La cuestión de los cuidados ha sido un punto central en la propuesta para la liberación de las mujeres trabajadoras, ya que es uno de los temas que caracterizan nuestra opresión. Son varios los problemas que plantea la cuestión de los cuidados. Por una parte, las malas condiciones laborales que tienen las trabajadoras del sector como consecuencia de la falta de reconocimiento social de estos trabajos; por otro lado, la baja calidad de los servicios de cuidados, la deshumanización y, en consecuencia, las malas condiciones de las personas dependientes que requieren de servicios de cuidados; y, por último, la carga de trabajo que suponen para las mujeres los servicios de cuidados (tanto en el ámbito familiar como en el ámbito profesional), debido a la división sexual del trabajo.
Aun y todo, las propuestas para abordar el tema han sido diversas, y el debate se ha reavivado de nuevo al hilo de la Huelga General Feminista convocada para el 30 de noviembre. Con esta convocatoria, el Movimiento Feminista ha puesto sobre la mesa el objetivo de problematizar y reorganizar todo el ámbito de los cuidados. Han situado la solución en presionar e interpelar a las instituciones públicas, ya que es responsabilidad suya "garantizar y reconocer el derecho universal a los cuidados". Han explicado que el problema, en cambio, es su falta de voluntad política.
El punto de vista de Itaia, en cambio, ha sido otro. Ya que es imprescindible situar la cuestión de los cuidados en base a las relaciones sociales capitalistas, para entender el problema y desarrollar una hoja de ruta que le dé solución. Por una parte, el Estado −como agente que garantiza los intereses capitalistas− tiene como objetivo defender los beneficios económicos de los empresarios y, por tanto, le conviene que los trabajos de cuidados le supongan poco coste. Así, le es necesario mantener los trabajos de cuidados en la familia y recortar en la inversión social destinada al sector. Por otra parte, los empresarios intentan conseguir beneficios económicos a cuenta de los cuidados. Los trabajos de cuidados nos son necesarios, y a eso se le tiene que añadir el proceso de envejecimiento que se está dando en los últimos años. En consecuencia, el sector de los cuidados se está reforzando como nicho de mercado, mediante la privatización del sector y empeorando las condiciones de las trabajadoras y la calidad de los servicios.
Ante esta situación, plantear que las instituciones pueden ser una herramienta de transformación social o creer en la gestión progresista del Estado es una ilusión. El capitalismo y el Estado están en crisis, y en los últimos años ha quedado en evidencia que lo único que pueden ofrecer las instituciones son migajas. El Estado no es un agente neutro y tiene un límite estructural evidente: su carácter clasista Esto es, para mantener los privilegios de ciertos sectores de la sociedad, es necesario empeorar las condiciones de otro sector. Por lo tanto, cuando hablamos de lo público, estamos hablando de la gestión del Estado o la Administración, y eso no garantiza, en ningún caso, la emancipación de todas. Puede que sirva para mantener los privilegios de cierto sector, pero deja de lado a las mujeres más vulnerables.
Esa visión de las instituciones convierte la reforma en medio para mantener las condiciones de miseria que vivimos a día de hoy, y no en herramienta para la educación política. De esa manera, se justifican una y otra vez las propuestas a favor de la política institucional progresista bajo la justificación del monstruo que podría llegar, sin ninguna voluntad real de terminar con la lógica del Capital y, por lo tanto, de la dominación. Al contrario, la única opción de defender en las instituciones los intereses de la clase trabajadora, es construir una fuerza política independiente fuera de esas mismas instituciones. Es lo único que puede garantizar que prevalezcan las instituciones proletarias frente a las instituciones burguesas. Al revés, las propuestas que plantean conseguir una posición de fuerza dentro de las instituciones no superan el marco del Capital que nos oprime.
Toda la lucha política que llevemos adelante desde hoy tiene que responder a esa dirección estratégica. Para hacer frente concretamente tanto a las condiciones miserables del sector y servicios de cuidados como a la división sexual del trabajo, debemos tener en cuenta dos reivindicaciones. La primera, la socialización de los trabajos de cuidados, esto es, los trabajos de cuidados deben de pasar de ser responsabilidad de las mujeres a ser responsabilidad de la sociedad en general. Eso quiere decir que los trabajos de cuidados no pueden quedarse en el ámbito privado de la familia y que la organización de la sociedad debe responsabilizarse de ese servicio. Del mismo modo, en la organización de los procesos de trabajo de la sociedad, los trabajos de cuidados no pueden recaer sobre un sector devaluado (históricamente, las mujeres trabajadoras). Eso lleva implícito el reconocimiento de todos los procesos de trabajo: concretamente los trabajos de cuidado, pero todos los trabajos en general, deben de ser reconocidos a nivel social, y no puede existir una jerarquía basada en la cualificación entre procesos de trabajo diferentes que sean necesarios para nuestra supervivencia. Esta última idea nos lleva a la segunda reivindicación: igualdad de salario para todas. Esto es, una sociedad sin clases es premisa para que todos y todas tengamos unas condiciones de vida y de trabajo de calidad. De esa manera, la sociedad a construir debe tener como fundamento el reconocimiento de la aportación que todos y todas podemos hacer en la riqueza social, y la igualdad de opciones para todos y todas.
La huelga es una herramienta para aportar en ese proceso, que es útil para defender y luchar por los derechos de la clase trabajadora. No es nueva la idea de que la organización surge de la lucha, esto es, que se crea fuerza política de la concienciación que crean las expresiones de la lucha de clases. Pero esa concienciación hay que encaminarla en la línea del objetivo que queremos conseguir: en la superación del capitalismo y sus instituciones.
En esa línea, la huelga debe de aportar a la propuesta de garantizar la igualdad de oportunidades para todas. Por eso, el mismo día, por un lado, debe de servir para señalar a todos los sectores responsables de la opresión que vivimos las mujeres trabajadoras y, por otro lado, debe de valer para darles voz a las problemáticas de los sectores feminizados y apoyándonos mutuamente, dar pasos en las luchas y demostrar compromiso político. Las movilizaciones del 30 de noviembre que ha organizado Itaia tienen como objetivo poner sobre la mesa reivindicaciones emancipadoras y unir fuerzas en ese camino.