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Vivimos tiempos difíciles, y esto no ha hecho más que empezar. Dándonos una leve idea de aquello que podrá ser más pronto que tarde, la crisis de acumulación de capital ya ha empezado a notarse de múltiples maneras. Su origen, la causa de tantos y tan variados efectos (económicos, culturales, políticos…), se encuentra en los límites históricos que el capital (en general) muestra a la hora de explotar eficientemente la fuerza de trabajo del proletariado. Es decir, en la imposibilidad de extraer plusvalor suficiente como para reanudar de manera rentable un nuevo proceso de acumulación. Si bien el motivo principal de la crisis se debe a una circunstancia del ámbito productivo, las dificultades de valorización del capital también pueden ser consideradas según las consecuencias que acarrea al proletariado; acercándonos así, lejos de la estrechez mental de los economistas burgueses y su palabrería económica, a la moralidad y la lucha de clases del día a día.

Y considerarlo de tal forma no sería vulgarizar o simplificar el problema, si no tratarlo en su debida extensión. Pues la crisis, aunque a nivel teórico suele expresarse por medio de categorías económicas, no es un fenómeno económico puro; más bien podríamos decir que la crisis, o el periodo de crisis de acumulación, es el momento más intenso de la lucha de clases. (No obstante, dicha intensidad no siempre se da como oposición política directa entre el proletariado y la burguesía). Es aquí y ahora, a la par que el modelo vigente de explotación de la fuerza de trabajo deja de ser eficaz, donde y cuando se debate la reorganización de los principios de la dominación burguesa. La crisis, por lo tanto, inaugura un tiempo en el que la burguesía, con el objetivo de afianzar su dominio y su gobierno, emprende una ofensiva general contra la clase trabajadora; un tiempo en el que, a su vez, se les puede plantar cara a los burgueses y en el que el proletariado podría organizarse en torno al Partido Comunista y no según el orden del trabajo asalariado. 

Podemos identificar la gravedad de la situación mencionada en dos tendencias generales: por un lado, la tendencia a la devaluación constante de la mercancía fuerza de trabajo (del salario directo) y a la reducción de las prestaciones sociales públicas, tanto como de las opciones financieras privadas, con las que la clase trabajadora completaba su salario real; y, por otro lado, la tendencia al cuestionamiento de los principios democráticos burgueses que han imperado durante décadas en los estados occidentales y a la supresión de las libertades políticas y sociales propias de dichos modelos de estado. Resumiendo: una tendencia a la proletarización y empobrecimiento general de la clase trabajadora y otra hacia el totalitarismo. Dos tendencias que vaticinan el fin definitivo de los Estados de Bienestar. Y, al mismo tiempo, la posibilidad de que se agrave la actual situación; de por sí, ya tan desafortunada.

Vemos, por ejemplo, cómo los países que muestran una tendencia a la baja en las emisiones de gases contaminantes (puesto que son países que en la actualidad no tienen un propio tejido industrial nacional amplio) proponen un modelo de consumo restrictivo para reducir la emisión de CO2. De esta manera, en un contexto de crisis en el que la capacidad adquisitiva de la clase trabajadora también va a reducirse indirectamente por medio de políticas fiscales y financieras, preparan ideológica y culturalmente a sus respectivas poblaciones trabajadoras para poder justificarles la reducción real del salario como si se tratara de una medida ecológica. Otro ejemplo lo tenemos en la imposición del Pasaporte-Covid. Aunque en algunas regiones pueda no aplicarse (como acaba de ser el caso en la CAV; pero en Navarra puede que se le de el visto bueno y en Iparralde ya lleva tiempo en vigor), la gravedad del asunto reside en que casi ningún partido se ha mencionado en contra del pasaporte, y en que a nivel público lo disparatado se considere poner en duda la necesidad o la validez jurídica del pasaporte y no su aceptación irreflexiva. El apoyo general a esta propuesta, la cual choca directamente con libertades fundamentales del Estado de Derecho burgués, demuestra con que facilidad puede llegar a intensificarse políticamente (a presentar un carácter más brutal y directo, por ejemplo) la dictadura económica de la burguesía.

Puede que no sepamos si esta crisis será definitiva o pasajera, si el capital será capaz de reabsorber las amplias masas del proletariado desempleado bajo la forma social del trabajo asalariado y si perdurará. Sin embargo, lo que si tenemos claro, es la urgencia con la que el proletariado debe construir un Partido Comunista de masas fuerte. Hay mucho más de lo que creemos en juego.