La vida cotidiana se está volviendo insostenible para una cada vez mayor parte de la clase trabajadora, y el llegar a fin de mes es un reto cada vez mayor. La clase obrera en Occidente se ve sometida a una proletarización salvaje y la violenta. La subida del precio de los alimentos, la luz y el combustible, la expansión del paro crónico o la pérdida de calidad de los servicios públicos son ejemplos de que el capitalismo está en crisis y apuntan a un acceso cada vez más reducido de la clase trabajadora al producto social. En otras palabras, a una capa social creciente le es negada la posibilidad de disfrutar tanto de la riqueza social como de los avances tecnológicos y científicos que se han producido durante generaciones gracias al trabajo de la clase trabajadora.
Tener coche o desplazarse libremente de un pueblo a otro, por ejemplo, se está volviendo un privilegio. Tanto la gasolina como el diésel se encuentran por encima de los dos euros el litro, pero las multinacionales Repsol, Cepsa y BP están multiplicando sus beneficios a costa de robar los salarios a la clase trabajadora. Mientras tanto, el Gobierno español presenta el llamado «plan anticrisis», un plan que se muestra como protector de la clase trabajadora frente a la crisis económica, pero que no es más que puro populismo para salvar a sus partidos políticos frente a la crisis del Gobierno. Una ayuda de 20 céntimos por litro de gasolina y un abaratamiento del precio de la electricidad de entre 4 y 5 euros de media son algunos de los ejemplos de medidas que apenas tienen efectos reales pero que le sirven al Gobierno como medios populistas gracias a los medios de comunicación.
En la cooperación entre el «Gobierno progresista de la historia» y las oligarquías internacionales se está desarrollando una ofensiva contra los salarios y ahorros de la clase trabajadora y el resto de la izquierda parlamentaria se ha limitado a actuar de «cómplice». A estas alturas quizá tengan acordado algún puesto de trabajo para algunos ministros o miembros del partido del gobierno en Repsol, Cepsa o alguna de las empresas de su órbita. No te extrañes demasiado, no sería la primera vez. La clase obrera se encuentra, sin embargo, sin fuerzas efectivas para defender sus intereses, y por eso le resulta a la oligarquía tan fácil oponerse a ella.
Contra esta ofensiva organizada contra la clase trabajadora, este sábado tomaremos las calles de Bilbo e Iruñea. Que vuelva el precio de la gasolina y del diésel a los precios de hace unos meses; que el Gobierno ponga límite a sus precios. Aun así, la efectividad de estas reivindicaciones y de las otras innumerables luchas consiste en reforzar la organización política independiente de la clase obrera, fuera del Estado y de los partidos parlamentarios, pues sin organización ni lucha, la oligarquía y los gobiernos que dependen de ella no estarán dispuestos a «regalarle nada» a la clase obrera.