El concepto de Revolución Cultural entronca en la tradición directa maoísta de la revolución china como un proceso continuado e ininterrumpido; como un movimiento que no agota la revolución misma en sus propias premisas y dinámicas conservadoras una vez cumplimentadas determinadas fases. Central a esta concepción es la idea de que la situación existente debe ser constantemente revisada y puesta en cuestión para evitar la reaparición de las antiguas clases explotadoras en posiciones de influencia, por medio de repetidos movimientos de lucha de clases, y de toda una serie de políticas para transformar las conciencias a través de movimientos de rectificación. También es importante mencionar que el concepto cultura (Wenhua, 文) en chino tiene una acepción más amplia a la occidental, equivalente a civilizatorio.
LA GRAN REVOLUCIÓN CULTURAL PROLETARIA (GRCP)
Esta idea, durante la revolución china, ha tenido una influencia protagónica desde que Mao estuvo al frente del Partido Comunista, tanto antes como después del triunfo de la revolución en 1949. Como ejemplo, baste mencionar el Movimiento de Reconocimiento de la Tierra de principios de los años treinta, donde se consideraba la reforma agraria como una medida política y económica y, al mismo tiempo, como un proceso de educación del campesinado; la Campaña de Rectificación llevada a cabo entre los cuadros del Partido a principios de los años cuarenta; la Campaña de Reforma del Pensamiento entre los intelectuales en 1950; la Campaña de los Tres Anti, realizada entre los cuadros del Partido en 1951, contra la corrupción, el despilfarro y la burocracia; la Campaña de los Cinco Anti en 1952, dirigida contra el soborno, el fraude, el robo de propiedades del gobierno y el robo de secretos económicos del Estado por parte de comerciantes e industriales que aún operaban sus empresas de forma semiautónoma, o la Campaña de Nueva Rectificación en 1957, dirigida contra las tendencias burocráticas entre los cuadros del Partido y del Estado[1].
El concepto básico de todas estas campañas era esencialmente el mismo: que los valores, ideas y motivaciones de las masas, son el factor crucial en el funcionamiento de la sociedad; que incluso una revolución política, en la que se ha tomado el poder del Estado, y una revolución económica, en la que todos los principales medios de producción son de propiedad colectiva, no son suficientes para asegurar el éxito de la revolución salvo que dicha revolución transforme simultáneamente tanto el mundo como al ser humano. De ahí que el objetivo de estas campañas fuera construir una nueva moral, un nuevo conjunto de normas de conducta humana en sintonía con la nueva sociedad socialista, basada en la dictadura del proletariado. En la fase de transición del capitalismo al comunismo se considera que la vieja moral se deriva de la vieja sociedad burguesa basada en la propiedad privada y que el interés privado del individuo es su atributo fundamental. La nueva moral debe relacionarse con la nueva sociedad socialista; su elemento fundamental debe ser la exaltación del interés colectivo por encima del interés privado, y de los valores proletarios sobre los valores burgueses. Mao sostiene que las viejas ideas no desaparecerán por sí solas, sino que hay que expulsarlas deliberadamente e inculcar otras nuevas. La Revolución Cultural no es una excepción: su cualitativa diferencia radica no sólo en su intensidad y escala de operación, ya que no se limitará a grupos seleccionados, como los intelectuales o los cuadros del Partido, sino a que se dirigirá a revolucionar y transformar el estado de cosas. Por lo tanto, puede considerarse como una continuidad de una tradición de la revolución (movimientos de rectificación focalizados) pero al mismo tiempo como una ruptura de todos los intentos anteriores, pero no como su culminación, ya que se concibe como un proceso continuo, que será necesario para cada generación sucesiva, para asegurar la correcta orientación ideológica de los futuros comunistas.
Incluso una revolución política, en la que se ha tomado el poder del Estado, y una revolución económica, en la que todos los principales medios de producción son de propiedad colectiva, no son suficientes para asegurar el éxito de la revolución salvo que dicha revolución transforme simultáneamente tanto el mundo como al ser humano
Por otro lado, aunque la Revolución Cultural está presente entre las mejores enseñanzas y tradiciones del Partido Comunista Chino bajo la dirección de Mao, un factor muy importante que la desencadena fue la aparición en la URSS de lo que los comunistas chinos definen como «revisionismo». En los escritos de Mao se subraya que las clases siguen existiendo bajo el socialismo, y seguirán existiendo hasta que se logre la sociedad comunista sin clases, y se suprima la contradicción entre el trabajo manual e intelectual específica de la sociedad capitalista. No se trata de clases en el viejo sentido marxista de relación directa con la propiedad, es decir, terratenientes, capitalistas, obreros y campesinos; sino de clases que, aunque jurídicamente no son titulares privadamente de esos medios de producción, desempeñan roles funcionales de obreros, directivos, campesinos, cuadros del Partido y del Estado, intelectuales, académicos y otros trabajadores intelectuales, soldados, etcétera. La contradicción entre propiedad y socialización efectiva es la principal durante todo el período de transición. Las contradicciones siguen existiendo entre estas clases, y pueden convertirse en agudos antagonismos a menos que se manejen con cuidado. Para Mao, existe una contradicción particularmente peligrosa entre las masas y quienes ocupan posiciones de autoridad sobre ellas, es decir, entre los obreros y campesinos, por una parte, y los gerentes, administradores, cuadros del Estado y del Partido, y los responsables de las instituciones culturales educativas, por otra. Si no se toman enérgicas medidas preventivas, esta contradicción puede convertirse en un antagonismo fundamental entre gobernantes y gobernados, de modo que surja una clase burocrática y tecnocrática privilegiada con intereses propios divergentes a los del pueblo (proletariado y campesinado en China). Si se permite que esto ocurra, y especialmente si esta clase aún conserva restos de la ideología de la vieja sociedad burguesa, el escenario está preparado para el revisionismo, es decir, para la revisión de los principios marxista-leninistas básicos del socialismo revolucionario, tanto interna como externamente en relación con los imperialistas. Por tanto, quienes ocupan posiciones relevantes de poder estarán más interesados en mantener el statu quo, tanto interna como externamente, que en impulsar el desarrollo revolucionario de la revolución proletaria tanto a escala nacional como internacional.
En los escritos de Mao se subraya que las clases siguen existiendo bajo el socialismo, y seguirán existiendo hasta que se logre la sociedad comunista sin clases, y se suprima la contradicción entre el trabajo manual e intelectual específica de la sociedad capitalista
En base a lo anterior, son relevantes dos incidentes importantes para comprender el preludio de la Revolución Cultural: la lucha en la cúspide del Partido Comunista Chino (PCCh) por la Notificación del Comité Central del 16 de mayo de 1966, y el equilibrio de poder tanto en el Comité Permanente del Comité Central y en el propio Comité Central más tarde en 1966. El resultado será el Programa de Dieciséis Puntos del Comité Central del 8 de agosto de 1966; en aquel momento será el informe de un grupo minoritario. Como resultado de la Nueva Política Económica de 1960-1964, se había producido el crecimiento de un estrato privilegiado de directores de fábrica y tecnócratas, estrechamente vinculados a los comités del Partido de las provincias. Estos estratos estaban apoyados por un gran número de intelectuales cuyos intereses culturales se inscribían en una tradición burguesa, con cierta inclinación hacia Occidente. El desplazamiento del énfasis hacia los mercados en la agricultura y la venta al por mayor, en vez de a la satisfacción de necesidades colectivas, será seguido por un desplazamiento del poder político en contra de Mao Zedong. Líderes políticos como Tao Chu, antiguo primer secretario de la oficina del Centro Sur (que abarcaba a 200 millones de ciudadanos chinos), y Li Ching-chuan, «patriota local» de la enormemente rica y poderosa provincia de Szechuan, no sólo construyeron «reinos feudales» semiautónomos, sino que también apoyaron a los oponentes de Mao en la organización central del Partido: Deng Xiaoping, Liu Shaogi y Peng Zhen. En Pekín, el control de la prensa y del Departamento de Propaganda del aparato del Partido Central permitirá a los opositores de Mao negarse a publicar críticas sobre sí mismos y restringir la impresión y distribución de las obras del propio Mao –de ahí la distribución masiva del «pequeño libro rojo» de citas una vez iniciada la Revolución Cultural–. La ideología oficial de la Revolución China sigue siendo maoísta pese a que las organizaciones estatales se regían por normas y valores diferentes. Había, en esencia, una lucha entre dos alas del Partido y la burocracia, entre la sección representada por Mao, y los gerentes y cuadros ubicados en los puestos administrativos del Estado cuyas posiciones dentro del Partido representarán Liu Shao Chi y Deng Xiaoping.
INICIO DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL
Los comienzos de la Revolución Cultural se caracterizarán por las agudas tensiones y contradicciones entre la actividad de las masas y el control intervencionista del Estado. En el desarrollo de la Revolución Cultural existirán dos fases unidas pero diferenciadas: la primera, correspondiente a la explosión de la Revolución Cultural como movimiento de masas expansivo (con su correlato novedoso mediante la pluralización de organizaciones políticas desarrolladas por el propio movimiento de las masas) y; una segunda, basada en la guerra de facciones, la reconstrucción del Partido-Estado y la preponderancia de la lógica de la eliminación.
La primera fase del movimiento estará marcada por la extensión del movimiento de masas, por medio de los Guardias Rojos, que sucederá fuera de la capacidad operativa del propio Partido-Estado. Partirá de una lucha intrapartidista pero su imbricación, primero en los estudiantes y luego en la clase obrera urbana, provocará un auténtico terremoto para las estructuras del viejo Estado y Partido al no ceñirse sólo a una lucha por el poder. Será una lucha sobre la naturaleza del propio proceso revolucionario socialista, sobre la relación entre masas y vanguardia, y sobre la implantación de relaciones comunistas. La diferencia sobre la política –sobre las «dos líneas» en el Partido– se convertirá rápidamente en la lucha sobre «dos caminos»: el capitalismo o el comunismo.
Partirá de una lucha intrapartidista pero su imbricación, primero en los estudiantes y luego en la clase obrera urbana, provocará un auténtico terremoto para las estructuras del viejo Estado y Partido al no ceñirse sólo a una lucha por el poder. Será una lucha sobre la naturaleza del propio proceso revolucionario socialista, sobre la relación entre masas y vanguardia, y sobre la implantación de relaciones comunistas
La segunda fase del movimiento lo estará por la reconducción del movimiento de masas de la Revolución Cultural y la reconstrucción del viejo Estado demolido. El Ejército Popular de Liberación será la principal estructura, junto con los comités revolucionario de la triple alianza, sobre los que el viejo aparato del Partido-Estado se reorganizará. La lucha entre facciones y diferentes líneas será la que defina el fin de la Revolución Cultural y, posteriormente, la derrota de la línea de izquierdas y el triunfo definitivo de la contrarrevolución en 1976.
La primera embestida por la que dará comienzo la Revolución Cultural, entre noviembre de 1965 y mayo de 1966, será la crítica a la obra de ópera La destitución de Hai Rui escrita por Wu Han[2]. Wu Han era la punta de lanza en el sector artístico y literario del alcalde derechista Peng Zhen. La obra, basada en las alabanzas y reivindicaciones de los buenos funcionarios como ejemplos de modelos comunistas, será un ataque a las visiones radicales maoístas y al legado del Gran Salto Adelante. El suceso dará lugar a un encarnizado debate público con tres partes implicadas: Wu y sus partidarios, que ocupaban puestos importantes en el aparato cultural del Estado y del Partido Comunista; Mao Zedong y el literato comunista Yao Wenyuan[3]; y, finalmente, los académicos universitarios presentes en la polémica, cuyas posiciones oscilarán positiva o negativamente en relación al papel y contenido de la obra. Las fuertes divisiones y posiciones en torno a las valoraciones de la obra y los elementos falsificadores de la historia revolucionaria de China conllevará la ofensiva de la línea de Mao. Buscando una revolución en la superestructura, Mao utilizará la lucha en el frente cultural inicial para disparar contra los aparatos culturales del Estado. La polémica se convertirá en un medio por el que Mao desafiará a las instituciones de propaganda y educación del Estado para poder lanzar una Revolución Cultural. Por tanto, el primer objetivo de la Revolución Cultural propiamente dicha será la cúspide del aparato ideológico estatal de la República Popular China: el sistema universitario. El objetivo maoísta perseguirá llevar a cabo una lucha en la superestructura para mantener y reorientar el control comunista de la reproducción de las relaciones de producción.
El primer objetivo de la Revolución Cultural propiamente dicha será la cúspide del aparato ideológico estatal de la República Popular China: el sistema universitario. El objetivo maoísta perseguirá llevar a cabo una lucha en la superestructura para mantener y reorientar el control comunista de la reproducción de las relaciones de producción
Simultáneamente a la lucha cultural, la Revolución Cultural se iniciará por una lucha de poder en la cúspide del Partido. Mao llevará a cabo una purga muy quirúrgica y precisa de figuras dentro del PCCh con el propósito de asegurar un aparato capaz de lanzar una Revolución Cultural. Cada movimiento tendrá un significado:
El primero será el ya mencionado: lanzar una polémica contra Wu Han, adjunto del alcalde de Pekín y poderoso miembro del Comité Central, Peng Zhen. Peng también estaba a cargo del aparato de propaganda del Partido. Socavar ese aparato se convertirá en el objetivo central del periodo comprendido entre noviembre de 1965 y mayo de 1966.
El segundo, a medida que se desarrollaba el debate, consistirá en seleccionar a personas de su equipo de seguridad. Desplegará en Pekín unidades de élite de confianza del Ejército Popular de Liberación (EPL) y de la policía armada para reforzar la seguridad ante el posible escenario de que los acontecimientos pudieran descontrolarse o, también, por si otros intentaban actuar contra él a medida que se desarrollaba la Revolución Cultural.
A continuación, actuará contra Luo Ruiqing, funcionario de la Comisión de Asuntos Militares (dirigida en última instancia por Mao), al ser la conexión institucional entre el Partido y el Ejército Popular de Liberación. Esto cortó la conexión política entre el resto del Partido y el EPL. Asimismo, destituirá a Yang Shangkun como jefe de la Oficina General del Comité Central en un intento por controlar el flujo de información del Comité Central. Representaba para Mao un objetivo clave: mantener una férrea supervisión de la distribución de información en la cúpula del Partido.
Con todos estos movimientos, como forma de lucha preliminar, la línea maoísta asegurará un aparato central capaz de preparar y sostener la Revolución Cultural. Dentro de este aparato, destacará la organización denominada Grupo Encargado de la Revolución Cultural (GERC), organización que reemplazará al Comité Central del Partido Comunista Chino. El Grupo Encargado de la Revolución Cultural será, pues, la organización por medio de la que Mao lanzará un ataque indirecto contra el Estado y el Partido: ésta servirá de enlace con las organizaciones rebeldes que se formen en consecuencia. También se convertirá en el órgano dirigente de facto del PCCh mientras dure la fase de masas de la Gran Revolución Cultural Proletaria, al menos hasta el IX Congreso del Partido en 1969. Pero, como decimos, después de estos movimientos iniciales en la primera mitad de 1966, lo más relevante es que la Revolución Cultural ha comenzado. A continuación, se publicará la Notificación del 16 de mayo, un documento ampliamente considerado como el inicio de la GRCP, por medio del cual lucha comenzará a extenderse rápidamente fuera de la cúpula del Partido[4]. Los Grupos Encargados de la Revolución Cultural se desplazarán a diferentes regiones donde las luchas culturales se están produciendo públicamente para intervenir en ellas con el fin de lograr la dirección y control sobre las mismas. De este modo, la línea maoísta busca la amplia participación de las masas en toda China.
El 25 de mayo, en la Universidad Beida de Pekín, aparece un cartel con grandes caracteres (dazibao) en la pared de la cantina de la universidad. El autor del cartel, Nie Yuanzi, un funcionario del Partido de 45 años y miembro del departamento de filosofía de la universidad, criticará a las autoridades universitarias, dirigidas por Lu Ping, y al aparato cultural central, al haberse dedicado a reprimir y tergiversar el encarnizado debate sobre la ópera La destitución de Hai Rui. A la mañana siguiente, las paredes de la Universidad de Pekín estarán cubiertas de grandes carteles, y poco después las de miles de escuelas e instituciones educativas de todo el país. La intervención de Nie marcaría el inicio del movimiento estudiantil en las universidades de Pekín y el nacimiento de los Guardias Rojos. Los Guardias Rojos eran organizaciones clandestinas de jóvenes estudiantes, mal vistos por el Partido, que no podían conciliar los principios del socialismo bajo los que habían sido educados, con los principios y prácticas de la educación que estaban recibiendo y con las desigualdades sociales que sabían que aún existían en la sociedad china. El primer grupo se formó en una escuela secundaria media que era filial de la Universidad de Tsinghua. Influidos por la efervescencia que se vivía en la Universidad de Pekín, los rebeldes maoístas formaron un grupo y se llamaron a sí mismos «Guardias Rojos» (nombre tomarán de una organización civil que surgió en los primeros días de la Revolución en la provincia de Hunan en 1926). Grupos similares surgirán en otras escuelas y universidades de la zona de Pekín, y, posteriormente, en ciudades adyacentes, como Tientsin. Originalmente «clandestinos» durante varios meses, el movimiento se extenderá como la pólvora cuando Mao les apoye públicamente en una manifestación en la Plaza de Tiananmen. A partir de entonces, el movimiento se extenderá por toda China. En el plazo de tres meses, entre 15 y 20 millones de jóvenes se habían unido a los Guardias Rojos, organizados en función de sus instituciones educativas; en su mayoría eran estudiantes de enseñanza media y superior, de edades comprendidas entre los diez y los veinte años, con algunos profesores jóvenes. Los únicos requisitos para ser miembro –que ellos mismos controlaban– eran el apoyo militante a la Revolución Cultural Proletaria de Mao y un origen de clase proletario –de familias de obreros, campesinos, soldados del Ejército Popular de Liberación, etc.–[5].
Los Guardias Rojos eran organizaciones clandestinas de jóvenes estudiantes, mal vistos por el Partido, que no podían conciliar los principios del socialismo bajo los que habían sido educados, con los principios y prácticas de la educación que estaban recibiendo y con las desigualdades sociales que sabían que aún existían en la sociedad china
Se ordenará al ejército y a las fuerzas de seguridad que no intervengan y, en algunos casos, que proporcionen ayuda material a los grupos radicales emergentes.
La ofensiva de la línea maoísta en el frente cultural será considerada, inicialmente, dentro del Partido como un movimiento en línea con anteriores campañas de movilización, centrada en la persecución de individuos típicamente «sospechosos». No podían concebir que el objetivo de Mao fuera la propia burocracia. La reacción se traducirá en una fuerte resistencia al nuevo movimiento desde dentro del Partido, enviando equipos de trabajo a diversas escuelas e institutos. Estos equipos eran cuadros del Partido encargados de la «resolución de problemas» para remediar dificultades. Sin embargo, la Revolución Cultural se trataba de una situación nueva. Los equipos no estaban acostumbrados a realizar tareas en instituciones educativas; infravaloraron la importancia del movimiento, que era novedoso, posicionándose del lado de los aparatos ideológicos educativos frente a la revuelta de los estudiantes. En consecuencia, los equipos intentaron controlar a los revolucionarios, restringir sus actividades y, en algunos casos, incluso instigaron a otros grupos a oponerse a ellos. Durante el verano de 1966, conocido como los «cincuenta días», los estudiantes universitarios de Pekín y los equipos de trabajo pelearán por la dirección de un floreciente movimiento de masas. Los estudiantes organizarán manifestaciones, críticas públicas, debates y formarán sus propios grupos. Los equipos de trabajo buscarán mantener un férreo control sobre la progresión de la naciente Revolución Cultural. Rápidamente se desencadenará una lucha sobre la independencia de los estudiantes y la elección de los objetivos de la campaña. Los equipos de trabajo intentaron frenar y restringir, mientras que los estudiantes presionaron y empujaron para que se actuase sin trabas. Tras casi dos meses de intensificación de la lucha, los impopulares equipos de trabajo serán retirados por orden de Mao a finales de julio.
Esta oposición al nuevo movimiento, que manifestaba una crisis política creciente para el revisionismo, condujo a la celebración de la Undécima Sesión Plenaria del Octavo Comité Central del Partido Comunista Chino, durante la cual se adoptó una decisión relativa a la Revolución Cultural el 8 de agosto. Esta decisión, conocida como el Programa de los Dieciséis Puntos, fue redactada bajo la dirección personal de Mao. En ella se exhorta a los cuadros de los distintos niveles a poner la audacia por encima de todo, a apoyar la colocación de carteles de grandes caracteres y a la celebración de grandes debates, a confiar en las masas, a apoyarse en ellas, a respetar su iniciativa y a animarlas a criticar las deficiencias y errores en el trabajo de los que ocupan puestos de responsabilidad. Prescribe que, en la Revolución Cultural, el único método es que las masas se liberen a sí mismas, y no debe utilizarse ningún método para reemplazar su protagonismo. En esa decisión se especifica que: «en la actualidad, nuestro objetivo es luchar y derrocar a las personas con autoridad que siguen el camino capitalista, criticar y repudiar a las ‘autoridades’ académicas burguesas reaccionarias y la ideología de la burguesía y de todas las demás clases explotadoras, y transformar la educación, la literatura y el arte y todas las demás partes de la superestructura que no responden a la base económica socialista, para facilitar la consolidación y el desarrollo del sistema socialista»[6].
La Declaración de los Dieciséis Puntos supone la autorización oficial para la asociación y proliferación del movimiento de la Guardia Roja a escala nacional. En escasos meses, ganan presencia en casi todas las zonas de China. Por ello, en esta fase el movimiento ascensional de masas, encabezado fundamentalmente por las fuerzas intelectuales de la revolución, actúa como un elemento que busca dinamizar y renovar las anquilosadas y parasitadas estructuras del Partido Comunista Chino, convertido de facto en aparato administrativo gestor del Estado. Sin embargo, su rápida extensión y proliferación generará una variedad de organizaciones de masas plurales que desplazará al propio Partido Comunista como el único concebido motor de la construcción socialista y del comunismo revolucionario (al ser identificada la dirección del Partido comunista como el elemento garante de la existencia de la dictadura del proletariado).
Su papel en esta etapa de la revolución destacará por ser enlaces en la transmisión de las ideas de la Revolución Cultural entre la clase obrera y campesina a fin de que la crítica al aparato del Partido se convierta en un auténtico desafío real. Frente a la organización burocrática, la reemplazará una organización más democrática que permitirá nuevos objetivos más amplios y una mejor dirección. Los Guardias Rojos hacían propaganda y trabajos manuales en los pueblos y en las obras de construcción a lo largo de la rutas, favoreciéndose especialmente las rutas que incluían lugares significativos en la historia de la Revolución. Durante las primeras etapas, en julio y agosto, se producirá cierta violencia. Las casas de los sospechosos de «seguir el camino capitalista» serán saqueadas mientras que algunos lugares de religión y culto quedarán profanados. Estos incidentes indicarán una indefinición en muchos puntos de la línea de masas de los propios revolucionarios a la hora de conquistar masas de diferentes organizaciones.
EL OTOÑO DEL 66 Y LA TORMENTA DE ENERO DE 1967
La explosiva extensión de los Guardias Rojos por toda China buscará, como siguiente paso, la movilización de la clase obrera china. En un movimiento sin marcha atrás, aquellas aspiraciones de la línea maoísta de que la Revolución Cultural pudiese quedar acotada a las escuelas o los aparatos culturales estatales quedarán rápidamente desbordadas. El otoño de 1966 marcará, inequívocamente, la extensión de la agitación de los estudiantes en los centros de trabajo de los trabajadores.
En la Revolución Cultural de Shanghái, el proletariado adquirirá un protagonismo singular que marcará un giro decisivo en el movimiento a escala nacional. A lo largo de meses, los enfrentamientos entre los estudiantes, el gobierno municipal y las facciones obreras rivales desembocan en una situación caótica que desborda a las autoridades locales. Los conflictos internos en el seno del aparato del Partido de Shanghái precipitan el colapso gubernamental hacia 1967. Para los trabajadores, que hicieron su mayor contribución a la alta marea de la política radical en la fase de masas, la Comuna de Shanghái (nacida de la llamada «Tormenta de Enero» de diciembre-enero de 1966-1967) será el apogeo revolucionario. En ella, una amplia coalición de guardias rojos obreros y estudiantiles, aliados con radicales internos dentro de la burocracia, agitarán a las masas en búsqueda de conquistas políticas y económicas, luchando contra organizaciones obreras rivales «conservadoras» y contra las autoridades municipales del Partido para, finalmente, tomar el poder en una asociación notablemente inspirada en la estructura política iniciada por los comuneros de París.
El conflicto de clases se despliega abiertamente como una lucha a vida o muerte entre el proletariado y la burguesía. Bajo este nuevo nivel y etapa, comenzará en Shanghái una nueva fase cualitativa de la revolución. El centro del Partido, el grupo de la Revolución Cultural, dependiente del Comité Central en Pekín, propondrá órganos de poder al estilo de la Comuna de París en las ciudades y provincias. Su programa se pondrá en marcha en Harbin y en Shanghái en enero de 1967. El objetivo ya no será repetir el principal error de la Comuna de París: apoderarse de la maquinaria estatal burguesa sin proceder a destruirla.
Si la fase primaria de la lucha revolucionaria de clases del proletariado se articula para conquistar el poder del Estado; la Comuna de Shanghái mostrará la problemática revolucionaria que perdura durante el período de transición: la cualidad del Estado en orden a caminar hacia su definitiva extinción en una fase superior[7].
El 5 de enero de 1967 se publicará en el periódico Wenhui Bao de Shanghái un «Mensaje a todos los habitantes de Shanghái». En él se puede leer: «Nosotros, los del grupo rebelde revolucionario, comprendemos claramente que si no se lleva a cabo la gran revolución proletaria, perderemos nuestra orientación en la producción y retrocederemos en la dirección del capitalismo... nosotros, los trabajadores del grupo rebelde revolucionario, debemos convertirnos en modelos a la hora de ‘aferrarnos firmemente a la revolución y promover la producción’»[8]. A esto siguió un «Aviso Urgente», emitido por el Cuartel General de los Obreros Rebeldes Revolucionarios y otras treinta y una organizaciones revolucionarias, a todos los ciudadanos de Shanghái el 9 de enero de 1967.
El «Aviso Urgente» ordenaba a los simpatizantes que impidieran el pago repentino de primas por parte de los jefes de las fábricas, pues pretendían acumular apoyos mediante este método, y que congelaran todos los activos de las fábricas. Llamó a todas las personas que estaban a punto de viajar y les ordenó volver al trabajo. Ordenó confiscar los bienes de todos los capitalistas, pero prohibió las confiscaciones no autorizadas. Y anunció la toma del poder del Comité Municipal del Partido. Los revolucionarios procedieron entonces a introducir la «democracia proletaria extensiva», o gobierno por la asamblea de masas, en los órganos de la administración y en las fábricas. Otras provincias y capitales seguirán el modelo de Shanghái como Pekín y Taiyuan donde se establecerán comunas.
Desde la proclamación de la Comuna de Shanghái, la escalada se volverá mucho más exacerbada: la toma del poder en otras ciudades provocará la interrupción y casi el colapso del Partido-Estado. Uno a uno, los Partidos locales serán derrocados. Sin embargo, no todas las tomas del poder serán fruto de una rebelión popular. Muchas coaliciones de rebeldes estarán constituidas por los líderes de los Partidos en respuesta a los llamamientos del Estado para la toma del poder, esto es, esencialmente para salvarse a sí mismos y evitar la toma del poder por parte de sus oponentes. En este sentido, el intento de presionar para que se produjeran disturbios masivos en el contexto de un aparato estatal disciplinado condujo a consecuencias imprevistas que el Centro del Partido trataría de corregir con la ayuda de intervenciones selectivas de los militares. La izquierda maoísta frente al empuje de las masas revolucionarias, empezando por Mao, decide cerrar el camino abierto por la Comuna de Shanghái tras sólo un mes de vida apostando por una política de compromiso con el Ejército[9].
La creatividad de las masas revolucionarias pero también sus energías destructivas de la Revolución Cultural irán mucho más allá de lo que los maoístas esperaban o deseaban. La pluralidad de sus organizaciones ofrecía una vía para que los chinos pudieran organizarse al margen de la jerarquía del Partido para abordar diversos problemas, como la corrupción oficial, las desigualdades socioeconómicas y las quejas políticas. La libertad de expresión y de asociación alcanzaron su máximo nivel jamás visto desde 1949, aunque no sin riesgos. Sin embargo, a finales de 1966 y principios de 1967, también se produjo una desestabilización general concomitante y el colapso del Partido-Estado civil. Las tomas de poder internas por parte de los cuadros, a menudo denunciadas posteriormente como «falsas» tomas de poder, fueron la fuerza motriz de este colapso. Los revolucionarios aprovecharon el auge de las organizaciones políticas autónomas y las protestas masivas. Pero, no obstante, a esta rebelión desenfrenada y fraccional no le acompañó el correlativo afianzamiento e independencia respecto del Partido y de su propio nuevo poder. Rápidamente se pasa de la iniciativa revolucionaria al combate entre facciones, cada vez más destructivo y despolitizado[10].
En los primeros meses de 1967, prácticamente todas las escuelas, fábricas y oficinas estaban divididas en dos. La sociedad china queda paralizada por manifestaciones, enfrentamientos e incluso choques armados. En la primera mitad de 1967, las facciones en los niveles más altos del Partido-Estado compiten por el máximo liderazgo. Sus políticas oscilarán entre enfoques opuestos al movimiento de masas, dando lugar a periodos de intervención militar y periodos de apoyo a los guardias rojos. Las señales vacilantes de la izquierda maoísta, siempre en debilidad y minoría, harán que la autoridad del Partido tenga un carácter oscilante y ambivalente debido principalmente a la lucha intraburocrática. El EPL, también atravesado por diferentes líneas, a los que se había ordenado no interferir en la organización estudiantil y obrera, serán en unos casos desplegados por las autoridades nacionales y locales en función de la situación. La campaña de «apoyo a la izquierda» se ofreció como un correctivo a las mencionadas «falsas» tomas del poder. Pero en muchos casos, la implicación militar generará lo contrario de lo que pretende: aumentará la violencia en lugar de reducirla.
La expansión del movimiento de masas devendrá rápidamente en una vorágine de luchas intestinas entre los propios guardias rojos, en la aniquilación mutua de facciones rivales. A medida que aumenta el alcance del movimiento de masas, los criterios de clase para la admisión de miembros se harán menos severos, y los que procedían de entornos sociales menos «puros» participarán en ellos. En 1967, el creativo proceso de pluralización se transformó en brutales luchas internas entre los Guardias Rojos y los propios trabajadores, dando paso a una prolongada fase de guerra de facciones. La línea derechista contraatacó en las organizaciones de masas, con una composición social típicamente idéntica, enfrentando entre sí a masas contra masas en un conflicto que no podía descifrarse en función de la clase o de cualquier postura política sobre el statu quo. Si la fase álgida de la Revolución Cultural está prácticamente marcada por la necesidad de organismos de masas plurales; en adelante reinará la eliminación. Ya no se trataba de la existencia de grupos estudiantiles independientes, sino de la eliminación del enemigo en una obsesión por la «toma del poder» sin intereses políticos sustanciales. En la mayoría de los casos, las escuelas, fábricas y oficinas se dividen «verticalmente» en lugar de «horizontalmente»; es decir, a contracorriente de las líneas de clase y no con ellas. Prácticamente todas las facciones operaban en el lenguaje del pensamiento Mao Zedong, con bandos opuestos que hacían críticas, acusaciones y directrices casi idénticas entre sí. La figura de Mao era utilizada como arma arrojadiza tanto por la línea derechista como izquierdista.
La tensión causada por la violencia entre facciones y el malestar de las masas llega a un punto crítico cuando, en julio de 1967, la ciudad de Wuhan experimenta una fractura casi mortal en el ejército. Los comandantes partidarios de la línea de derechas desobedecen las órdenes centrales de apoyar a la coalición comunista local, respaldando en su lugar a las organizaciones de masas conservadoras. La Región Militar de Wuhan se encaminaba hacia una guerra abierta mostrando, al mismo tiempo, como objetivamente el EPL era una institución separada de toda ligazón con las masas. El «Incidente de Wuhan» se convierte en un punto de inflexión en la política de Mao durante la GRCP. La Revolución Cultural nació y murió gracias al EPL. Fue la principal herramienta en la que Mao se apoyó para atacar al Partido desde el exterior en los meses previos a la GRCP y será, paradójicamente, la principal herramienta con la que restablecerá el orden tras los disturbios de 1966-68. En ese momento, un golpe de estado militar contra Mao se convierte en una posibilidad real. La vuelta al orden será, en adelante, la vía tomada por la línea maoísta al no considerar que la guerra civil hubiera significado la victoria de la revolución.
LOS COMITÉS REVOLUCIONARIOS Y LA PROGRESIVA DESACTIVACIÓN DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL
Tras el verano de 1967, Mao se verá forzado a poner en marcha una supresión del movimiento de masas que había convocado por medio del único pilar del Estado que aún permanecía relativamente intacto: el ejército. Ante la amenaza de una guerra civil abierta, adoptará una posición centrista junto con Zhou Enlai para tratar de reconstruir el Partido-Estado. Para ello, optará por una vía conciliadora pero que permita mantener la lucha de la Revolución Cultural en otros frentes. Esta vía serán los comités revolucionarios basados en una triple alianza: cuadros revolucionarios, representantes de las masas y oficiales del ejército. Sin embargo, en muchas zonas, estos comités resultarán realmente dominados por los militares. Los comités revolucionarios empezarán inmediatamente a cumplir los planes del Estado, «comprender la revolución y promover la producción», y a sustituir los incentivos económicos por incentivos morales; las clases de estudio para los obreros se convertirán en parte integrante de la vida en las fábricas[11].
Tras el verano de 1967, Mao se verá forzado a poner en marcha una supresión del movimiento de masas que había convocado por medio del único pilar del Estado que aún permanecía relativamente intacto: el ejército
Pese a las conquistas de la Revolución Cultural, a partir de 1968, el centro de gravedad anteriormente colocado en la rebelión pasará a atenuar el papel de los estudiantes y los jóvenes, y cambiar el énfasis a la política constructiva. Se trata de la puesta en marcha de la etapa de lucha-crítica-transformación y del creciente papel otorgado a la clase obrera en la reorganización política y la administración de la producción.
La idea de lucha-crítica-reforma será resumida en una «última instrucción» de septiembre de 1968. «La transformación lucha-crítica en una fábrica, en general, pasa por las siguientes etapas: establecimiento de un comité revolucionario basado en la combinación ‘tres en uno’, crítica y repudio masivos, purificación de las filas de clase, rectificación de la organización del Partido, simplificación de la estructura organizativa, cambio de las normas y reglamentos irracionales y envío de las personas que trabajan en las oficinas a los niveles de base»[12].
El objetivo de la lucha-crítica-reforma parecía ser doble. En primer lugar, consolidar el poder de los comités revolucionarios «tres en uno», y ratificar el método de las clases de estudio como forma de poner en práctica el mandato de «luchar contra el yo, repudiar el revisionismo». En segundo lugar, cumplir la instrucción de Mao emitida a principios de 1968 de que «el principio más fundamental en la reforma de los órganos del Estado es que deben mantenerse en contacto con las masas» y el mandato anterior de «comprender la revolución y promover la producción». La lucha-crítica-reforma era, por así decirlo, la táctica para el «período de estabilización» después de que la primera furia de la Revolución Cultural se hubiera agotado, y debía su comienzo teórico al primer «período de estabilización» de agosto de 1966 y al Programa de Dieciséis Puntos. De hecho, la lucha-crítica-reforma pretendía transformar todas las partes de la superestructura «no conformes con la base económica socialista» y consolidar esa base económica frenando las actitudes y tendencias capitalistas.
El énfasis en que «la clase obrera ejerza la dirección» coincidió con las etapas finales del proceso de establecimiento de comités revolucionarios en todas las provincias de China. Se argumentó que «para hacer el trabajo de lucha-crítica-transformación con ciencia, y sin perder tiempo, es imperativo persistir en el liderazgo de la clase obrera»[13].
Mao dará las nuevas «últimas instrucciones». La primera, en agosto de 1968, en la que exigirá a los revolucionarios chinos «poner plenamente en juego el papel dirigente de la clase obrera en la gran Revolución Cultural y en todos los campos de trabajo. Por su parte, la clase obrera debe elevar siempre su conciencia política en el curso de la lucha». El 15 de octubre proclamará otra: «Nuestro poder, ¿quién nos lo da? Nos lo da la clase obrera, nos lo dan los campesinos pobres y medios-bajos, nos lo da la masa trabajadora que constituye más del 90% de la población»[14].
El significado de estas dos «instrucciones» residirá en la reducción del papel otorgado a los estudiantes y a la juventud en la Revolución Cultural y en el paso de la rebelión a la consolidación, con énfasis en la promoción de la producción, la reforma de los órganos del Estado y la organización proletaria disciplinada de la producción. Esto será evidente en la instrucción de septiembre de 1968: «Para llevar a cabo la Revolución Cultural en la educación, es esencial contar con la dirección de la clase obrera... los equipos de propaganda obrera deben permanecer en las escuelas y participar en el cumplimiento de las tareas de crítica»[15].
Estas directrices implicarán un cambio importante hacia la disciplina en lugar del anterior deseo de rebelión de los estudiantes. La Revolución Cultural se ha enfriado para dar paso a una reconstrucción estatista. Pese a que millones de personas participaron en el derrocamiento del gobierno de las autoridades provinciales, los directores de fábrica, los tecnócratas, los «déspotas académicos» y los «intelectuales burgueses»; las fuerzas maoístas expulsaron a las corrientes ultraizquierdas partidarias de llevar la revolución hasta el final[16], por un lado, y a los «derechistas» o «seguidores del camino capitalista», por otro. Del énfasis en la libre creatividad de las masas maoístas, se pasará a las constantes referencias contra aquellos «que desprecian la disciplina revolucionaria y los intereses del pueblo, el Partido y la nación» y se advertía a los disidentes de que «si la tendencia anarquista continúa, las dictaduras proletarias se verán tan debilitadas que la producción y la revolución retrocederán»[17].
A partir de 1969, el IX Congreso del Partido declarará victoriosa la Revolución Cultural[18]. Sin embargo, dicha declaración enmascaraba la derrota de los guardias rojos y del movimiento revolucionario, de los que sólo quedará un grupo: la «Banda de los Cuatro». Desde ese momento, dicho período estará marcado por el significativo aumento de poder de Lin Biao y el EPL, mientras que los radicales restantes en los niveles superiores del Partido no constituían más que rebeldes atrapados en un aparato infestado de burócratas. La posterior «inversión estatista» representa un extenso apéndice de los primeros años de la GRCP. Puede dividirse en al menos dos periodos más, cuya línea divisoria principal es la muerte de Lin Biao en 1971. El primer periodo, aproximadamente de 1969 a 1971, marca el apogeo del protagonismo militar en los asuntos nacionales y locales y los mayores excesos del «culto a la personalidad» de Mao, que sustituyó al pluralismo ilimitado y la espontaneidad revolucionaria del movimiento de masas. Las purgas resurgieron cuando las facciones burocráticas rivales se disputaban el poder, imponiéndose finalmente la maquinaria estatal conservadora. Tras la muerte de Lin, el ejército fue perdiendo gradualmente el dominio nacional que había adquirido tras la intervención. A la reconstrucción del viejo estado le irá acompañada igualmente un giro gradual a la derecha en política exterior tras la caída de Lin. China aceptó las propuestas diplomáticas de Estados Unidos, encabezadas por Richard Nixon, e incluso felicitó al dictador chileno Augusto Pinochet por su golpe de estado en Chile en 1973.
A partir de 1969, el IX Congreso del Partido declarará victoriosa la Revolución Cultural. Sin embargo, dicha declaración enmascaraba la derrota de los guardias rojos y del movimiento revolucionario, de los que sólo quedará un grupo: la «Banda de los Cuatro»
La incapacidad de izquierda maoísta de separarse a nivel económico con un programa propio y con movimientos políticos relevantes (pues sólo tendrán control sobre los aparatos ideológicos y culturales) hará que, paulatinamente, muchos cuadros conservadores que habían sido depuestos en la fase más radical de la GRCP vuelvan a sus antiguas posiciones. A falta de cuadros radicales del calibre tecnocrático o del apoyo institucional de Deng Xiaoping en la facción radical, Mao lo sacará vacilantemente del exilio político durante un breve periodo en la última Revolución Cultural, pero será destituido de nuevo brevemente antes de la muerte de Mao. La principal iniciativa de Mao en este periodo será tratar de reestabilizar la posición del Partido-Estado y la infraestructura económica, ambas gravemente perturbadas con el colapso parcial de los primeros años. Con todo, también tratará de presionar para que se debatiera todo el proyecto de la Revolución Cultural, algo que los cuadros derechistas no estaban dispuestos a permitir[19]. Este último periodo, en los años que precedieron a la muerte de Mao en 1976, será de estancamiento y guerras burocráticas de desgaste.
En síntesis, después de la derrota y el colapso del movimiento de masas de la fase activa de la Revolución Cultural, la lucha entre facciones se desplazó de las localidades al centro. Hubo tres facciones principales después del congreso del Partido de 1969: radicales, burócratas conservadores y oficiales del EPL.
Los oficiales del EPL fueron expulsados después del desastroso asunto de la muerte de Lin Biao en septiembre de 1971. Utilizado como pretexto, Mao y sus aliados purgaron el aparato estatal de oficiales militares que habían cobrado prominencia después del final de la fase activa de la Revolución Cultural. Con la élite del ejército neutralizada del aparato estatal civil, los radicales civiles (representados por la «Banda de los Cuatro»: Zhang Chunqiao, Jiang Qing, Yao Wenyuan y Wang Hongwen) se enfrentaron a la burocracia conservadora, encabezada por Zhou Enlai.
Cada facción intentó asegurar una posición favorable en el Partido frente a Mao, y este período se caracterizó por luchas internas congeladas y debates esotéricos que intentaban pensar el legado de la Revolución Cultural. Pero mientras tanto, la vida ordinaria se volvió a rutinizar.
El papel de Mao en todo este período fue intentar equilibrar a cada facción entre sí y evitar que cualquiera se volviera demasiado fuerte, temiendo una desestabilización total o una destrucción de la dictadura del proletariado. Pero se le estaba acabando el tiempo: tenía parkinson. Una vez que Mao murió, las dos facciones restantes, los conservadores y los radicales, tuvieron un enfrentamiento relámpago. Los conservadores ganaron y el proyecto de Mao se desmoronó. Los burócratas radicales habían sido tan golpeados por la primera GRCP que hubo poca resistencia a las reformas de Deng.
Una vez que Mao murió, las dos facciones restantes, los conservadores y los radicales, tuvieron un enfrentamiento relámpago. Los conservadores ganaron y el proyecto de Mao se desmoronó
CRONOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL
PRIMERA FASE[20]
10 de noviembre de 1965-Abril de 1966
Abril de 1966- Junio de 1966
Junio de 1966-Julio de 1966
1 de Agosto-12 de Agosto de 1966
SEGUNDA FASE
Agosto-Septiembre de 1966
Octubre-Diciembre de 1966
TERCERA FASE
Enero de 1967-Febrero de 1967
Febrero a marzo de 1967
Finales de marzo-abril de 1967
1 de Mayo-15 de junio de 1967
Julio-Agosto de 1967
Septiembre de 1967
CUARTA FASE
Septiembre de 1967-Febrero de 1968
QUINTA FASE
Febrero-Abril de 1968
Abril-Julio de 1968
Julio-Octubre de 1968
SEXTA FASE
Octubre de 1968-Abril 1969
Abril de 1969
REFERENCIAS
[1] Para más información de estos movimientos, véase los dos volúmenes de Historia del Partido Comunista Chino de Jacques Guillermaz.
[2] Wu Han era un prominente intelectual burgués experto en la era Ming y uno de los principales hombres del poderoso alcalde derechista de Pekín, Peng Zhen.
[3] La línea de Mao no ceñirá únicamente los ataques en relación a esta obra sino en lo referido al arte.
[4] La Notificación del 16 de mayo, que anula el "Esbozo de febrero" redactado por el "Grupo de los Cinco" ad hoc, miembros pertenecientes a la línea de Peng que trataron de contener la Revolución Cultural, creado dos años antes y encabezado por Peng Zhen. Esta notificación sella la eliminación y la condena de todas estas figuras y de algunos de sus diputados.
[5] Para más información, véase el libro de K.S.Karol, La segunda revolución china.
[6] Véase para más en específico el libro Chinese Road to Socialism, Wheelright&MacFarlane, pag 100.
[7] Para una investigación más detallada, véase La Comuna de París en Shanghái: las masas, el Estado y la dinámica de la "revolución continua" del autor Hongsheng Jiang (sólo disponible en inglés).
[8] Urgent Notice, “The Great Proletarian Cultural Revolution in China” 10, pag. 13-19.
[9] Maurice Meisner, Mao’s China and after, pag. 348.
[10] Yiching, Cultural Revolution at the margins, pag. 126-127.
[11] Para un análisis centrado en las transformaciones que afectaron a las fábricas y el ataque a la división del trabajo, véase Revolución Cultural y Organización Industrial de Charles Bettelheim.
[12] Chinese Road to Socialism, pag. 124.
[13] Yao Wen-Yuan, La clase obrera debe ejercer el liderazgo en todo, Pekin Review, 30 de diciembre de 1968, pag. 30.
[14] Hupeh Daily, 13 de febrero de 1968.
[15] Along the Socialist or the Capitalist Road, Peking, 1968.
[16] Sheng-wu-lian, “Whither China”.
[17] Para un análisis más detallado del proceso de restauración capitalista, véase China después de la muerte de Mao, Charles Bettelheim.
[18] Lin Biao, “Informe al Noveno Congreso Nacional del Partido Comunista de China”, Documentos importantes sobre la Gran Revolución Cultural Proletaria.
[19] Para un estudio más profundo en esta cuestión, véase La última revolución de Mao.
[20] El cuadro cronológico está sacado de la obra de Jean Daubier, Historial de la revolución Cultural Proletaria en China.
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