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En los últimos días, hemos tenido ante nosotros un escenario verdaderamente kafkiano en torno al cierre y la censura de los medios de comunicación. Todos los pseudodemócratas que el 27 de febrero aplaudían la censura de los medios Sputnik y RT se han llevado las manos a la cabeza cuando, el 4 de marzo, la nueva ley rusa que prohíbe la difusión de información falsa ha expulsado del país a los medios CNN, BBC y Bloomberg. Hace falta valentía para quedarse tan tranquilos defendiendo una cosa y luego todo lo contrario en un tiempo de 5 días. Los medios Sputnik y RT apoyan al gobierno ruso, máxime en un escenario bélico, al igual que la RTVE y la BBC manipulan a favor de los gobiernos español y británico respectivamente, y Mediaset o Vocento favorecen los intereses de los miembros de sus consejos de administración.

¿Qué sentido tiene presentar la inviolabilidad de la prensa y de las libertades de información como fundamento del sistema democrático si se anulan de un día para otro? La guerra, el terrorismo o la pandemia son escenarios para esta hipocresía del discurso liberal-democrático, escenario en el cual desdeñar lo que supuestamente son principios sagrados de la democracia se está convirtiendo en rutina. Tras los atentados de París en el 2015, el gobierno de Valls creó 2680 nuevas plazas de policías y militares, decidió mantener 7500 puestos militares en proceso de desaparición y aprobó una ley de espionaje sin ningún tipo de control judicial. En la misma lógica, se permite la caza contra todo aquel que tenga en estos últimos días un aire ruso o que quiera simplemente informarse objetivamente: cantantes, pintores, películas… Dentro del totalitarismo imperante, está permitida la prohibición de cualquier cosa en nombre de los cadáveres ucranianos. Las autoridades europeas adoptan medidas dictatoriales en cuanto declaran una crisis, que en los últimos tiempos está siendo continuada.

Estamos en el final de la edad dorada de la globalización y la denuncia del auge del autoritarismo en estas circunstancias deberá ser uno de los pilares de la política comunista. De hecho, a medida que la economía de mercado se divide en diferentes bloques, probablemente el conflicto entre ellos se irá agravando y la guerra en Ucrania no será más que otro ejemplo más. Estos conflictos están siendo trampolines para la toma de decisiones contra las libertades fundamentales y precisamente, el chauvinismo desenfrenado propiciado por tales contextos puede encubrir este autoritarismo. Mientras, en este caldo de cultivo, la militancia política es fácilmente castigable por difundir «propaganda del enemigo» (como RT), o por acusaciones falsas, como ha hecho Polonia con un periodista vasco, o simplemente por falta de nacionalismo.