(Traducción)
La semana pasada tuvimos dos hechos
que merecen ser contrastados entre sí, ya que comparten dimensión causal,
dimensión geográfica y dimensión temporal. Por un lado, vimos a miles de
inmigrantes africanos atrapados en las fronteras de Ceuta. A ellos, el Gobierno
español más «de
izquierdas» de los últimos 50 años les dio una
respuesta basada en la violencia fascista, la violencia y la deportación. En el
mismo momento, el Gobierno de Sánchez compareció en rueda de prensa diciendo
que abría las puertas a los turistas, señalando que habían sentido su falta y
que serían bienvenidos.
En los hechos anteriormente mencionados se aprecia una clara paradoja: que hay
ciudadanos de primer orden, por un lado, los turistas; y que hay una población
sobrante que ni siquiera merecen la ciudadanía, los inmigrantes y el
proletariado en general. Acogiéndonos a la situación de los últimos y a las
causas de ésta, vemos cómo en los períodos de crisis del capitalismo se forma
necesariamente una fuerza excedente de trabajo, y esta población improductiva
suele ser expulsada del circuito de producción y desplazada a la periferia. Así
está sucediendo en la actualidad, en la que existe una enorme cantidad de
personas sobrantes del ciclo productivo global del Capital, que el sociólogo
estadounidense Mike Davis denominó «planeta
de ciudades miseria»
desde el urbanismo, y que se caracteriza por el proceso de informalidad e
ilegalización del proletariado. Por tanto, los estados capitalistas imponen la
regulación de los inmigrantes en función de la demanda laboral de la burguesía,
cerrando las puertas a los que no necesitan y haciendo un trabajo de cocina a
los discursos chauvinistas/ofensivas fascistas. En contraposición, los turistas
aportan oxígeno y beneficio para las economías terciarias (como gran parte de
España) y por eso las autoridades y los políticos profesionales las reciben con
los brazos abiertos. Creemos que la comparación entre estos dos tratamientos
nos muestra la crueldad de la sociedad capitalista. De hecho, sólo la ganancia de
la burguesía tiene un reconocimiento real, mientras que el paradigma de los
derechos humanos aparece como parte del relato cínico y del discurso
anticomunista.
Para nosotros, la única posibilidad de hacer frente a esta situación se basa en
la formación de una sociedad comunista y en orientar sus fuerzas hacia ella. La
organización comunista tiene que ser necesariamente transfronteriza, buscando
la unión comunista entre el proletariado de diferentes países y entre nosotros
que vivimos situaciones muy diferentes. Hoy por hoy, les mandamos un abrazo
fraternal a todos los atrapados en los confines de Ceuta, así como a los
proletarios que se desplazan en busca de una vida mejor.