(Traducción)
A pesar de que el gobierno dio tempos y fechas concretas al presentar el estado de alarma, el desconocimiento es general. Pues ya hemos vivido este engaño: en el primer estado de alarma el retraso de ese día de «mañana» no parecía tener limite; primero eran quince días, después un mes y al final fueron dos los meses de confinamiento… Pocos pueden explicar qué es esta situación que vivimos; pero no encontramos demasiado sentido a las medidas que han adoptado. Y si se la tomamos, vemos que los motivos y las consecuencias no concuerdan. Con la decisión que han tomado sobre la hostelería, por ejemplo, se ha evidenciado para muchos lo absurdo de la situación. Sin embargo, no se ha aplicado ninguna medida que no tenga sentido: alguna de las medidas aplicadas a causa del estado de alarma podría carecer de sentido dependiendo del sentido común o de los principios sanitarios, de todos modos, esto todo no tiene nada de absurdo si miramos a las necesidades económicas y políticas de la burguesía. A saber: les da igual haber condenado a la perdición a cientos de hosteleros, taberneros y limpiadores (por ejemplo), haber dejado a muchas familias en la miseria absoluta bajo la escusa de la salud pública, o haber prohibido la mayoría de costumbres y tradiciones de la clase trabajadora. Aquí impera la intervención política de la burguesía, y actúan así en favor de las necesidades económicas de su clase social.
Ya que hablamos del estado de alarma cabe mencionar que los responsables de todo esto no lo son los bobos de los políticos que no saben lo que hacen, bueno, todos menos algún que otro socialdemócrata. No lo saben, pero lo hacen, podríamos decir sobre la socialdemocracia y su base social, y en este caso, también sin descuidar el sentido político de clase del estado de alarma. Es decir, siendo consciente de que la oligarquía financiera e industrial está implantando y adecuando, con ayuda de los gobiernos, el modelo de acumulación de capital que podría estar vigente en los próximos años. Es decir, en los próximos meses o años fecundará el modelo de explotación de la fuerza de trabajo que permita el dominio de su hegemonía política. La destrucción de pequeños capital y la supremacía de unas pocas; la reducción del contrato salarial y el aumento de los «trabajos» que habrá que realizar si se quieren recibir las prestaciones sociales; la proletarización de la aristocracia obrera seguido por el de la pequeña burguesía (porque cuando las pequeñas empresas pierdan fuerza tendrán que intentar vender su patrimonio), y, a la par, el aumento de la riqueza de la oligarquía financiera e industrial, así como de su capacidad de mando; el paro estructural masivo, y en consecuencia, la desaparición de las políticas fiscales que puedan repartir la renta social; el recorte del gasto público… Son cada vez más evidentes estas tendencias económicas generales que ha generado la crisis que vivimos; y esto no ha hecho más que empezar.
En las movilizaciones multitudinarias que el sábado por la tarde Gazte Koordinadora Sozialista realizó en diferentes pueblos y ciudades se señaló acertadamente el mayor problema político que, desde la óptica de la lucha de clases, la crisis y la situación de alarma traen consigo: al anular los derechos civiles y políticos institucionalizados solo la burguesía tiene la capacidad de intervenir en la realidad, ahora la política de la clase trabajadora es ilegal. Y deberíamos sumarle lo siguiente: es posible que los derechos civiles y políticos que hasta ahora hemos conocido sean propios al modelo de acumulación de capital que ha estado vigente hasta ahora, es decir, si no realizamos una defensa ahora es posible que no podamos recuperarlas poco a poco. No lo malentendamos: con lo previamente dicho no queremos alabar la libertad formal del trabajo asalariado; de hecho, para los comunistas la revolución es la única elección de vida. Pero un militante, ese que cumple responsabilidades y funciones organizativas, sabe bien que ahora le es más difícil juntarse con sus amigos, poner carteles… en general, llevar a cabo acciones políticas. Por eso, hay que decir claramente: los comunistas no queremos volver atrás, no claudicaremos ante los paraísos artificiales de los estados de bienestar; nosotros garantizaremos la organización del proletariado, luchando en todo momento las condiciones sociales, económicas y políticas necesarias para ello, a favor de la organización comunista.