Imanol Kañamares
2024/07/06

ORIGEN Y DESARROLLO

Los Juegos Olímpicos de la Antigüedad, originados en la Antigua Grecia, eran unos juegos en los que participaban los representantes de las diferentes polis griegas y las colonias. Uno de los objetivos clave era fomentar la pertenencia a una entidad sociopolítica común superior a la polis. Junto al evidente componente político, la mitología e incluso el arte estaban presentes. Además de pruebas como el clásico pentatlón, se realizaban competiciones musicales, de cantores y de actores. Otro elemento central lo constituía la tregua sagrada, ya que se prohibía toda actividad bélica en el contexto de los Juegos. En origen, por lo tanto, el elemento artístico y cultural predominaba sobre el deportivo.

1500 años después de la realización de los últimos juegos antiguos, en un contexto de aumento de tensiones entre potencias imperialistas, al barón Pierre de Coubertin le surge la idea de relanzar los juegos, pero adaptados al contexto.

El barón Pierre de Coubertin jamás los juegos olímpicos “restaurados” estrictamente como “una ceremonia consagrada a la paz”, sino más bien como una “tregua sagrada” entre las naciones “civilizadas” durante la cual estas dejarían temporalmente de lado su lucha por la supremacía mundial para rendir homenaje al espíritu de conquista que en su opinión regía el mundo. 

El barón no concibió jamás los juegos olímpicos “restaurados” estrictamente como “una ceremonia consagrada a la “paz”, sino más bien como una “tregua sagrada” entre las naciones “civilizadas” durante la cual estas dejarían temporalmente de lado su lucha por la supremacía mundial para rendir homenaje al espíritu de conquista que en su opinión regía el mundo

El Comité Olímpico Internacional se creó en 1894 y ese mismo año se realizaron en Atenas los primeros Juegos de la era moderna. El movimiento olímpico moderno no surgió como buena voluntad entre los pueblos, sino como un proyecto de integración espiritual de las élites aristocráticas, capitalistas y militares de las principales potencias de Occidente, hermanadas por la voluntad de acceder a fuentes de materias primas vírgenes, explotar reservas de mano de obra barata y conquistar nuevos mercados. 

Como después explicaremos con más detalle, la función principal de los Juegos será armonizar la contradicción entre la supuesta igualdad de oportunidades (tanto a nivel deportivo como a escala social) y una acuciante desigualdad social. Es decir, el objetivo será encauzar y contener mediante el deporte las tensiones sociales en la sociedad capitalista.

La función principal de los Juegos será armonizar la contradicción entre la supuesta igualdad de oportunidades (tanto a nivel deportivo como a escala social) y una acuciante desigualdad social. El objetivo será encauzar y contener mediante el deporte las tensiones sociales en la sociedad capitalista

SPORT IST KRIEG: EL DEPORTE ES LA GUERRA

Los Juegos Olímpicos y la geopolítica han ido de la mano desde el minuto uno. El Comité Olímpico Internacional (COI) se convirtió desde sus inicios en un agente político a escala mundial y sus ámbitos de influencia se han extendido a todos los deportes. Controla los derechos de transmisión de los Juegos, la publicidad y demás actividades de acuerdo a la Carta Olímpica. Por otra parte, es el encargado de seleccionar las ciudades que serán sedes de los Juegos Olímpicos cada cuatro años. Hoy en día, es el eje vertebrador sobre el cual se cimentan las grandes instituciones deportivas mundiales como la WADA (Agencia Mundial Antidopaje), la ISF (Federación Internacional del Deporte) o el TAS (Tribunal Arbitral del Deporte). Pese a tener problemas de financiación y de repercusión los primeros años y tener que organizar las olimpiadas junto a las Exposiciones Universales, con el paso de los años, el COI se ha convertido en un agente diplomático de gran envergadura. 

Es muy ilustrativo del poder del COI el hecho de que durante muchos años llegó a haber una geografía deportiva más allá de la política. Bajo el lema “All games, all nations”, el COI desarrolló su propia geografía deportiva con las implicaciones políticas que tiene el reconocimiento a nivel mundial de un estado o una nación. Fueron casos sonados el reconocimiento de Bohemia (que era aún parte del Imperio Austro-Húngaro) o el reconocimiento de Taiwán y China, y los vaivenes al respecto.

A partir de los años 1980, de la mano del franquista Samaranch, se llevaron a cabo dos reformas importantes que cambiaron el rumbo de los Juegos tal y como los conocemos ahora. Por un lado, este eliminó el carácter amateur de los participantes, lo cual supuso un auge del profesionalismo y un aumento del nivel de la participación. Por otro lado, cambió el modelo económico, aumentó los beneficios televisivos mediante su propia y exclusiva producción y, sobre todo, creó una empresa propia para el marketing y programas de patrocinio mundial.

Hoy en día, el COI tiene el estatus de Observador Permanente en la ONU y participa en foros y congresos internacionales. Desde el pacto de 1992, la ONU exhorta a todos los países miembros a respetar la “tregua sagrada”. A modo de curiosidad, la resolución de París 2024 establece que se debe observar la tregua olímpica desde siete días antes de los Juegos Olímpicos hasta siete días después de los Juegos Paralímpicos, lo que abarca desde el 19 de julio hasta el 15 de septiembre de 2024. Macron sugirió que se hiciera una tregua en el conflicto ruso-ucraniano, pero es evidente que nadie se lo ha tomado en serio, aunque la resolución fue votada en la ONU.

Uno de los elementos de más peso político en los Juegos es la elección de las sedes y lo que ello implica. No es objeto de este artículo hacer un repaso de las implicaciones que tiene el albergar los juegos. Sin embargo, más allá del enorme negocio que supone para unos pocos y el expolio y represión total que se ejerce contra la clase trabajadora del país que los alberga, hay un elemento fundamental: la diplomacia del deporte. 

[...] más allá del enorme negocio que supone para unos pocos y el expolio y represión total que se ejerce contra la clase trabajadora del país que los alberga, hay un elemento fundamental: la diplomacia del deporte

Un clásico ejemplo del uso de los Juegos Olímpicos como arma diplomática es el de los del 1936, organizados por la Alemania nazi, que fueron utilizados para propagada de una manera jamás antes vista. Para un elemento más actual, podríamos destacar el de los Juegos de China en 2008. La potencia económica ascendente, un país supuestamente atrasado y fábrica del mundo, se consagró ante los ojos de todo el mundo como la potencia mundial que aspiraba a todo. La idea de una China como potencia tecnológica, económica y deportiva se extendió y alcanzó unos niveles que han supuesto un punto de inflexión en las relaciones de China con el mundo. 

La comprensión del deporte como una batalla más en la que vencer al enemigo y avanzar posiciones ha hecho que el medallero adquiriera gran relevancia y fuera un tema de gran debate dentro de los países de la órbita socialista. En total consonancia con esto, en esta batalla nadie se ha querido quedar atrás y, conscientes de ello, han sido numerosos los programas de dopaje de estado. Son conocidos los casos de la Alemania Federal, Rusia, China o los de España, pero como casi siempre en estos casos, no son más que la punta del iceberg tras la que se esconde una trama de dopaje, sobornos y todo tipo de fraudes para amañar el resultado final. Todo es política, y si no, que se lo pregunten a Mussolini, que la víspera de la final del Mundial de Fútbol de 1934 celebrado en Italia sobornaba y amedrentaba al árbitro, y, mientras, hacía saber a sus jugadores la famosa frase de “Ganar o morir”.

CITIUS, ALTIUS, FORTIUS

Más rápido, más alto y más fuerte. Este es el lema olímpico, mal atribuido a Coubertin, pero que ilustra el sentido de la práctica deportiva en perfecta simbiosis con la sociedad de la producción de mercancías, maximización de la plusvalía y explotación de la fuerza de trabajo. 

Con la implantación de la sociedad burguesa se desarrolla lo que algunos han llamado proceso de deportivización de la sociedad y la expansión de esa ideología. Una ideología que se irá desarrollando y tendrá su plasmación en la Carta Olímpica. Una ideología que, a pesar de toda la palabrería, en esencia es imperialista y reaccionaria, y cuyo objetivo no es otro que el de justificar la política rapaz de las superpotencias.

Cada contexto histórico ha desarrollado sus propias formas atléticas, y es necesario analizar esto para entender los límites y potenciales del deporte como espacio de lucha y aspecto a trabajar. 

Si bien los juegos y pasatiempos populares han acompañado a la humanidad a lo largo de toda su historia, el desarrollo del capitalismo ha supuesto un asalto sin precedentes contra todo tipo de actividades lúdicas y festivas. La dimensión lúdica y social de la cultura física colectiva desempeñó un papel fundamental en la existencia de las comunidades humanas y se vio alterada y suprimida como nunca antes con el capitalismo.

[...] el desarrollo del capitalismo ha supuesto un asalto sin precedentes contra todo tipo de actividades lúdicas y festivas. La dimensión lúdica y social de la cultura física colectiva desempeñó un papel fundamental en la existencia de las comunidades humanas y se vio alterada y suprimida como nunca antes con el capitalismo

Lo que antes era elemento transgresor y servía para reproducir la comunidad se ha convertido en elemento de alienación. Ya no hay ruptura sino continuidad, y los elementos comunitarios desaparecen. Este fenómeno ocurre con los carnavales, las fiestas y también con el deporte, y las formas de sociabilidad de las clases populares van mutando.

Una vez desechos los vínculos comunitarios que quedaban de las anteriores formas de organización y ante la falta de una comunidad real a la que pertenecer, se busca la identificación con algún equipo o deportista. Se crea así una comunidad abstracta concebida en términos de prestigio competitivo, lo cual supone la existencia de un adversario y no es otra cosa que la guerra de todos contra todos, la reafirmación colectiva del individuo aislado despojado de toda inserción comunitaria efectiva.

Por lo tanto, se va pasando poco a poco de una cultura física comunitaria y participativa a un deporte en el que se da una escisión entre las personas participantes y espectadores y se sientan las bases para el deporte espectáculo o deporte de masas.

Las características del deporte moderno podríamos resumirlas en siete: secularización, igualdad, especialización, racionalización, burocratización, cuantificación y récord. Son las características que se implantan en la sociedad precisamente con el proceso de industrialización y que no tienen otro objetivo que el de la transformación del sistema de producción para un aumento de la ganancia. 

En el caso del deporte se pasa de un componente lúdico y colectivo a un fin totalmente externo que es la búsqueda del récord. Ya no busca el placer, el reto o la victoria frente a un adversario real y concreto, sino que el elemento a batir en última instancia es una marca superior. Esto supone un cambio de paradigma total en la manera de entender y practicar la actividad física. No podemos dejar sin mencionar que todo este proceso no se da de manera natural y que está cultura física también es impuesta en muchos casos por la fuerza.

Siguiendo a Brohm, podríamos definir los elementos o funciones en el deporte moderno. La primera sería la función positivista e integradora, que fomenta la eterna mejora gracias al entrenamiento, haciendo el paralelismo con el crecimiento infinito. La segunda es la meritocracia. Frente a las desigualdades imperantes, mediante el deporte se fomenta la ficción de que no hay clases sociales y que todos podemos ser ricos y futbolistas profesionales si nos esforzamos. Nada más lejos de la realidad. La tercera función sería la de la formación de la fuerza de trabajo. El deporte es clave en el fomento de la disciplina, la obediencia y la adquisición de capacidades de cara a nuestra función laboral, si bien es cierto que esa disciplina también puede ser utilizada con otros fines. La cuarta función sería la del entretenimiento de masas. El pan y circo no lo inventaron los ingleses, claro está, pero la expansión del deporte y la ideología olímpica como valores universales es un fenómeno muy reciente. La quinta función sería el reclutamiento y militarización de la juventud. Es un elemento íntimamente ligado al tercero y que adquiere peso en contextos de aumento de las tensiones bélicas. Por último, la función identitaria también adquiere gran relevancia. Entender la unión entre deporte y nacionalismo es crucial para analizar las derivas chovinistas y trabajar por y para el internacionalismo proletario.

¿QUÉ HACER FRENTE A LOS JUEGOS OLÍMPICOS?

Tras analizar brevemente la génesis y funciones de las olimpiadas, pararemos a reflexionar sobre qué actividad política podemos llevar a cabo ante estos eventos. Para ello, es interesante ver las diferentes posturas que hubo a lo largo del siglo XX en los países socialistas. Este apartado lo he dividido en tres bloques: espacio de agitación, boicot y deporte obrero y algunos elementos de debate.

Espacio de agitación

El primer punto es muy simple. Las olimpiadas son el evento más visto en el mundo, tanto in situ como online. La represión y el control social son inimaginables, pero es necesario actuar y llevar a cabo acciones en estos espacios. Para ello, hay que aumentar las capacidades técnicas, organizativas e imaginativas, pero puede ser increíble el nivel de repercusión que pueden llegar a tener acciones de propaganda y desobediencia y las acciones directas.

Por otro lado, son importantes las acciones de los propios deportistas, como la famosa imagen de Tommie Smith y John Carlos con el puño en alto protestando contra el racismo en Estados Unidos que han pasado a la historia.

Boicot y deporte obrero

Un debate que fue central en los países socialistas del siglo XX fue el de participar o boicotear los Juegos Olímpicos. Durante los años posteriores a la Gran Guerra, hubo un gran auge del “deporte obrero” y se llegaron a organizar Olimpiadas Obreras y Espartaquiadas. La primera Olimpiada Obrera oficial se organizó en Frankfurt en el año 1925, bajo el lema “No más guerra” y en abierta oposición a Coubertin y el COI. La segunda se organizó en la “Viena Roja” en el año 1931, contó con la participación de 85.000 deportistas de 26 naciones y la asistencia de 250.000 espectadores. Para que entendamos la dimensión política del evento, estas cifras superaron holgadamente las de los Juegos de Los Ángeles que se celebraron un año después. Finalmente, como boicot a las Olimpiadas nazis de 1936, se organizó la Olimpiada Popular de Barcelona, pero se suspendió debido al comienzo de la Guerra Civil. Más de 200 deportistas se unieron a las milicias antifascistas.

Por lo tanto, durante la primera mitad del siglo XX se desarrolló una política de boicot al deporte burgués y se apostó por una especie de contrapoder obrero mediante las Olimpiadas Obreras. En estas Olimpiadas, los participantes no competían por nacionalidades y la internacional y la bandera roja representaban a todos los atletas. El objetivo era la paz entre la clase obrera internacional.

Durante la primera mitad del siglo XX se desarrolló una política de boicot al deporte burgués y se apostó por una especie de contrapoder obrero mediante las Olimpiadas Obreras. En estas olimpiadas, los participantes no competían por nacionalidades y la internacional y la bandera roja representaban a todos los atletas. El objetivo era la paz entre la clase obrera internacional

Sin embargo, tras desestimar la invitación para los Juegos de 1948, en 1952 la URSS tomó por primera vez parte en las Olimpiadas de Helsinki y obtuvo el primer puesto. Tras años de apuesta por una alternativa, la dirección del PCUS optó por mostrarse ante el mundo como la potencia capaz de ganar también en los Juegos Olímpicos. La situación interna y el contexto geopolítico tienen también mucho peso en este cambio, no hay que obviarlo.

Algunos elementos para el debate

Los primeros años tras la Revolución de Octubre son quizás los más fructíferos en cuanto a la producción de contenido sobre nuevas formas de hacer política. Podemos verlo en el caso de la educación, la organización de la economía socialista y, por supuesto, en el ámbito de la actividad física y el deporte. 

El deporte era, por ley, un derecho, y los soviets debían crear las condiciones técnicas y económicas para su desarrollo. El concepto de actividad física estaba íntimamente ligado a la salud y tenía como objetivo el desarrollo de las capacidades físicas, técnicas, intelectuales y militares, pero además insistía en el componente lúdico y priorizaba el trabajo de manera colectiva. 

Más allá de un debate sobre los Juegos Olímpicos, el debate y estudio de la actividad física y el fenómeno deportivo son de una urgencia crucial. Desde un prisma de salud, de socialización, de educación de las masas y de adquisición de capacidades para la tarea revolucionaria, esto es esencial. Como he mencionado a lo largo del texto, los vínculos comunitarios se han dinamitado y es urgente crear nuevos espacios de socialización y lucha que se fundamenten en unos valores antagónicos. 

Y esto no significa reproducir de manera acrítica las actividades que vemos alrededor y darles otro barniz, sino que se trata de estudiar experiencias como las del Proletkult, los Jungpioniere, las Espartaquiadas y los diferentes pasatiempos de las clases populares a lo largo de la historia y hacer propuestas que satisfagan colectivamente las necesidades actuales y sirvan para cohesionar la comunidad de lucha y crear las condiciones para el desarrollo del socialismo..

REFERENCIAS

[1] Brohm, Jean-Marie (1982). Sociologie politique du sport.

[2] Corriente, Federico y Montero, Jorge (2011). Citius, altius, fortius. Kirolaren liburu beltza.

[3] Tapia, Mikel (2010). Deporte y Socialismo.

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