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«Que el Primero de Mayo pase de ser puro folclor a un día de lucha a favor de los derechos colectivos es una tarea que nos corresponde». Esta idea publicada en la lectura realizada por los Kontseilu Sozialistak el pasado domingo guarda en sí mismo una reflexión importante sobre los días señalados en nuestros calendarios (1M, 8M, 25N…).

Hablar de la función política que deben tener estas fechas tiene profundas implicaciones políticas. Y es que el reformismo fomenta que estos días sean una fiesta despolitizada o una costumbre anual por inercia. Como la estrategia comunista exige dinamitar radicalmente el orden social, político y jurídico actual, es necesario vincular estos días de gran carga histórica y simbólica a este proceso global que se alarga a los 365 días del año. En cambio, a los partidos y sindicatos de izquierda les conviene que el Primero de Mayo sea una performance compatible con su gestión tecnocrática diaria.

Todos los años vemos discursos políticos calcados en las mismas movilizaciones de los distintos sindicatos. En estas fiestas llenas de pegatinas y banderas corporativas que priman la referencia propia, todos hacen una propuesta similar: hablan de ciertos problemas del mercado laboral –mientras ocultan otros–, reconocen a su labor más mérito del que merecen y dicen que la solución de estos problemas yace en una regulación laboral más estricta. Dicen que si los miembros de la clase trabajadora –o al menos una parte de ella– nos afiliamos a los sindicatos, estos resolverán todos nuestros problemas. Sin embargo, cuando realizamos un esfuerzo político por poner sobre la mesa la actualidad del comunismo y las lecciones de los socialistas de las experiencias del pasado, cuando se hace una manifestación con un sentido distinto, aquellos que favorecen los propios intereses sindicales sugieren que quebrantamos la unidad del Primero de Mayo.

A pesar de todo, nosotros y nosotras no debemos reproducir ese folclor autorreferencial. Estos días deben servir para seguir afrontando nuestra actividad diaria, nuestros duros retos. Necesitamos días de lucha y no movilizaciones aisladas del contexto actual. Si queremos que el proletariado actual sienta apego a la historia del socialismo, estas movilizaciones deben recuperar su sentido práctico y estratégico actual, porque de lo contrario se los tragará el olvido y la despolitización. En eso consiste que estos días sean días de lucha, es decir, que sean fieles, en absoluto, a la naturaleza de los acontecimientos de Chicago que dieron origen a este día. Tenemos una dirección clara y también de dónde aprender.