FOTOGRAFÍA / Manubeltz
Beñat Astiz
2024/07/05

Te mudaste a un barrio periférico de una ciudad hace ya unos años. Cada mañana te levantas a la misma hora, para comprar el mismo pan, al mismo panadero, en la misma panadería. (Bueno, acaso una vez compraste pan sin sal siguiendo la recomendación del médico, y desde entonces no has vuelto al médico). Inminentemente se declarará a tu especie en vías de extinción y mientras tanto os conformáis con vivir contemplando las obras desde el otro lado de las vallas metálicas.

Amanece otro día, te levantas y de camino a la panadería te cruzas con camiones, grúas, andamios y escuadrones de trabajadores. Un grupo de vecinos crece frente a toda la escena y en el aire se entremezclan las voces de sorpresa de los vecinos y el polvo que levantan las obras. En la cola de la panadería pones tu atención en las conversaciones que te rodean y escuchas desordenado el alterado barrio matinal. Has echado la tarde contemplando a través de las rendijas de las vallas metálicas y en el barrio toda vez que te cruzas con tus vecinos la conversación gira en torno a lo que éstas atesoran: el trabajo asalariado, a fin de cuentas. De hecho, eso mismo que guarda tu especie, en concreto, el trabajo realizado en una época en la que la construcción de un estado de bienestar representaba una posibilidad.

Hoy, además del pan, has traído de la panadería un periódico bajo el brazo, y trae la noticia de que han comenzado las obras de construcción de la Villa Olímpica. Camiones, grúas, andamios, y accidentes laborales, explotación y miseria en el interior de las vallas metálicas.

Nacionalismos en los mástiles, gloria y dinero. El sofá de casa, Teledeporte, Teledeporte HD, latas de cerveza y chistes y curiosidades de los comentaristas. Podios, musculatura, récords, publicidad y un atleta que alcanza la meta con el pecho adelantado/hacia adelante/henchido bajo los anillos olímpicos.

Desde que la disposición interminable de los días constituye el hábitat de la rutina, de la misma manera que cada día vislumbras accidentes laborales, explotación, y miseria a través de la rendija que se abre en el punto de unión de dos vallas, has vislumbrado vallas metálicas en la rendija mental que te ha abierto el plano televisivo del fuego olímpico y el silenciar de los comentaristas.

Vallas metálicas, accidentes laborales, explotación y miseria en las obras de construcción de la Villa Olímpica. Un atleta alcanza la meta con el pecho adelantado/hacia adelante/henchido tras saltar la última valla y una lágrima surca su mejilla izquierda. Se ha echado al suelo y se ha llevado las manos a la cabeza. Te has ido a dormir, y, mañana, te olvidarás de mirar, como cada mañana, a través de la rendija de la unión de dos vallas metálicas mientras te diriges a la panadería.

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