La sexualización ha permeado múltiples ámbitos, trascendiendo los más tradicionales, como la prostitución y la pornografía, y extendiéndose a las áreas del entretenimiento y la comunicación. La representación sexualizada de la mujer se ha consolidado como un elemento esencial para garantizar la rentabilidad y el éxito de estos sectores. Así, el cuerpo de la mujer se vuelve un bien codiciado y su sexualización pasa a ser una estrategia fundamental de venta.
Este reportaje tiene como objetivo tratar de explorar la magnitud de la denominada industria de la sexualización, revelando el volumen del negocio que la sustenta y los agentes que de ella se benefician.
DESARROLLO DE LA INDUSTRIA DE LA SEXUALIZACION EN EL CAPITALISMO
El desarrollo del capitalismo ha acentuado el valor sexual de las mujeres. Fenómenos como la prostitución y la pornografía son moldeados de acuerdo a las necesidades del Capital, que identifica en la mercantilización de la sexualidad de la mujer un nuevo nicho de mercado para obtener beneficios económicos innumerables. De esta manera, se va configurando una industria global, cuyo crecimiento se acelera a partir de los años 70 y 80 con la irrupción de las nuevas tecnologías y, más recientemente, con el auge de las redes sociales.
Estas últimas, dado su potencial de difusión y fácil acceso a través de Internet, han llevado a modernizar la venta de la sexualidad y la han extendido a otros ámbitos económicos cuya función no está directamente relacionada con la actividad sexual. En efecto, sectores como el del entretenimiento (cine, música, videojuegos etc.), y el de la comunicación (plataformas online) han pasado a formar parte de la industria de la sexualización y contribuyen a su apuntalamiento.
En pleno momento de reestructuración de las sociedades capitalistas, el mercado de la sexualización juega un papel importante a la hora de impulsar nuevos ciclos de acumulación, y se articula sobre tres premisas. En primer lugar, la expansión de las políticas capitalistas a nivel global, que promueven la configuración del sector. En segundo lugar, la pobreza estructural, que afecta a cientos de miles de mujeres proletarias en todo el mundo y las obliga a incorporarse en esta industria para poder sobrevivir. Finalmente, la normalización de la mujer como objeto de placer en la sociedad, idea que ha ido arraigándose progresivamente y, en última instancia, ha perpetuado la violencia contra la mujer y reforzado su deshumanización.
El tamaño y valor que ha alcanzado el mercado de la sexualización es en la actualidad el resultado del impulso de las élites económicas y del apoyo de la clase política dirigente, quienes han promovido la mercantilización de la sexualidad de la mujer por los intereses que involucra: ya sea por los beneficios millonarios que genera o por su papel en la recomposición de las economías nacionales.
Un ejemplo claro de cómo convergen estos intereses económicos y políticos en la promoción de la industria sexual es la prostitución. En varios países con altas tasas de pobreza, la explotación sexual de mujeres y jóvenes trabajadoras se ha convertido en una estrategia para incorporarse a la cadena de valor global. Organismos financieros internacionales, entre ellos el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), exigen a los países endeudados el desarrollo de industrias de ocio y entretenimiento como vía para saldar sus deudas. En estas condiciones, la prostitución se consolida como la moneda de cambio en la subordinación de territorios periféricos, al punto de que las autoridades de países como Tailandia han llegado a declarar abiertamente que consideran inevitable “perder una generación de mujeres” para dinamizar la economía.
Es así como las elites económicas y políticas han empujado a cientos de miles de mujeres a la industria sexual, y lo han hecho a través de circuitos que posibilitan el desplazamiento de las mismas en dos direcciones: de su país de origen a otros con mayores niveles de bienestar y del ámbito rural a las grandes ciudades. Estos flujos migratorios se han realizado gracias a la connivencia de los Estados y, en numerosas ocasiones, están intervenidos por las redes de trata de personas. La implicación de policías, políticos y administraciones es evidente en los casos de prostitución y pornografía.
La elevada tasa de desempleo, la pobreza, la merma de los recursos estatales o la guerra deja a una gran cantidad de mujeres en una situación de absoluta precariedad. En un contexto donde cada vez más trabajadoras son expulsadas del mercado laboral, sectores como la prostitución y la pornografía emergen como las únicas posibilidades de supervivencia para aquellas que no logran incorporarse ni siquiera en sectores devaluados, tales como la cadena global de cuidados.
El tamaño y valor que ha alcanzado el mercado de la sexualización es en la actualidad el resultado del impulso de las élites económicas y del apoyo de la clase política dirigente
Otro hito importante en la expansión internacional de la industria de la sexualización fueron los cambios sociales y culturales que tuvieron lugar, mayoritariamente, en la década de los 70 y 80 durante la revolución sexual. Bajo la bandera de las libertades individuales, la sexualidad adquirió una gran centralidad tanto en los movimientos sociales como en las políticas institucionales procedentes de la izquierda. Comienzan a transformarse los valores y normas sexuales, cuestionando el orden tradicional sobre el comportamiento sexual de entonces: legalización del divorcio, accesos a los anticonceptivos y al aborto, mayor aceptación de la homosexualidad... Sin embargo, la sociedad capitalista asumió de forma inteligente el impacto de todos estos cambios, reconvirtiendo cada uno de ellos a sus propios intereses económicos en lugar de crear un clima real para la liberación sexual.
Todo ello influyó directamente en la psicología de masas, al normalizar la idea de que la sexualización de la mujer es una forma empoderante y transgresora de la propia expresión sexual. Como consecuencia, aumentó la aceptación social de aquellos sectores que se lucran con la venta de la sexualidad de la mujer; por ejemplo, la pornografía se abrió paso sin grandes resistencias. En este proceso de normalización, el desarrollo de las nuevas tecnologías e Internet ha sido determinante para la difusión masiva del contenido sexual, su fácil acceso y una creciente incorporación de mujeres y jóvenes a esta industria, que de otra forma no hubiera ocurrido.
De esta manera, nuevas áreas de negocio se suman a la mercantilización de la sexualización de la mujer con el objetivo de maximizar las ganancias de grandes corporaciones.
DIVERSIFICACIÓN DE LA INDUSTRIA EN NUEVAS RAMAS
A continuación, realizamos un análisis preliminar con los aspectos generales de los sectores que han impulsado el contenido sexual y reforzado la imagen de la mujer como objeto sexual. En particular, nos enfocamos en las páginas web, las redes sociales y el cine.
Nuevas áreas de negocio se suman a la mercantilización de la sexualización de la mujer con el objetivo de maximizar las ganancias de grandes corporaciones
Páginas porno: el gigante del sector
El éxito de la industria pornográfica se basa en la comercialización sin restricciones de prácticamente cualquier material visual de carácter sexual, aunque se traten de violaciones grabadas, imágenes creadas por inteligencia artificial, robadas de los intercambios de sexting o que muestren situaciones de explotación sexual.
Una investigación publicada en 2020 por el periódico The New York Times reveló que encontraron contenido que incluía videos de violaciones a menores de edad y pornografía infantil en Pornhub, portal líder del sector y propiedad de la empresa Alo, anteriormente conocida como MindGeek.
Sin embargo, no son la única fuente de financiación de estas páginas. Los anuncios de publicidad, entre los que destacan aquellos que promueven la prostitución, la venta de datos de los consumidores de pornografía y las suscripciones o membresías a las páginas online disparan sus ganancias. Si bien es cierto que la cuantía de los beneficios es imprecisa debido a la opacidad del sector, estudios recientes estiman que los ingresos anuales de las páginas web pornográficas superan los 15 mil millones de dólares.
Se trata de un gigantesco negocio internacional en el que la red empresarial está dominada por un grupo de grandes compañías que operan sitios web con decenas de millones de usuarios y visitas diarias. Para ilustrar su magnitud, los sitios web pornográficos más populares a nivel mundial recibieron en 2024 un promedio mensual de 928 millones de visitas en el caso de Pornhub, y 613 millones de visitas en el caso Xvideos perteneciente a WGCZ, segunda empresa más influyente de la industria.
Además, estas páginas web colaboran directa e indirectamente con una amplia gama de corporaciones y sectores, como por ejemplo el tecnológico y el bancario. Según la información disponible, empresas de tecnología, medios y servidores de Internet mantienen vínculos importantes con la industria de la pornografía. Asimismo, el sector financiero respalda este mercado, el Banco de Irlanda ha invertido en Remnant Media, productora pornográfica, y también existen conexiones entre la pornografía y el sistema financiero de Chipre, tal y como destapa Cyprus Confidential.
El éxito de la industria pornográfica se basa en la comercialización sin restricciones de prácticamente cualquier material visual de carácter sexual, aunque se traten de violaciones grabadas, imágenes creadas por inteligencia artificial, robadas de los intercambios de sexting o que muestren situaciones de explotación sexual
Redes sociales: publish yourself
El contenido sexualizante da un salto a las aplicaciones orientadas a la interacción social. Estas industrias han identificado una oportunidad de negocio rentable en la sexualización, aunque no fuera la función principal para la que fueron creadas.
Un claro reflejo de ello son las redes sociales. Se visualizan cuerpos de mujeres cada vez de menor edad expuestos como recurso para captar la atención, en un intento de hacer crecer la audiencia y el número de horas que los usuarios pasan en la plataforma, y, de esta manera, obtener beneficios económicos. El algoritmo de recomendación cumple un papel fundamental aquí, pues bombardea las redes con imágenes de carácter sexual para que este tipo de contenido se consuma continuamente y, al mismo tiempo, logre tener más alcance, incluso entre personas que de otro modo nunca lo habrían visualizado.
Un experimento llevado a cabo por los analistas de NGO Algorithm Watch muestra que se promociona más el contenido sexualizado de mujeres en redes sociales. Las publicaciones de mujeres en ropa interior tienen un 54% más de probabilidades de aparecer en los feeds, mientras que las de hombres con el torso desnudo aumentan un 28% su visibilidad.
El uso diario de las redes sociales ha encontrado un público específico entre los jóvenes. Ha convertido la sexualización en algo común y válido, asociado en muchas ocasiones a la tendencia, el reconocimiento social y el éxito
No hace falta buscar en páginas de dudosa reputación o con poca seguridad. Sitios más accesibles como X, Instagram y Youtube permiten la difusión de contenido sexual, ya sea directamente o a través de enlaces a plataformas especializadas como OnlyFans. Según el estudio “Colonización de las Redes. El caso Tiktok” (2024), al menos el 49,3% de los contenidos intervenidos durante los años 2022-2023 en las plataformas Youtube, Facebook, Snapchat, Tiktok e Instagram eran pornográficos.
El uso diario de las redes sociales ha encontrado un público específico entre los jóvenes. Ha convertido la sexualización en algo común y válido, asociado en muchas ocasiones a la tendencia, el reconocimiento social y el éxito. Diferentes investigaciones demuestran que existe una correlación entre la exhibición corporal y el éxito de las cuentas de influencers más populares que, entre otros, promocionan marcas y programas. Publicaciones que enfocan el cuerpo de la mujer de manera sexualizada generan una mayor interacción, multiplican los comentarios y los ingresos. Esta tendencia es más visible en algunos segmentos de contenido, como la moda o el deporte, aunque también afecta a otros canales, como los de cocina o viajes.
Las redes sociales han facilitado que personas que no están relacionadas con la industria de la sexualización participen aportando beneficios a dicha industria, sin suponer casi costes. Cualquier persona, en cualquier momento y en cualquier lugar puede crearse una cuenta y producir contenido para ganar dinero de forma rápida.
A su vez, estos aplicativos se han convertido en un terreno fértil para normalizar y reforzar la concepción de la mujer como un objeto sexual.
En este punto merece la pena mencionar los clips de los realities show que obtienen una gran difusión en redes sociales y que alimentan esta industria. Programas como “La isla de las tentaciones” basan su monetización en la centralidad que ocupa el sexo, la sexualización de las participantes y las relaciones tóxicas que generan. Al punto de que trivializa el hecho de que se reduzca el valor social de una persona a su dimensión sexual y hasta parece cómico tener un impulso violento contra tu pareja. La única pretensión de los participantes es ganar dinero, consolidando su figura como influencer y a costa de ese tipo de contenido, que encuentra una gran audiencia entre los jóvenes.
El cine ha presentado a la mujer como un objeto sexual y sin profundidad, con personajes que no suelen tener una evolución significativa a lo largo de la trama y cuyos comportamientos son predecibles
Cine: la mujer como icono sexualizado
Uno de los temas recurrentes en las películas es la sexualización, en mayor o menor medida, de alguno de los personajes femeninos. De hecho, se puede decir que existe una mayor tolerancia al desnudo femenino en el cine, al uso de su imagen sexualizada, por tratarse de una expresión artística.
No obstante, el cine ha presentado a la mujer como un objeto sexual y sin profundidad, con personajes que no suelen tener una evolución significativa a lo largo de la trama y cuyos comportamientos son predecibles: por tener roles complementarios al de los protagonistas o definidos por su apariencia física. Además, profesionales del sector coinciden en que los movimientos de cámara, el montaje de las escenas y hasta los primeros planos han fomentado su sexualización. Estos hechos han sido útiles para recaudar más dinero en taquilla y asegurar su éxito.
Ejemplo de ello es el cine del destape de la época de la Transición, género cinematográfico que colocó por primera vez el cuerpo desnudo de la mujer en la gran pantalla. Este tipo de cintas resultaron muy rentables, con bajos costos y alta demanda; alrededor del 15% de las películas españolas producidas en los años 70 pertenecían a este género. Lo que en un inicio fue utilizado como un símbolo de libertad sexual y ruptura con los valores tradicionales acabó siendo una farsa que cumplía una función totalmente despolitizadora, en el sentido de que limitó el potencial político en un momento de efervescencia social y reforzó la situación de subordinación de la mujer mediante su sexualidad.
Así llegamos hasta la producción cinematográfica actual, que intenta darle mayor protagonismo a la representación de la mujer, mostrando personajes femeninos más complejos, autónomos y alejados de los estereotipos tradicionales. Aun así, en último término, reproducen clichés que refuerzan la imagen sexualizada de la mujer o la fascinación erótica por una niña-adolescente, lo que más comúnmente se ha denominado como fenómeno “lolita”, y se ve reflejado en diversas producciones audiovisuales. Algunas películas que ejemplifican esto y provienen de diferentes géneros cinematográficos son Lolita (1997), Wonder woman (2017), Last night in Soho (2021) y Poor things (2023).
Conclusiones
La sexualización de la mujer se ha consolidado como una estrategia económica, que actualmente estructura la actividad de una amplia variedad de sectores y dinamiza las economías de ciertos estados. La expansión de la sexualización a otros mercados ha reforzado la base cultural que sexualiza constantemente a las mujeres, llegando a percibirse en muchos casos como una forma de empoderamiento y expresión sexual propia.
Sin embargo, la sociedad capitalista perpetúa la condición de las mujeres como objetos sexuales por dos motivos; primero, para obtener beneficios económicos a costa de nuestra sexualidad, y segundo, para reforzar la situación de subordinación que vivimos. Resaltar el valor sexual de la mujer la despoja de cualquier cualidad humana y obstaculiza su posición como sujeto político. Todo ello hace estragos en la vida de las mujeres trabajadoras, nos somete a violencia y nos sitúa como sujetos de segunda.
Si no eliminamos las condiciones que sustentan este tipo de mercados, lo más previsible es que cada vez sean más las mujeres que acaben en la industria de la sexualización, huyendo de la pobreza o, simplemente, para conseguir algo de dinero
Es importante subrayar que la mercantilización de la sexualidad afecta más crudamente a los colectivos vulnerables, ya que condena a cientos de miles de mujeres proletarias en todo el mundo a la explotación sexual. Hay que tener en cuenta estas realidades y, consecuentemente, desarrollar un programa político que asuma la tarea de acabar con esas situaciones de violencia y miseria, para que nadie tenga la necesidad de vender su sexualidad y todas tengamos unas condiciones de vida de calidad igualitarias.
En esa dirección, es imprescindible que la lucha contra la sexualización de la mujer también se dirija contra los que se benefician de su mercantilización. Debemos combatir la industria que sustenta la condición de objeto sexual de las mujeres y normaliza una cultura de masas sexualizada, así como a los capitalistas que se lucran económicamente de ello. Todo esto debe ir acompañado del señalamiento del ejército de influencers y consumidores, por el papel que desempeñan en la comercialización de la sexualidad.
Si no eliminamos las condiciones que sustentan este tipo de mercados, lo más previsible es que cada vez sean más las mujeres que acaben en la industria de la sexualización, huyendo de la pobreza o, simplemente, para conseguir algo de dinero.
BIBLIOGRAFíA
Cobo, Rosa (2019). La prostitución en el corazón del capitalismo.
Ballester, Luis y Sedano, Sandra (2024). La industria pornográfica en Internet. Características y consecuencias.
Guarinos, Virginia (2008). Mujer en constitución: la mujer española en el cine de la Transición.
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