Con el gobierno fascista de Mussolini, todo partido de la oposición fue ilegalizado. Así fue también para el Partido Comunista Italiano (PCI) el 5 de noviembre de 1925. Pronto se cumplirá un siglo desde su ilegalización, un siglo desde que la actividad del joven partido comenzaría a desarrollarse en la clandestinidad. El exilio y encarcelamiento de muchos de sus líderes como Bordiga y Gramsci, quien era el secretario general del PCI hasta entonces, fue un duro golpe, aunque no fatal. La incapacidad de hacer frente a las tácticas y a la fuerza del régimen fascista trajo dificultades al joven partido, que para 1928 había reducido su número de militantes a 7.000 y tuvo que reestructurarse para adaptarse a la nueva situación. Será durante la Segunda Guerra Mundial en Italia que el PCI resurgirá como un gran partido gracias al desempeño y capacidad de sus militantes.
Siguiendo a Marchini podríamos decir que existieron tres eventos significativos que marcaron el posterior desarrollo del PCI en la Segunda Guerra Mundial. El primero fue la demanda de unidad antifascista que despertó entre los militantes comunistas y socialistas que concluyó con el pacto unidad de acción en agosto de 1934. Además, esta se conjuga con la política frentepopulista que se asentará en el séptimo congreso de la Tercera Internacional en 1935. La cooperación no fue un camino sin obstáculos, hubo un momento de tensión en la alianza con los socialistas en 1939, debido al tratado de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética, aunque la colaboración no llegó a romperse y comenzó a operar a pleno ritmo al romperse el pacto en el 41 debido a la invasión de la Alemania nazi sobre la URSS.
Un segundo momento importante fue la participación de los militantes exiliados de Italia en la guerra civil española. Por un lado, adquirieron una experiencia que pondrían a prueba en las filas de la Resistencia italiana; por otro lado, los comunistas tomaron el liderazgo entre las fuerzas antifascistas en esta lucha. Será esta experiencia la que formará la columna del movimiento partisano de Italia.
Un tercer y último evento fue la atmósfera que se vivía en Italia en 1940 con su entrada en la guerra, por un lado, motivada por una apatía generalizada cansada de años de guerra contra Etiopía y España; por otro lado, el grupo militar fascista estaba mal equipado debido al envío de armas hacia dichos países. Fue un desastre para el fascismo y para Mussolini, y el ejército italiano sufrió derrotas desde el comienzo. Como dice Marchini, para el PCI la guerra no era solamente una oportunidad para coordinar una resistencia con los grupos antifascistas y demoler el fascismo completamente, era la tan esperada oportunidad de fundar el liderazgo en la clase trabajadora para llevar el comunismo a Italia.
Para tratar de acercarse a la historia del comunismo italiano, estos son los que considero los acontecimientos principales que tendrán lugar a lo largo de la segunda guerra mundial: la actuación del PCI una vez roto el tratado de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética hasta la caída de Mussolini, el papel hegemonista del PCI en la Resistencia, y el viraje estratégico y táctico del PCI.
Despegue en la clandestinidad
En julio de 1941, Togliatti, secretario general del PCI exiliado en Moscú, envió a Umberto Massola para contactar los pequeños grupos comunistas, que mantuvieron su existencia en la Italia de Mussolini, para poder renovar sus actividades. También consiguió restablecer la imprenta y distribución del boletín clandestino Quaderni di lavoratore, herramienta propagandística y de lucha por medio del cual se difundieron las posiciones oficiales del partido dictados por Togliatti durante las emisiones de Radio Moscú para mantener viva la estructura del partido.
Para el PCI la guerra no era solamente una oportunidad para coordinar una resistencia con los grupos antifascistas y demoler el fascismo completamente, era la tan esperada oportunidad de fundar el liderazgo en la clase trabajadora para llevar el comunismo a Italia
En otoño de 1941, con la entrada de la Unión Soviética en la guerra y la intuición de una pronta derrota del fascismo, los comunistas comenzaron su asedio. Los organizadores del partido se dirigieron a las fábricas de las ciudades del norte para establecer núcleos y dar comienzo a un proceso de educación mediante la propaganda que predicaba la derrota del fascismo. El PCI consiguió su objetivo de mandar infiltrados para agitar a la población y particularmente para canalizar el malestar entre los trabajadores de las fábricas. Este era el punto focal del PCI a la hora de reunir a las fuerzas de la revuelta: la clase trabajadora de las ciudades industriales del norte. Durante 1941 y 1942, los comunistas pudieron hacer su trabajo y demostraron sus habilidades organizando y movilizando a los trabajadores en las fábricas, los infiltrados restablecieron núcleos en lugares de suma importancia como por ejemplo la empresa Fiat para intentar sabotear la producción militar.
Su capacidad organizativa no quedó desaprovechada. Durante la segunda mitad de 1942 y principios de 1943, los comunistas iniciaron y dirigieron una larga serie de huelgas mediante las cuales lograron interrumpir la producción militar en las fábricas italianas. Esto culminó con la huelga de 1943 en la gran planta de Fiat en Turín.
Aunque las revueltas del 43 no fueran las primeras en estar en firme oposición al régimen fascista, fueron importantes porque demostraron el potencial y la acción que podrían suscitarse en contra de la continuación de la guerra y a favor de la caída del fascismo. Para el PCI, las huelgas afirmaron su liderazgo y control de los trabajadores; para los fascistas, las huelgas de 1943 señalaron un nuevo fenómeno en Italia: una oposición organizada y eficaz frente a sus normas. Por un lado, fue la primera vez que los fascistas experimentaron una demostración poderosa dirigida contra ellos y con las que no fueron capaces de lidiar satisfactoriamente. Aunque la represión policial actuó dentro y fuera de las fábricas, fueron incapaces de romper las huelgas y tuvieron que ceder ante la demanda de los trabajadores. Además, el régimen fascista se vio obligado a lidiar con una ramificación de huelgas que se extendió más allá de Turín.
Los mismos que iniciaron las revueltas, comunistas entre ellos, se reunieron en Francia y afirmaron un propósito común de proceder en la tarea de destruir los elementos políticos, económicos y sociales que habían hecho posible el fascismo, restableciendo la democracia en Italia y reconstruyendo un Estado que aseguraría el poder de los trabajadores. De la conferencia de Lyon surgió un documento antifascista que por primera vez reconocía explícitamente y de manera unánime la necesidad de una insurrección nacional para derrocar al enemigo. Llamaba a manifestaciones en las calles, a huelgas para sabotear la producción de guerra, a la organización de grupos partisanos para luchar contra el enemigo y, en general, a que el pueblo italiano se afirmara antifascista tomando las armas. El movimiento de la Resistencia con sus partisanos y Comités de Liberación Nacional (CLN) proporcionarán el liderazgo para la derrota del fascismo.
Un momento crucial para el desarrollo político del PCI llega el 25 de julio de 1943 con la caída del régimen de Mussolini dada la crisis interna de su grupo dirigente. Encontrándose en una minoría en el Gran Consejo Fascista, Mussolini dimitió.
Badoglio, nombrado por el rey Vittorio Emanuele III, encabeza un nuevo gobierno en Italia que firmó el armisticio con los Aliados. Esto provocó la reacción inmediata de Alemania que ocupó el centro y el norte de Italia creando la República Social Italiana en la que Mussolini fue puesto como líder. Comenzó entonces lo que se conoce como la guerra civil italiana.
PCI, piloto de la Italia que resiste
Italia era un país dividido en dos. Mientras que el sur era liberado por los aliados y se establece un gobierno monárquico, en el centro-norte, invadido por los alemanes, la resistencia va rápidamente tomando forma.
Para el PCI, las huelgas afirmaron su liderazgo y control de los trabajadores; para los fascistas, las huelgas de 1943 señalaron un nuevo fenómeno en Italia: una oposición organizada y eficaz frente a sus normas
El Partido Comunista Italiano inició en este período con tres ventajas fundamentales. La primera era la existencia de una organización que se había mantenido viable desde un principio gracias a esfuerzos clandestinos desde el extranjero y desde la propia Italia; esta organización intacta era superior a cualquier otra estructura existente en el país. La segunda fue el creciente apoyo de las clases trabajadoras industriales del norte, apoyo que ya había quedado recalcado en las huelgas industriales de 1943. La última ventaja de los comunistas era su participación y liderazgo en la Resistencia.
Además de obtener ayuda de distintos lugares como los trabajadores industriales que reducían su ratio de producción para herir la producción de guerra alemana o el campesinado que no suministraba productos agrícolas y escondía cuando era posible a los partisanos, la Resistencia estaba compuesta por un ala política y otra ala militar. El ala política estaba compuesta por Comités de Liberación locales, la segunda mayor división era el ala militar, y a sus miembros se les denomina partisanos. En el 44, tras lograr reunir a los partidos antifascistas en Comités de Liberación como órganos de dirección reconocida y al promover mediante reivindicaciones económicas huelgas de obreros en los grandes centros del Norte que, aunque no estaban unificados con la acción partisana y eran lentamente politizados, daban apoyo a la Resistencia, también en respuesta a las represiones fascistas indiscriminadas, se consiguió influir en grandes sectores de la opinión pública.
En la vanguardia de esta lucha estuvieron los y las comunistas. Además, el PCI tenía las mejores y más grandes brigadas partisanas; estas se llamaban brigadas Garibaldi, eran las mejores organizadas y aunque no todos los miembros de sus unidades fueran comunistas era una necesidad que el liderazgo en el grupo lo llevasen cuadros comunistas. Aunque constituían más o menos la mitad de las brigadas partisanas de la Resistencia no estaban solos en este movimiento, a su lado estaban otros movimientos antifascistas como el Partido Socialista Italiano (PSI) o Democracia Cristiana (DC).
Los y las comunistas que participaron en la Resistencia eran disciplinados y comprometidos al partido, establecieron una actitud en las brigadas de subordinación hacia la causa de la Resistencia. Aun así, para el PCI la Resistencia era un punto de inflexión, es decir, no era solo una fuerza nacional organizada para expulsar a los alemanes de Italia, sino que también representaba un movimiento que remodelaría la estructura política y social del país. Por tanto, el PCI tenía dos objetivos en la Resistencia, el primero compartido con todos los grupos que formarían el movimiento.
El PCI tenía las mejores y más grandes brigadas partisanas; estas se llamaban brigadas Garibaldi, eran las mejores organizadas y, aunque no todos los miembros de sus unidades fueran comunistas, era una necesidad que el liderazgo en el grupo lo llevasen cuadros comunistas
La actuación en la consecución del primer objetivo fue clave por la efectividad de sus habilidades organizativas y por su liderazgo, no solo en las brigadas Garibaldi sino como ejemplo para todas las demás bandas partisanas. En 1944 el PCI introduciría el concepto de comisario político. Las brigadas Garibaldi tenían un comisario por cada 50 personas y su tarea principal era inculcar disciplina en su grupo. Esto se conseguía por medio de discusiones y lecturas de carácter político en las cuales invertían las horas que fuesen necesarias cada día. Un ejemplo del sistema de disciplina de los comisarios se refleja en la instrucción citada: “Siempre que los comunistas se encuentran en fábricas, pueblos, oficinas o formaciones partisanas tienen el deber de organizarse y llevar a cabo actividades. De no ser así, dejan de funcionar en la práctica dentro del partido. Hay debilidad e indisciplina donde no hay comunistas, y estos solo son un elemento de fuerza si están organizados”. Además, el comisario era responsable de coordinar el trabajo del PCI entre su grupo partisano y el partido. Para eso supervisaba a la persona que reportaba al comité federal en cada provincia. Este comité coordinaba el funcionamiento de todos los núcleos en las bandas partisanas existentes en su provincia, y, si no existían núcleos donde deberían estar presentes, el comisario era responsable de su creación inmediata.
Hay que recalcar que la responsabilidad del comisario no fue un uso exclusivo del PCI, sino que los otros grupos copiaron la idea. Cuando eso pasó, los comunistas hicieron un gran esfuerzo para poner a una persona de su partido en esas posiciones estratégicas.
Aunque muchos grupos partisanos produjeron periódicos, panfletos o incluso boletines, el PCI surgió como referente propagandístico y de agitación dentro del movimiento. Publicó más material que muchos otros grupos y regularmente producía publicaciones para las bandas partisanas. El principal objetivo de las publicaciones era mantener la moral de la Resistencia y dar a conocer sus ideas. La nostra lotta era un panfleto de agitación, L´Unita el periódico diario del partido y La Rinascita fundada por Togliatti en 1944 una revista mensual para formar una guía ideológica del movimiento comunista.
Aunque muchos grupos partisanos produjeron periódicos, panfletos o incluso boletines, el PCI surgió como referente propagandístico y de agitación dentro del movimiento
A medida que las cualidades organizativas y de liderazgo del PCI salían a la luz, estas emergieron de nuevo, con los Gappisti (GAP) primero y con los Sappisti (SAP) más tarde. Los GAP eran pequeñas unidades clandestinas especializadas en acciones urbanas de sabotaje, atentados selectivos y propaganda armada. A diferencia de los SAP, que actuaban en grupos más amplios centrados en la defensa y sabotaje industrial. Su papel fue crucial para mantener la presión sobre el enemigo en las ciudades, aunque también provocó duras represalias por parte de los nazis y fascistas.
Además de introducir métodos organizativos e innovaciones tácticas, el PCI obtuvo el liderazgo entre las fábricas de los centros industriales. Aunque los trabajadores no fueran técnicamente parte de la Resistencia, para el PCI ellos eran el proletariado que ayudaría a ejecutar el cambio político, social y económico de la sociedad italiana en la posguerra. En marzo del 44 el PCI junto con el CLN de Italia del norte organizó una huelga general que sería un éxito gracias a la organización y habilidades de agitación del PCI que involucró a muchísimas personas. La huelga consiguió frenar la producción armamentística para Alemania, además, señaló el comienzo de una mayor hostilidad al fascismo y pareció fortalecer una actitud de trabajo unitario para derrotar al enemigo.
La participación del PCI en la Resistencia fue exitosa en cumplir su primer objetivo de derrotar a los alemanes y a los fascistas el 25 de abril de 1945, aunque el segundo objetivo por el que participaban en el movimiento no se realizaría.
Cambio de rumbo
En El sastre de Ulm Magri se pregunta cuál fue la fecha del nacimiento del nuevo PCI y responde que el 27 de marzo de 1944. Ese día Togliatti volvió a Italia y propuso una decisión a su partido y al antifascismo. Esa decisión se conoce como el giro de Salerno, la resolución del PCI de ingresar en el gobierno con la participación de los seis partidos (incluido el PCI) que integraban el Comité de Liberación Nacional.
Parecía que la guerra estaba a punto de terminar, pero, ¿qué significaba esto? ¿Qué salida prever y que construir para la posguerra? Togliatti vino a desenmarañar el nudo de raíz
A la llegada de Togliatti había dos nudos que había que deshacer. Por un lado, que carácter y objetivos debería tener la guerra en curso; por otro lado, qué alianzas se debían obtener para conseguir el mayor impulso posible. La idea era tratar de romper la actitud de espera frente a los acontecimientos. Parecía que la guerra estaba a punto de terminar, pero, ¿qué significaba esto? ¿Qué salida prever y que construir para la posguerra? Togliatti vino a desenmarañar el nudo de raíz. En ese momento las fuerzas antifascistas corrían el riesgo de paralizarse por la distancia que separaban a las fuerzas del norte y del sur. La primera discrepancia se centraba en la relación a establecer con la monarquía y con Badoglio, porque los Aliados los habían legitimado y colaboraban en zonas ocupadas. Los partidos antifascistas rechazaban, tanto los del sur como los del norte, legitimar la colaboración y excluían luchar bajo aquella bandera. Sin embargo, los partidos de izquierda pedían que se cumpliese la alternativa republicana y la formación de un gobierno alternativo fundado sobre el Comité de Liberación Nacional obligando al rey a abdicar para formar un nuevo gobierno con un nuevo jefe de gobierno. El mismo PCI mantenía un debate intenso, todos excluían un pacto con el gobierno de Badoglio, pero el grupo dirigente asentado en Roma consideraba este debate prioritario, mientras que el grupo de Milán sugería no perder demasiado tiempo y resolver el debate en la práctica, concentrándose en el desarrollo de la Resistencia armada.
En poco tiempo, Togliatti intervino y propuso que el debate sobre si el país debía ser una república o una monarquía debía aplazarse hasta el final de la guerra y dar su resolución mediante un referéndum. De esta manera, Badoglio podría continuar al frente del gobierno con dos condiciones. La primera era incorporar a las fuerzas antifascistas al gabinete y comprometerse seriamente a combatir a los alemanes y fascistas. La segunda condición era que había que liberar la mayor parte de Italia de la ocupación alemana antes que lo hicieran los aliados.
Dos semanas antes del regreso de Togliatti, la URSS anunció formalmente el reconocimiento del gobierno de Badoglio. A esto se sumaba la autoridad de Togliatti, quien había conquistado un gran prestigio y era el líder indiscutible del PCI. Además, Stalin, tras la victoria en Stalingrado y con los ejércitos soviéticos avanzando, gozaba de una popularidad que no se limitaba únicamente a los comunistas. Todo ello contribuyó a que la propuesta fuera pronto aceptada por todos, porque era un compromiso real y al mismo tiempo un relanzamiento de la lucha armada. Además, en ese marco insurreccional se exigía un esfuerzo por parte de todos, pero a su vez se garantizaba un espacio para competir en el futuro. Gracias a la colaboración del partido, el CLN logrará acceder al gobierno y los comunistas ocuparán puestos en los siguientes gabinetes presidenciales, cuya duración será escasa.
Sin embargo, había otro peligro al que Togliatti en su llegada tenía que hacer frente. Tenía que definir una perspectiva táctica y estratégica para la posguerra. La cual tocaba de lleno a las individualidades y organizaciones implicadas en la Resistencia. Las personas que estaban organizando huelgas y quienes combatían en las montañas, entre otras, no se conformaban con la sola restauración de las instituciones existentes antes del fascismo, sino que también querían una democracia abierta al control popular o incluso en muchos casos dar inicio inmediato a una transformación de la sociedad, por tanto, teniendo en cuenta la posición internacional en la que estaría Italia y de las relaciones de fuerza en la propia Italia, ¿cómo y cuándo se podían satisfacer dichas aspiraciones?
Togliatti confirió al giro de Salerno el punto de partida de la refundación del comunismo italiano, configurando la nueva estrategia
Togliatti confirió al giro de Salerno el punto de partida de la refundación del comunismo italiano, configurando la nueva estrategia. Como dice Magri, había que asumir la perspectiva de una República democrática, multipartidista, con plena garantía de libertad de palabra, prensa, religión, pero orientada, desde la carta magna, a un programa de profundas reformas sociales, marcada por una constante participación de los trabajadores y de sus organizaciones, garantes de la independencia nacional, del rechazo de la guerra y la formación de bloques entre las potencias. Para poder recorrer este camino era necesario un partido nuevo, un partido de masas, no solo en sentido numérico, sino porque se basaba en la adhesión a un programa y no en una ideología, porque era capaz de hacer no sólo propaganda sino también política.
Así definió Togliatti el significado de “Nuevo Partido” en su discurso en Roma en 1944: “Un nuevo partido es, ante todo, un partido obrero y popular, que ya no se limita a la crítica y la propaganda, sino que interviene en la vida del país mediante su propia actividad positiva y constructiva. Dicha actividad, que comienza en las secciones de fábrica y de pueblo, debe ser ampliada por el Comité Central y las personas que delegamos para representar a la clase obrera en el Gobierno. Es evidente, por tanto, que cuando hablamos de un nuevo partido nos referimos, sobre todo, a un partido capaz de plasmar en sus políticas, su organización y su actividad diaria el profundo cambio que se ha producido en la posición de la clase obrera respecto a los problemas de la política nacional.” Fue el primer indicio de la nueva identidad a construir inmediatamente.
Caída desde las alturas: el PCI en la posguerra
Después de la derrota nazi-fascista en abril de 1945, miles de partisanos estaban armados y controlaban territorios del norte. Entonces surgió la pregunta: ¿Debían los partisanos entregar las armas y someterse al nuevo gobierno, o debían mantenerlas como garantía para una transformación revolucionaria? El mismo Togliatti fue quien participó en el desarme de la milicia partisana y, como dice Keith Lowe, fue quien visitó personalmente a las zonas más indisciplinadas del país para pedir a los dirigente locales y provinciales del PCI que controlaran mejor a sus afiliados y se asegurasen que no habría más asesinatos, al igual que el dirigente del Partido Comunista Francés Maurice Thorez dejó claro que debían “mantener la unidad nacional como nuestro bien más preciado”.
Con la entrega de armas y la revolución fuera de escena, el PCI persiguió dos objetivos para no quedar políticamente marginado: la primera era conseguir la unidad de acción con los socialistas italianos; la segunda era llegar a un entendimiento con el partido Democracia Cristiana para persuadirlo de gobernar Italia junto el partido comunista y el partido socialista.
Paradójicamente, la cantidad organizativa imponente del PCI, incuestionablemente el mayor de todo Occidente que contaba con dos millones de miembros en 1946, no se convirtió en una fuerza electoral idéntica
El PCI no era un partido débil, después de soportar veinte años de violencia fascista en su contra, ganó muchísimo prestigio durante la Resistencia y también obtuvo mucho apoyo entre los trabajadores industriales. Esto se demostrará en la territorialización y número de militantes; el partido comenzó un crecimiento constante dado tanto desde el punto de vista de la organización, que se desarrolló rápidamente en todas las ciudades italianas, como en términos cuantitativos, 1.100.000 miembros en 1945. Con buena fuerza en las ciudades obreras del norte y creciendo constantemente en el sur, la consigna del nuevo partido se había hecho realidad en un tiempo increíblemente breve y con un resultado superior al previsto.
Paradójicamente, la cantidad organizativa imponente del PCI, incuestionablemente el mayor de todo Occidente que contaba con dos millones de miembros en 1946, no se convirtió en una fuerza electoral idéntica. Participó en las elecciones generales italianas de 1946 y en el referéndum institucional italiano del mismo año, haciendo campaña a favor de la república. El PCI quedó en tercer lugar, por detrás de la DC y el PSI, obteniendo 4.356.686 votos, casi el 19% y eligiendo a 104 miembros de la Asamblea Constituyente de Italia. El referéndum popular resultó en la sustitución de la monarquía por una república, tras un 54% de votos a favor.
La colaboración en el gobierno entre el PCI y PSI con DC no duró mucho. El inicio de la Guerra Fría cambió radicalmente el equilibrio internacional. En 1947, Estados Unidos impulsó el Plan Marshall para reconstruir Europa, condicionado a que los países beneficiarios no tuvieran comunistas en el poder. Esto generó una fuerte presión externa sobre Italia, donde el PCI mantenía una estrecha relación con la Unión Soviética. La DC aprovechó este contexto para expulsar al PCI y al PSI del gobierno en mayo de 1947, alineando definitivamente a Italia con el bloque occidental.
A nivel interno, la creciente fuerza del PCI y del movimiento obrero generaba temor entre sectores conservadores, empresariales y eclesiásticos. La DC aprovechó esta polarización para presentar al PCI como una amenaza al orden democrático, y preparó el terreno para las elecciones de 1948, que ganó con amplio respaldo de EE. UU. y del Vaticano. El PCI nunca regresó al Gobierno de Italia.
Escribían Togliatti y Gramsci en 1919 al comienzo del texto Democracia Obrera: “Hoy se impone un problema acuciante a todo socialista que tenga un sentido vivo de la responsabilidad histórica que recae sobre la clase trabajadora y sobre el partido que representa la consciencia crítica y activa de esa clase. ¿Cómo dominar las inmensas fuerzas desencadenadas por la guerra? ¿Cómo disciplinarlas y darles una forma política que contenga en sí la virtud de desarrollarse normalmente, de integrarse continuamente hasta convertirse en armazón del Estado socialista en el cual se encarnará la dictadura del proletariado?
No podemos saber que decisiones hubiera impulsado Gramsci, lo que es un hecho es que la aceptación del giro de Salerno fue el rechazo a la revolución socialista y el primer paso dado a lo largo de la vía italiana al socialismo que el PCI recorrería las próximas dos décadas bajo la dirección de Togliatti.
BIBLIOGRAFíA
Magri Magri, L (2011). El sastre de Ulm: El comunismo del siglo XX. Hechos y reflexiones.
Marchini, Aldo U. (1966). The Italian Communist Party 1921-1964: A profile.
Togliatti, P (1944). The political situation in Italy.
Tosi, Adele K. (1976). The PCI Resurgent: 1943-1945.
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