Las dificultades del proceso socialista son evidentes si miramos a las experiencias del siglo XX. Y no sólo, ni especialmente, porque el carácter práctico del movimiento encuentre límites prácticos en la sociedad capitalista que quiere superar y en sus fuerzas organizadas. Al contrario, las mayores dificultades las ha encontrado en la comprensión del propio proceso, es decir, en la idea que el movimiento práctico se ha hecho de sí mismo. Y es que, si bien la incapacidad práctica es un límite físico evidente, superar ese límite se hace imposible si la idea que se tiene sobre el movimiento es incorrecta.
Esto se hace evidente cuando muchos rechazan las experiencias del siglo pasado según diferentes categorías: burocrático y autoritario unos, otros han definido directamente como no comunista o como una modernización atrasada el recorrido iniciado con la Revolución de Octubre. Muchos se han refugiado en los libros para renunciar a un proceso político según distintas categorías teóricas; quien supuestamente es instruido, elimina de la historia el proceso que fue próspero y diverso con una comprensión simplista de la teoría, sin saber que es él mismo y esa teoría que maneja quienes se han dejado a si mismos fuera de la historia.
Por supuesto, es importante analizar el fracaso de los procesos (no tan) pasados. Pero la propia comprensión del fracaso puede llevarnos a estar todavía inmersos en el fracaso. Hay quien dice que estos procesos revelaron el falso carácter de sujeto revolucionario de la clase obrera, porque esta sólo fue capaz de reproducir el sistema capitalista. Y si bien eso es parcialmente cierto, pues la clase obrera no es necesariamente revolucionaria, las conclusiones que llevan a negar la lucha de clases como medio de desarrollo de la estrategia comunista y a la clase obrera como cuerpo social del sujeto comunista son en cambio totalmente apolíticas e impotentes.
Es importante analizar el fracaso de los procesos (no tan) pasados. Pero la propia comprensión del fracaso puede llevarnos a estar todavía inmersos en el fracaso
Tales conclusiones derivan de la teoría de la modernización atrasada, que se sustenta en el resultado final de los procesos, es decir, en la evidencia, negándose a analizar los entresijos del proceso político. Precisamente, es porque fracasaron por lo que se deducen tales procesos como proceso de acumulación de capital. Pero quien lo resuelve de tal manera ahonda en el fracaso porque anula la reflexión del proceso político, haciendo imposible la lucha por el socialismo o condenándolo al simple control obrero sobre el Capital. No se trata, pues, de lo que simplemente ocurrió, sino de extraer conclusiones políticas de lo sucedido para reforzar el proceso socialista, o para oponerse a él.
En definitiva, según estas teorías no se puede hablar de fracaso de la construcción del socialismo porque no se construyó el socialismo. Es decir, para hablar de fracaso ha de haber un intento, pero el intento mismo se deja fuera del análisis, porque el resultado final parece determinar la voluntad inicial: no se construyó el socialismo = no se quiso construir el socialismo. Por eso, no son experiencias históricas que impliquen una enseñanza positiva, sino que experiencias que hay que dejar al margen, al parecer, por no estar ligadas a la historia del comunismo.
En cualquier caso, la primera cara de la ecuación −no se construyó el socialismo− es conflictiva. De hecho, iguala la no construcción del socialismo con la supervivencia del sistema capitalista. Mas cuando hablamos del proceso socialista hablamos también de evitar esa simpleza. Porque si damos por bueno que socialismo = comunismo, es erróneo considerar el proceso socialista = la dictadura del proletariado = la fase de transición como no socialista o no comunista; más aún no entenderlo como construcción del socialismo. En efecto, el hecho de que el sistema capitalista no haya sido borrado desde sus fundamentos no niega necesariamente el carácter socialista del proceso. Si así fuera, la construcción del socialismo no sería fruto de la lucha de clases, del conflicto, sino la labor de cocina de una receta que se da positivamente y que estaría más allá de la política. A esto viene precisamente la negación de la clase obrera como cuerpo social del sujeto revolucionario, que no es más que la expresión de la negación de la política.
El hecho de que el sistema capitalista no haya sido borrado desde sus fundamentos no niega necesariamente el carácter socialista del proceso. Si así fuera, la construcción del socialismo no sería fruto de la lucha de clases, del conflicto, sino la labor de cocina de una receta que se da positivamente y que estaría más allá de la política
La supervivencia del sistema capitalista explica los obstáculos y contradicciones de los procesos revolucionarios del siglo XX, como también los conflictos que se producían en estas sociedades. Pero esta supervivencia y los conflictos políticos surgidos ponen de manifiesto la extensión del proceso socialista. En definitiva, el conflicto y la división/autonomía entre la supervivencia (económica) de la sociedad capitalista y la estrategia socialista (política) caracterizan el proceso socialista del siglo XX (y su último fracaso).
Esta conflictiva división entre política y economía nos sigue sirviendo para caracterizar la revolución y sus tareas. La división, sin embargo, sólo se hace efectiva cuando se ha producido el fracaso. Y es que en ese momento la política revolucionaria ha perdido su justificación. Ya no es una política para transformar el mundo, sino el cadáver de su no transformación.
Fruto de esta división analítica es, por un lado, caracterizar los procesos del siglo XX como revoluciones políticas y, por otro, concluir que esto fue así porque en esos países no se llevó a cabo la construcción económica del socialismo. Pero, tal y como se ha dicho, esta división analítica es consecuencia de un proceso real que aconteció (y se da desde el punto de vista de los comunistas; y es que lo que se dividió fueron el modo de producción capitalista y las opciones de su superación, es decir, la estrategia socialista); pero no, en cambio, fruto de la división real existente entre la construcción económica y la política.
En otras palabras, la construcción económica del socialismo es la base de la estrategia socialista. Su desarrollo significa el desarrollo de capacidades políticas, porque la construcción del sujeto comunista es una construcción económica. Ambos son lo mismo, y la división entre ellos, entre la política y la economía (sistema), sólo es posible si se da el carácter antagónico entre ambos, si son la política socialista y el modo de producción capitalista (como potencia política organizada) los que luchan cara a cara.
La construcción económica del socialismo es la base de la estrategia socialista. Su desarrollo significa el desarrollo de capacidades políticas, porque la construcción del sujeto comunista es una construcción económica
Así, la no culminación de las relaciones de producción capitalistas, esto es, la no expansión y asentamiento de la construcción económica del socialismo en una escala determinada, no implica que esos procesos no fueran socialistas ni que tengan que ser colocados fuera del análisis de los comunistas mediante sentencias equívocas.
Es por ello que en este número hemos tenido como objetivo realizar un análisis del proceso chino que, por pequeño que sea, aborda diferentes ámbitos. Este análisis, sin embargo, tiene a la estrategia política en el epicentro. Porque, más allá del análisis de los procesos políticos, lo que la estrategia económica pone de manifiesto es el carácter político de China y del Partido Comunista. Al fin y al cabo, el análisis económico implica el análisis de la forma-sujeto, esto es, los cimientos de su producción como potencia política y sus objetivos de construcción social.
No basta con decir que en China sobrevive la economía capitalista. También es necesario analizar el sujeto del proceso socialista para resolver su estrategia y sus puntos de vista políticos. Para ello hay que estudiar su programa, pero también su desarrollo histórico. Esto nos permitirá comprender lo que se quiere hacer existir, más allá de lo ya existente. Porque no te hace comunista lo que ya está hecho, sino lo que quieres hacer. Es decir, el resultado no es lo que determina la voluntad ni lo que define a uno mismo; al contrario, eso lo hace nuestra actitud hacia el resultado, y la estrategia que adoptamos.
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