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Según el Gobierno Vasco, la CAV ha sido declarada oficialmente en recesión económica; y aunque no lo hayan afirmado sus correspondientes portavocías oficiales, lo mismo cabe decir del resto de las provincias de Euskal Herria. A comienzos de mes la dirección de la planta de Siemens-Gamesa de Aoiz notificó el inminente cierre de la fábrica, al de poco supimos que Tubacex (Llodio-Amurrio) procederá a despidos masivos y, esta misma semana, se ha hecho público que la empresa ITP Aero pretende despedir a 600 trabajadores (de los cuales 300 pertenecen a las plantillas de Zamudio, Barakaldo, Sestao y Derio). En los medios de comunicación, entre otras, se mencionan las relativas a dichas empresas, no obstante, la destrucción de empleo es general y sus consecuencias reales no se dejan aprehender por medio de datos simplificados. A saber, por medio de datos que únicamente refieren la cuantía de despedidos propia de tal o cual empresa, sin dar a conocer, por ejemplo, cómo pueden repercutir dichos despidos a otro tipo de empleos dependientes del buen funcionamiento productivo de la empresa en cuestión. Asimismo, la tragedia, conforme a la dimensión pública de su recepción, no se pronuncia desde el padecer obrero; se informa (esta vez ha sido Arantxa Tapia la que ha hablado) con la frialdad y el rigor característico de la burocracia capitalista, que, sin ánimo de resignarse a la invalidez productiva del capital, evidenciada en tiempos de recesión, justifican las medidas adoptadas por la burguesía apelando a un bien mayor.

En sus palabras, el supuesto bien mayor solo puede ser el modo de producción del capital, dado que éste es el que proporciona el bien común más amplio de los posibles. Es decir, los capitalistas creen que su condición social, además de ser necesaria, es bienhechora: tal y como ellos lo ven, proporcionan puestos de trabajos, sin los cuales la población trabajadora no tendría acceso a los medios de subsistencia necesarios. De ello deducen lo siguiente: en tiempos de prosperidad, los trabajadores contratados por ellos mismos pueden participar de ésta, por ello, cuanto más rentable sea la empresa mejor para patronos y trabajadores; mas en tiempos de recesión la pérdida económica la asume íntegramente el capitalista (puesto que todo lo involucrado en el proceso de producción es propiedad suya y riesgo asumido por uno mismo), y al ser su principal objetivo mantener la empresa en funcionamiento, las reducciones de plantilla son un mal menor (y un reparto indirecto de responsabilidades entre los trabajadores) para el mantenimiento del bien común. Esto es, para afianzar el funcionamiento ulterior del régimen del trabajo asalariado. Es distintivo del ideario liberal dieciochesco (en sus orígenes, creado como pensamiento igualitarista y de oposición a la diferenciación social absoluta por estamentos propia del antiguo régimen) concebir el mercado como institución genuina de la libertad y la igualdad entre las personas, pero dicha concepción ha sido duramente refutada por la experiencia global de la tradición socialista que advino décadas después. Por ello resulta increíble que estos días, días en los que la crisis hace notar el despotismo que subyace a la ideología de mercado, nos vengan con el mismo cuento chino. La afinidad que sectores de la clase trabajadora hayan podido desarrollar respecto del mercado es la de aquellos que han olvidado la importancia de la lucha por la libertad política, sin embargo, el proletariado, a saber, el estrato social que no percibe beneficio alguno de los tiempos prósperos y que en proporción demográfica cada vez es mayor, bien sabe que el malestar generado por la crisis no es ni ocasional ni contingente. Eses es el fundamento del principio revolucionario.