el centro los intereses del proletariado.

La Comuna estaba formada por delegados comunales elegidos por sufragio universal (…) responsables y revocables en todo momento(19).

Cada uno de los electos era portador del interés general y a este debía responder su quehacer. Todo aquel que fuese delegado para realizar una tarea y ejercer el poder, era responsable y revocable permanentemente.

Los delegados, los órganos institucionales, las Comisiones, los Comités, es decir, el poder delegado, era controlado mediante la supervisión permanente del poder social instituido de las masas con forma política: la Comuna. La experiencia del Comité de Salud Pública es ilustrativa en ese sentido.

A fin de cuentas, la separación entre el poder de la comuna y sus poderes delegados equivaldría al momento de la corrupción. La parte no reflejaría el todo, se invertiría el fundamento de poder instalado en la voluntad de las masas y se trataría de realizar la voluntad parcial de cualesquiera institución delegada produciéndose un ejercicio despótico del poder. Escribe Marx:

La clase obrera sabe que ellos tienen que atravesar fases diferentes de lucha de clases. Saben que el reemplazo de las condiciones económicas de la esclavitud del trabajo por las condiciones del trabajo libre y asociado pueden sólo ser la obra progresiva del tiempo (…), saben que este trabajo de regeneración será una y otra vez ralentizado e impedido por la resistencia de los intereses establecidos y de los egoísmos de clase(20).

La Comuna tuvo que luchar contra esta lacra del ejercicio egolátrico y despótico, contra el uso del poder para el beneficio propio. La dictadura revolucionaria, por tanto, solo podía ser obra de la unidad entre el poder social instituido y su ejército delegado; el poder solo podía ser ejercido como fruto de la subordinación a las directrices ejecutivas (mandato imperativo) del interés general; el ejercicio del poder solo podía ser revolucionario en tanto ejercicio disciplinado y obediencial (Dussel dixit). Sin esta premisa, la corrupción y el totalitarismo eran posibles, y por eso, la unidad política de todos los componentes de la forma política se soldaba mediante las tecnologías descritas.

La dictadura revolucionaria, por tanto, solo podía ser obra de la unidad entre el poder social instituido y su ejército delegado

Hablamos, al fin y al cabo, de instrumentos de manutención de la independencia de clase en el ámbito organizativo. Pues la separación entre los órganos ejecutivos del poder de la totalidad social articulada, la separación entre la parte y el todo, incluso el predominio de la parte sobre el todo, expresa relaciones de dominación, aunque estas se materialicen en nombre de una institución que se autodenomina revolucionaria.

CONCLUSIÓN

Hemos tocado la cuestión de la subjetividad revolucionaria, sin hacer hincapié en la base granito de la cual emerge; hemos expresado la vitalidad de la Comuna como planificación de la fuerza de trabajo solidaria y su poder social; y en último lugar hemos ahondado en la forma política de este poder enfatizando en las tareas políticas que asume y ejecuta mediante instituciones delegadas, destruyendo de esta manera el estado burgués y facilitando los mecanismos organizativos para que no se fetichice.

No se ha profundizado en el binomio dictadura/democracia; tampoco en la disciplina socialista del nuevo proceso de trabajo. Se han dejado muchos elementos sueltos y sin tocar en el análisis. A grandes rasgos, hemos hablado de los momentos constitutivos de la dictadura revolucionaria del proletariado que se expresó por vez primera en la historia contemporánea en París. He intentado exponer, en esa línea, un concepto general sobre la dictadura que sintetiza muy acertadamente Lenin en 1919 cuando advierte que «La dictadura del proletariado no es solo el ejercicio de la violencia sobre los explotadores, ni siquiera es principalmente violencia. La base económica de esta violencia revolucionaria, la garantía de su vitalidad y éxito, está en que el proletariado representa y pone en práctica un tipo más elevado de organización social del trabajo que el capitalismo. Esto es lo esencial. En ello radican la fuerza y la garantía del triunfo inevitable y completo del comunismo» (21).

El Movimiento Socialista debe extraer lecciones de esta gran experiencia; acumular aciertos y aprender de los errores, sintetizarlos en organización y avanzar en un modelo de trabajo militante nuevo. La edificación progresiva del poder social proletario con forma política solo puede ser posible desde organismos humildes pero emergentes; alimentando la crítica, haciendo apología de la militancia discreta, honesta y seria, arriesgándose en iniciar nuevas sendas y corrigiéndose constantemente. Es el camino que hicieron los comuneros y otros tantos miles de socialistas revolucionarios de manera desinteresada, también en Euskal Herria. Camino que pretendemos seguir con el propósito de intentar reactivar el programa comunista para que la sociedad recorra de una vez y para siempre la última vereda de la pre-historia humana.

NOTAS

1 Ferreiro, R. (2005) Extractos de los Borradores de La Guerra Civil en Francia. Boletín Ígneo, nº 5

2 Marx, K. (1871) La Guerra Civil en Francia. Madrid, Fundación Federico Engels, p. 73

3 Lenin, V.I. (1917) El Estado y la Revolución. España: Alianza editorial, p. 101

4 Marx, K. (1871) La Guerra Civil en Francia. Madrid, Fundación Federico Engels, p. 70

5 Ibíd., p. 67

6 Salvadori M.L., Magri, L., Foa, L. (1977) Vía parlamentaria o vía consejista. Barcelona, Editorial Anagrama, p.43

7 Marx, K. (1871) La Guerra Civil en Francia. Madrid, Fundación Federico Engels, p. 71

8 Ferreiro, R. (2005) Extractos de los Borradores de La Guerra Civil en Francia. Boletín Ígneo, nº 5

9 Ibíd.

10 Lissagaray, H.P.O. (1876) Historia de la Comuna de París. Barcelona, Editorial Estela, 1971 p. 60

11 Ferreiro, R. (2005) Extractos de los Borradores de La Guerra Civil en Francia. Boletín Ígneo, nº 5

12 Lenin, V.I. (1917) El Estado y la Revolución. España: Alianza editorial, p.93

13 Ferreiro, R. (2005) Extractos de los Borradores de La Guerra Civil en Francia. Boletín Ígneo, nº 5

14 Lissagaray, H.P.O. (1876) Historia de la Comuna de París. Barcelona, Editorial Estela, 1971 p. 98

15 Marx, K. (1871) La Guerra Civil en Francia. Madrid, Fundación Federico Engels, p. 18

16 Lissagaray, H.P.O. (1876) Historia de la Comuna de París. Barcelona, Editorial Estela, 1971 p. 71

17 Ibíd., p. 102

18 Marx, K. (1871) La Guerra Civil en Francia. Madrid, Fundación Federico Engels, p. 71

19 Ibíd., p. 67

20 Ferreiro, R. (2005) Extractos de los Borradores de La Guerra Civil en Francia. Boletín Ígneo, nº 5

21 Balibar, E. (1977) Sobre la dictadura del proletariado. Madrid, Siglo XXI España Editores, p.242

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