El ejercicio de los derechos políticos en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y la II Internacional estuvo marcado por las leyes antisocialistas de Bismarck y por el debate entre las facciones reformistas y revolucionarias sobre el sufragio universal y el uso de la legalidad burguesa como medio revolucionario.
Engels desempeñó la tarea de “abogado del diablo del comunismo” frente a la exponencial hegemonía de las posiciones reformistas dentro del SPD. Lo hizo frente a la embestida de las clases medias en auge que empezaban a copar todo el aparato de dirección del partido alemán; Sombart, Bernstein, Paul Barth, Bebel, Fischer, Auer… un proceso en el cual la gran mayoría de los cuadros de dirección teórica y política del SPD se comprometieron con el reformismo. Implícitamente, también entabló la batalla frente a los referentes intelectuales del movimiento obrero internacional de la época, entre ellos Millerand, Sorel, Shaw y los fabianos, Croce, etc.
Este texto pretende rastrear los rasgos generales del debate sobre el sufragio universal en el seno del movimiento obrero alemán de la época. Con ello se desea reflejar la tensión permanente en la que vivía el SPD como consecuencia de la lucha de clases que lo atravesaba. Asimismo, se hace hincapié en la figura de Engels como representante del comunismo proletario y se homenajea su compromiso irreductible con la lucha de clases revolucionaria.
CONTEXTO: LEYES ANTISOCIALISTAS
En octubre de 1878 el Reichstag aprobó por iniciativa de Bismarck una ley excepcional contra el SPD. Esta ley prohibía el derecho de asociación, reunión, libertad de prensa, financiación política, etc. a las organizaciones socialistas. Los funerales o las celebraciones se consideraban reuniones y también se prohibieron[1]. Más de 900 militantes socialistas fueron desterrados entre 1878 y 1879[2].
La paradoja consiste en que el derecho a sufragio universal no les fue negado a los partidos de clase y, por lo tanto, estos podían acceder tanto al voto como a la representación en el Parlamento. Las cifras de toda la década de 1880 muestran como la simpatía respecto al SPD aumentaba en todo el territorio alcanzando una mejoría de un millón de votos entre 1881 y 1890[3].
El plan de Bismarck consistía en aplicar una política de integración de la lucha de clases en el Estado. A nivel político, además de las políticas represivas, el derecho de sufragio hacía al proletariado revolucionario partícipe de las instituciones burguesas; a nivel económico, Bismarck introdujo una legislación social dando pie a seguros de enfermedad, vejez (preludio del sistema de pensiones), seguro de accidentes, etc. Todo esto pretendía intervenir ideológicamente al proletariado y generar contradicciones dentro de sus organizaciones de masas. Pero la política del “látigo y el pastel” no obtuvo los resultados esperados.
Como se ha dicho, la influencia del SPD entre los obreros aumentaba, y la ola de huelgas que atravesó el último periodo de la década culminó en la huelga general declarada por los mineros del Ruhr. Todo esto tocará techo con la derrota de las leyes antisocialistas que tuvieron que ser retiradas en 1890.
PRÓLOGO DE 1895 DE LA OBRA 'LAS LUCHAS DE CLASES EN FRANCIA' Y SUFRAGIO UNIVERSAL: REFORMA O REVOLUCIÓN
Las cifras de votos aumentaron también en el periodo de 1890 que sigue[4]. Engels advertía de las probabilidades de la toma del poder por vía parlamentaria para 1898 y Bebel decía que para 1895 sería suficiente. A esto se le debe sumar el prólogo de Engels a la reedición del texto de Marx Las luchas de clases en Francia donde se consideraban seriamente las oportunidades que ofrecían los métodos de lucha legales para el proletariado revolucionario. Todo ello se sintetizará en el debate sobre los métodos de lucha revolucionarios y reformistas dentro del partido: la contienda sobre legalidad y revolución.
En primer lugar, es cierto que el prólogo ofrece un margen de interpretación suficiente como para no blindar la concepción comunista sobre el sufragio universal y el parlamentarismo.
Por un lado, la dirección del SPD intervino para suprimir unas cuantas frases del texto, a lo que Engels se sometió voluntariamente[5]. El contexto para que esto sucediese de tal modo es el siguiente: en 1895 se debatía el proyecto de ley antisubversiva contra el SPD; en el borrador del prólogo, Engels consideraba que la insurrección armada era una metodología táctica más a utilizar según el contexto de cada país. La dirección del partido, temerosa respecto a un nuevo paso en la ofensiva antiproletaria de la clase dominante germana, consideraba excesivo hacer afirmaciones demasiado explícitas ya que podían ayudar a hipotecar su legalidad.
Engels, por el contrario, les reprochaba (y así se lo hacía conocer a Kautsky y Lafargue en privado) que no podían comprometerse con la legalidad burguesa a cualquier precio; que la situación en Alemania y los demás países era diferente, lo que hacía factible el uso inmediato de métodos violentos para la toma del poder en otros países; que la burguesía y los terratenientes atacarían tarde o temprano de un modo u otro, que eran ellos quienes legislaban y que el proletariado “no podía renunciar al derecho a resistir con las armas en la mano”.
Engels nunca llegó a comprometerse con el reformismo y el parlamentarismo; ni en el famoso prólogo, (considerado en la tradición marxista su testamento político), ni en ningún otro. Las alusiones que el mismo texto hace al “derecho a la revolución” como único derecho histórico o el arriba citado “derecho a la resistencia” contra la dominación burguesa dan fe de ello.
Junto a esto, en su polémica con el jurista Menger en 1886, Engels acierta al advertir que las reivindicaciones históricas del proletariado revolucionario, aún “cuando tengan la forma de exigencias legales, sólo podrán realizarse mediante la conquista del poder político”. Y sugiere lo mismo en el artículo titulado “El socialismo en Alemania 1891-92” cuando explica que no se pueden desechar los medios revolucionarios tal como exige la burguesía. Con ello el proletariado estaría aceptando las reglas de la lucha de clases que los capitalistas desean imponer.
INTERPRETACIÓN REFORMISTA
No obstante, “el General” fallece en 1895. Y junto a ello se consolida la progresiva traición a la que se veían condenadas las posiciones comunistas dentro del partido.
Buena prueba de esta deriva es la manipulación sin escrúpulos a la que fue sometido el prólogo por parte de Bernstein con la complicidad de sus consortes nacionales y continentales. Para este, el sufragio universal era el único método para conquistar el poder político, dejando de lado la insurrección armada[6]. Las condiciones de lucha configuradas por la gran burguesía y los junkers alemanes encontraron así, en Bernstein, a un fiel soporte ideológico y político.
Sombart elogiará en el mismo tenor el testamento de Engels, puesto que, según sostenía, el texto era un cortafuegos para el “revolucionarismo” que hasta entonces los barbudos defendían.
Más aún, las interpretaciones reformistas contarán a nivel internacional con homólogos importantes, de los cuales se nutrían. Millerand apostaba en Francia por conquistar el poder del estado a través del sufragio universal; también su compatriota Sorel abogaba por la conquista del derecho, abandonando la noción de la conquista del poder político; los fabianos hablaban en Inglaterra de la ampliación gradual del derecho de voto y la realización por fragmentos del socialismo, etc.
Bernstein y la dirección del SPD cristalizaron a nivel nacional el fenómeno revisionista y reformista que atravesaba diferentes partidos de masas europeos y la II Internacional en su conjunto.
LOS COMUNISTAS Y LOS DERECHOS POLÍTICOS: LECCIONES A PARTIR DE ENGELS
Sobre el sufragio universal como método de lucha se libraba una lucha de clases, tanto en la forma en que se interpretaba como en su aterrizaje práctico. Las fracciones oligárquicas de la burguesía, las clases medias en auge representadas por el oportunismo y los comunistas, todos ellos, hablaban de sufragio universal pero con concepciones antagónicas.
La gran burguesía otorgaba el derecho de sufragio y a la representación parlamentaria al SPD con el objeto de integrar al partido (y junto a ello al comunismo) en el parlamentarismo.
El oportunismo, representado por los cuadros directivos del SPD, aceptaba el desafío, desechando por completo la ofensiva revolucionaria, comprando el marco discursivo basado en la dicotomía métodos legales vs. métodos violentos y asentándose en coherencia con la tarea histórica de las clases medias de servir como bloque de apoyo civil y político de la gran burguesía. De este modo, la concepción legalista del sufragio universal se hegemonizaba dentro del partido[7].
Así las cosas, la adopción de la definición legalista del sufragio universal como único válido desarmaba teórica y organizativamente al proletariado revolucionario de uno de sus más serios instrumentos políticos encauzándolo en la vía reformista.
Por ello, el acierto de Engels, siguiendo a Marx, consistió en poner el foco sobre la dimensión revolucionaria del sufragio universal, la cual es extensible a los demás métodos de combate. Esta tecnología organizativa debía ser un “instrumento de emancipación”, como dicta el Manifiesto Comunista, y dejar de ser una herramienta para el engaño de las masas revolucionarias. En su correspondencia con los cartistas[8], así como en el proyecto de programa del Partido Obrero Francés en 1880, Marx afirmará lo mismo.
El acierto de Engels, siguiendo a Marx, consistió en poner el foco sobre la dimensión revolucionaria del sufragio universal, la cual es extensible a los demás métodos de combate. Esta tecnología organizativa debía ser un “instrumento de emancipación”, como dicta el Manifiesto Comunista, y dejar de ser una herramienta para el engaño de las masas revolucionarias
El sufragio universal como medio (y condición) para la revolución no equivale, entonces, a un recurso sustancialmente burgués; y por lo tanto, no se relaciona con el avance de la revolución comunista desde la exterioridad burguesa. Lo hace más bien como herramienta organizativa independiente controlada por el proletariado revolucionario; y lo hace aun y cuando la burguesía y su sentido común apuntalado por el oportunismo se esfuercen por imponer una definición ideológica y organizativa del sufragio universal como derecho (y medio) exclusivamente inherente a su modelo de estado.
De este modo, la lucha de clases para imponer las condiciones de esta lucha tomaba cuerpo en la interpretación y puesta en acción del derecho al sufragio universal[9]. Pues, las condiciones de lucha eran –y lo son hoy todavía–, un campo de batalla entre proletariado y burguesía. Engels defiende correctamente esta postura cuando propone usar el derecho de sufragio para aumentar su influencia en el proletariado, avanzar posiciones ideológicas utilizándola como herramienta de propaganda y avanzar posiciones para que las masas comprendan “por qué dan la vida y su sangre”.
Pero utilizarlo con fines ideológicos, de propaganda, de educación, etc., no agota el potencial revolucionario del sufragio universal. El uso de este derecho político como palanca revolucionaria no se traduce solamente en la participación de un comité comunista en el parlamento burgués; más bien, este solo es factible como momento orgánico permanente del Partido histórico (en todos sus grados de desarrollo: Movimiento, Partido, Estado), traducida en el derecho y el deber de elegir libremente a comisarios a todos los niveles, el derecho a decidir sobre el modelo de planificación económica, las políticas estratégicas a largo plazo, el modelo táctico de lucha, etc., además del derecho y el deber de revocar todo lo citado[10].
El uso de este derecho político como palanca revolucionaria no se traduce solamente en la participación de un comité comunista en el parlamento burgués; más bien, este solo es factible como momento orgánico permanente del Partido histórico
En otras palabras, las posibilidades de auto-legislación colectiva para normativizar y administrar las diversas esferas sociales desde las unidades de administración proletarias (Consejos Proletarios) solo pueden realizarse cristalizando el sufragio universal bajo un modelo de participación social éticamente desinteresado y comprometido con la libertad universal.
Con todo, entre las ricas y diversas lecciones de este conjunto de debates subrayamos una de importancia capital y que destaca en el legado político que nos dejó Engels: el deber de los comunistas de tomar la “iniciativa táctica”[11] sobre las condiciones de la lucha de clases; el no sometimiento a las condiciones del juego que trata de imponer la burguesía, sino su transformación; la lucha por los derechos políticos del proletariado revolucionario como condición sine qua non para, junto a otro conjunto de técnicas organizativas, preparar la ofensiva revolucionaria.
El deber de los comunistas de tomar la “iniciativa táctica” sobre las condiciones de la lucha de clases; el no sometimiento a las condiciones del juego que trata de imponer la burguesía, sino su transformación
NOTAS
[1] B. Gustaffson, Marxismo y Revisionismo, Editorial Grijalbo, Barcelona, 1975, p.20.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.: “1881, 312 000 votos; 1884, 550 000 votos; 1887, 763 000 votos, y en 1890 un aumento del doble hasta 1 427 000 votos”
[4] Las cifras de votos subieron durante todo el período: de 1 427 000 en el año 1890 a 1 787 000 en el año 1893, a 2 107 000 en 1898 y a 3 011 000 en 1903.
[5] Cabe diferenciar aquí las “correcciones” de la dirección partidaria de las “particulares modificaciones” que realizó Wilhelm Liebknecht. Éstas últimas no fueron contrastadas con Engels y cambiaban su punto de vista mostrándolo en público como un “adalid de la legalidad burguesa”. La intromisión de Liebknecht no le hizo ninguna gracia.
[6] B. Gustaffson, Marxismo y Revisionismo, Editorial Grijalbo, Barcelona, 1975, p. 82.
[7] Esto dará pie más adelante a concepciones que interpretan las posibilidades para una política verdaderamente revolucionaria en la ilegalidad como principio organizativo inmanente a la revolución: el romanticismo de la ilegalidad. Tanto la noción izquierdista del ilegalismo como el legalismo comparten matriz conceptual en ese sentido.
[8] Según Michael R. Krätke, para Marx “La implantación del sufragio universal en Inglaterra sería un "logro de contenido socialista" porque conduciría inevitablemente a un "gobierno político de la clase obrera". Ver su artículo: El "testamento" político de Friedrich Engels - Michael R. Krätke | Sin Permiso
[9] Lo mismo con el conjunto de los derechos políticos.
[10] En la crítica al programa de Erfurt, Engels se expresa en estos términos en relación al límite revolucionario que imponen los deberes a los derechos: “Los deberes iguales son para nosotros un complemento muy importante de los derechos iguales democrático-burgueses, que los priva de su sentido específicamente burgués”
[11] Lukács expone con perspicacia este enfoque en su texto “Sobre la cuestión del parlamentarismo”.
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