Tal día como hoy, en 1986, en el Estado español se celebró un referéndum sobre la permanencia en la OTAN, y en Hego Euskal Herria, junto con Cataluña y Canarias, se impuso el voto en contra. El hecho de que más de seis de cada diez personas votaran que no es una muestra del clima movilizador de la época en Euskal Herria, fruto de la fuerza y la iniciativa de los sectores rupturistas. La OTAN era vista como un instrumento militar del imperialismo occidental, que poco tenía que ofrecer a la clase obrera de Euskal Herria y Europa, mas allá del Régimen del 78, actuaciones terroristas como Gladio, intervenciones militares e inteligencia anticomunista. Ofrecía, sin embargo, mucho para el ansia de ganancias de la burguesía occidental. Aún así, dicha negativa no fue suficiente, y Felipe González cumplió bien con lo que le habían encargado. España es, desde entonces, un miembro fiel de la Alianza.
La efeméride llega en plena época de declaraciones y polémicas sobre el rearme europeo. Pero lo que está en duda entre los políticos no es el rearme en sí, sino en qué términos y bajo qué liderazgo se hará. El debate se ha acelerado después de que Trump expresara de forma descarada lo que todos sabíamos: las alianzas e intervenciones militares se hacen por conveniencia de los intereses económicos de la burguesía y tienen nuevos planes entre manos. El cambio de táctica en Ucrania, y su deseo de refundar su alianza con Europa, responden a la intención de la nueva administración yanqui de enfocar el eje de los conflictos mundiales hacia otra parte. Los cambios de los últimos meses en "Oriente Próximo" también responden a la necesidad de mover el foco hacia Asia y el Pacífico (The American Pivot to Asia).
Y es que están poniendo patas arriba la pax americana, reforzando las nuevas potencias y provocando un aumento de los conflictos y las tensiones. Eso trae consigo que el gasto militar mundial haya crecido un 6,8% en el último año, y nuestro viejo continente está incluso por encima de ese dato: un 13%. La película que nos dice que el oso ruso nos va a devorar está siendo muy útil para reforzar el rearme, sobre todo, porque ese proceso no tiene oposición.
Los atlantistas de siempre, en el mejor de los casos, expresan su complicidad con sigilo. Y, en el peor de los casos, hacen crudas declaraciones militaristas. Los que en otro tiempo dijeron a la OTAN "de entrada NO", hace tiempo que dieron el paso de defenderla "en interés de España", y otros van por un camino similar. Los camaleones morados, tras colocar en sus listas a generales de la OTAN y retirar de su programa político toda referencia a la Alianza tan pronto como "asaltaron el cielo", no engañarán ahora a nadie. Y qué decir de esos que aparecen como los sucesores oficiales de los sectores rupturistas que en el 86 dijeron no a la OTAN. Cada vez están más cerca del giro copernicano del no al sí. Aunque lo cierto es que decir en el contexto actual que "Europa necesita un proyecto de seguridad y autonomía política y militar" no sé si ya no es un claro sí.
Reivindicar la soberanía europea parece que se está convirtiendo en una plaza común de las autoridades de los países occidentales, y esa soberanía sólo significa una cosa: rearme y militarización. Esto tiene de fondo el deseo de la burguesía europea de frenar el proceso de pérdida de su peso económico y de su posición imperialista, pero ya sabemos cómo es aquí la cuestión: los intereses de la minoría privilegiada se venden como un interés común de todos. La realidad, sin embargo, es más cruda. La adaptación de los términos de la alianza militar o la creación de la "OTAN europea" suponen la disminución del salario directo e indirecto de los trabajadores, la disminución de los derechos políticos y sociales, el reclutamiento por la fuerza y la muerte. Porque, como Von der Leyen, todos sabemos de quiénes son los hijos que son pasto para la guerra y los de quiénes harán negocio de ella.