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Una mujer ha sido detenida en Madrid y podría perder la tutela de su hija en los próximos días. La mujer, de 27 años, ha dejado sola a su hija por la noche, por ir a trabajar en un bar de la ciudad. Se cuenta que la niña tenía hambre y vivía en una casa en pésimas condiciones, con las paredes enmohecidas y la nevera vacía. A esta situación hay que añadir que está en riesgo de expulsada del país, ya que la mujer vive en el Estado español sin papeles y por tanto de forma irregular.

Sin entrar más en el caso concreto (aunque hay mucho que decir) y al margen de los detalles (porque no los conocemos), me gustaría aprovechar la ocasión para sacar a la luz las condiciones de maternidad del proletariado. En el caso de la mujer trabajadora, el comunismo debe reivindicar dos asuntos en relación con la maternidad: las condiciones para poder decidir ser madre y las de poder decidir no serlo. Las condiciones para no ser madre implican la posibilidad real de interrumpir el embarazo y hacerlo de forma libre: realizarlo en buenas condiciones médicas, sin violencia obstétrica, sin imponer condiciones morales, en una decisión realmente libre y con el apoyo psicológico garantizado, sea cual sea el caso.

Cuando hablamos de garantizar las condiciones de ser madre, el caso es más complejo. Como base podemos decir que así como tener un padre o una madre es un derecho, ser padre o madre no es un derecho. Cuando decimos que ser madre no es un derecho, entendemos que el individuo no puede ejercer legítimamente toda la actividad que se debe llevar para llegar al fin de ser madre, por ejemplo, que no puede alquilar vientres de mujeres obreras del Este de Europa, ni de ninguna otra parte, que no puede hacer adopciones irregulares de niños de países periféricos… En definitiva, que no puede construir la familia de sus sueños alimentando la miseria de la clase trabajadora. Muy distinto es el caso de las proletarias, a las que se les niega la posibilidad de ser madre.

La maternidad de la mujer trabajadora está íntimamente ligada a sus condiciones económicas. En efecto, hablamos de unos salarios que apenas logran cubrir las necesidades de reproducción individuales, que también deben conseguir la reproducción de sus hijos y hijas. Frente a ello, la mujer obrera se encuentra ante dos opciones, o bien puede renunciar a tener descendencia, o bien puede organizarse como clase y plantear alternativas reales.

La burguesía y la clase media tienen varias alternativas para ocultar su falta de responsabilidad maternal/paternal mediante el pago de servicios de cuidado; las familias proletarias muchas veces ni siquiera tienen alternativas para gestionar sus imposibilidades. ¿Qué debe hacer quien va al centro imperialista en busca de un futuro mejor y no tiene nada que llevarle a la boca a su hija? La imposibilidad para la conciliación, la falta de dinero para sacar adelante a la familia, el no-acceso a los servicios básicos, la imposibilidad de asumir bajas… Así, aprendiendo de las experiencias históricas del comunismo (caso de la Unión Soviética, por ejemplo), vemos que es necesario atender colectivamente los problemas que se nos presentan como individuales, pero que en la base forman parte de la problemática de clase, al mismo tiempo que ponemos en primera línea las necesidades de la mujer trabajadora.