ACTUALIDAD EDITORIAL IKUSPUNTUA CIENCIA OBRERA COLABORACIONES AGENDA GEDAR TB ARTEKA

(Traducción)

En la coyuntura anterior plantee algunas claves sobre el carácter clasista y arbitrario de las medidas establecidas para combatir la pandemia. En esta ocasión, he escrito con la intención de analizar una expresión concreta de esa naturaleza y las diferentes posiciones en torno a la vulneración del derecho de a manifestación. Si no fueran ya suficientes las restricciones en el derecho a la libertad de movimiento y reunión, el último paso ha sido la vulneración del derecho de manifestación. Sabiendo que organizarnos ante esta ofensiva salvaje y tomar las calles es nuestra única opción, también se han lanzado a condicionarla.

«El derecho a reunión no es de carácter absoluto» decía la notificación que recibimos. Al igual que a nosotros, estos últimos tiempos algo parecido ha llegado a otros muchos, y cada uno lo ha afrontado como ha podido. Los derechos no son más que papel mojado en una sociedad en la que el poder del dinero determina las relaciones humanas. Por ejemplo, el derecho a la vivienda es inútil, porque mientras no tengas dinero no tendrás casa. Tenemos que insistir en que la falta de libertad es pobreza y la pobreza es falta de libertad.

El Instituto Navarro de Salud y la Jefatura Superior de Policía han limitado a 200 personas las movilizaciones convocadas por el movimiento socialista en las últimas semanas, argumentando la imposibilidad de cumplir con las medidas sanitarias. También se han restringido muchas otras movilizaciones, utilizando motivos similares. La limitación del número de personas no responde a ningún criterio sanitario y pone de manifiesto el carácter arbitrario de las medidas, que han consistido en que la manifestación transcurra por calles amplias, recorridos cortos y protocolos de higiene. Ante esto, hemos denunciado la prohibición encubierta, porque las medidas que obstaculizan totalmente nuestras capacidades movilizadoras son en definitiva eso: prohibiciones. Vemos imprescindible responder ante este tipo de agresiones y denunciar la vulneración de las libertades políticas, que son golpes constantes en esta ofensiva general.

En las siguientes líneas haré un resumen de algunos de los debates que hemos mantenido a lo largo de estas semanas y algunas claves sobre algunos comentarios expuestos en las redes sociales, que me han parecido importantes de cara a la práctica política.

En cuanto a las movilizaciones, y en general también en cuanto a la práctica política o la vida, solemos tener dos opciones. En pocas palabras: cumplimiento o no de las normas. Las normas son fruto de una relación de fuerzas en la que es imprescindible actuar en función de nuestra posición y de los objetivos que perseguimos, tanto a corto como a largo plazo. La infracción o desobediencia a estas normas es lícita y necesaria según el caso. Esto, sin embargo, debemos situarlo siempre en una perspectiva estratégica y en la práctica política colectiva, y en ningún caso, como dogma o principio táctico general. Esta es una reflexión que debe aplicarse también a las formas de lucha, como la cuestión de la desobediencia. Un instrumento no es «por sí mismo» adecuado, sino que su idoneidad será fruto del análisis de la situación en cuestión y de sus tendencias. Nuestro objetivo es destruir esta legislación que nos es ajena, pero sabemos que las diferentes formas de represión pueden condicionar mucho la actuación política.

La ley mordaza, por ejemplo, genera una enorme carga económica. Por lo tanto, además de aumentar las capacidades para combatirlo, nos corresponde actuar con inteligencia política y garantizar las condiciones de lucha. Los avances que hacemos en este campo afectan a todo movimiento político. En este sentido, me parece una hipocresía y una insolencia tremenda la actitud que han mostrado algunos que con una mano dicen que la prohibición encubierta es mentira y se llame a la desobediencia, y con la otra se estén aceptando los presupuestos. Mucha grandilocuencia y poca credibilidad.

Algún otro nos ha acusado de estar haciendo ruido y negando el virus, de no entender las dos partes de la libertad y centrarnos exclusivamente en el control social. Cree que lo que hay que hacer, el gesto revolucionario de hoy, es cuidarse mutuamente y consolidar las estructuras sociales, sanitarias, laborales, etc. El análisis que hacemos con los medios que tenemos del movimiento socialista es sencillo y predecir las consecuencias que tendrá la pandemia es un ejercicio muy difícil. Sin embargo, la contrariedad con estas ideas es evidente.

Por un lado, y tal y como se ha mencionado en la anterior ocasión, estar en contra del control social y negar el virus no es lo mismo, y no supone una falta de comprensión de la libertad. La burguesía está aprovechando la expansión del virus para llevar a cabo una salvaje modernización económica y cultural, y en este sentido las medidas se han convertido en un instrumento para aumentar el control sobre el trabajador, primando la valorización del capital sobre todo criterio sanitario.

Por otro lado, el discurso en torno al cuidado mutuo se ha extendido mucho últimamente, y diría que hay concepciones muy diferentes e incluso contradictorios sobre esto. En mi opinión, poner el cuidado en el centro en la situación actual puede ser problemático y puede desplazar la raíz del problema, haciendo creer que las soluciones individuales son posibles. La ofensiva que vivimos ha salpicado todos los ámbitos de la vida y la crisis empieza a convertirse en el pan de cada día En una sociedad en la que no somos libres, ¿cómo podría ser prioritario el cuidado?

Yo al menos, relaciono el cuidado con la organización, con la lucha comunitaria, con un modelo de relación diferente, con el control sobre la integridad de la vida y esto en absoluto es posible en la sociedad actual, menos aún en situación de pandemia. El cuidado es la militancia que se lleva a cabo de forma segura y que pone las bases para parar la actual ofensiva quede y dar pasos adelante. Lo que garantizará en este contexto las condiciones materiales para la supervivencia y el progreso de los sectores más desprotegidos. Movilizarse es imprescindible, pero en lugar de alimentar la ilusión de un Estado más social tenemos que empezar a construir el Estado socialista desde hoy.

Por otro lado, en las redes sociales también han tenido mucho éxito algunos hilos. La importancia creciente del mundo cibernético es evidente y se ha convertido, queramos o no, en un marco de influencia política. Las redes sociales se están convirtiendo en el centro de las relaciones interpersonales, además de espacio de divulgación y confrontación de ideas en torno a nuestra posición política.

Cada cual defiende lo suyo, pero seamos honestos, muchos, utilizan su estatus y número de seguidores para difundir mentiras sobre los demás y entorpecer al adversario político. Eso es lo que permiten las redes sociales: difundir una mentira y crear opinión; en seguida difundir otra noticia y olvidarse ya de la anterior. Pero ya existe una opinión sobre el primer fenómeno. Si a esto añadimos la repetición se crea un cóctel estupendo. El mecanismo es tan simple como antiguo. Dicho por Goebbels: «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad».

«Segui il tuo corsoe lascia dir le genti»