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2024/03/01

El 30 de noviembre de 2023 hubo una huelga de cuidados en Euskal Herria. Según las organizadoras y los organizadores, fue un día para reivindicar un sistema de cuidados público y comunitario, frente a su privatización y mercantilización. Reivindicaron que el cuidado sea liberado de las garras de manos privadas y sea una responsabilidad colectiva, ya que la privatización del cuidado supone su degradación y, siendo una responsabilidad colectiva, debe asumirla el Estado, reforzando los servicios públicos para ello. Parece que seguirán en la misma línea el 8 de Marzo de este año.

Evidentemente, la citada lectura presenta serios problemas. Por un lado, relaciona la mercantilización del cuidado sólo con su carácter privado. Por otro, caracteriza como desmercantilización la asunción de esta función por el Estado capitalista. Finalmente, confunde la organización colectiva de los cuidados con los servicios públicos del Estado. Todo eso no es, sin embargo, un simple error. Es, incluso, coherente con la ideología reformista.

También en la cuestión del cuidado, como en todas las demás cuestiones políticas, las soluciones, las propuestas y las resoluciones dependen de los intereses de clase; detrás de todas estas ilusiones, es decir, de las quimeras que ven en la intervención del Estado una solución colectiva, se encuentra la ideología de la clase media en decadencia. Es por ello que sus propuestas políticas no abordan de raíz, en absoluto, la cuestión de los cuidados, ni aportan una solución real para el proletariado.

Son, en definitiva, propuestas que se presentan en el sentido de garantizar el bienestar de la clase media; o el cuidado, si es algo, no es una actividad natural propia de los seres vivos, sino una actividad social que no tiene otro fin que reproducir el sistema capitalista vigente. En manos de la clase media, el cuidado es el cuidado de la clase media o su garantía para sobrevivir como clase media.

El cuidado, si es algo, no es una actividad natural propia de los seres vivos, sino una actividad social que no tiene otro fin que reproducir el sistema capitalista vigente

En gran medida, el cuidado es un fenómeno moderno. Y es que, aunque en los tiempos premodernos el ser humano se haya reproducido, eso no ha sido debido a que haya organizado un sistema de cuidados, ni porque el cuidado mismo haya adquirido una esfera independiente de la actividad productiva. Por el contrario, el cuidado abarca toda una esfera de producción, y el ser humano adquiere conciencia sobre ello, en una época histórica en la que la reproducción de la vida social se realiza mediante actividades mutuamente independientes que se materializan en forma de mercancías, es decir, en una época en la que la división del trabajo se extiende y el trabajo se organiza en esferas privadas distintas.

La esfera de los cuidados se convierte en independiente cuando la esfera productiva gana dominio, es decir, cuando la esfera productiva impone un control despótico sobre la reproducción humana. Y esto sólo es posible cuando la producción responde no a las necesidades del ser humano entendidas en un sentido comunista, sino a una fuerza social objetiva; cuando la producción se convierte en producción capitalista. En este sentido, lo que se conoce como cuidados es absolutamente opuesto a la reproducción comunista: el cuidado no es un proceso que no pueda diferenciarse de la reproducción social; no es la base ni el fin de la reproducción social. El cuidado, en la sociedad capitalista, es un proceso subordinado a la reproducción social donde, si se cuida, es porque favorece la producción del Capital.

La esfera de los cuidados se convierte en independiente cuando la esfera productiva gana dominio, es decir, cuando la esfera productiva impone un control despótico sobre la reproducción humana. Y esto sólo es posible cuando la producción responde no a las necesidades del ser humano entendidas en un sentido comunista, sino a una fuerza social objetiva; cuando la producción se convierte en producción capitalista

En este contexto, la toma de conciencia sobre el cuidado significa lo siguiente: es preciso organizar un sistema de cuidados que permita aumentar la eficiencia de la producción capitalista, esto es, que permita que la clase obrera esté dispuesta para realizar trabajo productivo para el Capital. Dicho de otra manera, la toma de conciencia respecto al cuidado está íntimamente relacionada con el desarrollo de la producción capitalista, pues los trabajos de reproducción sólo se convierten en una responsabilidad consciente cuando la producción se aparta de su forma natural, esto es, cuando la producción responde como momento dominante, en vez de a la reproducción biológica, a la reproducción del Capital. A partir de ese momento, el trabajo no será un trabajo de reproducción del ser humano biológico −que, naturalmente, reproduce ciertas relaciones sociales−, o el ser humano no será reproducido biológicamente en función de su trabajo; al contrario, la reproducción del ser humano se convierte en condición de la producción del Capital y, en este sentido, se convierte en condición técnico-científica de este proceso, es decir, en un sistema de cuidados.

La mencionada conciencia, aunque no siempre explícita, es implícita para cualquier ideología que reivindique un sistema público de cuidados: frente a la doble carga que suponen el trabajo productivo y reproductivo, reivindican la transformación del segundo en trabajo productivo, es decir, el salto de la esfera privada a la esfera pública del trabajo. Pero eso, lejos de ser una solución, es profundizar en el problema. Se reivindica, en efecto, la supremacía del trabajo productivo, es decir, de la producción capitalista. Y, por tanto, aunque quieran hacer ver lo contrario, lo que se esconde detrás de la socialización del trabajo reproductivo es el predominio del Capital y la subordinación del cuidado a los intereses del Capital.

Frente a la doble carga que suponen el trabajo productivo y reproductivo, reivindican la transformación del segundo en trabajo productivo, es decir, el salto de la esfera privada a la esfera pública del trabajo

Esto se evidencia en la solución que se ofrece. Y es que socializar los trabajos reproductivos, según la acepción capitalista, significa lo siguiente: no es el trabajo productivo el que resta tiempo para el cuidado, sino al contrario. Además, la transformación del cuidado en trabajo productivo supone de facto un aumento de los trabajos productivos −entendido el trabajo productivo en el sentido capitalista de trabajar para una empresa−, pero más aún: el cuidado se convierte en trabajo productivo para que la trabajadora o el trabajador que se ha desprendido de él disponga de más tiempo y fuerza para dedicarse a los trabajos productivos.

A todo esto hay que añadir los mensajes atroces de las partidarias y los partidarios del sistema público de cuidados: mensajes contra el cuidado del prójimo, sobre la repugnancia que genera tener que cuidar de otros y otras... Adjudicar el cuidado de nuestras allegadas y nuestros allegados a otra persona, atribuir al Estado capitalista el cuidado de nuestras y nuestros familiares y amigos; no hay actitud más inhumana que esa. Pero esa es, al fin y al cabo, la ideología de la clase media; el egoísmo y el odio a la ética proletaria del cuidado solidario, hasta el punto de convertir el cuidado en una obligación asalariada.

Adjudicar el cuidado de nuestras allegadas y nuestros allegados a otra persona, atribuir al Estado capitalista el cuidado de nuestras y nuestros familiares y amigos; no hay actitud más inhumana que esa

La propuesta general −sistema público de cuidados− refuerza, pues, el sistema y la ideología de la clase media. Pero hay más, para imponerse al proletariado incluso más allá de la cuestión de la hegemonía. Y eso lo encontramos en la propuesta concreta.

Según quienes recurrieron a la huelga, su propuesta busca mejorar la situación de las trabajadoras y los trabajadores que se dedican a los cuidados. Pero quien sabe cómo funciona el sistema público sabe que eso no es así. El sistema público de cuidados no mejora la situación del proletariado, sino que la perjudica, en beneficio de la clase media.

Por un lado, está el acceso a los servicios públicos. Son conocidas las condiciones que se imponen a muchas capas del proletariado, la imposibilidad de muchas de ellas de obtener acceso... A ello hay que añadir, contra la creencia de las y los huelguistas, que los servicios públicos están mercantilizados, es decir, que se organizan en función de las capacidades económicas del Estado y, por tanto, son totalmente limitados y dependientes de la dinámica de acumulación de capital.

Por otro lado, están las trabajadoras y los trabajadores de los servicios públicos. Las condiciones de acceso a estos trabajos también excluyen en gran medida al proletariado de estas posibilidades: en muchos casos sin estudios, inmigrantes sin derechos, sin posibilidad de intentarlo en las pruebas de acceso... Es decir, que el sistema público de cuidados no ofrece soluciones para el proletariado que trabaja en los cuidados; al contrario, hace aún peor su situación porque empeorará sus condiciones laborales condenando al proletariado a trabajar ilegalmente y sin derechos. En ese estado de empobrecimiento aumenta la criminalización del proletariado, liderada por la clase media. Utilizan contra el proletariado las condiciones de vida que le han sido impuestas, propagan el odio contra su estatus alegal y, en muchos casos, ilegal. Hacen de la miseria un pretexto para aumentar la miseria.

Por medio de la defensa del sistema de cuidados público y estatal la clase media defiende sus intereses, no los del proletariado. De hecho, garantiza su existencia en dos sentidos. Primero, garantiza su existencia empírica, cuantitativa, puesto que la clase media asegura su reproducción mediante el sistema público y las inversiones del Estado. Segundo, garantiza su existencia real: impone su superioridad sobre el proletariado y se afirma a sí misma en el sistema capitalista de producción, pues gana tiempo de trabajo para llevar a cabo su función burocrático-administrativa y hacer valer su estatus social diferenciado. 

Mas, entretanto, el proletariado, clase social cuya promoción está estrechamente ligada a la abolición del sistema de clases, reafirma su existencia como clase subordinada frente a una estructura de clase media atrincherada en las instituciones del Capital, que a lo sumo consigue promocionar a unos cuantos individuos en la progresión entre clases, pero cuyo producto genuino es alargar la miseria del proletariado.

Y, sin embargo, o quizás por eso, por la miseria que vive, cuando el proletariado cuida de sus hermanas y hermanos, construye la solidaridad sobre la ética revolucionaria, por muy elemental que ésta sea, y no sobre intereses corporativistas de clase.

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