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(Traducción)

Habiendo polémicas de por medio, habrán sido pocos los que han reparado a lo que quizás sea lo más importante: la convicción, valentía y compromiso político de los militantes comunistas es asombrosa. Al menos, eso es lo que han demostrado los militantes estos cuatro últimos años, cuando Ikasle Abertzaleak, Itaia, Gazte Koordinadora Sozialista han sido atacados, difamados y despreciados. Hasta ahora, nos habíamos acostumbrado a escuchar tales como «estos no durarán mucho», «son cuatro gatos», «no saben trabajar con la gente» o «hablan mucho, pero hacen poco». Pero nosotros ya hemos aprendido lo siguiente: los que nos odian y nos maldicen lo hacen porque saben que nuestra actividad viene para largo, porque cada vez somos más, porque mucha gente se suma a nuestras dinámicas y, del mismo modo, porque «hablamos mucho pero también hacemos mucho».

Ya llegara el momento, si todo esto sigue igual, donde las acusaciones y críticas contra el movimiento socialista tendrán que ser diferentes. Para que sea legítima, la crítica tendrá que ser sincera, y los argumentos tendrán que ocupar el lugar de los insultos y las mentiras. De lo contrario, solo nos producirá risa, por ejemplo, cualquier cosa que nos puedan decir los mismos que aprobaron los presupuestos del Estado hace tres semanas, y hoy, el seis de diciembre, señalan las banderas españolas. O, así las cosas, la vanidad moral de aquellos que, bajo el nombre de una autonomía inentendible, niegan la libertad política de la clase trabajadora (así como del camino que hay que recorrer para lograrlo), que de pronto se tornará en simple falta de respeto hacia quienes trabajan con responsabilidad y con perspectiva política. Si las personas que defienden una postura política concreta son débiles y su política tiene un recorrido corto, es fácil difamarlos; de hecho, las migas de realidad que pueden hacer frente a las mentiras son pocas. Es decir, no hay ni claros ni muchos ejemplos que puedan desmentir las mentiras: no hay experiencia propia. Por lo tanto, cualquier opinión podría expandirse y arraigarse en la sociedad sin gran oposición. Pero la situación puede cambiar del todo cuando el que ha sido menospreciado se fortalece y su práctica se estabiliza.

La militancia comunista no es hegemónica, y en Euskal Herria, como en la mayoría de los países, los partidos, organizaciones y sindicatos reformistas han arremetido con firmeza contra los que reivindican la necesidad de la política revolucionaria y de la organización comunista. Pues, en tiempos de crisis los reformistas son necesarios para asegurar el pacto social entre la clase trabajadora y la burguesía, o dicho de otro modo, son necesarios para asegurar el conformismo y la subordinación de la clase trabajadora, y en medida que los comunistas señalamos críticamente la función colaboradora de clase de los reformistas, este contexto no debiera sorprendernos. Quizas si su crueldad. Por ahora, mientras la militancia comunista se fortalezca, tendremos que hacer frente a esta situación con audacia, siendo conscientes de que lo estamos haciendo bien, de que la situación general de las cosas está a nuestro favor y nuestra valentía puede aterrarles a ellos.