ACTUALIDAD EDITORIAL IKUSPUNTUA CIENCIA OBRERA COLABORACIONES AGENDA GEDAR TB ARTEKA

Europa se prepara para la guerra, y así lo demuestra la alarmante situación de aumento de presupuesto militar planteado en el Congreso de España. Y es que no son en vano las palabras del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que ha dicho explícitamente que "sólo necesitamos una pequeña fracción del dinero del gasto social para reforzar mucho más la defensa". En su misma línea, Pedro Sánchez, siendo la parte contratante de esta histeria en el Estado español, acaba de hacer declaraciones sobre el aumento del gasto militar, según dice, "sin que vaya a reducir ni un céntimo en presupuesto social". Y es aquí donde algunas nos preguntamos qué va a pasar con esto de la sanidad los próximos meses.

Ante esta situación de "no estar en guerra, pero tampoco en paz", según palabras de Rutte, las prioridades parecen estar claras: debemos reforzar la agenda bélica. Pero, mientras tanto, la sanidad, pilar de la ya anticuada edificación del Estado de Bienestar en Europa, se reestructura para este nuevo contexto determinado por las políticas de austeridad que traerán consigo un empeoramiento aún mayor de la atención sanitaria.

El primer paso para esto es labrar el suelo jurídico que permita dar paso a las diferentes fórmulas que puedan maquillar el desmantelamiento. Es en este sentido como debemos de comprender, por ejemplo, el Anteproyecto Foral de Ley de Salud de Nafarroa y el Pacto Vasco de Salud de la CAV. Estas reformas, las cuales ya están sobre la mesa, son maniobras de las administraciones para intentar dar salida al principal problema de la crisis sanitaria: la falta de personal y recursos. Estas medidas apuntan, por tanto, hacia un proceso con dos elementos principales que a primera vista podrían resultar contradictorias pero que se retroalimentan entre sí: la centralización de recursos y la "flexibilización laboral" (o lo que vendría siendo mover de un sitio a otro al personal para parchear los huecos). Hablando en plata, lo que va a traer consigo todo esto es, por un lado, un empeoramiento de la asistencia sanitaria, dado el recorte de coste y personal por la unificación de recursos; y, por otro, el empeoramiento de condiciones laborales para los trabajadores.

Como consecuencia general se busca normalizar culturalmente un deterioro de la atención sanitaria y junto a ello limitar el marco de respuesta, mientras los políticos profesionales ponen el foco en la guerra o en las decisiones de Europa.  Mediante estos cambios se establece un modelo de sanidad en decadencia para poblaciones cada vez más empobrecidas por el contexto actual. Y es que la guerra no ha empezado y ya estamos viviendo las consecuencias del desmantelamiento sanitario. Pedro Sánchez sólo está vaticinando un duro porvenir.

NO HAY COMENTARIOS