(Traducción)
Los teóricos, investigadores y periodistas progres muchas veces opinan que la sociedad, en general, la clase trabajadora, es un sujeto pasivo y sumiso. En sus palabras, los trabajadores somos mamíferos o animales que tenemos poca autonomía, y tal y como hacen los animales, vacas, ovejas o cerdos, obedecemos con la cabeza agachada a aquellos que nos dan de comer: sin una oposición significativa, haciendo nuestra la dominación de clase por nuestra voluntad. Si estos intelectuales estuvieran en lo correcto, y si eso que escriben fuera cierto, no habría policía; pero están en las calles, son muchos y además cada vez tienen un sueldo más alto.
Si, si hay trabajadores sumisos que no desean la libertad; sin embargo, entre los trabajadores hay, y no pocos, los que tratan de hacer frente a la opresión acto seguido a la limitación de las libertades civiles y políticas. Esos que cuando las cosas empeoran arriesgan lo que tienen luchando en pro de un futuro digno para todos nosotros. Algunos, los que en los medios de comunicación siempre se han denominado como violentos, han querido dar leña, y arremeterán con valentía contra las prohibiciones, limitaciones del espacio público y contra el control policial. Otros, pues son diversas los modos y caminos para afrontar esta lamentable situación, optarán por la organización política de la clase trabajadora. Y para que en estos tiempos, la clase trabajadora pueda actuar por encima de la ley para hacer lo que quiera más pronto que tarde moldeara su proceder. No estaremos a la espera de lo que pueda llegar. Por ejemplo: se ha utilizado la comunicación virtual por internet para tener información sobre los controles de carretera, utilizando las aplicaciones que pone en común la información que los mismos usuarios actualizan.
Por lo general, es la aristocracia obrera y la pequeña burguesía quien menosprecia todos los intentos de emancipación o resistencia que el proletariado lleva a cabo. Con el entendimiento propio a la arrogancia ética de los socialdemócratas, consideran banal o simplemente mediático el enfado del proletariado, y aunque, de algún modo, opinan que la miseria del proletariado es un grave problema, sus propuestas políticas carecen de sentido para los que están graves. A ojos de la aristocracia obrera, todo trabajador tiene su misma actitud sumisa y conformista, pero la situación de las cosas es completamente distinta, y más compleja. La aristocracia obrera es pacifista y conservadora, el proletariado no; el proletariado, por lo general, tiene pocos medios. Tiene lo justo para sobrevivir, en cambio, para hacer política, no tiene medios-organizativos; ni tampoco una representación leal en la política institucional.
La pandemia nos ha traído de nuevo el estado de alarma; por lo que parece, para que la burguesía pueda tomar las necesarias medidas socioeconómicas para afrontar la crisis. Y en este contexto, en el momento en el que el trabajo de las fuerzas represivas es más que importante, la tendencia cultural de los últimos años no ha hecho más que aumentar: por un lado, el Estado y los individuos castigan y criminalizan aún más severamente las actitudes y soluciones sociales del proletariado, causadas por falta de esperanza. Ya sea a través de castigos o éticamente. Y, por otro lado, el odio generalizado hacia las fuerzas de «seguridad» va menguando. Es decir, la policía se ha hecho con el respeto de la gente. Hace unos años, por ejemplo, entre los jóvenes, fuera cual fuese el carácter o entorno social de cada uno (ya fuera borroka/jurru, cani/choni, futbolero o un joven sin subcultura-identidad), todos teníamos clara una cosa: debemos odiar a la policía, es nuestra enemiga. Unos decían «aquí y en China la policía asesina», otros nos pasamos la juventud cantando «ez dut nahi, ez dut nahi, polizia izan!» («¡no quiero, no quiero, ser policía!»). Hoy día cualquiera es policía, y como desde que el Covid-19 se ha expandido la policía es guardiana de la sanidad pública e individual, esta institución represiva de clase ha vivido un inmenso proceso de legitimación. En todo esto, la socialdemocracia, y su base social, tiene responsabilidad; pues su discurso pragmático y populista no hace más que limpiar el nombre de esos verdugos.
A pesar de tener medios económicos y políticos que el proletariado no tiene, la socialdemocracia ha hecho suya el engaño de la burguesía y ahora esta dispuesta a colaborar con la dictadura directa. Ahora, también los jóvenes socialdemócratas, rechazan la violencia del proletariado, y respetan «críticamente» la de la policía.