Recibimos la noticia del acuerdo de paz de Estados Unidos a la vez que acontecía la manifestación en Iruñea. Parece que a Hamás no le ha quedado otra que mostrar su disposición a discutir el acuerdo de Trump, entre los aplausos de los políticos occidentales. Tenemos claro que se ven en la obligación de parar el caos sin precedentes que vive Palestina, lo que supone plantear dos cuestiones que están relacionadas entre ellas pero que son diferentes. Primero: ¿cómo parar este genocidio antes de condenar al pueblo palestino a su inminente desaparición? Y la segunda: ¿cómo construir una Palestina libre antes de condenarla a su progresiva desaparición?
El acuerdo de paz de Trump supone la estabilización de las posiciones que ha ganado Israel y, por tanto, que ha perdido Palestina; a nivel internacional, legitima a Israel como entidad sionista, y en ningún caso supone una garantía para la paz de Palestina. Porque no hay paz posible entre un Estado que se ha constituido en principios colonizadores y otro que está oprimido, cuando la supervivencia de uno niega al otro. En este conflicto, al menos, la paz no vendrá de la mano del alto el fuego, sino de la disolución del Estado terrorista; de la disolución de Israel.
Palestina lleva casi 80 años sobreviviendo y resistiendo bajo el dominio del Estado colonizador y expansionista de Israel. Palestina lleva casi 80 años sin ser reconocida como pueblo por muchos países occidentales y casi 80 años oprimida; pero para muchos no ha sido suficiente para que su resistencia organizada sea legítima. La dejadez de los países occidentales hacia este conflicto y su apoyo incondicional a Israel han permitido que, en los últimos dos años, la guerra se haya intensificado. Desde entonces Palestina despierta, día sí y otro también, entre bombardeos de la última ofensiva israelí. Ya que Palestina es un pueblo al que quieren condenar al asedio, al hambre y a la muerte; y, al fin y al cabo, a la desaparición.
Así las cosas, desde Occidente tenemos que intentar que la correlación de fuerzas entre Palestina e Israel gire hacia el lado palestino, y en ese camino aporta, por ejemplo, la manifestación del sábado en Iruñea. Una multitud proclamamos que la única salida posible para Palestina viene de la mano de la disolución de Israel. Al margen de las dificultades que podría conllevar la materialización de dicha disolución, esta idea refuerza la lucha histórica del pueblo palestino. El hecho de que en términos ideológicos y simbólicos prevalezca el mensaje contra Israel mejora las posibles posiciones del pueblo palestino para la lucha, ya que abre un marco ideológico contra Israel. Eso da a la resistencia palestina la legitimidad que se le ha quitado durante años desde Occidente y, al contrario, le quita a Israel la legitimidad que se le ha dado. Tenemos que estabilizar un marco cultural e ideológico que permita a los palestinos conseguirlo todo.
Nosotros tenemos claro que los políticos que aplauden el acuerdo de paz de Trump, aunque blanqueen su cara con lejía, nunca limpiarían la responsabilidad que tienen, ni crearán de ninguna manera las condiciones para una Palestina libre. Desde donde estamos, nos toca promover un boicot que sirva para debilitar o señalar a Israel y reforzar la lucha ideológica; con un claro señalamiento de los responsables, sacando a la luz la complicidad de Occidente, señalando falsas salidas, defendiendo el derecho a la resistencia y exigiendo la disolución de Israel.