Era 1905. En Rusia había estallado la revolución. Obreros y campesinos salieron a la calle, organizaron huelgas, motines y continuas protestas que se extendieron durante días y meses. Como consecuencia, el Zar Nicolas II se comprometió a establecer una monarquía constitucional y llamar a la Primera Duma de 1906, lo que implicaba la convocatoria de elecciones democráticas. Los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, y a los que esta primera revolución cogió por sorpresa, llamaron a la no participación en las elecciones y a su boicot.
En 1907, con la revolución ya apagada y con la retirada masiva de los revolucionarios de las calles, fue convocada la Segunda Duma. Los bolcheviques decidieron participar. Fue una Duma de corta duración, de apenas unos meses. El Zar ordenó su disolución y la detención de los ministros bolcheviques, apoyándose en que estos últimos empleaban la tribuna parlamentaria para llamar a la revolución.
Algo había cambiado en dos años. En 1905, con la revolución en pleno auge, los bolcheviques llamaron al boicot parlamentario, mientras que, en 1907, con la revolución en plena retirada, participaron en las elecciones parlamentarias. Hay, sin embargo, un hilo conductor en estos hechos: la participación bolchevique siempre estuvo unida a las posibilidades revolucionarias. No tenía sentido alguno llamar a la participación parlamentaria y a su legitimación en un momento en el que las masas se estaban lanzando a la revolución. Sin embargo, en una situación de repliegue, en 1907, llamaron a la participación, pero siempre con el objetivo puesto en la revolución. Ejemplo de ello es que, mientras que los miembros electos al parlamento usaban la tribuna para hacer propaganda y agitación por la revolución, los bolcheviques disponían de grupos armados organizados para llevar a cabo el golpe político. Es por ello por lo que la Segunda Duma fue disuelta y los bolcheviques detenidos.
En 1905, con la revolución en pleno auge, los bolcheviques llamaron al boicot parlamentario, mientras que, en 1907, con la revolución en plena retirada, participaron en las elecciones parlamentarias. Hay, sin embargo, un hilo conductor en estos hechos: la participación bolchevique siempre estuvo unida a las posibilidades revolucionarias
En la estrategia bolchevique, la cuestión parlamentaria siempre estuvo subordinada a la revolución. Así fue también en los debates dados en 1920 en torno a la III Internacional. De aquellos debates queda como legado el famoso escrito de Lenin sobre La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo. En este caso, el contexto del debate ya no era la revolución bolchevique en Rusia como tarea a realizar, sino que como revolución a popularizar y extender por Europa. A esa tarea quedaba subordinada la defensa de la participación parlamentaria realizada por Lenin.
En cualquiera de los casos citados, no se trataba de dirimir sobre la participación parlamentaria en un contexto de ausencia total de la revolución. Si bien entre 1905 y 1907 hubo un repliegue revolucionario en el fervor de las masas, fueron dos años en los que los bolcheviques organizaron capacidades militares para empujar en el sentido revolucionario y en los que la agitación parlamentaria debía ayudar a popularizar, de nuevo, la conquista de las calles y las huelgas masivas que, según los propios bolcheviques, debían conducir a una situación revolucionaria. La estrategia parlamentaria respondía, por ello, a una estrategia revolucionaria. En ningún caso la participación parlamentaria tenía por objetivo la gestión de las instituciones, conseguir mejoras para el proletariado, o rellenar un vacío que los socialdemócratas contrarrevolucionarios justifican hoy con el conocido “mientras tanto”; al que no dan respuesta explicita, pero cuyas implicaciones sobradamente conocemos: “mientras tanto” realizar tareas en contra de la revolución; hacerla imposible.
La estrategia parlamentaria respondía, por ello, a una estrategia revolucionaria. En ningún caso la participación parlamentaria tenía por objetivo la gestión de las instituciones, conseguir mejoras para el proletariado, o rellenar un vacío que los socialdemócratas contrarrevolucionarios justifican hoy con el conocido “mientras tanto”; al que no dan respuesta explicita, pero cuyas implicaciones sobradamente conocemos: “mientras tanto” realizar tareas en contra de la revolución; hacerla imposible
La situación era similar en 1920. La Revolución Rusa había nacido, en las cabezas de los bolcheviques, como primera chispa que debía encender la Revolución Mundial, tarea a la que se consagraba la III Internacional. Los debates dados en torno a la misma tenían por objetivo la extensión de la revolución a escala mundial. La participación parlamentaria quedaba subordinada a esa gran tarea. Su objetivo, una vez más, era hacer agitación por la revolución. El debate giraba, por ello, en torno a si la participación parlamentaria posibilitaba o no un empuje favorable a la revolución. Es ahí donde surge el “izquierdismo” como expresión que definía a los que opinaban que, en un contexto revolucionario, era contraproducente llamar a la participación institucional, pues su resultado sería la legitimación del orden burgués y no su supresión.
Así pues, el debate en torno al parlamentarismo, en el seno de la III Internacional, respondía a la necesidad de unidad estratégica a nivel internacional para llevar a cabo la revolución, entendida ésta como golpe militar y toma del poder político por el proletariado organizado en forma de Partido Comunista. En ningún caso se pensó en torno al parlamentarismo como proceder normal de las organizaciones comunistas o como medio de mejora de la situación de la clase obrera mediante políticas reformistas. Es más, allí donde los comunistas carecieron de capacidades organizadas para llevar a cabo la revolución (en este caso, una organización armada), o no se daban condiciones para la toma del poder, el debate sobre el parlamentarismo carecía de interés, y la participación en las instituciones de la burguesía no era ni siquiera una opción.
Allí donde los comunistas carecieron de capacidades organizadas para llevar a cabo la revolución, o no se daban condiciones para la toma del poder, el debate sobre el parlamentarismo carecía de interés, y la participación en las instituciones de la burguesía no era ni siquiera una opción
Esa última es también una razón de peso para que los bolcheviques decidieran no participar en la Primera Duma, conquistada por las masas en 1905. Y es que el hecho de que fuera un contexto de revolución no es suficiente desde el punto de vista bolchevique, y sobre todo desde el punto de vista de Lenin, que defendía la necesidad del Partido Comunista; de la vanguardia del proletariado organizado portadora de la conciencia revolucionaria, como condición para realizar la revolución socialista. 1905 fue un año difícil para la organización bolchevique, más bien fue un año de desorganización, y el hecho de no haber previsto las protestas de 1905 los dejó fuera de juego, durante un tiempo. En tales condiciones, la participación parlamentaria carecía de sentido, pues la vanguardia comunista no estaba preparada para responder a su cometido histórico, y participar en las elecciones tendría como resultado la desorientación ideológica y política. Es decir, la participación parlamentaria sería contraproducente para una organización comunista que no estaba en condiciones de llevar a cabo los objetivos para los que había nacido.
Con todo, el debate en torno al parlamentarismo, desde una óptica comunista, tan solo puede ser resuelto de manera subordinada a la estrategia por la Revolución Socialista Mundial. Si se carece de esta, no hay debate que valga. Las posiciones confrontadas en el seno de la III Internacional responden a y pueden ser explicadas por −aunque ello no agote su explicación− el estado de desarrollo diferenciado de la revolución mundial según diferentes países. Así, si la revolución bolchevique, en primera instancia, se da como golpe político-militar en una situación de descomposición del estado derivada de la crisis bélica de la I Guerra Mundial, en Occidente, en situación de contexto bélico similar, las condiciones revolucionarias difieren ligeramente: la amplia organización de masas proletaria con largo recorrido democrático, derivada de un desarrollo más extensivo del capitalismo y una mayor experiencia acumulada del proletariado, abre la puerta a una confrontación revolucionaria en otros términos y a una extensión de la democracia y la representatividad en un sentido proletario más acorde a los principios más desarrollados del comunismo. Es en ese sentido, y en tal contexto, que hemos de entender, por un lado, las posiciones confrontadas en torno al parlamentarismo y, por otro, la necesidad de una estrategia unitaria que surge como síntesis de esa confrontación.
La amplia organización de masas proletaria con largo recorrido democrático, derivada de un desarrollo más extensivo del capitalismo y una mayor experiencia acumulada del proletariado, abre la puerta a una confrontación revolucionaria en otros términos y a una extensión de la democracia y la representatividad en un sentido proletario más acorde a los principios más desarrollados del comunismo
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