(Traducción)
Dicen que
estamos de lleno en la quinta ola. La mayoría de nosotros tenemos algún vecino
atrapado o confinado por el Covid19. La actual ola ha sido calificada como «ola juvenil»
y como su nombre indica, han señalado a los jóvenes como culpables. Las
autoridades también han comenzado a tomar medidas que, como hasta ahora,
atentan directamente contra los derechos fundamentales y las libertades políticas.
El toque de queda directo o indirecto, los obstáculos de todo tipo para la
realización de iniciativas tanto políticas como culturales, las limitaciones a
la libre circulación entre territorios, la criminalización y exclusión
impetuosa de personas no vacunadas y un largo etcétera son algunas de las
medidas que están tomando los políticos. La organización GKS viene señalando
desde la llegada de la pandemia lo siguiente: que la impunidad que los
dirigentes tienen para hacer lo que quieran con los derechos fundamentales es tan
alarmante como la violencia de las medidas adoptadas, que este modelo de mando
ha venido para quedarse y que la incertidumbre económica -la crisis- y política
-las medidas restrictivas- van de la mano. Ahora mismo, difícilmente alguien
puede defender lo contrario. Menos aun, la misma semana en la que el Constitucional
español ha declarado ilegal el estado de alarma y los políticos están tomando
medidas restrictivas que se les ponen en la punta de la nariz sin ninguna
garantía jurídica. Es impresionante el grado de corrupción del poder y también
su correlato: el colaboracionismo de los partidos de izquierdas y la pasividad
ciudadana.
Estamos en medio del verano y los políticos profesionales han convertido en
delito disfrutar del ocio que les han negado a los jóvenes durante todo el
curso. Dicen que esto se debe a que los jóvenes no están vacunados. Si damos
por bueno que esa es la razón, ¿cuál es entonces la razón por la que los
jóvenes no están vacunados? La respuesta la encontramos en la imposibilidad del
capitalismo de dar una solución razonable a los problemas de la mayoría de la
población. En otras palabras, que este sistema antepone el beneficio de la
burguesía a las necesidades de los ciudadanos. Está comprobado que hay
capacidad suficiente para vacunar a todo el mundo, pero mientras multitud de
gente está muriendo las empresas privadas y sus patentes mantienen encerradas
las vacunas. En el mismo momento, los medios de comunicación de la burguesía
sitúan el foco del debate público en la irresponsabilidad de los jóvenes.
¿Quién detendrá esta locura?
Si algo define el comunismo es que es una forma más efectiva de organizar la
sociedad. Un modelo de sociedad más avanzado en general, desde la perspectiva
de los avances técnicos y político-institucionales y desde el bienestar de la
ciudadanía y de la naturaleza. Libertades universales y de calidad, y
responsabilidad y compromiso para con esas libertades colectivas. Eso
sí, el comunismo no caerá del cielo, y hasta conseguirlo nuestras funciones
consisten en denunciar a todos los responsables de la situación actual de
sumisión y poner todas las capacidades a nuestro alcance a favor del comunismo.
Consiste exactamente en rearticular el proletariado revolucionario y llevar la
lucha de clases hasta el final.