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(Traducción)


Hace tres días que terminó la COP26. A pesar de los acuerdos, no ha habido el entendimiento entre todos los participantes y lo acordado para el final no ha hecho más que poner de manifiesto las discrepancias más básicas de quienes se reunieron en la cumbre. Entre otras cosas, el choque entre los países en los que predomina la industria y los que viven del tercer sector (principalmente) ha sido lo que más ha condicionado la conferencia, y esto se ha plasmado en los objetivos puestos en común. El objetivo general pactado es reducir el uso de combustibles fósiles en la próxima década, y los que aplauden la iniciativa son Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea. Atendiendo tanto al objetivo como a los países que lo han promovido, podríamos entender perfectamente la necesidad económica priorizada en la COP26 y, en consecuencia, los intereses de los Estados que han llevado a cabo la campaña ideológica de Glasgow.


Además de algunos participantes, también se han escuchado voces contrarias al convenio en la oposición a la COP26. Y es que lo acordado no ha entusiasmado a los ecologistas. Los manifestantes que se manifestaron en las calles de Glasgow consideran que el objetivo no es lo suficientemente radical como para dar solución a los problemas climáticos y ecológicos. Y aunque en parte podamos estar de acuerdo, los comunistas (teniendo claro que los gobiernos burgueses no pueden cambiar la tendencia ecológica negativa del modelo capitalista de producción) tenemos la necesidad de criticar las diferentes posiciones ecologistas. Pues, no están en lo cierto. Sin embargo, la crítica debe ser seria, es decir, una crítica que tenga en cuenta que la intención de lo que vamos a criticar es sincera: que no menosprecie la intención ecologista. Con este propósito, vamos a hablar brevemente de dos ideologías: por un lado, de los Global Greens y, por otro, de los denominados antidesarrollismos y decrecionismos.


- El partido Global Greens o la comprensión errónea del sujeto político: la red Global Greens nació en Australia en 2001 de la mano de los partidos firmantes del «pacto de los verdes del mundo». La red está formada actualmente por cuatro federaciones: la red de verdes de africanos, la federación de partidos verdes americanos, la red de los verdes de Asia-Pacífico y el Partido Verde Europeo, que es la más extendida. Los principios de los partidos son los siguientes: el conocimiento ecológico, la justicia social, la democracia participativa, la no violencia, la sostenibilidad ecológica y el respeto a la diversidad. Pues bien, la red Global Greens tiene la intención de ejecutar estos principios con el desarrollo radical de la democracia (tanto a través de amplios consensos civiles como de las participaciones institucionales). Su intención es, por tanto, hacer democráticas las estructuras de gobierno, para que luego apoyen las políticas ecologistas (para eso es necesaria la presión de la sociedad civil). En general, la ineptitud política de los partidos verdes radica en la ingenuidad de todo reformista; es decir, creen que, sin revertir las estructuras económicas y políticas de la burguesía, es posible transformar el modelo capitalista de producción. La sociedad civil (desobediente) y el partido legal trabajan como todopoderosos hasta llegar a los cargos oficiales de mando. Es entonces cuando suelen adivinar que su voluntad democrático-ecologista está subordinada a la dictadura burguesa.

 

- Los adversarios del desarrollo de las fuerzas productivas o el análisis erróneo de la objetividad histórica: diferenciemos primero entre antidesarrollistas y decrecionistas. Antidesarrollista se lo podemos decir a quienes se oponen a la ideología del desarrollo (tanto a los adversarios de la ideología burguesa del desarrollo como a los que niegan lo que defiende el marxismo sobre «el desarrollo de las fuerzas productivas»). Y decrecionista, a esos que niegan un crecimiento económico ilimitado. En cierto modo, ambos perciben cuán negativo es el desarrollo del modo de producción capitalista (consideran bien el carácter destructivo de la industria capitalista, así como el modelo de vida opresivo que esto implica). Pero su análisis adolece de un error evidente: consideran el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas como el único desarrollo técnico y social objetivo de las fuerzas productivas. No admiten que un desarrollo histórico distinto de las fuerzas productivas pudiera tener una potencia ecologista y liberadora. Para los comunistas, sin embargo, la riqueza universal y la libertad política están entrelazadas, porque creemos que sin una próspera estructura económica que pueda satisfacer las necesidades básicas de todo ser humano no podemos ser libres. Para erradicar el hambre, garantizar la salud y la dignidad, desarrollar las potencias humanas particulares y sociales (tanto físicas como intelectuales, de ocio y de guerra) y establecer un gobierno socialista eficaz, es imprescindible una estructura económica potente.

Lo acordado no ha contentado a los ecologistas. Los manifestantes que se manifestaron en las calles de Glasgow consideran que el objetivo no es lo suficientemente radical como para dar solución a los problemas climáticos y ecológicos. Y aunque en parte podamos estar de acuerdo, los comunistas tenemos la necesidad de criticar las diferentes posiciones ecologistas.