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La serie de acontecimientos ocurridos en torno a la destitución del ex presidente peruano Pedro Castillo ha hecho estallar la inquietud que los peruanos han ido acumulando en los últimos años. Las autoridades, apoyadas por fuerzas militares, han decretado el estado de emergencia y han reprimido con fuerza a la población, con un resultado de cientos de heridos, detenidos y 25 muertos. No parece haber indicios de calma tras la tormenta; antes al contrario, la tormenta va exacerbándose. La inestabilidad política del país debe entenderse como el reflejo de la inestabilidad social y económica que ha estado latente durante años. Aunque Perú es el mayor exportador global de cobre, un cuarto de su población está en situación de pobreza severa. La burguesía estatal aprovecha la coyuntura a su favor, puesto que tiene capacidad, mediante el control sobre las fuerzas militares, el poder económico y la posesión de los mayores medios de comunicación estatales, de manipular la situación en su propio beneficio. Asimismo, los desequilibrios sociales y económicos de los países de la periferia siempre han propiciado una oportunidad para las élites del centro imperialista, intereses que han de seguirse desde cerca.

Cuando hemos denunciado algunos casos graves de esta índole y hemos mostrado nuestro apoyo al proletariado de todos los lugares, nos hemos referido al internacionalismo proletario. Este internacionalismo, sin embargo, no es, a menudo, como otros han querido hacer entender, un simple gesto de solidaridad. El internacionalismo proletario es un principio básico de solidaridad y organización que defiende los intereses de toda la clase trabajadora. La idea que lleva implícita en su seno es que la burguesía de todos los lugares defiende los mismos intereses (aunque a veces pueda haber ciertos choques de intereses), es decir, que la burguesía, sea del lugar que sea, oprime a la clase obrera sin ningún remordimiento y en nombre de los beneficios económicos y el poder. El empeoramiento de las condiciones de vida y la eliminación de los derechos políticos del proletariado peruano, la militarización de las calles y los cadáveres a manos de las autoridades han provocado una reacción social espontánea. Sin embargo, debido al auge del fascismo en el país en los últimos años, a la crisis como telón de fondo y a la presencia escasa de organización comunista, son evidentes las dificultades que tendrán estas respuestas espontáneas para materializarse en forma de liberación de clase. Y es que alcanzar una posición de poder a favor de la clase trabajadora que tome cuerpo en los momentos de conflicto exige una organización sólida, además de prudencia estratégica y táctica.

La desarticulación global del comunismo hace imposible, también para nosotros, la intervención en conflictos internacionales de grandes dimensiones, así como el acceso a la información veraz. Nuestro deber es impulsar las condiciones para organizar el socialismo en el mayor espacio territorial posible, convertir el comunismo en hegemónico en capas cada vez más amplias de la clase trabajadora y en el mayor número posible de territorios. Debemos construir desde hoy las bases de esa nueva realidad y las garantías para el desarrollo del comunismo, y mientras tanto, por supuesto, debemos mostrar solidaridad al pueblo peruano que está sufriendo las consecuencias más terribles de la situación, así como denunciar firmemente el saqueo y la violencia que están ejerciendo las autoridades.