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(Traducción)

 

Muchos creen que El Capital de Marx es un texto económico, un texto que hay que situar en el ámbito económico, y se considera así en dos sentidos. Por un lado, de forma histórica: en El Capital, según muchos, Marx estudia el modelo industrial de producción de mediados del siglo XIX. Y, por otra parte, es considerado por la mayoría de los académicos como descendiente de la economía política clásica: en el capital Marx abordó las teorías de D. Ricardo y A. Smith, entre otros, y realizó algunas contribuciones a la teoría clásica del «valor-trabajo». La importancia política de estas tesis vigentes hasta la fecha en la academia es fácilmente perceptible si atendemos a sus conclusiones. En efecto: 1) dado que el modelo industrial de entonces es objeto de estudio, la obra de Marx carece de valor para comprender la sociedad actual; y 2) puesto que la escuela austríaca demostró que la teoría del «valor-trabajo» es errónea, la obra de Marx carece de valor científico. Así, la importancia o el interés de Marx es «histórico», pero en la práctica no nos sirve de nada.

Sin embargo, el de Marx no es un texto meramente económico ni un texto obsoleto que pueda encuadrarse en la tradición de la economía política clásica. El Capital de Marx es una crítica, y el subtítulo del libro dice exactamente eso mismo: Crítica de la Economía Política. Pues bien, la economía política era, para Marx, la conciencia científica de la burguesía, es decir, la más sistematizada y clara comprensión de sí misma (es decir, la sociedad moderna burguesa) que entonces tenía la burguesía. Era, pues, un discurso académico y oficial que podía considerarse como una colección de la concepción del mundo de la burguesía, de los valores morales, de la filosofía del derecho y de las ambiciones políticas. Según Marx, la economía política (a pesar de las significativas aportaciones científicas de los investigadores en este campo) estaba profundamente ideologizada. Así lo creía porque sus teorías ignoraban la opresión de la fuerza de trabajo y, como la consideraban un modelo capitalista de producción ejemplar, se mostraban favorables a la dominación de la clase burguesa. En definitiva, la economía política fue un discurso científico de clase: apología de la burguesía dirigida a los aristócratas feudales y proletarios modernos.

Las contradicciones conceptuales de la economía política fueron evidenciadas por Marx en El Capital, que definió al mismo tiempo en qué consistía el carácter ideológico de este supuesto campo científico (demostrando para ello que la base del modelo capitalista de producción es la opresión de la fuerza de trabajo). Por eso no se puede situar El Capital de Marx en el ámbito de la economía política. Cuando hablamos de la crítica de la economía política nos referimos, por tanto, a los límites de la economía (porque la de Marx no es una teoría económica alternativa, sino una negación práctica de la economía) y nos centramos en los intereses antagónicos de clase que surgen en la producción de plusvalía (intereses de clase que se extienden de la producción al conjunto de la sociedad). Crítica de la economía política = marco analítico de la lucha de clases. En efecto, la principal consecuencia de El Capital, que la economía política no hubiera podido admitir, es que el bienestar y la libertad política del proletariado no pueden alcanzarse en el capitalismo, para lo cual es necesaria la revolución (que en el proletario liberará a la fuerza de trabajo de la opresión capitalista). Esta tesis, que es la esencia de El Capital, es la mayor crítica que se ha dirigido a las políticas sindicales y reformistas; pero Marx sabía cuán necesarias son también las organizaciones que combatirán los intereses momentáneos del proletariado, como las condiciones de vida.

Las luchas por la subida salarial y las libertades civiles fueron denominadas por Marx «economía política del proletariado». Con el fin de señalar que, en la medida en que consideró la «economía política», se trata de luchas que podrían producirse en el seno de la producción y las relaciones capitalistas de clase, y que no tienen por qué perjudicar, en sí mismas, a la dictadura económica burguesa. La manera de juzgar estas luchas consiste, de este modo, en el estudio de sus influencias generales. En los resultados políticos, que pueden reforzar o debilitar la organización revolucionaria del proletariado. La economía política del proletariado es, en general, la bandera de los reformistas, de los colaboracionistas y de los traidores de clase, que arruinan la organización comunista (a menudo en la lucha de los aumentos de salarios y de las libertades civiles, que aumentan la subordinación de la clase obrera por voluntad o voluntad); podía ser, sin embargo, el medio de reforzar la organización independiente y revolucionaria del proletariado. Al menos, el movimiento obrero comunista o marxista lo ha confirmado siempre. Es una cuestión que los Consejos Socialistas de Euskal Herria deben solucionar, sin ceñirse a las necesidades y retos cotidianos del proletariado, el significado táctico de la construcción económica y de la toma de poder del socialismo.