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(Traducción)

 

El tema de la tortura es de gran sensibilidad en Euskal Herria. Todos tenemos a nuestro alrededor militantes que han sido torturados; el de la tortura ha sido un mecanismo para el acceso a la información, de provocar miedo o de neutralización psicológica de militantes. La tortura ha demostrado una gran eficacia y por eso ha sido utilizada tanto por los gobiernos capitalistas de izquierda como de derecha.

La tortura tiene una historia muy larga y una dimensión global. Es un mecanismo utilizado por los poderosos contra enemigos de muy diversa índole para mantener sus privilegios. La falta de escrúpulos y la falta de humanidad han caracterizado a las clases poseedoras a lo largo de toda la historia; han apostado por mantener su poder con ayuda de cualquier medio. Destaca el uso cotidiano del maltrato contra el proletariado: el que se utiliza contra los presos, extranjeros o «gente peligrosa». Ni que decir tiene contra los movimientos políticos que han hecho tambalear las riendas del Estado capitalista: hay miles de ejemplos de tortura en Euskal Herria en las últimas décadas.

Que nadie se confunda, la tortura no ha desaparecido en el Estado español; se mantiene latente. Es decir, el descenso de la intensidad del conflicto ha quitado a las autoridades la urgencia de utilizar la tortura. Pero que nadie lo dude: en el momento en que les es necesario, la tortura es una herramienta contrarrevolucionaria dispuesta a ser utilizada contra cualquier movimiento revolucionario.

La única forma de combatir la tortura es acabar con la clase dominante que la ha aplicado a lo largo del tiempo y con un modelo clasista de sociedad organizado en función de sus intereses. La consigna con la que se ha combatido la represión en esa dirección y se ha hecho justicia es el de la amnistía: la garantía de una sociedad sin presos políticos ni torturas es el Estado socialista.

Los comunistas debemos tener la garantía de acabar con prácticas deshumanizadoras. La tortura no tiene cabida en la actividad política de los comunistas, ni ahora ni cuando se toma el poder. Así lo decía Fidel Castro, con toda la razón. Por todo ello, ni olvido ni perdón con los torturadores y sus responsables por intentar destruir a los militantes por la libertad con los medios más crueles.