Miguel García
2023/11/05

La constitución del proletariado como movimiento político está atravesada históricamente tanto por sus victorias como por sus derrotas. Si las victorias describen los grandes hitos de nuestra clase como movimiento revolucionario, su madurez histórica y la profundidad de su acción; las derrotas, en tal o cual nación o continente, aportan no sólo lecciones que tienen validez internacional para toda la clase, sino también, el establecimiento de determinados principios teóricos y prácticos.

El siglo XX marcará las cotas más altas y amplias en su camino, inacabado a todas luces, por su definitiva emancipación así como sus límites más duros. Para poder analizar su recorrido desde ese período consideramos necesario retrotraernos, brevemente, al papel de la II Internacional para no empezar su historia por el final.

LA II INTERNACIONAL (1889-1914): CONSOLI­DACIÓN Y QUIEBRA DEL MOVIMIENTO OBRERO

La derrota de la Comuna de París (1871) y la disolución de la AIT marcan dos condiciones importantes, tanto objetivamente como subjetivamente, para el movimiento obrero: la entrada del modo de producción capitalista en su fase imperialista y la organización de millones de proletarios en los partidos obreros socialdemócratas.

Entre los factores determinantes que marcan esta transición se encuentran: 1) La unificación de Estados Unidos (Guerra de Secesión entre 1861-1875) y Alemania (Guerra franco-prusiana de 1870) que supondrá la creación de dos bases para el desarrollo del capitalismo. Supondrá, asimismo, una alteración de la correlación de fuerzas a nivel mundial, siendo perjudicados Inglaterra y Francia; 2) El desarrollo de las fuerzas productivas fruto de la segunda revolución industrial; 3) La crisis de sobreproducción cristalizada en toda su expresión en la gran depresión de 1873; 4) La aparición del proteccionismo producto del estrechamiento del mercado mundial; 5) La centralización de capitales: aparición del fenómeno monopolista y eliminación de la libre competencia como práctica dominante; y, 6) La lucha entre las diferentes potencias capitalistas por la conquista de las materias primas y los nuevos mercados a nivel mundial.

Entre 1876 y 1888, Marx se retirará del combate político (muere en 1883) dejando a la cabeza para esa tarea a Engels. Este se encargará de las polémicas más candentes dentro del marxismo. Producto de la lucha de Engels por lograr la difusión del marxismo en el movimiento obrero aparecerán en Francia figuras como Lafargue, Guesde y Sorel; en Alemania Bebel, Bernstein, Kautsky y más tarde Liebknecht, en Rusia Plejanov o en Italia Labriola. 

El partido obrero de masas será la organización predilecta y referente en Europa. Un partido que aglutina a millones de obreros capaz de generar instituciones paralelas a la sociedad burguesa, de ser un estado que coexiste dentro de la propia sociedad burguesa, pero sin realizar la revolución. En su seno se darán dos debates estratégicos de enorme relevancia: el debate entre reforma y revolución (que enfrentará a Bernstein contra Rosa Luxemburgo) y el debate sobre asalto o desgaste (que será el que enfrente a Kautsky contra Rosa Luxemburgo).

La II Internacional nacerá producto de dos congresos simultáneos y enfrentados: uno, organizado por los socialistas franceses (guesdistas); otro, por los blanquistas (Vaillant). Sin embargo, el modelo organizativo de la II Internacional no guardará conexión con el primero de la AIT. No dispondrá de una estructura centralizada y unitaria pues será, en su lugar, reemplazada por una federación de partidos estatales. Esta sustitución conllevará la autonomía de dichos partidos que priorizarán más la forma nacional de sus asuntos al fondo internacional que debería guiar dicha organización.

El modelo organizativo de la II Internacional no guardará conexión con el primero de la AIT. No dispondrá de una estructura centralizada y unitaria pues será, en su lugar, reemplazada por una federación de partidos estatales

Las cuestiones más importantes que agitarán la II Internacional serán los dos debates mencionados más arriba entre reforma y revolución; el camino de asalto o desgaste con respecto a la toma del poder político y la relación entre cuestión nacional e internacionalismo a raíz del colonialismo.

En la cuestión colonial, el ala oportunista y socialchovinista de la II Internacional, comandada por Vandervelde, apostará por la anexión de las colonias (caso de Sudáfrica por parte de los fabianos o del Congo por parte de los belgas); por la figura de la “autonomía” bajo la soberanía de la potencia imperialista ocupante (caso de la India) o por la posición centrista que, al mismo tiempo que rechaza la ocupación colonial, acuerda conceder una “independencia” gradual a las colonias (Kautsky en Alemania). La posición revolucionaria estará encabezada por los socialdemócratas rusos que establecerán una política internacional que vinculará la lucha por la revolución socialista con la independencia de las colonias.

El inicio de la I Guerra Mundial (1914) supondrá la bancarrota definitiva de la II Internacional. Además de las tres cuestiones mencionadas, se unirá una cuarta que marcará la ruptura definitiva: la guerra imperialista. La socialdemocracia alemana responderá en bloque cerrando filas con su propia burguesía votando a favor de los créditos de guerra para mandar al matadero a millones de proletarios. El proletariado revolucionario sostendrá que la posición revolucionaria pasa por el derrotismo revolucionario (no sólo trabajar por la derrota de tu propia burguesía en la propia guerra sino convertir dicha guerra imperialista en guerra revolucionaria de masas para vencer políticamente mediante la revolución socialista). Esta será la posición que sostengan los bolcheviques a la cabeza y, en Alemania, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

La ruptura irreconciliable dentro del movimiento obrero y socialista se consuma. Comenzará el período revolucionario más álgido a nivel mundial en la historia del proletariado. En Irlanda, en 1913, una huelga revolucionaria desembocará en un levantamiento contra el nacionalismo reaccionario que negociaba en el parlamento inglés, contra el nacionalismo republicano y, naturalmente, contra la potencia ocupante: Inglaterra. La lucha por la libertad de Irlanda tendrá que ir enlazada necesariamente por un combate simultáneo contra el desarrollo del capitalismo imperialista y de la mano de la emancipación del proletariado como clase. Sólo mediante la revolución socialista la cuestión nacional y agraria podrán tener verdadera solución. Aplastada a sangre y fuego, el eco de dicha sublevación resonará nuevamente el 24 de abril de 1916, el Alzamiento de Pascua, cuando el Ejército de Ciudadanos Irlandeses (el primer ejército rojo de la historia que dirá Lenin), íntegramente compuesto por proletarios, vuelva a insurreccionarse contra Inglaterra. James Connolly creará dicho ejército desde 1913 y su movimiento proclamará la independencia de Irlanda con la creación de la República. La insurrección será sofocada fusilando a sus principales líderes (el primero el propio Connolly) y con la represión de 4.000 proletarios. 

Desde entonces, se abre un intenso periodo de lucha de clases en el plano ideológico y político dentro de la socialdemocracia internacional (principalmente europea). El ala revolucionaria vuelve a poner encima de la mesa la necesidad de constituir una nueva Internacional. Las conferencias de Zimmerwald y Kienthal buscan caminar en esta dirección pero no lograrán avances más que parciales debido al insuficiente deslinde con el centrismo, la presencia del pacifismo y, en consecuencia, la existencia del oportunismo. 

El ala revolucionaria vuelve a poner encima de la mesa la necesidad de constituir una nueva Internacional. Las conferencias de Zimmerwald y Kienthal buscan caminar en esta dirección pero no lograrán avances más que parciales debido al insuficiente deslinde con el centrismo, la presencia del pacifismo y, en consecuencia, la existencia del oportunismo

En octubre de 1917 tendrá lugar en Rusia la primera revolución proletaria de la historia liderada por el partido bolchevique. Lo que parecía una risible utopía para la burguesía, esto es, que el proletariado revolucionario pudiera conquistar el poder político e instaurar el primer estado de dictadura del proletariado se convertirá en realidad. Pero no todo será un camino de rosas, pues a la inicial insurrección de octubre le vendrá casi inmediatamente la guerra civil rusa con la participación activa de las principales potencias imperialistas que sólo finalizará en 1923 con la victoria de los bolcheviques. La primera revolución proletaria triunfante prevalece contra todo pronóstico.

LA III INTERNACIONAL O LA INTERNACIONAL COMUNISTA (1919-1943): EL PARTIDO COMUNISTA MUNDIAL 

La Revolución de Octubre no sólo ha permitido iniciar el camino para la construcción del socialismo en Rusia (más adelante, en 1922, denominado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) sino que su ejemplo ha extendido las llamas de la revolución por todo el globo (y en especial Europa). Se produce la November Revolution en Alemania (1918) que acabará con el asesinato de Rosa Luxemburgo y Liebknecht a manos de los socialdemócratas, los levantamientos y huelgas en Finlandia (1918), la revolución en Hungría (1919) y el importante Biennio Rosso en todo el norte Italia (1919-1920) que supondrá la ocupación de fábricas y la creación de auténticos órganos de poder proletario como los consejos de fábrica. En 1921, nacerá el Partido Comunista Italiano producto de la separación con el reformista y socialchovinista Partido Socialista Italiano (PSI).

1919 es el año donde nace la Internacional Comunista (IC), siendo entre el 2 y el 7 de marzo el I Congreso de la IC. En su declaración firmada se afirma la necesidad de una organización internacional revolucionaria, escindida por completo de los “elementos social-traidores”, cuyo principal partido dirigente es el Partido Bolchevique. La revolución de Octubre será confirmada como el sendero correcto a recorrer por parte de los partidos revolucionarios (partido de vanguardia de nuevo tipo frente al partido de masas socialdemócrata) para lograr el camino hacia la conquista del poder. El I Congreso de la IC estará, pues, dominado por la tesis del derrumbe simultáneo del reformismo de la II Internacional y del capitalismo; por la inminencia de la revolución en Occidente y por una ruptura política pero incompleta ideológicamente con la socialdemocracia.

El I Congreso de la IC estará, pues, dominado por la tesis del derrumbe simultáneo del reformismo de la II Internacional y del capitalismo; por la inminencia de la revolución en Occidente y por una ruptura política pero incompleta ideológicamente con la socialdemocracia

En plena ola revolucionaria (1918-1919), todas las revoluciones e insurrecciones resultan aplastadas sin piedad una a una por parte de la burguesía. En ese contexto se reúne el II Congreso de la IC (21 de julio-6 de agosto) ante el empuje del proletariado revolucionario. A los avances organizativos reales, con partidos con fuerza política y peso específico, le faltaba la concreción programática iniciada en el I Congreso, en especial con las tesis enunciadas por Lenin sobre “La democracia burguesa y la dictadura del proletariado”. La búsqueda de una homogeneidad en el programa de la revolución se imponía para no desaprovechar la llamarada revolucionaria vigente. El resultado de esta homogeneización serán las “21 condiciones de entrada a la Internacional Comunista” que suponía la aceptación firme de la ruptura radical con la II Internacional y la concepción del partido de vanguardia de nuevo tipo. Un hito de importancia notable será el Congreso de Bakú de los Pueblos de Oriente (1920) por suponer la unión del movimiento revolucionario mundial en los países imperialistas con los pueblos oprimidos por parte del imperialismo.

En marzo de 1921, se prepara la primera insurrección coordinada de forma internacional (teoría de la ofensiva y teoría de la acción parcial) para la revolución comunista en Alemania. La teoría de la ofensiva animaba la insurrección en Alemania al establecer la disposición “objetiva” para la lucha revolucionaria por parte del proletariado pero este último, influido y educado durante décadas por la práctica del reformismo, estaba lejos de inclinarse mayoritariamente como clase hacia la revolución social. Dado que dicha influencia actuaba como un somnífero, era necesario una acción independiente del partido al margen de las masas (acción parcial) a fin de ponerlas en movimiento y arrastrarlas a la acción revolucionaria masiva.

El fracaso de las insurrecciones y la imposibilidad de mantener firmes las breves revoluciones iniciadas (a excepción de la URSS) marcarán el paso a la política del Frente Único que se diseñará entre el III Congreso (junio de 1921) y el IV Congreso de la IC (noviembre de 1922). 

Los resultados de la oleada revolucionaria arrojarán resultados contradictorios. Por un lado, la socialdemocracia después de la I Guerra Mundial ha conseguido contener los embates de los comunistas, ha estabilizado relativamente su posición de clase porque la burocracia obrera, partidista, sindical y parlamentaria no ha resultado quebrantada pero, esta es su debilidad, el timón de su hegemonía en el seno del movimiento obrero ya no es indiscutible. Por parte del comunismo, la revolución internacional ha quedado neutralizada y sofocada en el corto plazo. La lección dura es que el capitalismo puede ser, en apariencia, un sistema frágil (extenso, complejísimo, con multitud de puntos de fallos posibles) pero posee una capacidad de recomponerse y adaptarse asombrosa. La lección positiva es que cuentan con un inmenso prestigio entre el proletariado, que han salido, con todo, fortalecidos pese a ser minoría en la mayoría de países europeos pero que la tarea pendiente es ganar a la mayoría de la clase obrera. Una dificultad más: si la posibilidad inminente de la revolución era esperable, su derrota coloca al proletariado en una posición más incómoda al tener que partir de luchas que no son ya ofensivas. 

En base a estos hechos, se propondrá una política unitaria con quiénes son los enemigos: los socialdemócratas. El capitalismo, según la teoría del Consejo Ejecutivo de la IC, había logrado una estabilización temporal, y los comunistas debían unirse a los frentes unidos para frenar el declive de las fuerzas revolucionarias dentro de la clase obrera. En algunos países esta tesis se interpretó como frentes unidos creados “desde abajo”, es decir, con miembros pero no con dirigentes de organizaciones reformistas (será el caso de Italia); en otros, como en Gran Bretaña, se interpretó como frentes unidos “desde arriba”, con dirigentes reformistas. Los sindicatos serán el centro de agrupación y organización de la clase obrera. El lugar donde la IC piensa que se nutre el Partido de los futuros cuadros comunistas. Por ello, la política del Frente Único será una política orientada a una acción conjunta en el movimiento obrero de cara a dar una batalla contra las fuerzas socialdemócratas. La rebaja de esta política era vista como un paso atrás temporal producto de la ausencia de victorias revolucionarias y un aumento de la fuerza del reformismo, que quedaba lejos de estar desacreditada.

La política del Frente Único será una política orientada a una acción conjunta en el movimiento obrero de cara a dar una batalla contra las fuerzas socialdemócratas. La rebaja de esta política era vista como un paso atrás temporal producto de la ausencia de victorias revolucionarias y un aumento de la fuerza del reformismo, que quedaba lejos de estar desacreditada

Sin embargo, los efectos prácticos de la política del Frente Único serán casi nulos. La táctica de buscar un compromiso con los socialdemócratas de la Internacional no pasará de una declaración formal sin fuerza ni proyección. Es más, al poco tiempo dicha Internacional volverá a la II Internacional. Sus consecuencias más relevantes se darán en el plano teórico: se planteará como un programa comunista puede conducir a las masas desde las luchas inmediatas a la lucha por el poder. Las medidas incorporadas serán siempre transitorias y nunca una cuestión fija. 

El KPD abrazará la política del frente único y se producirán diferentes debates en relación a la formación de un “gobierno obrero”; la conjugación de la posibilidad de ganar la hegemonía en el parlamento y vincularlo con la dictadura del proletariado y qué papel tendría como “instrumento de transición”. Todos estos debates marcarán el IV Congreso de la IC. La estrategia se centrará en los países capitalistas desarrollados sobre los problemas que plantea el período de reflujo de la revolución: las fuerzas reales existentes dentro del movimiento obrero, las luchas defensivas y su papel, la tradición parlamentaria en el seno de la clase (participación, abstención o boicot), las reivindicaciones parciales y su relación con el programa comunista o el trabajo en los sindicatos reformistas.

En 1923 se produce una crisis revolucionaria ante la ocupación de Francia del Rühr, los comunistas franceses (PCF) y la Confederación General del Trabajo Unitario se unen junto a los consejos de fábrica del KPD (Partido Comunista Alemán separado del antiguo SPD) para frenar dicha ocupación por medio de sabotajes y de huelgas generales que desembocan en enfrentamientos militares entre el proletariado y la policía burguesa. Posteriormente, en octubre de 1923, estallan insurrecciones armadas en Berlín, Baviera, Hamburgo (siendo tomada la ciudad por los obreros) y Renania. Las fuerzas de la burguesía apagarán las diferentes intentonas insurreccionales disolviendo los consejos obreros. Las acciones revolucionarias en Alemania, serán continuadas en Polonia con la toma de la ciudad de Cracovia, la revolución en Bulgaria durante un año, o la insurrección en Estonia. Todos estos movimientos nacen al calor de una fuerza propulsora y un modelo (la revolución de Octubre) que permite una teleología política beneficiosa en el corto plazo pero problemática en el largo: la inevitabilidad de la revolución, la fe en la victoria del socialismo y la confianza en que las contradicciones del capitalismo generan constantemente aperturas políticas que pueden usarse en su contra. Asimismo, el espejo que la revolución de Octubre tiene en el conjunto de los partidos comunistas europeos (en especial el alemán) mostrará en toda su crudeza sus errores: la socialdemocracia es una fuerza estabilizadora del capitalismo a nivel económico y político como ninguna otra; sus instituciones tienen legitimidad y una fuerte tradición en el movimiento obrero y, lo más relevante, no existe un fuerte legado de luchas revolucionarias en Occidente. Todos estos elementos eran justo lo opuesto a lo que sucedió durante la Revolución de Octubre. El fracaso de la revolución de 1923 en Alemania selló las opciones revolucionarias en Europa que se abrieron tras la revolución rusa.

En consecuencia, la política de la Internacional y de la URSS cambiará radicalmente. En el plano interno de la URSS, los debates pivotarán sobre la revolución permanente o el socialismo en un sólo país. Será esta última posición liderada por Stalin la que triunfe en 1927. El reflujo de la revolución impondrá, como medida temporal, la preservación de la URSS como faro de la revolución. Pero de elemento táctico inicial paulatinamente se convertirá en principio estratégico conllevando que la URSS busque normalizar sus relaciones con el mundo capitalista, anteponga su desarrollo interno alos intereses de la revolución mundial , y vaya rebajando el papel de la Internacional Comunista hasta hacerlo su entero instrumento. Esta situación se verá claramente en el nuevo giro que dará la Unión Soviética mejorando sus relaciones con Gran Bretaña, reforzando los lazos económicos con Estados Unidos y sus conversaciones con Alemania. Se relajará por parte de Stalin y Chicherin el monopolio del comercio exterior. La situación internacional y el estado de ánimo en el partido no es ya temeroso de una nueva guerra contra las potencias capitalistas [1]. 

Con estos elementos se celebrará el V Congreso de la Internacional Comunista (1924) que consistirá en la bolchevización de los Partidos Comunistas. Será aceptado por prácticamente la totalidad de Partidos integrantes de la IC excepto por los bordiguistas italianos que criticarán este enfoque por adoptar la misma estructura organizativa que la del partido bolchevique sin atender a las diferentes características y particularidades que corresponden a los intereses del proletariado de cada país. Abierto dicho viraje político, le seguirá el período comandado por Bujarin al frente de la IC. Durante su dirección se adoptará la “política clase contra clase” (1928) que señalará a la socialdemocracia como socialfascista, socialchovinista y socialimperialista[2]. En este contexto, hay que recordar el ascenso y victoria del fascismo en Italia y su desarrollo cada vez más inquietante en Alemania. La posición de la URSS estará a caballo entre una política de paz y convivencia con el resto de potencias capitalistas “sin resignarse a reconocer al capitalismo”[3]. De cara a la política de la Internacional Comunista, supondrá la desaparición de las perspectivas revolucionarias hasta principios de los años 30 y el fracaso de su sección más avanzada. 

En relación a la política con respecto a los países coloniales, se adoptará desde comienzos de la década de los 20, en el II Congreso de la IC, la posición de una alianza temporal con la burguesía nacional en los países coloniales y atrasados pero a condición de no fusionarse con ella y mantener la independencia política en todo momento. Sin embargo, en los hechos, irá deformándose esta orientación para subordinar a los partidos comunistas a los movimientos nacionales burgueses como sucederá en toda Asia. El caso más sangrante será el del Partido Comunista Chino (PCCh) que, durante prácticamente toda la década de 1920, comenzará su andadura con una táctica de colaboración y alianzas con la burguesía nacionalista, encarnada en el Kuomintang (KMT), al seguir las directrices marcadas por la táctica global de la Comintern. La burguesía agraria, en su intento de detener la lucha campesina que ponía en jaque las relaciones de propiedad en el campo, aprovechará esta alianza para debilitar al PCCh, lo que llevará al partido comunista a perder su posición de independencia política, de referencia para el campesinado y el proletariado, y a adoptar una línea derechista y pacificadora que no será, pese a todo, suficiente para el Kuomintang. En 1927, el propio Kuomintang decide romper unilateralmente dicha alianza y exterminar sistemáticamente a miles de comunistas en el campo y la ciudad, forzando a una retirada a los revolucionarios para no ver desintegrado su propio Partido. La tragedia será consumada en el mismo año de 1927 con el aplastamiento de la insurrección proletaria en Cantón por parte del Kuomintang. 

Tras el revés político del PCCh y la ruptura de la alianza con el KMT, por parte del PCCh frente a la oposición de la Comintern, la línea de masas de la revolución china se centrará en el campesinado pobre y su agrupación en las zonas remotas debido a las guerras libradas por la tierra y las constantes rebeliones de dichas masas [4]. La apuesta del PCCh centrada en el movimiento campesino debido al aniquilamiento del proletariado en las ciudades le llevará a romper con la estrategia de la URSS y de la IC en tres puntos: 

1. Oposición a la disolución del Partido Comunista en el Kuomintang propugnando y luchando por su independencia organizativa frente a la posición de Stalin; 

2. Dirección del proletariado mediante el Partido Comunista incluso en la fase de la revolución burguesa, rompiendo con las concepciones mencheviques de la Internacional Comunista; 

3. Inicio de la guerra popular como estrategia revolucionaria para un país semicolonial y semifeudal basada en la construcción de los órganos revolucionarios de poder político y definición de una línea militar para comenzar la lucha armada frente a la agotada estrategia insurreccional de la Internacional Comunista. Al mismo tiempo, se iniciará la lucha ideológica y política en el seno del PCCh para combatir tanto el oportunismo de derecha (búsqueda de un estrecho vínculo con el Kuomintang y los terratenientes) como el oportunismo de izquierda (atrapado en el obrerismo insurreccional que daba la espalda a la lucha de las masas campesinas).

Esta ruptura marcará el inicio de la reconstrucción de las fuerzas revolucionarias en bases de apoyo en el campo, lo que será conocido como La Larga Marcha. Es aquí cuando el PCCh recupera su posición independiente y de referencialidad, convirtiéndose en la única fuerza capaz de dar una solución revolucionaria a los problemas abiertos en el campo, de cumplimentar las tareas democrático-burguesas y de llevar a su término la revolución comunista de forma exitosa. El curso de la revolución china estará marcado, especialmente desde los años 30 hasta finales de los 40, pero también después, por la afirmación formal de estar de acuerdo con la táctica de la Comintern pero su desobediencia sistemática en los hechos. En China la línea de Wang Ming, la específica de la Comintern y del PCUS, que anteponía los intereses soviéticos a los de la propia revolución china será quebrada progresivamente hasta la Campaña de Zheng Feng donde triunfará completamente la posición de Mao al frente del PCCh [5]. Las tensiones con la Internacional Comunista serán entonces abiertas, provocando que los máximos líderes del PCCh dejen de reunirse con el grupo de enlace soviético y que los cuadros de inteligencia del Partido Comunista bajo el mando de Kang Sheng empiecen a seguir al personal soviético en China [6]. Al mismo tiempo, se dejará de pasar información sobre cualquier cuestión y asuntos internos del PCCh a la URSS y la política revolucionaria quedará fuera del alcance de cualquier injerencia externa. Tras el fin de la segunda guerra mundial, y la derrota del imperialismo japonés en China, se desatará la guerra civil abierta entre el Kuomintang y el PCCh, venciendo este último y proclamando la revolución en 1949.

Y si esto es así en los países coloniales, hasta los años 30, no se vivirá un ascenso revolucionario en Europa como a comienzos de la década de 1920. En 1933, el partido nazi alcanzará el poder en Alemania desatando una represión brutal contra todas las organizaciones del movimiento obrero y desarrollando una completa integración de los sindicatos en el Estado. Esta política supondrá la estabilización de uno de los pilares que tenía el movimiento comunista a la hora de poner en jaque a la burguesía en Europa. La mayor experiencia revolucionaria se dará en España, primero con la insurrección proletaria de Asturias (5 de octubre de 1934) y, posteriormente, durante la guerra civil española (1936-1939). En un movimiento revolucionario de extraordinaria amplitud se desarrollará un proletariado de vanguardia que ocupará fábricas, procederá a la colectivización e incluso en el caso de la Federación de las Colectividades de Aragón tratará de abolir el dinero (1937). La guerra desatada por parte del fascismo y la política de subordinación que establecerá en su VII Congreso la IC (20 de agosto de 1935) ordenando a los partidos comunistas la creación de un frente popular antifascista con la burguesía democrática para parar el fascismo supondrá el desarme definitivo y el acta de defunción de cualquier tipo de independencia política (al establecer la disyuntiva entre democracia burguesa o fascismo). En el caso español, supondrá que el PCE se convierta en el brazo armado de la II República y de la Comintern renunciando a llevar a cabo la revolución para ganar la guerra. En 1939, las fuerzas fascistas lograrán la victoria imponiendo en los siguientes 40 años una dictadura fascista. 

El comienzo de la II Guerra Mundial abrirá un período de crisis revolucionaria donde Europa será escenario de una inmensa destrucción pero también de oportunidades revolucionarias. Principalmente esto último será el caso, gracias a la guerra de liberación nacional dirigida contra primero los fascistas italianos y después contra los nazis alemanes, de los comunistas albaneses que lograrán la victoria y ser, hasta el momento, la única revolución proletaria triunfante de la historia en Europa (1946). En el caso albanés, el Partido Comunista de Albania encuentra inicialmente su germen en el período de 1928-1933 donde el comunismo empezará a extenderse por medio de la formación de círculos de estudio creando un núcleo intelectual inicial que permita dotar a las diferentes células comunistas de mayor proyección. Una vez lograda ese primer hito inicial, el período de 1933-1935 se caracteriza por la lucha desatada por la burguesía progresista, escenificada en la insurrección de Fier (1935), por derrocar a la monarquía feudalista del rey Zog que, sin embargo, acabará en derrota. Ese período mostrará la incapacidad de la propia burguesía de poder llevar a cabo cualquier tipo de revolución y, en consecuencia, que dicho peso y tarea sólo puede ser culminada por el proletariado que enfrenta tanto las necesidades de cumplimentar la revolución democrático-burguesa como de llevar a cabo la revolución proletaria. Inmediatamente posterior al fracaso de la insurrección y hasta 1941, entrará el decisivo período donde los comunistas se organizarán para conquistar a las masas proletarias en dos frentes: 

1. En el movimiento obrero en las ciudades por su fuerza sindical; 

2. En el campo y las montañas para conquistar a las masas campesinas por medio de la generación de órganos de poder político y como medio de preparar las fuerzas guerrilleras del Partido de cara a desarrollar la línea militar de la revolución [7].

1941 es el año clave del Partido Comunista de Albania pues su fuerza como partido del proletariado vendrá acentuada tanto por la intervención y participación de la URSS en la II Guerra Mundial (y posterior disolución de la IC dos años después) como por la ausencia de fuerzas democráticas burguesas asentadas y con implantación en Albania. El campo para la dirección y unificación del movimiento revolucionario estará plenamente despejado para librar la guerra de liberación nacional. Asimismo, las tesis del frente popular no tendrán ningún peso por la ocupación imperialista y la completa debilidad de cualquier fuerza socialdemócrata en un país semifeudal y semicolonial como se ha mencionado anteriormente. 

En los Balcanes, existirá también un movimiento revolucionario de liberación nacional comandando por los partisanos yugoslavos que combatirán al fascismo y nazismo durante la II Guerra Mundial. Esta lucha será liderada por sus propios medios y fuerzas por el Partido Comunista Yugoslavo. Su génesis como partido está marcada por la unión en 1919 de las organizaciones socialdemócratas que formarán en Belgrado el Partido de los Trabajadores Socialdemócratas de Yugoslavia. Este partido se adhiere rápidamente a la Internacional Comunista proclamando como objetivo la persecución de la instauración de la dictadura del proletariado. El trabajo político con el movimiento obrero irá orientado a su fusión produciendo sus frutos en 1919 gracias, primero, a la integración de los trabajadores del movimiento sindical por medio de la elección de un Consejo Sindical Central de Trabajadores y, después, por la celebración de una conferencia de mujeres socialistas. Se conformará, asimismo, en Zagreb la Liga de la Juventud Comunista de Yugoslavia. 1919 también estará marcado en la historia del movimiento comunista de Yugoslavia por la definición del programa del partido y por su posterior cambio, en 1920, de nombre al denominarse Partido Comunista de Yugoslavia.

El crecimiento de los comunistas florecerá rápidamente mediante su extensión en las elecciones municipales en ciudades como Belgrado, Osjek, Skopje o Zagreb y por su fuerte presencia en los sindicatos (alrededor de 70.000 miembros) [8]. Como resultado, las primeras acciones revolucionarias se manifestarán en una sucesión de huelgas generales lideradas por los comunistas y los trabajadores para desafiar y tumbar la persecución desatada por la burguesía que anuló las elecciones municipales, reprimió los órganos de poder revolucionarios, desarticuló las sedes sindicales y apostó por militarización del trabajo. Sin embargo, el reflujo del movimiento obrero en Europa junto a la dictadura monárquica de Alejandro I ahogarán en sangre al movimiento revolucionario. Hasta casi el comienzo de la II Guerra Mundial, el Partido se verá forzado, fruto de la represión, a pasar completamente a la clandestinidad para no desaparecer. Con el comienzo de la II Guerra Mundial, Yugoslavia será invadida por Alemania, Hungría, Rumanía, Italia y Bulgaria. La monarquía partirá al exilio, dejando el terreno igualmente allanado para el crecimiento de los comunistas yugoslavos tras décadas de debilidad y marginalidad política. Comenzará la lucha de liberación nacional desde 1941 hasta 1945 donde más de 1.200.000 partisanos yugoslavos [9] serán asesinados pero que culminará con la derrota de las potencias del Eje y la creación de la República Federativa Socialista de Yugoslavia por medio del Partido Comunista liderado por Josip Broz Tito.

El VII Congreso de la Internacional Comunista será a la postre el último. Aunque había previsión de celebrar un VIII Congreso, la Internacional Comunista será autodisuelta en 1943 mediante una declaración firmada por sus diferentes integrantes. De centro dirigente de la revolución mundial inicial pasará a ser medio de resistencia frente al fascismo e instrumento de la política exterior soviética sofocando revoluciones en Oriente y Europa a partir de la década de 1930. Así culminará de la forma más triste posible el mayor centro internacional del proletariado: de ser la más alta organización y luchar por sepultar al capitalismo a devenir su salvador. La historia mostrará de forma caprichosamente trágica que al igual que la II Internacional sucumbió con el estallido de la I Guerra Mundial, otra guerra mundial será el acta definitivo de defunción de la Internacional más poderosa en la historia de nuestra clase.

La historia mostrará de forma caprichosamente trágica que al igual que la II Internacional sucumbió con el estallido de la I Guerra Mundial, otra guerra mundial será el acta definitivo de defunción de la Internacional más poderosa en la historia de nuestra clase

REFERENCIAS

[1] Para un análisis más detallado véase Michael Reiman’s The Birth of Stalinism: The USSR on the Eve of the “Second Revolution”.

[2] “La lucha de clases, la socialdemocracia y el fascismo”, VI Congreso de la Internacional Comunista, Cuadernos de Pasado y Presente, número 66, pág 105.

[3] “Tesis sobre la lucha contra la guerra imperialista y la tarea de los comunistas”, VI Congreso de la Internacional Comunista, 1928, Cuadernos de Pasado y Presente número 66. pág 157.

[4] Véase Investigación del movimiento campesino en Hunan, escrito en mayo de 1927 por Mao Tse-Tung.

[5] En los textos de Mao se concretiza que la línea negativa comienza en 1932 y que no había sido corregida en la Conferencia de Zunyi de 1935 ni en el Pleno del año 1938. No será rectificada completamente hasta el Movimiento de Yanann entre 1942-1945.

[6] Para un análisis más detallado véase The Vladimirov Diaries. Peter Vladimirov’s Secret Journals of Mao Tse-Tung’s China during the Second World War.

[7] Para un análisis más detallado sobre la constitución del Partido Comunista de Albania, véase Historia del Partido del Trabajo de Albania, publicado por la editorial Templando El Acero.

[8] Historia of the SKJ. Communist, 1985.

[9] Para una información más detallada, se puede consultar el libro de Nikola Grulovíc, Yugoslavs in the war and October Revolution, Rad 1965.

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