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Desde la aplicación del estado de alarma y el confinamiento, he participado en la Red de Apoyo Estudiantil puesta en marcha por la UIB (Unidad de Fuerzas Universitarias), colectivo organizado en la UPV y la UPNA. En esta red se han puesto en marcha dos mecanismos: un banco de apuntes y una red de apoyo para los estudios. Al igual que hay que mostrar que su éxito rotundo, es necesario reflexionar sobre su función y su desarrollo.

El banco de apuntes se ha llevado a cabo partiendo de una idea de larga trayectoria en el movimiento estudiantil: como en los bancos de apuntes de la Facultad de Trabajo Social y la Facultad de Ciencia y Tecnología ya existentes, se ha recogido multitud de apuntes tanto de la universidad como del bachillerato y se han puesto al alcance de todos. Siguiendo el objetivo de que la UIB sea un instrumento de actuación conjunta en el camino hacia la mejora de las condiciones, esta ha agrupado el proyecto que han intentado llevar a cabo individualmente los consejos o asambleas estudiantiles en cada facultad o grado. Como resultado, se han logrado los apuntes de todas las asignaturas de 1º y 2º bachillerato, así como apuntes de asignaturas de 41 grados.

Sin embargo, aunque el banco de apuntes ha tenido un gran número de usuarios y una gran difusión, la red de apoyo para estudiantes ha sido el mecanismo más exitoso. Tal y como se ha explicado en varios medios de comunicación, hemos creado una red que va desde estudiantes universitarios hasta voluntarios dispuestos a ayudar en los estudios. Así, hemos ayudado a quienes se han puesto en contacto con nosotros para resolver dudas, para repasar… siempre dentro de los límites de nuestras capacidades. En menos de tres meses, se han registrado más de 70 casos en esta red (en muchas ocasiones se ha ayudado a más de un alumno). Además, se han dado casos heterogéneos, ya que aunque la mayoría hayan provenido del bachillerato, hemos ayudado tanto a estudiantes universitarios, como a familias con hijos e hijas en primaria. Aun así, no hemos llegado a los límites de esta herramienta, dado que ha acogido a más de 100 usuarios; la concentración de solicitudes de ayuda en materias concretas, la falta de experiencia organizativa, la capacidad limitada de difusión… son muchos los factores que han repercutido en que esta herramienta no haya superado su enorme potencial demostrado durante la pandemia.

Estos resultados, sin duda, son como para estar orgullosos. Justo cuando estábamos preparando la huelga del 26 de marzo para conseguir abaratar las tasas y mejorar las becas universitarias, nuestros planes cambiaron por completo y nos encontramos ante una nueva situación. En primer lugar, denunciamos que, aprovechando la situación, el Gobierno Vasco, l UPV y la patronal habían desconvocado la huelga de limpiadoras locales y les habían obligado a volver al trabajo. No olvidemos que ellas fueron las últimas en salir de la universidad (y así asumieron un alto riesgo sanitario, al igual que el PAS[1]) y que ahora están siendo las primeras en volver. A continuación, nos enteramos de la decisión de las universidades y del Departamento de Educación: sin haber ninguna condición, se finalizaría el curso académico telemáticamente o de cualquier otra manera. Despreocupándose por completo de las enormes dificultades del profesorado y del alumnado, decidieron que había que llevar a cabo los exámenes. En un par de semanas cambiamos el planteamiento por completo y pusimos en marcha mecanismos que podían ayudar a hacer frente a las duras condiciones de la nueva situación: por un lado, el banco de apuntes pensado de cara a la universidad, dado que estando cada uno en su casa cesaron las comisiones de apuntes u otras colectivizaciones de apuntes, y, por otro lado, el apoyo en los estudios especialmente orientado al alumnado de Educación Secundaria, puesto que habían perdido el contacto directo con el profesorado y porque precisamente el alumnado universitario poseía el nivel suficiente como para resolver sus dudas. Desde entonces, hemos trabajado en las facultades para denunciar y cambiar las malas condiciones que se han dado, y el último choque lo hemos tenido en torno a un artículo de opinión publicado por el Rectorado de la UPNA.

Aun así, tal y como he mencionado al comienzo, ahora debemos realizar un análisis exhaustivo de estas iniciativas llevadas a cabo, especialmente en lo que respecta a la Red de Apoyo Estudiantil. La idea de esta herramienta y en particular de la red de apoyo para los estudios es muy sencilla y eficaz: organizar a gente capaz de ayudar a otra gente que necesita apoyo. Esta misma idea se ha aplicado en muchos otros aspectos: el Sindicato de Vivienda de Vitoria-Gasteiz y muchos otros agentes, por ejemplo, han creado bancos de alimentos para llegar también a aquellos a los que les falta comida en estos duros momentos. Este tipo de planteamientos tienen un enorme potencial, ya que se afronta directamente el problema que tiene esa persona, dándole comida o explicándole lo que no entiende. Aunque estos planteamientos muestren sus resultados inmediatamente, tienen ciertas limitaciones: solo se resuelve ese problema en concreto. Cuando se le hace frente a ese preciso problema que en ese preciso momento tiene una precisa persona, por decirlo de alguna manera, solamente se retrasa el problema general. Esto se ha visto claramente en nuestra red: la mayoría de estudiantes que acudían en busca de ayuda tenían problemas estructurales, qu no habían sido generados por la propia pandemia. Por ejemplo, la mayoría de los que nos pidieron ayuda eran de familias que no sabían euskera (castellanas o árabes), por lo que más que tener problemas para entender la propia asignatura, tenían dificultades para entenderla en euskara. Asimismo, aquellos que tenían la posibilidad de pagar un profesor particular han seguido haciéndolo, y el que no, ha acudido a nosotros. En este punto, podemos darnos cuenta de que por mucho que reforcemos esta herramienta para ayudar con los estudios, aunque pusiéramos a disposición de la mayoría del alumnado infinidad de ayudantes, no les podríamos resolver el problema por completo, ya que tienen otro tipo de problemas: la circunstancias domésticas, la falta de recursos, la falta de «integración» (palabra a tomar con pinzas)…

Todo esto previsto, nuestra red se planteó desde el comienzo para resolver dudas puntuales: los voluntarios podían ayudar con ejercicios, conceptos o cuanto más con ciertos temas. Pero ha sido inevitable que muchos miembros de la red, en su labor de más allá de resolver dudas hayan tenido que ocuparse de otras cuestiones como ayudar a adquirir hábitos de estudio o preparar exámenes por completos. No hemos querido negarles o limitarles la ayuda a propósito, pero dadas las limitaciones de este tipo de herramientas que a cabo de describir, es necesario ofrecer una ayuda concreta. Ya que, para resolver todas las causas detrás del fracaso escolar de cada alumno (la falta de recursos, el idioma, la situación doméstica…) deberíamos superar su condición de clase, ya que es la raíz de su problema. Claro que estas causas han aumentado con motivo de la COVID-19, pero no ha surgido con él, ni mucho menos. No podemos resolver uno por uno el problema de cada miembro de la clase trabajadora mediante las redes de apoyo, de lo contrario caeríamos en una actividad similar a la de una ONG.

No faltará quien diga «hacer algo es mejor que no hacer nada». La clave está en torno a qué haces ese «algo». Puesto que, si pensáramos que este trabajo no tiene valor, no hubiéramos formado la red de apoyo para los estudios. Esta red de apoyo que hemos formado desarrolla una lección política de unidad de clase y organización: multiplicamos nuestro potencial de mejora de nuestras condiciones organizándonos conjuntamente, en vez de afrontar la situación por separado. Compartir unos simples apuntes o crear una red para impartir unas simples clases puede preservar este principio político, aunque sea en cierta medida. En las luchas llevadas a cabo tanto por las limpiadoras, como por los investigadores en la universidad hemos demostrado este principio, que es nuestra premisa; solidaridad que se organiza en la unidad de clase. Una misma iniciativa puede ser, por tanto, avivador de la solidaridad de clase o un producto de la caridad voluntarista, según su naturaleza.



[1] Personal de Administración y Servicios