A raíz de sucesos de un instituto de Donostia se ha vuelto a visualizar el paternalismo y el autoritarismo en las aulas. De hecho, los alumnos del 2º Bachillerato acordaron con el profesor de Historia un modelo de examen, pero el jefe de departamento, a sabiendas de ello y a espaldas del resto del profesorado y alumnado, modificó el modelo el día del examen, por lo que más de un centenar de alumnos no han superado el examen.
El alumnado, enfuriado y nervioso por la selectividad, empezó a protestar. Ikasle Abertzaleak organizó una concentración con la exigencia de invalidar las respuestas de los exámenes por la injusticia de la situación.
Por desgracia, conocemos bien lo sucedido a continuación. El hecho de que el alumnado se haya organizado para protestar ha acarreado una serie de reacciones autoritarias por parte del profesorado, la dirección y demás, muchos de ellos abertzales, de izquierdas y progresistas, cómo no. La dirección del centro, para evitar la concentración, ha amenazado al alumnado con llamar a la policía, priorizando así el mismo trato que los estados capitalistas proporcionan a las disidencias políticas: la violencia. Asimismo, también ha habido quien ha menospreciado, infantilizado y ridiculizado las protestas del alumnado, entre los cuales también se encuentran profesores.
Unos y otros niegan a la juventud el carácter de sujeto, como si no fuesen capaces de pensar y actuar por sí mismos y solo tuviera la mera función de acatar órdenes ajenas. La única protesta y actitud política que aceptan los paternalistas y los autoritarios es aquella que ellos quieren y se expresa como ellos quieren. ¡Y a eso le llaman libertad!
Más allá de la voluntad personal del personal docente, los centros educativos son espacios de disciplinamiento de niños, adolescentes y jóvenes según las necesidades de la clase dominante. Además, cada vez se está implantando más el modelo del profesor-policía, mientras vacían de contenido el mismo proceso de aprendizaje.
Frente a ello, es imprescindible que el profesorado acompañe a los jóvenes en el proceso de educar a personas críticas. Al contrario de lo que hace el proceso de educación, el deber del profesorado debería ser el de suscitar curiosidad y el entusiasmo por el saber, transmitir conocimientos y hacerles desarrollar la capacidad de pensar por sí mismos, facilitar herramientas de análisis y desarrollar en ellos responsabilidad sobre las problemáticas sociales…
Por lo tanto, irían en sentido contrario aquellas personas que cambian el modelo del examen con el simple objetivo de «pillar» al alumnado, así como las que actúan con paternalismo cuando el alumnado se organiza y protesta y lo hace callar con autoritarismo.