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2021/04/16

(Traducción)

En este convulso contexto se analiza en la actualidad la tendencia hacia una forma social totalitaria. Entre todos los tipos de crisis que han ido apareciendo, estrechamente ligadas con las tendencias económicas a la baja de las últimas décadas, cabe destacar la crisis de liderazgo o de la gobernanza política. Los distintos procesos y experimentos políticos que se han dado a nivel mundial a partir de la crisis de 2008 expresan el malestar de la burguesía, y también son conscientes de la obligatoriedad de renovar las formas de liderazgo.

Parece que ya le han aparecido alternativas a la democracia parlamentaria que era la forma más ideal de gobernar de la clase burguesa, con la aceptación de una parte de la clase poseedora (o con su impulso en muchos casos), ya sea porque  dificulta la estrategia económica que necesita la actual situación, ya sea por la incapacidad de imponer planes tanto a corto como a medio plazo (ejemplo del gobierno Chino); o porque han aumentado en el espacio público partidos de corte fascista, a causa de la crisis capitalista y de la incapacidad de los movimientos revolucionarios (los fenómenos de Trump y Bolsonaro, VOX, AfD, Amanecer Dorado, el partido FIDESZ de Orban y un largo etcétera).

En este revuelto paradigma político, aun así, el sistema de gobierno de la democracia parlamentaria sigue siendo la fórmula más aceptada para legitimar el capitalismo, en lo que respecta a las potencias mundiales de las últimas décadas. El eslogan publicitario democracia vs comunismo (dictadura), creado para combatir el fantasma del comunismo tras la guerra, dio a este sistema de gobierno un importante impulso de fuerza para llegar hasta el siglo XXI, tras triunfar en la confusa mitad del siglo XX.

 

Hay que señalar, además, que hoy en día cuando la burguesía habla sobre el concepto de democracia lo usa como eslogan publicitario, como expresión caducada de la igualdad legal. Pocos (o ninguno) hablan, en cambio, sobre el verdadero carácter y funciones de los estados democráticos:  sus constituciones burguesas (como la santa defensa de la propiedad privada), las verdaderas intenciones de los partidos que participan (por ejemplo lo que piden a cambio las financiaciones privadas) o la capacidad real que poseen los negocios y decisiones de la burguesía para determinar directamente los presupuestos del estado democrático (los grilletes que suponen las ayudas monetarias que hemos conocido como fondos europeos). Todas las alas representativas del sistema capitalista, de izquierda a derecha, ocultan estas funciones y reproducen la ficción de la democracia.

A fin de cuentas, el capitalismo y el poder burgués tenemos que entenderlos como un todo. Este poder se determina a través de la acumulación del capital y ha solido adaptar todas las esferas de la realidad para su propio beneficio, ya sea el ámbito cultural, económico, político o social de una concreta fase humana. Aunque la riqueza social se produzca en el ámbito económico o en el productivo, el ámbito político ha sido adaptado en beneficio de esta riqueza. El deseo de libertad que supuso la Revolución Francesa (a favor de la democracia social y política) rápidamente fue cortada por la burguesía ascendente y por los teóricos políticos liberales que tomaron el poder y lo reformularon.  Las libertades políticas y sociales (materiales) fueron traicionadas por parte de los burgueses modernos. Desde entonces, ha ido en armonía con las fases que ha necesitado la reproducción del capital, expresando la aparente libertad formal política universal, limpiando el rostro de la burguesía, siendo un pilar para su legitimización. Dos puntos son aquí dignos de mención: por un lado, la democracia burguesa establece políticamente la libertad e igualdad individual de cada uno, mientras que materialmente es desposeída de los medios para la reproducción de la vida. Por tanto, el sentido de la libertad de la democracia sólo lo lleva hasta el punto intermedio, justo hasta la igualdad que necesita la burguesía para conseguir en el mercado mano de obra «libre», justamente; por otro lado, el derecho político de los habitantes tampoco se realiza libremente, porque la democracia burguesa, como se ha dicho más arriba, tiene la capacidad suficiente para mantener los aparatos en su poder, porque hoy el dinero lo puede comprar todo y los dueños del dinero son ellos mismos. Por consiguiente, la igualdad sólo se expresa formalmente, no realmente.

En estos tiempos en los que la crisis golpea con dureza, comenzando con la crisis del 2008 hasta la continuación más abrupta de la realidad, la fiesta de la democracia burguesa ha sufrido una considerable falta de legitimidad. Las decisiones políticas tomadas en las últimas décadas han dejado cada vez más claro en defensa de qué actúan los partidos de todo tipo en el parlamento. Así pues, imaginarlos como representantes de la burguesía puede ser cada vez más común. Con esto, la tasa de abstención se ha incrementado notablemente, en una evidente falta de lo que los ciudadanos esperan recibir por parte del estado. La política profesional burguesa no suple las necesidades de cada vez mayores capas de la clase trabajadora.

Partiendo de esta crítica, tenemos la necesidad de desarrollar el sistema de la democracia proletaria o directa como pilar político de la estrategia comunista. Esta cuestión ha dejado innumerables discusiones a lo largo de la historia del movimiento obrero, siendo indicio de su importancia a la hora de construir el futuro. Históricamente la fuerza organizada del Partido Comunista ha sido el instrumento que ha permitido a amplias masas de trabajadores humildes que eran excluidos del parlamento convertirse en políticamente activos. Siendo, en los comienzos, un medio real para expresar el interés de los trabajadores en el parlamento burgués y, en su desarrollo, creando herramientas que pudieran transformar la democracia formal en democracia real, a través de formas de decisión directas y responsables dentro de los partidos de masa, como construyendo instituciones políticas no clasistas que suponían ser los consejos obreros; finalmente fue el sistema soviético el que tuvo mayor nivel de desarrollo.  

Así pues, me parece necesario, hoy en día, que cuando hablamos de democracia y cuando se quiere llevar esta teorización a la práctica hacer una caracterización del concepto, pues no existe un sistema neutro de la democracia. Democracia parlamentaria burguesa o democracia proletaria: un sistema gobernado por un las leyes y partidos de unos pocos o la manifestación de la voluntad de las masas trabajadoras. Históricamente en este cambio han tenido vital importancia los consejos obreros como se ha dicho anteriormente. Hoy día, aunque sea en una forma embrionaria, necesitamos la activación de las cada vez más amplias masas que se están quedando apartadas de la fiesta de la democracia. La práctica de participación democrática responsable es un instrumento más para el empoderamiento político real de la clase trabajadora humilde, siendo además la única opción para la representación política del interés revolucionario.

Ante la crítica sobre la capacidad de decisión que tiene privatizada la democracia burguesa, tendremos que plantear la forma de participación real que vaya en sintonía con las capacidades organizativas, con la idea de, con el tiempo, expandirlo a mayor escala. Cada institución-organización que se cree para realizar la estrategia comunista tienen que ser instituciones para el autogobierno y la autodeterminación democrática del interés revolucionario. En una realidad divida por dos clases antagónicas los sistemas políticos de la de democracia burguesa y la democracia proletaria serán cualitativamente distintos y esta última es la forma que puede defender los derechos políticos de las cada vez más amplias masas que son apartadas del estado, pues en las condiciones actuales no puede ser realmente reemplazada. El proyecto democrático que garantizará las igualdades políticas y sociales (materiales) está estrechamente ligado a la construcción del Estado Socialista. Los Consejos Socialistas ya tienen quehaceres importantes desde hoy. Junto a la socialización de la cosmovisión comunista hay que ir construyendo la forma política de participación de los trabajadores humildes a través de la democracia proletaria o directa.