No lo olvidemos nunca: la política consiste en dominar al enemigo y son políticos todos los medios que contribuyen a este último objetivo. Entre ellos, por supuesto, es importante tener los mejores argumentos o un saber superior en teoría, porque también estos pueden convertirse en gigantescas fuerzas materiales si se apoderan de una fuerza organizada o, más exactamente, si se organizan en fuerza. Pero no los ensalcemos sin medida, obviando su relación con las capacidades reales. Porque un argumento puede perder ante un puñetazo del enemigo, si no se entiende cuándo y cómo hay que utilizarlo.
No se puede negar, sin embargo, que la capacidad argumentativa y el alto nivel teórico han tenido una gran importancia en la organización de las capacidades políticas. Pero tan real como esto, así de duro ha sido también ver a las diferentes generaciones comunistas caer ante el fusil fascista y comprobar que a falta de esas generaciones la argumentación y el saber no han tenido asidero, y han retrocedido. No nos basta la razón, tenemos que organizar la fuerza para hacerla realidad.
En tales casos, la conexión –o el ser igual– entre la teoría y la política a que hemos aludido a menudo, se impone con la cara más cruel de la realidad: a falta de capacidad política, de movimiento real, la teoría no tiene posibilidad de ser. Los argumentos también son estériles si no tienen cuerpo social. Afortunadamente no solo hemos enfrentado al enemigo con palabras, y hoy, el comunismo, más que una idea, es especialmente un proyecto organizado, una potencia real. Podemos decir que el argumento se ha impuesto al meme, porque la cruel realidad es mejor argumento que la ficción real. Y menos mal que nos lo hemos tomado en serio, con humor que es bueno, más que esos malhumorados que cuentan chistes.
Se suele llamar dosis de realidad al disgusto ocurrido. Aunque la crueldad no es lo único real, la realidad a menudo necesita de una situación cruel para aclarar que no es una ilusión. Muchos dicen que es una broma o que lo que ocurre en las redes sociales no es real, pero el dolor que produce una bofetada es totalmente real y hace real cada insulto que han lanzado a cada uno de nuestros compañeros, cada chiste que han hecho para ridiculizar a nuestros compañeros. En esas circunstancias, la bofetada es un instrumento político. También lo es el meme.
Muchos dicen que es una broma o que lo que ocurre en las redes sociales no es real, pero el dolor que produce una bofetada es totalmente real y hace real cada insulto que han lanzado a cada uno de nuestros compañeros
Y esto último no hay que olvidarlo. Se ha dicho cuatro párrafos más arriba. El meme no es una simple práctica individual que busca pasarlo bien. El meme tiene una función política y su objetivo es desactivar políticamente al enemigo, hacerlo carnal, un individuo carnal creado por este mundo, que está supuestamente lleno de contradicciones y al que no hay que hacer demasiado caso, porque también lo que dice es tan imperfecto como la carne. A través del meme se disuelve al militante político; se deshace la coherencia que le da actuar según una estrategia política, su carácter militante y sus palabras, esas palabras que son palabras de un colectivo. El meme es una estrategia de subjetivación, es decir, es un instrumento para transformar la estrategia política en ideas caóticas procedentes de la mente equivocada del individuo aislado, que relativiza la política y deshace la verdad, porque todo es efímero a los ojos del meme. En definitiva, convertir al militante en carnal significa arrancarlo de sus potencias políticas y de la organización colectiva.
El meme es una estrategia, que a veces se hace conscientemente, organizada. En otras ocasiones, esta estrategia no es más que el producto de la acción no organizada de los individuos, es decir, es la expresión de la fuerza social que hace individuos a los individuos, la cual, aunque los individuos ignoren su propia práctica, se impone en el razonamiento de todos, puesto que son individuos anticomunistas en una sociedad capitalista. En esos casos está justificado atacar a los comunistas, burlarse de ellos y vivirlo como un orgasmo colectivo. Puede que no lo hayan pensado con antelación, pero pueden disfrutar de esta situación porque tampoco lo han pensado después. El resultado es el mismo, el meme es contrarrevolucionario.
Porque el meme no es un chiste que solo puedan entender los supuestos humorados. El meme es una forma de razonamiento que no se basa en un argumento sistematizado, sino en el sentido común abstracto, pero que tiene base política, porque su resultado es tanto la disolución de los militantes políticos como la desarticulación y el desprecio de la política que se da por medio de esa disolución. Este tipo de ataques directos, esos ataques que toman la forma de una práctica cruel sobre los individuos, son la política en su forma más cruda, la violencia y la negación violenta, porque no solo golpean a un individuo a través de esa agresión, sino que a través de ella atacan una opción política.
El intento inicial de razonamiento, que busca menospreciar al enemigo, se convierte posteriormente en broma y limita la difusión de lo que es la broma: el chiste llega hasta el punto en que se recibe la respuesta, porque lo que viene después no es una simple broma para el que desborda humor. Imagínese lo ridículo que sería si a un payaso que hace payasadas se le contestara con payasadas y se acabara enfadando por ello. Y ahora imagínese lo ridículos que son los que se esconden en el humor para no responder con argumentos a los argumentos políticos, porque no los aceptan como humor.
Porque el meme que se hace contra los comunistas en primera instancia no desprecia la política, para sumergirse en un ambiente alegre. No es reír su primer objetivo, sino atacar al enemigo. La gracia misma, o el chiste, no son por eso lo que caracterizan al meme; el meme es un proceso en el que está abierta la posibilidad de evasión: si alguien contesta con argumentos, el meme intenta cerrar la posibilidad de hacerlo, solo después, cuando se ha obtenido la respuesta. El meme es una ruta de escape para que el que en primera instancia ha hecho política en su forma más grosera tenga después un recurso para renunciar a su carácter político: o «no era mi intención dar argumentos, sino hacer una broma», o «Twitter no es un espacio para el debate» pero realmente en ningún lugar discuten con nadie que no sean ellos mismos, o con nadie que no les dé la razón, es decir, con nadie que no acepte su meme. Lo pueden decir más correctamente: «lo que está fuera del meme no es un espacio de discusión, y el meme en sí no es discutible, porque no es más que una broma».
El proceso irracional y violento de intento de subordinación política se pone de manifiesto: el primer paso es responder a una cuestión política con desprecio, menospreciando al interlocutor, tratando de ridiculizarlo o lanzando un mensaje que hace suyo el sentido común. Después viene el chiste, cuando el mensaje original recibe respuesta y no saben cómo responder.
El proceso irracional y violento de intento de subordinación política se pone de manifiesto: el primer paso es responder a una cuestión política con desprecio, menospreciando al interlocutor, tratando de ridiculizarlo o lanzando un mensaje que hace suyo el sentido común. Después viene el chiste, cuando el mensaje original recibe respuesta y no saben cómo responder
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