FOTOGRAFÍA / Amaiur Santxoierto
2024/04/04

"Sería ingenuo, esperar una mayoría ‘formal’ de los bolcheviques (…) Ninguna revolución lo espera" - Lenin, Carta del 13 de septiembre al Comité Central

Es cierto que los partidos comunistas que conquistaron el poder político en distintos lugares del mundo se presentaron a las elecciones en algunas ocasiones, es decir, desarrollaron tácticas parlamentarias en determinados momentos. No obstante, cabe preguntarse si presentarse a las elecciones fue condición sine qua non para el triunfo de la revolución socialista, o si por el contrario, la toma del poder político por parte del proletariado fue el resultado de un desarrollo organizativo más amplio. 

Para ello, partiremos de unas nociones teóricas básicas de la teoría marxista sobre la toma del poder político y la Dictadura del Proletariado. Después, observaremos la dimensión cuantitativa de la Revolución Rusa del siglo XX. Finalmente, comprobaremos, también de forma empírica, qué alcance electoral y militante llegaron a tener algunos partidos comunistas en Occidente, haciendo especial hincapié en el Partido Comunista Italiano.

TEORÍA MARXISTA GENERAL DEL ESTADO Y EL PODER POLÍTICO: LA DICTADURA DEL PROLETARIADO

Según la teoría marxista, el estado es una institución que sirve a los intereses de la clase dominante en una sociedad dada. Karl Marx describió el estado como un “comité ejecutivo” o “consejo de administración” de la burguesía en las sociedades capitalistas, es decir, argumentó que el estado se encarga de proteger y promover los intereses de la clase dominante de cada momento histórico; intereses que en la sociedad capitalista no son otros que los de la burguesía. Marx, al igual que su compañero Friedrich Engels, decía que, en última instancia, el estado se basa en la violencia y la coerción para imponer el orden social y proteger los intereses de la clase dominante. Estos intereses objetivos se manifiestan en la aplicación de leyes, el sistema judicial y en la capacidad del estado para emplear el monopolio de la fuerza organizada en defensa de la propiedad privada y la estructura de clases existente. 

De esta noción clasista del estado, Marx y Engels deducen que éste desaparecería o “se extinguiría” en una sociedad comunista, en una sociedad sin clases. Pero para llegar a ese estadio proponen la necesidad histórica de “la Dictadura del Proletariado”, un período transitorio en el que el proletariado tomaría el control del estado para destruir el poder burgués, transformar las relaciones de sociales de producción y avanzar hacia el comunismo. 

Para llegar a ese estadio proponen la necesidad histórica de “la Dictadura del Proletariado”, un período transitorio en el que el proletariado tomaría el control del Estado para destruir el poder burgués, transformar las relaciones de sociales de producción y avanzar hacia el comunismo

Como consecuencia, Marx y Engels desenmascararon la democracia burguesa como espejismo que encubre ideológica y políticamente la Dictadura del Capital sobre las masas desposeídas. Al considerar que las estructuras socioeconómicas subyacentes al estado están controladas por la clase dominante, consideraban que la democracia burguesa no podía ser, tal y como presume, una verdadera expresión de la “voluntad popular”, “voluntad general” o “soberanía nacional”.

En la misma dirección, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, concibió el estado como “instrumento de dominación de clase”. En la obra El Estado y la Revolución defendió la idea de que la revolución proletaria debe llevar a la destrucción del aparato estatal burgués en lugar de simplemente tomar el control de sus instituciones existentes. Consecuentemente, propuso la creación de un nuevo tipo de estado, basado en consejos obreros (soviets), como la forma más auténtica y desarrollada de democracia/dictadura proletaria.

DOCTRINA MARXISTA DE LA CONQUISTA DEL PODER POLÍTICO

De la teoría general esbozada anteriormente se desprende la pregunta ¿cómo?; la doctrina marxista clásica trató de dilucidar con qué fuerzas debe contar el proletariado exactamente y de qué forma deben estar dispuestas para acometer la tarea de la conquista del poder político. En materia de esta ciencia subversiva, fueron especialmente relevantes los hallazgos realizados a través de la experimentación de diversas formas de movilización de masas, la función de la propaganda y, sobre todo, el elemento organizativo, que abarcaba desde la teoría de la forma general del Partido hasta las técnicas organizativas más concretas.

Los padres del comunismo moderno estudiaron profundamente la revolución y la violencia para descartar algunos modelos concretos, pero no teorizaron la insurrección de forma sistemática y positiva. Eso sí, esbozaron una serie de ideas generales que luego los bolcheviques asumieron y desarrollaron con mayor amplitud: la unidad de las dimensiones de lo político, lo social y lo militar en la lucha revolucionaria, la evaluación de las relaciones de fuerza y de las condiciones objetivas, análisis de las etapas sucesivas de un proceso subversivo, el factor de la erosión moral y material del Ejército de la burguesía y el armamento e instrucción al pueblo bajo la dirección de oficiales de la milicia proletaria, entre otros [1]. Con las lecciones de la experiencia revolucionaria alemana de 1848-1849 en la mano, Engels afirmó que “la insurrección era un arte como la guerra”, y, por tanto, debía atenerse a “ciertas normas de procedimiento”. El consejo básico era “no intentar la rebelión hasta que la organización revolucionaria no estuviese plenamente preparada para afrontar todas las consecuencias”, y cuando ésta se iniciase, era absolutamente esencial mantener la ofensiva a toda costa [2]. 

A la luz de estas nociones y su posterior concreción teórico-política en Rusia, la Gran Revolución Socialista de Octubre sacudiría toda Europa y el mundo entero, demostrando la actualidad de la vía revolucionaria al socialismo. La maquinaria organizativa bolchevique fue una de las pocas formaciones políticas que había asumido en la práctica la toma del poder según una doctrina de la insurrección claramente formulada, actualizando y concretando la teoría marxista de la conquista violenta del estado y dotándole de un cuerpo organizativo [3]. El líder revolucionario dio otra vuelta de tuerca a la concepción de la revolución como “arte” en Marx y Engels, y sentenció el siguiente principio: “Es imposible mantenerse fieles al marxismo, a la revolución, sin considerar la insurrección como un arte” [4].

La maquinaria organizativa bolchevique fue una de las pocas formaciones políticas que había asumido en la práctica la toma del poder según una doctrina de la insurrección claramente formulada, actualizando y concretando la teoría marxista de la conquista violenta del estado y dotándole de un cuerpo organizativo

La idea insurreccional bolchevique, por tanto, se entendía como un eslabón en una larga cadena de circunstancias revolucionarias vinculadas con el movimiento de masas. En el folleto La quiebra Segunda Internacional en 1915, Lenin establecía tres indicios o condiciones para definir una situación histórica como “prerrevolucionaria” [5]:

  1. Crisis interna de la clase dirigente.
  2. La agravación anormal de las privaciones y sufrimientos de las clases oprimidas.
  3. El aumento sensible, en virtud de lo expuesto, de la actividad de las masas.

No obstante, Lenin siempre recalcó que “toda situación revolucionaria no engendra necesariamente una revolución”, y es que “ésta no se realiza sino cuando se añade a los factores enumerados el factor subjetivo, es decir, la aptitud de la clase revolucionaria para la acción revolucionaria, la aptitud de las masas, suficientemente fuerte, para romper o quebrantar el antiguo gobierno, que, aun en el apogeo de la crisis, “no caerá si no se le hace caer” [6].

Según recuerdan los dirigentes de la Internacional Comunista en la obra La insurrección armada, Lenin jamás consideró la insurrección como un acto aislado, sin relación con los demás momentos estratégicos de la lucha de clases. “La insurrección se prepara por toda la lucha de clases de un país; es simplemente la continuación orgánica de esta lucha” [7], subrayaban. Es más, consideraban lo siguiente, con aún mayor claridad conceptual: “Toda la actividad del partido revolucionario: lucha por la paz, contra la intervención imperialista (en China, en la URSS, etcétera), contra las guerras imperialistas en preparación (en Europa, en América, etcétera), contra la racionalización capitalista, por el aumento de los salarios, los seguros sociales en general, por la elevación del nivel de vida del proletariado, la nacionalización del suelo, la lucha parlamentaria, etc., todo esto debe dirigirse hacia la preparación y la movilización de las masas para una forma superior de lucha durante el impulso de la revolución, para la insurrección”[8]. 

No obstante, aunque las condiciones indispensables para el éxito de la insurrección estén teóricamente definidas, históricamente ha resultado muy difícil apreciar prácticamente el grado de madurez de la situación revolucionaria y, por consecuencia, decidir la cuestión del comienzo de la insurrección. “El problema de la fecha de la insurrección es de una importancia excepcional”, admitían los dirigentes de la Internacional Comunista [9]. Y no es para menos, ya que éste ha sido uno de los factores más importantes que han distinguido a las revoluciones exitosas de las fallidas. A continuación nos detendremos a observar La Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917, prestando especial atención al proceso que fraguó la conquista del poder político de los bolcheviques y con qué medios humanos dispusieron para ello. 

REVOLUCIÓN DE OCTUBRE (1917)

Los bolcheviques, liderados por Lenin, participaron en algunas elecciones a la Duma (parlamento ruso) Estatal y en las elecciones de la Asamblea Constituyente tras la Revolución de Octubre de 1917. Sin embargo, la adopción de la táctica electoral “pacífica” en la Rusia revolucionaria por parte de los bolcheviques fue breve y nunca preponderante sobre otras prioridades estratégicas como la participación en los Soviets (consejos obreros independientes) o la misma preparación de la insurrección. 

No hay que olvidar que en Rusia existía un claro poder dual tras la Revolución de Febrero: el de los Consejos Obreros y el del aparato oficial del estado post-zarista. En este contexto, Oskar Anweiler recuerda en su obra Los Soviets en Rusia cómo los bolcheviques siguieron una doble orientación antes de llegar al poder: “Por un lado, estaban ocupados en la propagación de su propio programa y su lucha despiadada contra el Gobierno Provisional, para ganarse la mayoría en el soviet; y por otro lado, exigían la toma del poder por los consejos socialistas moderados” [10].

Esta táctica respondía a una lógica clara, y es que la dirección bolchevique era consciente de que si los socialistas moderados tomasen el gobierno, no cumplirían ni el programa de mínimos que requerían las amplias masas. Contaban con que, en aquella situación excepcional, objetivamente revolucionaria, el ansia de paz de los soldados en el frente, el hambre de los campesinos y la agitación de los obreros les allanarían el camino a tener la mayoría en los Soviets (que no en la Duma), y con ello, deponer incluso un Gobierno Provisional de los socialistas moderados. Este plan, recordaba Iósif Stalin, “no significaba naturalmente la Dictadura del Proletariado, pero sin duda facilitaba la creación de condiciones necesarias para el aseguramiento de la dictadura, ya que este plan aceleraría, dado que ponía a los mencheviques y socialrevolucionarios en el poder y les forzaba a llevar a cabo su plataforma anti-revolucionaria en la praxis, el descubrimiento de la auténtica realidad de estos partidos, su aislamiento, su desapego de las masas” [11]. 

Esto no suponía, de ninguna manera, una renuncia a las convicciones bolcheviques fundamentales sobre el carácter inherentemente violento de la revolución, sino que en un momento concreto consideraron la hipótesis de que, con el Partido del proletariado revolucionario ya articulado en vías a la independencia política y con un fuerte empuje de las masas, se abría una oportunidad especial para llegar al poder sin necesidad de una insurrección. Inmediatamente pudieron comprobar que no fue posible, y no se empeñaron en prolongar más esa táctica. De hecho, Anweiler recuerda que “esto fue aconsejado y propagado por él (Lenin) sólo bajo las determinadas condiciones de la primavera de 1917 en Rusia” [12]. Por lo demás, el líder bolchevique dejó claro que la guerra civil era la vía normal de la revolución socialista, y que el “camino pacífico” era solo una excepción [13]. Además, la hipótesis de la toma del poder pacífica por los bolcheviques tampoco excluía en ningún momento las medidas represivas oportunas contra los enemigos de clase y los traidores. 

Por lo demás, el líder bolchevique dejó claro que la guerra civil era la vía normal de la revolución socialista, y que el “camino pacífico” era sólo una excepción

Centrándonos en las dimensiones cuantitativas de la fuerza organizativa de los bolcheviques en el momento de la revolución, cabe mencionar que hasta agosto de 1917 a los bolcheviques sólo les seguía una minoría en Rusia. Es más, Anweiler señala que eran “el grupo más pequeño entre los tres mayores partidos socialistas”, tanto en su representación en los Soviets, como en los parlamentos oficiales urbanos y rurales [14]. A seis meses de la Revolución de Octubre, en abril de 1917, los miembros del partido dirigido por Lenin rondaban los 80.000 (0,06% de la población total rusa de entonces) y en agosto, tan sólo dos meses antes de llegar al poder, subieron hasta la asombrosa cifra de los 240.000 militantes; pero que no dejaba de ser el 0,18% de la población rusa total [15]. Poco después, según recoge un acta de reunión del Comité Central del Partido Bolchevique [16], en el mismísimo mes de octubre de 1917 contaban con al menos 400.000 miembros; es decir, Lenin y sus camaradas contaron con el apoyo directo, activo y organizado de poco más del 0,3% de la población del Imperio Ruso para tomar el poder. 

En el mismísimo mes de octubre de 1917 contaban con al menos 400.000 miembros; es decir, Lenin y sus camaradas contaron con el apoyo directo, activo y organizado de poco más del 0,3% de la población del Imperio Ruso para tomar el poder

Por tanto, si las condiciones históricas específicas mostradas anteriormente y el factor cuantitativo absoluto mínimo no son suficientes por sí solos para explicar la conquista del poder político, ¿qué otros elementos intercedieron en el triunfo bolchevique? Factores como la disposición estratégica y cualitativa de la fuerza militante, así como la extensión de la red de simpatizantes pueden contribuir a hacernos una idea. Por un lado, cabe destacar que ese crecimiento en el tejido militante y el prestigio bolchevique se dio principalmente entre las zonas más industrializadas del campo y las capitales, sobre todo entre el proletariado industrial. Por otro lado, el apoyo a los bolcheviques se aceleró aún más según el Gobierno Provisional mostraba una clara incompetencia y falta de voluntad política a la hora de asumir las tareas más urgentes para las masas hambrientas, masacradas y oprimidas bajo los escombros del Imperio Ruso. El poder ya no se sostenía mediante mano dura, es más, el golpe de estado del General Kornilov de julio de 1917 y la férrea resistencia que opusieron los bolcheviques ante ello no hizo más que aumentar el prestigio de los comunistas, que abanderaban un programa de “Paz, Tierra y Pan”. Así, entre finales de agosto y principios de septiembre de 1917, el bolchevismo se convirtió en un gran movimiento de masas. Anweiler lo ilustra con una estimación del ejército de simpatizantes del Partido Bolchevique: “Junto a cada militante bolchevique se reunían 20, 30 o incluso 50 ‘bolcheviques’ que no eran miembros del partido, sino simpatizantes” [17]. Es decir, que tomando la modesta referencia de 20 simpatizantes por cada miembro del partido como referencia, en octubre de 1917 podrían contar con una base social de al menos 8 millones de personas que los apoyaban a pesar de no ser miembros orgánicos; esto supondría ya el 6 % de la población rusa. Un 6 % de la población, recordemos, situado en posiciones geográficas, económicas y sociales de una importancia estratégica para el desarrollo capitalista en Rusia. Anweiler ofrece más detalles al respecto:

Los comités de fábrica eran bolcheviques en su mayoría en Petersburgo y Moscú, en el Ural y en el valle del Donec desde el verano de 1917. Pero también los sindicatos, dominios de los mencheviques en los primeros meses de la Revolución, cayeron en otoño progresivamente bajo la influencia de los bolcheviques. Mientras que los bolcheviques en el Congreso sindicalista de toda Rusia (junio de 1917) sólo tenían a su lado a un 36,4% de los delegados, entre los 117 delegados sindicalistas, en la Conferencia Democrática de septiembre eran un 58% bolcheviques, frente a un 38,4% de mencheviques y socialrevolucionarios de derechas. En la víspera de octubre casi todos los sindicatos de las grandes ciudades industriales estaban a favor del partido de Lenin, a excepción de la importante asociación ferroviaria, los sindicatos de correos, telégrafos y los impresores [18].

Junto a cada militante bolchevique se reunían 20, 30 o incluso 50 ‘bolcheviques’ que no eran miembros del partido, sino simpatizantes

En aquel contexto, Lenin había evaluado la crisis interna de Rusia y la situación internacional, llegando a la conclusión de que estaba madura para que los bolcheviques asumieran el poder de inmediato. Con una visión clara y consciente de la trascendencia de ese momento histórico singular, estaba convencido de la necesidad política de la insurrección y de su preparación práctica inmediata. Para ello, tuvo que abrirse paso a codazos incluso dentro del Comité Central del Partido Bolchevique, aislando a los que se oponían y atrayendo a los vacilantes. 

En su carta al Comité Central del 13 de septiembre, titulada Marxismo y sublevación, Lenin acusaba de oportunistas a quienes se resistían a considerar la insurrección como un arte, siempre que las condiciones objetivas estuvieran maduras para ello. Estaba absolutamente enfocado en el aspecto técnico del levantamiento planeado y temía que fuera demasiado tarde. En aquel preciso instante desestimaba la investigación sobre la mayoría democrática en la Revolución y la legalidad de la sublevación le daba absolutamente igual. La sublevación no podía esperar ni siquiera a la reunión del II Congreso de soviets de toda Rusia, consideraba “catastrófico” postergarla hasta ese momento. En una carta contundente al Partido, llegó a calificar la actitud de espera como “total idiotez o total traición”: la condiciones estaban dadas, primero había que aplastar al Gobierno Provisional de Kerenski, luego se convocaría el Congreso de los soviets. Para Lenin en aquel momento los órganos superiores soviéticos no eran decisivos, retomó su antigua concepción de los consejos como órganos de sublevación. La consigna “todo el poder para los soviets” en aquel momento equivalía, más que nunca, al llamado a la sublevación. Era conocedor de que los consejos debían desempeñar un papel práctico en la sublevación, pero debido al carácter líquido en sus mayorías, abogaba por que el Partido Bolchevique dirigiera la preparación práctica del levantamiento de manera independiente, justo en el momento exacto en el que eran más fuertes en los soviets. En general, la concepción de Lenin para la sublevación de octubre implicaba que el Partido Bolchevique llevara a cabo la insurrección y la toma del poder fuera ratificada por los consejos.

La consigna “todo el poder para los soviets” en aquel momento equivalía, más que nunca, al llamado a la sublevación. Era conocedor de que los consejos debían desempeñar un papel práctico en la sublevación, pero debido al carácter líquido en sus mayorías, abogaba por que el Partido Bolchevique dirigiera la preparación práctica del levantamiento de manera independiente, justo en el momento exacto en el que eran más fuertes en los soviets

Después de todo esto, empezamos a comprender por qué ni siquiera la mayoría formal en las elecciones burguesas fuese un elemento necesario para que los bolcheviques tomaran el poder. A los hechos nos remitimos: los resultados de las votaciones para la Asamblea Constituyente tras la Revolución de Octubre dio la siguiente repartición de votos y escaños [20]: 

Socialrevolucionarios rusos15.848.004
Socialrevolucionarios ucranianos
1.286.157
Coalición de socialistas ucranianos
3.556.581
Socialrevolucionarios y seguidores en total
20.690.742
Bolcheviques9.844.637
Mencheviques1.364.826
Otros socialistas601.707
Demócratas constitucionales1.986.601
Grupos conservadores rusos1.262.418
Grupos nacionalistas2.620.967

Tabla 1: Resultados en votos de las elecciones para la Asamblea Constituyente de Rusia tras la Revolución de Octubre

Socialrevolucionarios rusos
299
Socialrevolucionarios ucranianos
81
Socialrevolucionarios de izquierdas
39
Bolcheviques
168
Mencheviques
18
Otros socialistas
4
Demócratas constitucionales
15
Conservadores2
Grupos nacionalistas
77

Tabla 2: Resultados en escaños de las elecciones para la Asamblea Constituyente de Rusia tras la Revolución de Octubre

En las elecciones para la Asamblea Constituyente, los bolcheviques no lograron los votos esperados; eso sí, obtuvieron el 23,9 %, se convirtieron en el segundo partido más fuerte y el número de votantes bolcheviques en aquellas elecciones fue 24 veces más grande que el número de los afiliados al partido, a pesar de no contar con la mayoría de la población rusa. En la otra cara de la moneda, aquellas elecciones mostraron también un hecho que ayuda a comprender por qué los bolcheviques apostaron por una táctica parlamentaria: Rusia era un país donde la mayoría de la población simpatizaba con el socialismo, los diferentes partidos socialistas se presentaban a las elecciones y de hecho habían ganado el apoyo de las 4/5 partes de la población. Entre ellos, los bolcheviques sólo obtuvieron aproximadamente un cuarto de los votos a nivel nacional, pero la dimensión cualitativa de éste apoyo reveló una realidad diferente y decisiva para la correlación de fuerzas general en la lucha de clases, que no en las elecciones. Los bolcheviques obtuvieron la mayoría relativa o absoluta en grandes ciudades, los cinturones industriales y, muy importante, en las guarniciones militares del interior. Además, tenían gran influencia en los ejércitos en el frente norte, noroeste y la flota del Báltico. Obtuvieron nada menos que el 41% del voto total del ejército [21], un hecho cuyo significado es más que evidente. Eso sí, cabe recordar que, a diferencia de los ejércitos contemporáneos, el ejército ruso de 1917 no era profesional: estaba compuesto en un 85% por suboficiales y soldados rasos [22] que provenían principalmente de extracción social proletaria o campesina pobre. Fuera de su bastión, los bolcheviques ganaron influencia también entre algunos campesinos en territorios centrales, del noroeste y la Rusia blanca.

En las elecciones para la Asamblea Constituyente, los bolcheviques no lograron los votos esperados; eso sí, obtuvieron el 23,9 %, se convirtieron en el segundo partido más fuerte y el número de votantes bolcheviques en aquellas elecciones fue 24 veces más grande que el número de los afiliados al partido

La correlación entre los resultados electorales y la fuerza de los partidos en los soviets locales indicaba una clara relación con la mayoría bolchevique en consejos obreros y de soldados en las ciudades. Por el contrario, la superioridad socialrevolucionaria en las organizaciones campesinas se reflejaba en su éxito electoral en las áreas agrarias. Anweiler concluye que, en esencia, los resultados electorales anticipaban la disposición geográfica de fuerzas de la guerra civil en ciernes: “Los bolcheviques ocupaban el centro, mientras que sus opositores debían operar desde la periferia” [24].

Acto seguido, los bolcheviques disolvieron la Asamblea Constituyente y se celebró el Congreso de los soviets, demostrando que si se tiene suficiente fuerza como para plantearse una revolución “desde el parlamento”, paradójicamente, supone la misma fuerza necesaria para disolverlo. Así, finalizó la fase de transición desde la toma del poder por los bolcheviques en octubre de 1917 hasta la consolidación del nuevo orden estatal: la democracia burguesa había fracasado ante el proletariado revolucionario. Además, apenas hubo protestas contra las primeras medidas de los bolcheviques, las masas campesinas y obreras, para las cuales la Asamblea Constituyente siempre había sido un ente distante y abstracto, mostraron mayor aceptación hacia las medidas prácticas concretas del gobierno revolucionario, en comparación con las resoluciones teóricas de una Asamblea Constituyente sin influencia real [25]. 

Para Lenin y los bolcheviques, por tanto, el factor decisivo en la Asamblea Constituyente siempre fue quién representaba la fuerza política definitiva, la fuerza política real. Es decir, no cuántos votos tenía, sino qué había detrás de esos votos, qué medios tenía tras de sí. “La cuestión de la Asamblea Constituyente está subordinada a la cuestión del desarrollo y el resultado de la lucha de clases entre burguesía y proletariado”, escribía Lenin a finales de julio de 1917 [26].

Un folleto bolchevique muy popular de la época era aún más explícito al respecto: “La Asamblea Constituyente tiene que reunirse en Petersburgo, para que así el pueblo revolucionario y, sobre todo, las tropas revolucionarias puedan tenerla bajo control y puedan ejercer presión sobre ella” [28]. 

INTENTO INSURRECCIONAL

La Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia resonó por toda Europa y el mundo entero, y sirvió de catalizador de los movimientos revolucionarios que se estaban articulando en todas partes. En el contexto de la devastación que dejó la Primera Guerra Mundial, la desestabilización de los regímenes autoritarios, la desconfianza en las instituciones burguesas y el descontento generalizado entre la clase obrera generaron un caldo de cultivo propicio para la agitación y la búsqueda de cambios radicales. En este contexto, la Internacional Comunista se propuso la rápida propagación de la revolución en Europa, donde sucedieron una serie de levantamientos armados proletarios y se articularon los primeros partidos comunistas. En cuanto a las elecciones, durante la primera oleada revolucionaria del siglo XX, los comunistas se presentaron durante períodos brevísimos y de forma instrumental, siempre bajo condiciones muy estrictas, con objetivos bien delimitados, sin descartar la opción del levantamiento en ningún momento y, consecuentemente, preparándolo.

Los levantamientos armados proletarios, por su parte, allá donde contaban con un apoyo local significativo de la población obrera, lograban en un primer momento desbordar a las fuerzas del orden burgués con facilidad, incluso cuando los insurrectos se encontraran en clara inferioridad numérica

Los levantamientos armados proletarios, por su parte, allá donde contaban con un apoyo local significativo de la población obrera, lograban en un primer momento desbordar a las fuerzas del orden burgués con facilidad, incluso cuando los insurrectos se encontraran en clara inferioridad numérica. No obstante, hasta los estados modernos menos desarrollados consiguieron sofocar la rebelión con el ejército, especialmente si ésta no se extendía más allá de unas regiones concretas, si las organizaciones revolucionarias no actuaban de forma unitaria o si no contaban con el apoyo de la población obrera. A pesar del fracaso de los intentos revolucionarios de Europa occidental, este ciclo de lucha serviría para conformar la base militante de los primeros partidos comunistas en Europa.

PARTIDOAÑOAFILIADOS
Partido Comunista de Alemania (KPD)1918106.656
Partido Comunista de Austria (KPÖ)
19183.000
Partido Comunista de Bélgica 
1921517
Partido Comunista Checoslovaco (KSC)
1921170.000
Partido Comunista Danés (DKP)
192025.000
Partido Comunista Español (PCE)
19191.000
Partido Socialista Obrero de Finlandia (SSTP)
19202.500
Partido Comunista Francés (PCF)
1920109.000
Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB)
19203.000
Partido Comunista de Italia (PCI) 
192170.000
Partido Comunista de Luxemburgo (CPL)
1921500
Partido Comunista Noruego (NKP)
192316.000
Partido Comunista de Holanda  (CPH)
19181.799
Partido Comunista Rumano (PCR)
19212.000
Partido Comunista de Suecia (SKP) 
192114.000
Partido Socialista Obrero de Grecia-Comunista (SEKE-K) 
19201.320

Tabla 3: Cifras de afiliación de los partidos comunistas europeos en su fundación [29].

EL TECHO PARLAMENTARIO

Al término de la ofensiva revolucionaria de principios de siglo, la III Internacional concluyó que Occidente ya no se encontraba en una situación revolucionaria objetiva, por lo que debía adoptar una posición defensiva. En este contexto, vista la fortaleza económica y política del reformismo, la amenaza fascista y por miedo a que las masas les dieran la espalda, los comunistas decidieron, entre otras cosas, apostar por tácticas parlamentarias.

Por lo general, en este período de posguerra los partidos comunistas contaron con mayor respaldo electoral que nunca y multiplicaron el número de militantes previos a la guerra. En los mejores casos, llegaron a alcanzar un tercio de los votos y rozaron el gobierno. Pero esto fue sofocado por parte de EEUU y la burguesía europea mediante chantajes financieros, propaganda anticomunista masiva, campañas de terrorismo e ilegalizaciones

Después del esfuerzo titánico de la militancia comunista en las milicias antifascistas de la II Guerra Mundial, el prestigio de los partidos comunistas en Europa era tan notable que la III Internacional interpretó que existía la posibilidad de llegar al poder mediante elecciones. Por lo general, en este período de posguerra los partidos comunistas contaron con mayor respaldo electoral que nunca y multiplicaron el número de militantes previos a la guerra. En los mejores casos, llegaron a alcanzar un tercio de los votos y rozaron el gobierno. Pero esto fue sofocado por parte de EEUU y la burguesía europea mediante chantajes financieros, propaganda anticomunista masiva, campañas de terrorismo e ilegalizaciones. Al Partido Comunista Francés (PCF), por ejemplo, le vetaron entrar en el gobierno, aunque fuese el partido más votado en las elecciones de 1946, y el KPD alemán fue directamente ilegalizado en 1956. 

PAÍSAÑO DE ELECCIONESPORCENTAJE DE VOTOS
Austria19455,4%
Bélgica194612,7%
Checoslovaquia194637,9%
Dinamarca194512,5%
Finlandia194523,5%
Francia194628,26%
Hungría194516,9%
Islandia194619,5%
Italia194619,0%
Luxemburgo194513,5%
Noruega194511,9%
Países Bajos194610,6%
República Federal Alemana19495,7%
Suecia194410,3%
Suiza19475,1%

Tabla 4: Porcentaje de votos de partidos comunistas en las primeras elecciones de la posguerra en Europa [30].

Se puede observar que con apoyos electorales similares o hasta mejores que los que obtuvieron los bolcheviques en 1917, algunos partidos comunistas de Occidente no consiguieron llegar al poder ni por la vía “democrática” ni mediante la insurrección. La táctica parlamentaria, sin embargo, se fue prolongando durante varias décadas en la Guerra Fría, pero no cumplió con sus objetivos y supuso un claro desgaste de los partidos comunistas. El PCI fue el único que logró mantener y hasta superar su fuerza electoral de la posguerra, pero a pesar de esto y de ser el partido comunista más fuerte de Europa Occidental, su ascenso electoral no se tradujo ni en un fortalecimiento social y militante ni en la ampliación de posibilidades para la Dictadura del Proletariado; más bien al contrario: sufrió una rebaja constante de principios y una sangría de miembros sostenida que lo acompañó hasta su disolución. El resto de partidos comunistas de masas, mucho más débiles que éste, siguieron un camino similar: prácticamente la totalidad de su capital político y humano fue integrado y devorado por los estados burgueses; aquellos que eran herederos directos del bolchevismo, los que fueron capaces de sostener un enorme esfuerzo de guerra y clandestinidad en la lucha partisana, que organizaron a millones de proletarios en sus filas bajo condiciones extremas y que pusieron contra las cuerdas a decenas de gobiernos, no resistieron al electoralismo.

Con apoyos electorales similares o hasta mejores que los que obtuvieron los bolcheviques en 1917, algunos partidos comunistas de Occidente no consiguieron llegar al poder ni por la vía “democrática” ni mediante la insurrección. La táctica parlamentaria, sin embargo, se fue prolongando durante varias décadas en la Guerra Fría, pero no cumplió con sus objetivos y supuso un claro desgaste de los Partidos Comunistas

La experiencia histórica del siglo XX muestra que la participación electoral puede abrir la oportunidad (o el oportunismo, mejor dicho) de ceder en los principios ideológicos con el objetivo tacticista de romper el bloqueo electoral que sufren las organizaciones comunistas cuando se presentan a las elecciones. Así, el que fuera el objetivo (la revolución) queda relegado a un plano estético, mientras los que fueran los medios (las elecciones) pasan a ser un objetivo en sí. Los ciclos electorales tienden a imponerse como prioridad y a ser utilizados de forma indefinida, condicionando la fuerza militante en su crecimiento (tanto cuantitativo como cualitativo) y la aplicación política de la misma.

Además, el juego electoral de la democracia burguesa está tan amañado, que hasta cuando los partidos comunistas ganan la mayoría respetando las reglas del juego constitucionales de la democracia burguesa, asumiendo restringir su marco de acción y a veces hasta en coalición con el reformismo, el poder burgués (el poder real) organiza maniobras antidemocráticas para echar a los comunistas de los gobiernos; sea con vetos y presiones como en la Europa de la posguerra, sea con golpes de estado y el exterminio directo de las organizaciones revolucionarias como en Chile e Indonesia. Es decir, que la experiencia del largo siglo XX ha demostrado que llegar al socialismo por vías democrático-burguesas es simple y llanamente imposible.

CONCLUSIONES

Como conclusión, esta sencilla aproximación al estudio histórico cuantitativo de los procesos revolucionarios ha dejado claro que la cantidad relativa de miembros de los partidos comunistas no es el elemento determinante para la conquista del poder político, o al menos no como suele plantearlo el reformismo con el “99%” o “la mayoría” como supuesta condición indispensable para construir una fuerza política hegemónica. Es decir, la historia del comunismo tiene ejemplos empíricos que nos muestran que no es necesario conseguir una mayoría de votos en las elecciones burguesas para hacer la revolución socialista y que su triunfo no está sujeto a la cantidad de votos. Al contrario, hemos visto que la dimensión cuantitativa para la revolución no la dicta o marca el parlamentarismo, sino la técnica organizativa del proletariado en el Partido Comunista. Por tanto, es una clara muestra de oportunismo el hecho de insistir con prejuicios como que las elecciones son “un medio para medir fuerzas” o que “hace falta una mayoría en las elecciones para hacer la revolución”.

La historia del comunismo tiene ejemplos empíricos que nos muestran que no es necesario conseguir una mayoría de votos en las elecciones burguesas para hacer la revolución socialista y que su triunfo no está sujeto a la cantidad de votos

En cuanto a la naturaleza del apoyo y el nivel de organización que obtuvieron los partidos comunistas, no puede explicarse por su participación electoral, sino por las diversas labores de educación política, agitación y lucha que llevaron a cabo bajo claridad teórica y coyuntural de la conciencia socialista. Es significativo que en Europa, el mayor auge organizativo de los partidos comunistas se diera bajo dictaduras fascistas donde no había elecciones, y que fuera de Europa, como muestra la experiencia china, los partidos comunistas se vieran fortalecidos principalmente en el contexto de luchas anticoloniales y guerras civiles contra estados imperialistas y sus títeres locales.

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