Este texto pretende servir de apoyo al texto de colaboración de este mismo número. A lo largo de los últimos años el sector de los cuidados ha adquirido un gran peso en las economías occidentales (y dentro del mismo la llamada economía plateada, en cierto sentido al menos, ya que en última instancia se trata de un término mercantil que se refiere al sector económico centrado en saciar las necesidades mercantiles del segmento que conforman las personas de más de 50 años). Por un lado, cabe tener en cuenta el hecho de que el modo de producción capitalista se sumerge en la mercantilización de todas las esferas de la vida, ya que, en la medida en la que se basa en la extracción de plusvalía, está obligada a encontrar nuevas rendijas y espacios que permitan invertir el capital de manera rentable. La apertura de nuevos mercados puede compararse con abrir nuevas sendas en la jungla para nuestro capitalista aventurero, de la misma manera que ocurriera con los países de la periferia, que en su época (y a lo largo de la historia) fueron espacios abiertos de par en par a la acumulación de capital, convirtiéndose así en sustrato para la inversión y para nuevos procesos de acumulación. Nuevos lugares desde los que respirar, nuevas oportunidades para avanzar.
Dos pájaros de un tiro: han querido pasar de hallarse en una situación donde la reproducción de la fuerza de trabajo se subordina a la dinámica del trabajo asalariado a asalarizar y mercantilizar la reproducción de la fuerza de trabajo misma. Más aún en contexto de crisis, aquellos momentos en los que estas vías de escape se convierten en un asunto de vida o muerte. La cantidad de gente que actualmente se encuentra empleada en el sector de los cuidados asciende a casi 400.000.000 personas. Esto supone el 11,5% de todos los trabajadores del mundo, el 19,3% si nos referimos a las mujeres y el 6,6% en el caso de los hombres. A lo largo de todo el artículo deberá tenerse en cuenta que muchos de los trabajadores del sector trabajan sin contrato, por lo que la situación que expresan los datos mencionados no llegan a reflejar completamente la crudeza de la realidad.
La cantidad de gente que actualmente se encuentra empleada en el sector de los cuidados asciende a casi 400.000.000 personas. Esto supone el 11,5% de todos los trabajadores del mundo, el 19,3% si nos referimos a las mujeres y el 6,6% en el caso de los hombres
La constante presencia de la cuestión en la agenda política puede tomarse como muestra de la importancia que esta tiene. Expresiones a todos los niveles institucionales sitúan en el centro de sus propuestas el sector de los trabajos de cuidados y ahogan en proclamas, planes de igualdad, agendas y estrategias a cualquiera que pretenda aproximarse al tema. Lejos de querer quitar hierro al asunto, es evidente que su contenido político no se agota en las papeletas de propaganda electoral, y en ese sentido, es necesario analizar en mayor profundidad la realidad de este ámbito. Con ese objetivo en el horizonte, partamos de contextualizar el panorama general.
DEPENDENCIA EN LAS SOCIEDADES OCCIDENTALES: UN MODELO DE SOCIEDAD EN PROCESO DE ENVEJECIMIENTO
A raíz de la combinación de distintos fenómenos, cada vez más personas se encuentran en situación de dependencia en los países de Occidente. En consecuencia del proceso de envejecimiento (la esperanza de vida ha crecido notablemente en las últimas décadas, mientras que las tasas de natalidad se han ido reduciendo), actualmente, las pirámides demográficas de los países de Occidente, donde este fenómeno se expresa de manera más notoria, expresan una nueva realidad nunca antes vista. Desde inicios de siglo la proporción de los mayores de 65 ha aumentado un 88% en los Estados Unidos, alrededor de un 110% en Europa e incluso ha llegado a triplicarse en el caso de China. En ese sentido, puede decirse que la cantidad de personas en situación de dependencia ha crecido muchísimo, más aún si relacionamos esto con el descenso en la cantidad de personas que se encuentra en el resto de franjas de edad. Se calcula que en 2015 2.100 personas se encontraban en una situación de dependencia a nivel mundial, mientras que las proyecciones para 2030 prevén que esa cantidad crecerá un 10%.
Por el contrario, los segmentos sociales “naturales” (por decirlo de alguna manera) que desempeñan las labores de cuidados se contraen año a año. Podríamos sumar a esto el elemento de la transformación del modelo familiar, ya que sin duda alguna nos encontramos en una época en la que el modelo de familia nuclear y de gran tamaño en los países del centro imperialista es cada vez más escaso. En el caso del Estado español, a día de hoy, se calcula que de media cada persona cuida entre 1,5 y 2 personas. En el caso de las mujeres esta cifra se multiplica por dos; por otro lado, la cantidad de gente que trabaja en la actualidad en el sector de los cuidados también nos advierte de la importancia de la cuestión, ya que es uno de los países que más personas emplea en este sector a nivel europeo. Aunque una gran parte de los trabajos de cuidados se da a nivel doméstico, los servicios domiciliarios y las residencias, por su parte, tienen una gran presencia en lo que a las actividades que se realizan en este sector se refiere; por poner un ejemplo, se calcula que casi un 15% de los hogares en la CAV contrata servicios de cuidados y trabajos domésticos. En cualquier caso, este sector también implica diversas actividades que se salen de los espacios de cuidados familiares o formales. Este espacio formal está conformado entre otros por las personas que trabajan en el sector de los cuidados, en educación, ámbito de la salud y trabajo social, personas del trabajo domiciliario y los empleos relacionados con el resto de actividades de cuidado. Por hacernos una idea, actualmente, las trabajadoras del hogar representan un 2% de todos los trabajadores a nivel mundial (algunas investigaciones incluso triplican esta cifra), las personas empleadas en otros empleos del sector de los cuidados tales como el personal de cocina o la limpieza otro 2%, y los trabajadores que se quedan fuera de esos espacios “formales” cerca de otro 1%.
A pesar de que existen grandes diferencias derivadas de las cualidades de los países, es un hecho que los trabajos de cuidados representan una gran inversión de tiempo (o dinero) para las familias. Por lo menos, así lo indica la cantidad de gente que sale de la dinámica asalariada para encargarse de los trabajos de cuidados, que dobla en todos los casos (atendiendo a las especificidades de cada lugar) a las que se deben a causas económicas coyunturales, es decir, el no poder encontrar trabajo. En los países del centro imperialista estas cifras son más reducidas en consecuencia de la existencia de capas de niveles socioeconómicos más altos, ya que las personas que pertenecen a los estratos de clase más altos apuestan a favor de la externalización de los trabajos de cuidados. Esta tendencia indica la existencia de diferentes modelos de cuidados según el nivel socioeconómico, extrapolable también a los países del centro imperialista. Las personas pertenecientes a los niveles socioeconómicos más adinerados, como ya se ha mencionado, tienen la costumbre de externalizar los trabajos de cuidado. Para los sectores más golpeados de la clase trabajadora, en cambio, es más complejo acceder a los servicios privados, ya que, al ser una esfera atravesada por la lógica del mercado, aún siendo una necesidad primaria, es la cantidad de dinero que cada cual guarda en el bolsillo la que decide sobre el acceso a esos productos. Esto, en el contexto de decadencia general de los servicios públicos que se explicará a continuación, imprime un claro carácter de clase al tema del sector de los cuidados.
Por su lado, la crisis, de la mano de la decadencia del centro imperialista, suma otro fenómeno general a todo ese panorama. El desmantelamiento del Estado de Bienestar ha golpeado la capacidad de respuesta del sector público, que se refleja tanto en el descenso inevitable de la calidad de los servicios públicos como en la creciente importancia de las manos privadas en el espacio que ocupa el sector público, que ha ocurrido de la mano de privatizaciones o de la subcontratación de ciertas funciones. La demanda supera a la oferta realizada desde los servicios públicos, con lo cual las empresas del sector privado han hecho de la necesidad virtud. Esto puede identificarse en numerosos indicadores. Por ejemplo, si nos fijamos en el incremento del número de trabajadores que trabajan en el sector, nos daremos cuenta de que la cantidad correspondiente al sector público se ha incrementado un 25% en los últimos 20 años, mientras que en lo que respecta al sector privado ha crecido un 250% en el mismo periodo de tiempo. En lo que respecta a la financiación, nos topamos con la misma realidad: para 2020, tan solo el 59% de la financiación pública se destinaba a residencias públicas, cuando en 1994 esa proporción alcanzaba el 75%; la evolución de las partidas de dinero público que las empresas privadas perciben ha recorrido el camino inverso.
El desmantelamiento del Estado de Bienestar ha golpeado la capacidad de respuesta del sector público, que se refleja tanto en el descenso inevitable de la calidad de los servicios públicos como en la creciente importancia de las manos privadas en el espacio que ocupa el sector público
Esto ha tenido tres grandes consecuencias para las personas de la clase trabajadora que están siendo expulsadas de los servicios públicos. Por un lado, podemos identificar la profundización en el empeoramiento de la calidad de los servicios recibidos, ya que, en primera instancia, las empresas privadas tienen como principal objetivo la maximización de las ganancias, y, en esa dirección, es habitual que la calidad de los servicios o la atención descienda: ratios más altos, peores condiciones laborales. Cabe mencionar que aunque, como ya se ha mencionado, la cantidad de trabajadores ha crecido, el gasto destinado a los salarios de trabajadores sólo ha crecido un 20%. Por otro lado, una gran cantidad de familias se han visto obligadas a acudir a los servicios privados con tal de satisfacer sus necesidades, ya que la oferta pública no alcanza a responder de manera eficaz a la demanda (aunque esto fuese una realidad palmaria que se venía dando en los países de la periferia, en los que la de trabajadora del hogar es una de las profesiones más habituales entre las mujeres, es una realidad cada vez más notoria en los países del centro imperialista). Por último, puede mencionarse el empeoramiento de las condiciones laborales de las personas empleadas en este sector, que analizaremos más adelante. En el caso de las residencias de mayores de la CAV y Nafarroa, por ejemplo, la proporción público-privado se ha invertido en los últimos años, y actualmente, tan solo el 9% y el 3% de las residencias es público, respectivamente. En el caso de la atención domiciliaria, si bien es verdad que el servicio es competencia de los ayuntamientos, estos, en general, tienden a la subcontratación. De esa manera, aunque en principio estas empresas estén obligadas a trabajar en base a las medidas impuestas por los ayuntamientos, la dependencia de las instituciones hacia el sector privado les aporta a las empresas una gran fuerza de negociación de cara a imponer las condiciones de su interés.
EN EL ÁMBITO DE LAS CONDICIONES LABORALES REINA LA MISERIA
Tras ponernos en contexto, reparemos en las condiciones laborales del sector de los cuidados. Es una tesis generalizada que el sector de los cuidados es un sector precarizado e infravalorado. En general, son oficios entendidos como de segunda categoría como consecuencia del modelo de división del trabajo que está enraizado en la sociedad capitalista, en el que además de darse una distinción entre el trabajo manual y el intelectual, la cualificación y preparación de la fuerza de trabajo adquieren una gran importancia a la hora de determinar su valor. Pero, más allá de esa generalidad, existe alguna que otra cosa que cabe mencionar. En cualquier caso, el trabajo de definir las condiciones de trabajo de este sector con precisión presenta una serie de dificultades. Aunque hablamos del sector de los trabajos de cuidados, este es un saco que alberga en sí realidades muy distintas. Por un lado, en lo que respecta a los trabajos concretos, nos encontramos con una gran variedad; no es lo mismo trabajar en el servicio domiciliario que ser una limpiadora, aunque existan ciertas similitudes o compartan una caracterización general. Dentro de cada uno de estos trabajos, por otro lado, esta claro que no es lo mismo ser una limpiadora subcontratada que trabaja en un instituto que ser una trabajadora del hogar que trabaja en negro para una familia. Así, la variedad existente en el ámbito de los trabajos de cuidados convierte este ejercicio en algo intrincado. Además, el hecho de que una parte de las labores que este sector engloba se desarrollen fuera de los espacios formales, fuera de la pulcritud burocrática de las actividades económicas formales, y, por lo tanto, dentro de aquellos espacios a los que los defensores de la libertad e igualdad de la sociedad capitalista prefieren no mirar, embrolla aún más el asunto. En nuestro caso, nos centraremos especialmente en estos últimos, aunque, de nuevo, podamos encontrar una gran cantidad de lugares comunes en lo que respecta a las características generales de los elementos a los que se hará mención, dentro de la estratificación de los trabajos de cuidados (y aunque, de cuando en cuando también se realizará alguna que otra referencia de carácter más general).
En base a la definición que nos da el Organismo Internacional del Trabajo (OIT), “la economía de los cuidados engloba a una serie de actividades tanto remuneradas como no, dirigidas al cuidado directo o indirecto necesario para el bienestar físico, psicológico y social, en especial para aquellos que tienen necesidades de cuidados especiales; tales como los niños, ancianos y personas con discapacidades o enfermedades”. A su vez, recuerda “dos tipos de actividades interrelacionadas: actividades de cuidados directos, personales y relacionales, como por ejemplo dar de comer a un niño o cuidar del cónyuge cuando está enfermo, y los cuidados indirectos, tales como cocinar o limpiar”. En cualquier caso, la caracterización de los trabajos que se llevan a cabo en el sector (al menos en el caso de algunas) tiene un gran impacto en el nivel de regularidad de esos trabajos o actividades, y la irregularidad o informalidad que se les imprime tiene una influencia directa en las condiciones laborales en general, así como en la capacidad de control sobre estas condiciones.
Las personas que trabajan en atención domiciliaria son las trabajadoras que peores condiciones de trabajo tienen de entre aquellas actividades que se desarrollan en el espacio formal de los trabajos de cuidados. Estas deben enfrentarse a una gran eventualidad, tasa de rotación y parcialidad en el empleo. En cualquier caso, dentro de la estratificación interna del sector de los cuidados, son muchos los empleos que se salen del ámbito formal de los trabajos de cuidados, y por el régimen particular de estos (sin contrato o en negro), son muchas las personas obligadas a trabajar en esas pésimas condiciones de trabajo.
La contratación y los sueldos recogen la situación descrita en el párrafo anterior de manera muy explícita. En lo que respecta al primer apartado, cabe mencionar que la cantidad de personas que trabajan en este sector sin contrato es muy alta. Según un informe de Oxfam-Intermón realizado en 2021, en el caso del Estado español cerca de 70.000 mujeres trabajan en este sector en una situación administrativa irregular, y otras investigaciones aumentan esta cifra a 215.000. En el caso de las trabajadoras del hogar, cerca del 30% llevan a cabo sus actividades de manera informal, de las cuales cerca de la mitad son personas de origen extranjero. Trabajar sin contrato supone la desaparición, de facto, de todos los derechos del trabajador; si no hay un contrato, que regulariza el puesto de trabajo y recoge las condiciones laborales, no hay nada, por así decirlo. Como ya se ha mencionado, la realidad en este ámbito es cambiante si reparamos en las distintas modalidades de trabajo y trabajadores en el sector del trabajo. En un informe realizado en 2020 por La Asamblea de Trabajadoras del Hogar se mencionaba que un 75% de las consultas recibidas alegaban trabajar en condiciones ilegales en lo que concierne a las jornadas, el descanso y el sueldo. Además, debemos sumar a esto la proporción de contratos verbales que se dan en ciertos ámbitos de este sector; en el caso de las trabajadoras del hogar, este tipo de contratos afecta a un 85%, por ejemplo. Esto es, aunque a priori la situación se dé en términos de regularidad, a posteriori es habitual que, aprovechando la situación de vulnerabilidad de la trabajadora se impongan ciertas modificaciones de manera “informal” en lo que respecta a las condiciones laborales.
Según un informe de Oxfam-Intermón realizado en 2021, en el caso del Estado español cerca de 70.000 mujeres trabajan en este sector en una situación administrativa irregular, y otras investigaciones aumentan esta cifra a 215.000. En el caso de las trabajadoras del hogar, cerca del 30% llevan a cabo sus actividades de manera informal, de las cuales cerca de la mitad son personas de origen extranjero
El segundo aspecto no muestra una realidad significativamente mejor. Aunque las actividades mejor remuneradas del sector se acerquen a la media salarial del Estado español, la gran mayoría de actividades se pagan por debajo de esa media. Las trabajadoras que trabajan para el sector privado perciben un salario menor que aquellos que trabajan para el sector público. En el caso del Estado español, la media salarial del sector de los cuidados en 2020 era de 18.876 euros, mientras que la media general ascendía a los 26.000 euros. En el caso de las trabajadoras del hogar, las condiciones que identificamos en el ámbito salarial son todavía más miserables: un 66% de las trabajadoras que trabajan en este empleo perciben un sueldo bruto de menos de 1.000 euros mensuales (situarse bajo el umbral de esa media salarial es algo habitual en el resto de puestos de trabajo del sector; por ejemplo, en el caso del personal de las residencias, el salario medio es de 1.444 euros, una cuantía menor al salario mínimo). Por cada 10 euros percibidos en los sectores económicos de media, las personas que trabajan como empleadas del hogar reciben cerca de 4. Estas trabajadoras casi triplican la pobreza relativa del total de las personas que se encuentran dentro de la dinámica asalariada; el 32% de las trabajadoras del hogar se encontraba por debajo del umbral de la pobreza en 2019.
Por cada 10 euros percibidos en los sectores económicos de media, las personas que trabajan como empleadas del hogar reciben cerca de 4. Estas trabajadoras casi triplican la pobreza relativa del total de las personas que se encuentran dentro de la dinámica asalariada; el 32% de las trabajadoras del hogar se encontraba por debajo del umbral de la pobreza en 2019
Por otro lado, en lo que respecta a la duración de los contratos, en base a una investigación realizada en 2021, el 55% de los trabajadores de este sector trabajaban en ese año con un contrato eventual (mientras que la media española se sitúa en un 22%) y más del 24% de los contratos (algunas investigaciones llegan a duplicar esa cifra) son parciales y de jornada partida. En el caso de las trabajadoras del hogar, más del 60% trabaja con contratos parciales y en la mayoría de los casos en contra de su voluntad. En 2018 cerca del 75% de las personas que trabajaban con contratos parciales eran mujeres, y los sectores con mayor tasa de parcialidad eran los trabajos de limpieza, hostelería y comercio.
La relación entre número de puestos de trabajo y número de empleados es un reflejo de lo mencionado. Mientras que en la gran mayoría de sectores lo habitual es que cada persona ocupe un puesto de trabajo, en el sector de los cuidados, debido a la tipología de los contratos y sus condiciones, la cantidad de empleos supera en un 35% a la cantidad de empleados. Esto significa que de media cada persona que se encuentra trabajando actualmente en este sector tiene más de un empleo. Esto es una consecuencia directa de la síntesis de condiciones mencionadas previamente, ya que los sueldos y la parcialidad de los contratos del sector tienen un impacto directo en la realidad. La relación entre puestos de trabajo y contratos a tiempo completo es de un 33%, esto es, si convirtiésemos los puestos de trabajo existentes en trabajos a tiempo completo, la cantidad de puestos de trabajo se reduciría a un tercio; en el caso de las empleadas del hogar, una de cada cuatro trabajadoras trabaja menos de 10 horas semanales, y más de la mitad menos de 20. Debido a las condiciones de los trabajadores del sector (sueldos bajos, parcialidad de las jornadas y los abusos derivados de la irregularidad de los empleos), estos se ven obligados a aceptar diversos empleos con tal de poder garantizar su reproducción vital.
También cabría entrar en otra serie de casos. En lo que respecta a la duración de la jornada semanal, aunque existen una infinidad de casos, la gran mayoría de trabajadoras del hogar tienen jornadas que superan las 45 horas, que en algunos casos llega incluso a superar las 90 horas. Además, en muchos casos, la jornada está partida (muchas trabajan en régimen de rotación), y es bastante habitual trabajar de noche y los fines de semana. Si calculamos la cantidad de horas trabajadas por las trabajadoras del hogar al concluir el año, triplica la jornada anual del profesorado y es un 45% mayor que la prevista en el convenio colectivo del metal en Bizkaia.
Si calculamos la cantidad de horas trabajadas por las trabajadoras del hogar al concluir el año, triplica la jornada anual del profesorado y es un 45% mayor que la prevista en el convenio colectivo del metal en Bizkaia
Por otro lado, también podemos reparar en la cualidad de esas horas de trabajo. Por ejemplo, en el caso de las residencias, la cantidad de horas que dedica cada trabajadora a cada residente no alcanza las dos horas. Cada vez que se atiende a una persona no supera los 10 minutos, cada trabajadora cuida a entre 15 y 35 residentes de media, que puede variar dependiendo del momento del día. En el caso de las trabajadoras del hogar, además de lo ya mencionado, cabe resaltar la ausencia de descansos durante la jornada (en base a lo que menciona la Asamblea de Trabajadoras del Hogar cerca de un 20% carecen de permisos de día para salir del domicilio, y el 27% carece de descanso semanal), a lo que puede añadirse la duración ilegal de las jornadas, pues cerca del 40% se encuentra dentro de esta casuística. En el caso de las limpiadoras, las trabajadoras de subcontratas están obligadas a limpiar el doble de metros cuadrados al día, concretamente 2.400m2, en comparación con las que trabajan en el sector público. En el caso de las trabajadoras de los comedores, las jornadas son muy reducidas y estacionales.
Además de las condiciones que sufren mientras trabajan, debemos tener en cuenta la cantidad de dinero que perciben en forma de prestaciones sociales. En lo respectivo a los conceptos de prestaciones por discapacidad, jubilación y viudedad, las prestaciones a las personas que trabajan en los niveles más bajos de este sector, de media, son las que más abajo se sitúan entre todos los regímenes y sistemas de la Seguridad Social. El 65% de los trabajadores del sector necesitan recibir complementos a mínimos (un complemento que se da en los casos en los que la cantidad de dinero percibida no alcanza unos mínimos establecidos) junto con la prestación de jubilación, y estos complementos representan el 32% de la pensión. Esto, entre otras cosas, se debe al régimen especial en el que se encuentra este sector, ya que no está completamente integrado en la Seguridad Social y se encuentra fuera de la ley de Prevención de Riesgos Laborales. En cualquier caso, cabe mencionar que 8 de cada 10 trabajadores del sector no están dados de alta en la Seguridad Social.
En el ámbito de las condiciones políticas, podemos señalar diversos elementos. Las condiciones económicas y el perfil socioeconómico de las empleadas del sector dificultan la defensa organizada de los derechos políticos. La dimensión cualitativa del trabajo, por su lado, atomiza a las trabajadoras. La gran mayoría de actividades del sector se llevan a cabo en la soledad, y en los casos en los que no es así, el contacto con sus compañeras es muy limitado (tanto en lo que respecta a la cantidad de trabajadoras con los que se relaciona como en lo que a duración de ese contacto se refiere). Al mismo tiempo, la precariedad de las condiciones laborales pone grandes obstáculos a la organización política, en el sentido de que los bajos salarios y las largas jornadas de trabajo dificultan mucho la conciliación de la carga de trabajo, las cargas familiares y el compromiso político. Además, debido a la devaluación de estas trabajadoras y la manera de funcionar del sector, operan bajo una amenaza de despido constante. Finalmente, el hecho de que la irregularidad sea norma en este sector y de que muchas de estas actividades se desarrollen fuera de los espacios formales tiene un claro impacto en el desarrollo de las condiciones políticas de estas trabajadoras, ya que, a día de hoy, las actividades que se desarrollan en aquellos lugares sufren una vulnerabilidad complementaria, pues es un espacio al cual no alcanza la forma más básica y habitual de organización, que representan los sindicatos. En el caso de las trabajadoras del hogar particulares, por ejemplo, tan solo un 3,7% de las trabajadoras está sindicada, cuando la tasa general de afiliación en España es de un 13,7% (en los países del norte de Europa es de más del 65%).
UNA RADIOGRAFÍA DE LAS TRABAJADORAS DEL SECTOR
Además de las condiciones laborales ya analizadas, conviene entrar a mirar las características generales de las trabajadoras empleadas en el sector, para así extraer de la síntesis de estos dos elementos una perspectiva más general del asunto.
En primer lugar, podemos decir que, cuando hablamos del sector de los cuidados (lo mismo ocurre cuando hablamos de los cuidados en general, aunque de manera más explícita), hablamos de un sector económico feminizado. Dentro de las actividades de cuidados, en el caso de los trabajos que se encuadran en los ámbitos formales, cerca de un 75% del personal es de sexo femenino; en el caso de las trabajadoras del hogar esta proporción asciende al 90%, y se estima que en el caso de la población migrante dedicada a los trabajos de cuidados alcanza el 95%. Pero esto no acaba aquí: a medida que nos acercamos a aquellos trabajos con las condiciones laborales más precarias, la proporción de mujeres crece. En el caso del Estado español, 600.000 personas trabajan como trabajadoras del hogar, y alrededor de un 90% de estas son mujeres. Las trabajadoras de este sector representan el 5,6% de todas las mujeres con trabajo asalariado de Hego Euskal Herria (cerca de 90.000), precisamente son más de 1.200 trabajadoras por cada 100.000 habitantes. Un 10% de las mujeres que se encuentran trabajando trabaja en el sector de los cuidados. Por lo tanto, encontramos aquí una de las fuentes del carácter devaluado del sector, ya que la mujer es un sujeto social devaluado a nivel económico, social y político, debido a la posición que se le reserva en los diversos ámbitos de la vida. Al mismo tiempo, esta posición (la red de relaciones económicas y sociales en las que se inserta en el día a día) reproduce esa misma posición en las mismas claves. Por poner un ejemplo, los trabajadores de las residencias (un sector manifiestamente devaluado y feminizado) perciben un salario menor que los empleados en el sector de la construcción; en algunos casos, pese a realizar las mismas tareas (los peones de almacén, peones o limpiadoras, por ejemplo) la diferencia de salario entre ambos sectores supera el 40% en Hego Euskal Herria, con dos excepciones: la diferencia es algo menor entre los peones de diferentes sectores, así como en el caso de las limpiadoras. También lo siguiente es significativo: las limpiadoras representan el empleo que de facto menor salario recibe de entre todos los trabajos concretos en el sector. Además, en este ámbito, cabe añadir la carga derivada de los trabajos de cuidados que las mujeres cumplen a nivel social actualmente, teniendo en cuenta que, además de dedicarse a los trabajos de cuidados en el ámbito laboral, una gran parte de las horas dedicadas a los cuidados fuera del puesto de trabajo recae sobre las mujeres.
Un 10% de las mujeres que se encuentran trabajando trabaja en el sector de los cuidados
Por otro lado, en base a la investigación de 2021 de Oxfam ya mencionada, se calcula que cerca de un 50% de las trabajadoras del sector es de origen extranjero (cerca de un 33% en el caso de la CAV por ejemplo). Además, pueden identificarse diferencias significativas dependiendo del régimen de trabajo; en el caso de las trabajadoras internas, la proporción de personas migrantes es superior al 90%. En el caso de las trabajadoras del hogar, la cantidad de mujeres migrantes afiliadas al Sistema Especial para Empleados del Hogar asciende a 164.838 (alrededor del 45% de las trabajadoras afiliadas). Y la proporción de mujeres migrantes empleadas en el cuidado de niños es todavía mayor. En cualquier caso, para valorar el dato en profundidad, es recomendable añadir a esto la información relativa a las personas que trabajan de manera irregular en el sector. Al ser un ámbito sin cualificación y que queda fuera de la esfera formal, estas actividades suponen una manera de entrar al mercado laboral para muchas mujeres migrantes. Actualmente, el sector de los cuidados es el sector con más casos de trabajadoras migrantes en situación irregular superando el 30%, muy por encima del 6% del sector primario y el 9% de la construcción. En ese sentido, podemos identificar una situación parecida a la expresada por los elementos mencionados en el párrafo anterior. Esto es, aunque la proporción de fuerza de trabajo migrante sea muy alta en el sector, a medida que descendemos en la estratificación de los empleos de cuidados, nos encontramos con más mujeres migrantes. Además, esta irregularidad condena a estas trabajadoras a un círculo vicioso. Al encontrarse en una situación irregular, empujadas por la necesidad, estas personas que habitan en los sectores más proletarizados de la clase trabajadora se ven obligadas a aceptar las condiciones laborales más precarias, pero, a su vez, trabajar en estas condiciones dificulta muchísimo la regularización de su situación. En esas condiciones, el proceso de regularización se torna en un proceso de largos años para conseguir permisos de residencia y trabajo a través del arraigo social y laboral (resulta tan difícil echar raíces en tierra tan pobre).
Por otro lado, en base a la investigación de 2021 de Oxfam ya mencionada, se calcula que cerca de un 50% de las trabajadoras del sector es de origen extranjero
Además, medidas tales como el arraigo por formación presentes en los marcos jurídicos del estado burgués vinculan con más fuerza a los trabajadores de este perfil a este sector. La formación específica dirigida a acceder a los sectores con gran demanda de fuerza de trabajo aceleran los procedimientos mencionados, pero dirige a las trabajadoras que desean esa regularización a la formación dirigida a entrar a los trabajos de cuidados. Al mismo tiempo, como, lejos de ser definitiva, se trata de una regularización condicional, aún consiguiendo ese objetivo, estas trabajadoras se ven obligadas a besar la mano que les da de comer con tal de mantener los permisos. No les queda otra que seguir encadenadas a la dinámica del trabajo asalariado para prolongar la regularidad que acaban de conseguir. En ese sentido, podemos afirmar que el Estado Burgués emplea la estrategia del palo y la zanahoria con los sectores más vulnerables de la clase trabajadora, haciendo uso de sus estratagemas habituales: les aplica un chantaje constante vinculando sus condiciones de supervivencia con los sectores laborales más devaluados y golpeados, legalizando de esta manera su vulnerabilidad.
El panorama general mencionado tiene un reflejo directo en el nivel de estudios de las personas que trabajan en este sector. Al ser uno de los sectores que engloba a los miembros más vulnerables de la clase trabajadora, es habitual que el perfil académico de los proletarios que trabajan en él se encuentren en los primeros niveles del proceso formativo. La obligación de entrar de manera temprana al mundo laboral tiene un impacto decisivo en la duración del proceso de formación. El 70% de las personas del sector tiene estudios de secundaria y un 16% solo de primaria; las personas de este sector que han tenido acceso a estudios superiores tan solo alcanza el 14%.
Además, es necesario añadir que las personas empleadas en el sector de los cuidados tienen grandes dificultades para conciliar el trabajo y las cargas familiares. Por un lado, hay que tener en cuenta, que en general, a nivel social el grueso de las cargas familiares recae sobre las mujeres. Se calcula que, las mujeres, de media, cuidan el doble de personas que los hombres (cada una de las mujeres que se encuentran en edad apropiada, esto es, las personas que tienen entre 15 y 64 años, para cuidar cuida más de 3,5 personas). Los hombres dedican de media 4 horas a las tareas domésticas; las mujeres, 2 horas más. Si sumamos a esto los elementos analizados en la parte dedicada a las condiciones laborales (jornadas prolongadas, partidas, la obligación de tener más de un empleo, jornadas muy intensas en lo que respecta a carga de trabajo), nos daremos cuenta de que la carga diaria de las personas empleadas en los trabajos de cuidados ocupan la mayor parte de su día. Esto tiene un impacto significativo en las vidas de estas personas, ya que, además de la influencia que tiene de cara al tiempo disponible para el ocio y el descanso de estas personas (lo que acarrea un empeoramiento significativo en las condiciones vitales de estas personas, tanto a corto como a largo plazo), también tiene un impacto inmenso en el ámbito político.
CONCLUSIONES
El sector de los cuidados es un sector especialmente devaluado en la actualidad. A través del análisis de los distintos aspectos realizado en el apartado de las condiciones laborales, identificamos que existe una gran distancia frente a las condiciones medias del resto de sectores laborales. Este proceso puede comprenderse como correlato del proceso de proletarización que está en proceso de expansión; al fin y al cabo, el contexto de crisis presiona hacia abajo en lo que a las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora. Esto ocurre de distintas maneras, y podemos comprender el proceso de expansión de las condiciones laborales desarrollado a lo largo del texto en términos de expansión y crecimiento de las capas más vulnerables del proletariado. Los cambios que se vienen sucediendo de manera vertiginosa en el campo de las fuerzas productivas abren las puertas a la posibilidad de la expulsión potencial de la fuerza de trabajo no cualificada de la producción y esto sitúa al proletariado bajo una amenaza constante. Aunque este proceso se da de distintas maneras, la profundización de la condición proletaria, entre otras cosas, se da en la forma de la expansión de los empleos infravalorados, así como en la del empeoramiento de las condiciones laborales de estos empleos. De la mano de la expansión del tercer sector, el tejido productivo se transforma en aras de responder a las necesidades que gradualmente se van gestando en las sociedades occidentales (el envejecimiento en específico, el aumento de las personas dependientes en general). A lo largo de ese proceso, además de desarrollarse nuevos nichos de mercado antes inexistentes, aquellas que ya existían son sometidas a arreglos. A su vez, se da un proceso de profundización en lo que a la mercantilización y las contradicciones de estos sectores se refiere.
Pueden comprenderse dentro de estas coordenadas la terciarización de las economías del centro imperialista (desmantelamiento industrial de los sectores que dejan de ser rentables y especialización y brutal desarrollo de determinadas ramas a un lado y expansión salvaje del tercer sector al otro) y la dimensión que el sector de los cuidados ha adquirido en los últimos años. En cualquier caso, aunque esto adquiera la forma de un proceso a nivel social, la brutalidad de este se ceba sobre todo en algunos sectores concretos. Dentro de la división del trabajo, aquellos sectores y puestos de trabajos a los que se reservan las posiciones más devaluadas sufren la profundización de la condición proletaria de manera especialmente violenta. Además de ser sectores que ya arrastraban una vulnerabilidad extra (esto es, teniendo un punto de partida peor), esta vulnerabilidad los deja indefensos frente a la barbarie de la sociedad capitalista. Además, estos sectores se presentan huérfanos en lo que a la organización obrera se refiera, bien por la dejadez o inutilidad de las formas políticas tradicionales, bien por el carácter antiproletario de estas mismas formas (debido a que la telaraña formada a partir de los partidos que conforman el Partido de la Burguesía y los sindicatos no tiene intención alguna de ejercer en la defensa de las condiciones de vitales y laborales de estos sectores; no mientras esto suponga contravenir las tendencias de la sociedad capitalista), o bien por la ausencia de una forma política independiente que responda a los intereses de los trabajadores del sector.
Existe una profunda relación entre las características generales de este sector económico y la caracterización de los trabajadores que trabajan en ella. El sector de los cuidados se encuentra entre los sectores laborales más devaluados. Ese carácter de oficio de segunda guarda una relación directa con ser uno de los sectores con las condiciones laborales más precarias, y como la inserción en estos puestos de trabajo es casi inmediata, esto atrae a un perfil concreto de trabajadores. Esto desencadena una interacción de factores; el círculo vicioso que sufre una gran parte del sector más vulnerable de la clase trabajadora. La devaluación del sector trae consigo la imposición de unas malas condiciones laborales; el sector más devaluado dentro de la clase trabajadora está obligado a aceptar esas condiciones arrastrado por la necesidad; estas condiciones reproducen la situación de este sector, y de esa manera, el sector que reunía las condiciones más precarias y los trabajadores mas vulnerables se vuelve todavía mas devaluado. Esto puede identificarse en los aspectos específicos del asunto. El sector de los cuidados emplea mano de obra feminizada y migrada; aun así, a medida que nos acercamos a la informalidad y la irregularidad en el sector, nos percataremos de que la cantidad de mujeres y personas migrantes crece. De esa manera, se reproduce la lógica existente entre la devaluación de las condiciones de trabajo y sector laboral, también en este ámbito. Los diferentes perfiles del proletariado deben su existencia a condiciones y relaciones laborales específicas, y a su vez, a cada perfil concreto dentro del proletariado se le reserva un lugar diferente. Y así una y otra vez.
La devaluación del sector trae consigo la imposición de unas malas condiciones laborales; el sector más devaluado dentro de la clase trabajadora está obligado a aceptar esas condiciones arrastrado por la necesidad; estas condiciones reproducen la situación de este sector, y de esa manera, el sector que reunía las condiciones más precarias y los trabajadores mas vulnerables se vuelve todavía mas devaluado
Finalmente, cabría analizar las salidas políticas que se le dan al problema. Es evidente que el fin de un ciclo concreto de la dinámica capitalista mundial ha sumido, en un sentido histórico, a las potencias tradicionales del centro imperialista en un proceso de decadencia. El Estado de Bienestar, su símbolo principal, se precipita junto con los que fueran sus soportes o pilares en ese mismo sentido. Aun así, los partidos que conforman el ala izquierda del Partido de la Burguesía, así como sus sindicatos, siguen obcecados en lo mismo: intentan agarrar los fragmentos que se escurren entre sus dedos, sin apartar la vista de aquello que otrora fue. En cualquier caso, el hecho de que la historia haya avanzado ha vaciado de contenido el cascarón revolucionario o progresista de la izquierda y, en su lugar, no ha dejado nada más que retórica. Al contrario, es más explícita que nunca la función que desempeñan los partidos, sindicatos y compañía en lo que al mantenimiento de la sociedad capitalista se refiere, esto es, su carácter antiproletario. Aunque esto se expresa en distintos ámbitos de la sociedad, el ámbito de los trabajos de cuidados también tiene la suya propia. En esa dirección, las propuestas de los partidos progresistas de izquierdas chocan constantemente con la cruda realidad. Entre otras cosas, por la imposibilidad de entender como es debido el asunto y por la estéril manera o dirección de afrontarlo.
El hecho de que su marco de pensamiento y acción esté encadenado a las normas de juego capitalistas y sus mecanismos y espacios hace que las soluciones que plantean se den dentro de los márgenes de ese marco; lo que en este caso se traduce en la defensa ciega de los servicios públicos, la publificación de los trabajos de cuidados y la profesionalización de los mismos. Por un lado critican el hecho de que el sector privado haya ganado peso a costa del sector público, con el objetivo de que aquellos espacios que hayan salido de la esfera pública (bien a raíz de su impotencia o bien como consecuencia de una decisión política consciente) vuelvan bajo el control del Estado, en la esperanza de reconstruir de alguna manera el Estado de Bienestar perdido. Por otro lado, también nos encontramos con la propuesta que realizan hacia este ámbito, la que se piensa y realiza en las claves mencionadas. Esto se expresa en el deseo de dar solución a la devaluación estructural de los trabajos de cuidados (consecuencia directa del funcionamiento de la sociedad capitalista) a través de decretos y reformas concretas. En esa dirección, cabe mencionar un par de elementos principales.
Por un lado, la falsa dicotomía público-privado. Aún siendo verdad que en este sector se dan mejores condiciones laborales y servicio en el sector público, el asunto y sus matices no dependen de la voluntad. Y, por lo tanto, su solución tampoco. La decadencia del sector público está relacionada con el agotamiento de unas condiciones históricas particulares, y en ese sentido, es difícil de solucionar remando a favor (en la gran mayoría de casos) o en contra (inocentemente, impotentemente) de las corrientes históricas que la causan. La decadencia de las potencias tradicionales del centro imperialista y el desmantelamiento del Estado de Bienestar brindan una oportunidad sin par a innumerables manos privadas antes mencionadas, y, en cualquier caso, dado que se complementan mutuamente, representan las dos caras de la misma moneda. Por otro lado, deberíamos hablar del punto de vista del proletariado empleado en este sector económico. A lo largo del artículo se ha venido subrayando el significado actual de ser un trabajador del sector de los cuidados: reproducir constantemente la condición de sector más golpeado dentro del proletariado. En ese sentido, vemos que estas propuestas se limitan a aparentar responder a aquellos sectores de la sociedad que de facto dejan de lado. Al fin y al cabo nos referimos al sector de la clase trabajadora que se define a partir de su situación de irregularidad y ausencia de contrato, de tener un sueldo que a duras penas alcanza para la reproducción de la vida, de su imposibilidad de conjugar vida personal y laboral, de su limitado acceso a la formación y un largo etcétera. Y, en ese sentido, al amplio sector de la clase trabajadora que la actual apuesta por la publificación y la profesionalización deja a un lado. La manera de afrontar el problema no puede partir de invisibilizar el problema, no al menos si su intención es afrontarlo de manera efectiva. Dirigirse al sector más vulnerable y golpeado del proletariado, en primera instancia, debe partir del intento de entender el asunto en su profundidad y realidad concreta. En caso de ofrecer una alternativa al ámbito de los trabajos de cuidados y las personas que trabajan en él, esto deberá hacerse obligatoriamente en claves radicales y rompedoras. Y esto solo se dará de la mano de la organización política independiente del proletariado. O no se dará.
Dirigirse al sector más vulnerable y golpeado del proletariado, en primera instancia, debe partir del intento de entender el asunto en su profundidad y realidad concreta. En caso de ofrecer una alternativa al ámbito de los trabajos de cuidados y las personas que trabajan en él, esto deberá hacerse obligatoriamente en claves radicales y rompedoras
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