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Nahia Santander
2024/12/02

En 1910, Lenin afirmó que el bolchevismo había tomado forma definitiva como tendencia política en la primavera de 1905. Cinco años después, explicó la división en el seno de la socialdemocracia rusa atendiendo a la continuidad entre el economicismo de finales de la década de 1890 y el menchevismo, y a la fidelidad del bolchevismo con la vieja táctica iskrista, con el programa del marxismo revolucionario. Fue la renuncia a la necesidad de luchar por la libertad política completa y por el derrocamiento total del zarismo lo que condenó a los primeros al campo del oportunismo, a mantenerse a la cola de la burguesía liberal –posición que mantuvieron también durante 1917–.

LA LUCHA POLÍTICA CONTRA EL ESTADO ZARISTA Y LOS DERECHOS POLÍTICOS COMO CONDICIÓN VITAL DEL PROLETARIADO

Uno de los temas más frecuentes en la obra de Lenin, sobre todo en sus primeros escritos, fue el análisis del Estado ruso y la organización del poder político. El término con el que hizo referencia al régimen político ruso era el de autocracia zarista, esto es, una forma de gobierno en la que la totalidad del poder del Estado residía en una sola persona, el zar. Solo él tenía la capacidad de promulgar las leyes y de designar a los funcionarios para ejecutarlas, de decidir la política general del país.

Era una forma de Estado que condenaba al pueblo a la ausencia de libertad. Este carecía de existencia política: no tenía derecho a organizarse en reuniones, a discutir los asuntos públicos ni a influir en la opinión pública o en el Estado mediante sus asociaciones. No podía participar en la promulgación de las leyes, porque ni siquiera existía una Asamblea Nacional a la que los trabajadores y campesinos pudieran enviar a sus representantes y ante la cual el Gobierno rindiera cuentas. Tampoco tenía la posibilidad de determinar la composición de la Administración del Estado, de controlar la actividad de los funcionarios o de denunciar los casos de arbitrariedad constantes.

El derrocamiento de la autocracia zarista fue considerado el objetivo prioritario de la socialdemocracia rusa desde la década de 1880. Sin embargo, ya a finales de los años 1890 empezó a adquirir peso dentro de la socialdemocracia una tendencia que renunciaba a los principios del marxismo revolucionario, cuestionando la necesidad de la lucha política contra el Estado. 

El derrocamiento de la autocracia zarista fue considerado el objetivo prioritario de la socialdemocracia rusa desde la década de 1880

Esta tendencia adoptó la forma de economicismo. Los economicistas eran pesimistas sobre las posibilidades de una revolución política contra el zarismo y negaban la importancia de luchar por los factores que podrían posibilitarla. Defendían que los obreros rusos estaban todavía muy poco preparados para plantear reivindicaciones políticas, que carecían de los conocimientos y experiencia necesarios para poder organizarse en partido y que el derrocamiento de la autocracia zarista no les traería ningún beneficio. De ahí concluían que la labor de los socialdemócratas debía limitarse a ayudar al proletariado en su lucha económica y dejar que fueran los sectores radicales de la burguesía quienes dirigieran una actividad política contra el Gobierno zarista.

Para Lenin era rotundamente falso que los obreros no se interesaran por nada que no fueran cuestiones estrictamente salariales; de ser así, la tarea de organizar un gran partido proletario sería inútil. Constituía una desviación grave del marxismo defender que los socialdemócratas no debían inculcar al movimiento obrero la necesidad de luchar por el derrocamiento del zarismo. Al contrario, los obreros con conciencia de clase no podían perder de vista que esta era la primera tarea de la clase obrera rusa. Mientras persistiera el régimen autocrático, la clase trabajadora no podría conquistar ninguna posición sólida, ni en la esfera económica, ni en la política, ni tampoco desarrollar grandes organizaciones. Limitar la lucha contra el zarismo a una oposición legal encabezada por la burguesía liberal condenaba de antemano a esa misma lucha a la impotencia. La condición de su efectividad no era que el proletariado diera apoyo a la burguesía liberal, sino que se organizara en un partido político independiente. Solo así podría esquivar el riesgo de quedarse atado a la predisposición conciliadora del liberalismo con el zarismo.

Las condiciones políticas del zarismo hacían imposible aplicar completamente el modelo de partido obrero de algunos países europeos, pero no condujeron a Lenin a cuestionar el ideal de la socialdemocracia revolucionaria ni a proponer ningún partido de nuevo tipo. Para él, la misión del partido era preparar a las masas para que fueran capaces de participar en los asuntos públicos y en la organización política de la sociedad, para que realizaran la revolución dirigida a derrocar el Gobierno y establecer el suyo propio. El partido debía educarles políticamente, enarbolando una posición independiente ante cada hecho y reaccionando ante toda manifestación de arbitrariedad y abusos, exponiendo ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas.

La misión del partido era preparar a las masas para que fueran capaces de participar en los asuntos públicos y en la organización política de la sociedad, para que realizaran la revolución dirigida a derrocar el Gobierno y establecer el suyo propio

Por ello, la esfera del partido tenía que ser la de la vida pública. Una organización política que fuera totalmente secreta podía ser necesaria en determinadas circunstancias, pero antes o después habría de idear mecanismos para poder expresar sus puntos de vista ante el público e intervenir políticamente en la sociedad. Ese fue uno de los objetivos que vino a cumplir Iskra: crear una tribuna desde donde hablar a unos obreros cada vez más dispuestos a escuchar el mensaje socialdemócrata. 

Pero que el partido socialdemócrata pudiera erigirse verdaderamente como un partido de oposición irreconciliable contra todos los partidos y el Estado requería que conquistara las condiciones necesarias para poder desarrollar una política propia y la capacidad para imponerla: los derechos políticos. Los derechos políticos son vitales para el proletariado porque sin ellos no tiene garantizada su existencia política. Su ausencia o la minimización de su importancia le condena a la impotencia, a ser un mero apéndice del partido radical de clase media. Los derechos políticos hacen posible desplegar una política propia e influir en los asuntos públicos; permiten trascender la escala local y poner en comunicación recíproca a las masas. Son la base para que el proletariado pueda dirigir su lucha política contra el Estado. 

Todos los programas políticos de la socialdemocracia rusa redactados por Lenin o en los que él influyó contienen la reivindicación de los derechos políticos necesarios para la organización política y económica –libertad de reunión, de asociación y de huelga–, también la de aquellos que permitieran expresar abiertamente las ideas socialdemócratas –libertad de prensa–, o la de los que otorgaban a los representantes de la clase obrera una tribuna y favorecían la propagación amplia de sus intereses –sufragio universal–.

EL DERROCAMIENTO TOTAL DEL ZARISMO Y LA INSTAURACIÓN DE LA LIBERTAD POLÍTICA

Lenin defendió que la lucha por la ampliación de los derechos políticos era indisociable de la lucha contra el carácter antidemocrático del Estado. Los derechos políticos tenían un nexo indisoluble con la libertad política, con la necesidad de impulsar cambios radicales de todo el sistema político. Los socialdemócratas debían luchar por arrancar concesiones al zarismo y utilizarlas para mejorar su posición en la lucha, pero siempre sin perder de vista que, mientras subsistiera un Gobierno que el pueblo no pudiera revocar, la efectividad de estos derechos estaría sujeta a su voluntad. 

La única vía para alcanzar la libertad política plena, por tanto, era que las masas del pueblo que habían sido excluidas del poder realizaran la revolución, es decir, que derribaran el orden político existente y constituyeran uno nuevo

La única vía para alcanzar la libertad política plena, por tanto, era que las masas del pueblo que habían sido excluidas del poder realizaran la revolución, es decir, que derribaran el orden político existente y constituyeran uno nuevo. El objetivo de la revolución es que la mayoría explotada tome en sus manos todo el poder hasta entonces en manos del anterior Gobierno, no acordar con él un simple reparto. Una revolución no es una transacción.

El objetivo de la revolución es que la mayoría explotada tome en sus manos todo el poder hasta entonces en manos del anterior Gobierno, no acordar con él un simple reparto. Una revolución no es una transacción

Por ello, que la revolución fuera llevada hasta el final requería acompañar el derrocamiento del Gobierno existente con la instauración de un nuevo centro de poder y autoridad, que la mayoría pobre concentrara en sus manos todos los instrumentos de acción pública. De lo contrario, no estaría en disposición de iniciar un proceso constituyente, de instituir una nueva forma democrática de organización del poder político. 

Este Gobierno alternativo de las masas obreras y campesinas fue denominado Gobierno provisional revolucionario durante la revolución de 1905; pero su continuidad con las tareas de los soviets del proletariado y el campesinado de 1917 es clara. El objetivo de este poder de la mayoría pobre era acometer el programa mínimo, esto es, el conjunto de transformaciones políticas y económicas necesarias para destruir la máquina estatal sobre la que descansaba el poder de la minoría explotadora e implementar una forma de organización política que situara definitivamente el poder en manos de la mayoría explotada. 

En cambio, los mencheviques negaron durante la revolución de 1905 que la socialdemocracia debiera participar en un Gobierno provisional revolucionario en caso de que la revolución consiguiera derrocar al zarismo. Su posición era una extensión del economicismo, al no ser capaces de comprender el interés político del proletariado en la revolución más allá de la satisfacción directa de sus intereses económicos. Argumentaban que participar en él llevaría a la socialdemocracia a dejar de lado su carácter de clase, porque tal Gobierno aún no podría cumplir inmediatamente con el programa máximo –la transformación socialista–. Para evitar este peligro, la socialdemocracia debía situarse fuera de él y limitarse a ejercer presión.

Lenin acusó a los mencheviques de no ser capaces de ver que el desenlace de la revolución dependía del papel que el proletariado socialdemócrata desempeñara en ella: de si se quedaba al margen de esta y entregaba su dirección a la burguesía, como proponían los mencheviques, o de si, al contrario, asumía el papel dirigente de la revolución, como defendían los bolcheviques. De no ser promulgadas por un Gobierno provisional, cualquier medida democrática que pudiera introducir el Gobierno del zar, ya fuera una Asamblea Constituyente, la creación de un Parlamento o la promulgación de ciertos derechos políticos tan solo implicaría negociar un reparto de poderes entre las distintas clases. 

En realidad, ese era el objetivo que la burguesía liberal persiguió durante 1905: renunciaba a acabar con el zarismo y a poner en manos del pueblo todo el poder. Proponía reformar el zarismo por la vía constitucional, por lo que todas sus propuestas de ley validaban la existencia de un poder ajeno al pueblo. Se limitaban a acordar un reparto de poderes entre el zar, una cámara alta y una cámara baja. Los mencheviques se arrodillaron ante las promesas de la burguesía: primero, equiparando la victoria de la revolución con la convocatoria de una Asamblea Constituyente compatible con el zarismo, que no fuera producto de un Gobierno provisional revolucionario y, posteriormente, buscando limitar la actividad del partido a la oposición desde dentro del régimen. Aún sin tener parlamento, adolecían de cretinismo parlamentario: aunque se mostraron críticos con las propuestas de ley para la convocación de la futura Duma, no fueron capaces de impulsar la revolución hacia adelante y organizar un boicot activo que buscara forzar al Gobierno a realizar mayores concesiones. 

No obstante, la instauración de un Gobierno provisional podía no dar lugar a un régimen plenamente democrático si el proletariado no alcanzaba la fuerza suficiente para imponerse a la burguesía. Esa estaba siendo la evolución del Gobierno provisional de 1917 que los mencheviques sostuvieron, antes de que los bolcheviques lo derribaran y tomaran el poder. En él, la burguesía había optado por apoyarse en instituciones del anterior régimen político, como el ejército permanente o la burocracia. Le era preferible que los cambios democráticos se produjeran con mayor lentitud, de un modo menos resuelto. Lenin siempre denunció que la burguesía era incapaz de luchar por la libertad plena, que traicionaría la causa que decía defender porque era consciente de que el proletariado podría convertir esas nuevas instituciones en armas contra la misma burguesía.

De acuerdo con Lenin, la única garantía de la libertad política plena era que el proletariado pusiera fin a la existencia de cualquier órgano de poder no elegido por el pueblo e irrevocable, no dependiente por entero del pueblo. Por ello, el poder político del proletariado y el campesinado debía organizarse bajo la forma de una república verdaderamente democrática, tal y como terminaría constituyéndose con la república de los soviets en octubre de 1917. Esta pondría fin a la división de poderes propia de los Estados modernos y concentraría todo el poder en una asamblea única de representantes o delegados elegidos por sufragio universal, directo, igual y secreto, responsables y revocables en todo momento. Aseguraría la democratización completa de la Administración del Estado y la supresión de la burocracia, haciendo a todos los funcionarios públicos elegibles y subordinados a la voluntad del pueblo. Acabaría con la fuerza coercitiva organizada para reprimir al pueblo –la policía y el ejército permanente–, sustituyéndola por el propio pueblo en armas.

La única garantía de la libertad política plena era que el proletariado pusiera fin a la existencia de cualquier órgano de poder no elegido por el pueblo e irrevocable, no dependiente por entero del pueblo

En palabras de Lenin: “la libertad del pueblo solo está asegurada plena y efectivamente cuando todo el poder del Estado pertenece plena y efectivamente al pueblo” (La lucha por la libertad y la lucha por el poder, 1906).

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