Cuando distintos sectores de izquierda aplauden la subordinación acontecida en otros sitios y entorpecen aquella de la cual podrían participar, la distancia se nos presenta como condición necesaria de sensatez. La distancia geográfica o espacial suele suscitar la siguiente observación: deberíamos actuar (ahora) como lo están haciendo ahí. La distancia o separación temporal, por su lado, tiende a la corrección: ahora lo veo, debimos actuar de tal o cual manera. Sin embargo, también podría tratarse de mera subordinación; subordinación a la que nos vemos sometidos culturalmente como clase y de la que preferimos justificarnos a falta de saberla asumir.
Tal es el peso del momento, y del «yo lo hago por la salud de todos», que incluso el juicio crítico de oposición de la izquierda institucionalizada se reduce a mero y simple apoyo de las medidas adoptadas por el gobierno. Discrepar políticamente, es decir, ofrecer una visión distinta del estado de cosas en general, puede hacerse siempre y cuando en última instancia se confluya con las medidas correspondientes al estado de alarma. Por eso mismo: ofrecer una opinión distinta está bien visto si no se señala el elemento de clase de todo lo que estamos viviendo. De no ser así, aquella crítica que señala la evidencia (el hecho de que las medidas de restricción entran en contradicción directa con las bases económicas de salud de la clase trabajadora y delimitan aun más las condiciones sociales que le permiten una actividad política y militante no institucionalizada) será tachada de conspiranóica y negacionista.
Lo realmente significativo es que sea la misma izquierda que mina y bloquea todos los intentos del proletariado por superar su estado de subordinación la que procura ridiculizar la crítica comunista y sus movilizaciones. Por ejemplo, GKS, organización juvenil que estas últimas semanas ha conseguido movilizar miles de jóvenes en distintos pueblos y ciudades de Eukal Herria, está siendo objeto de burdas críticas por parte de algunos que ni se han leído sus análisis y reivindicaciones de coyuntura (y de haberlo leído, o no lo han entendido o actúan al margen delo que la organización declara). Incluso se ha llegado a insinuar que la (haciendo referencia indirecta pero claramente identificable a GKS) militancia de GKS protesta por la incomodidad de las mascarillas, que lo que quiere y promueve es actuar como si la Covid-19 no existiera. Nada más lejos de la realidad. La preocupación sanitaria, tal y como se puede advertir en sus movilizaciones, está en el centro de su actividad; mas GKS también señala una circunstancia que la mayoría de partidos y organizaciones de izquierda descuida: bajo las restricciones propias del estado de alarma el proletariado no puede llevar a cabo su actividad política, pues solo se permite, por ley, la actividad política institucionalizada y regulada. Seamos claros: la crítica comunista no reivindica un estadio social en la que el ocio incondicionado y contrario a las medidas sanitarias sea posible, lo que señala es el riesgo político del contexto actual y llama a la revolución socialista.
¿Quiere decir esto que no hay que hacer uso de la mascarilla? ¿Del gel hidroalcohólico? ¿Qué no hay que preocuparse por las personas más vulnerables? ¿Qué el virus no existe? No. Lo que quiere decir es que bajo la exposición al virus que todos padecemos la lucha por la libertad política está siendo perseguida, y las opciones de organización revolucionaria ilegalizadas. No obstante, la lucha por la libertad política y la salud general no son excluyentes; más bien a medio plazo solo la primera posibilitará la segunda. Lo que algunos han considerado mero ruido negacionista en las calles, es en realidad el esfuerzo por organizar la oposición real a la ofensiva de clase de la burguesía, no un ataque contra la salud pública. Pero estos meses la izquierda parece haber olvidado que la oposición de calle, la presión a pie de cañón, es fundamental para que el enemigo no campe a sus anchas. Y, al respecto, no hay crítica más insustancial que la de aquellos que acaban de aprobar los presupuestos generales de estado (los dirigidos a una salud publica decadente, a las fuerzas policiales y armadas, a una institución jurídica que encarcela a militantes, etc.) e intentan invisibilizar el trabajo militante diario que los comunistas hacen en redes de ayuda mutua, bancos de alimentos, trabajo sindical o social. Vosotros habéis votado a favor de esta barbarie, vosotros permitís todo este sufrimiento llamando al orden y la subordinación… y mientras habláis de cuidado y solidaridad. Solidaridad en la que no cabe la militancia comunista y la lucha por una vida mejor.
No obvia la realidad ni simplifica la complejidad del estado virológico, sencillamente la organización comunista busca poner aquí y ahora lo que la distancia solo deja sentir con nostalgia.