En unas pocas décadas, China ha pasado de ser una economía ampliamente agrícola y subdesarrollada a convertirse en la principal economía del mundo en paridad de poder adquisitivo. Mientras que en 1980 suponía menos del 2,3% del PIB mundial, su importancia en el mundo fue creciendo hasta representar, en el 2022, un 18,5% del mismo. Sin duda, casi simplemente por su magnitud, los agentes políticos de una economía de tal tamaño tendrán una gran importancia a la hora decidir los transcursos de la economía mundial y de las relaciones globales. A lo largo de este texto, se tratará de ofrecer una descripción y valoración de la evolución de la economía china y de su proyección internacional, en tanto que polo esencial de la acumulación capitalista a escala global.
Antes que nada, aunque nuestro principal propósito es el de ofrecer un análisis de las relaciones exteriores y de la posición internacional de la economía china, dado que su funcionamiento económico interno puede sernos de gran ayuda para entender su proyección internacional, conviene repasar brevemente la evolución del modelo de crecimiento interno para centrarnos, después, en la posición que ocupa en el plano internacional.
MODELO DE CRECIMIENTO CHINO
El crecimiento económico experimentado por China en las tres últimas décadas ha supuesto una experiencia insólita en lo que llevábamos de siglo. Aunque las tasas de crecimiento de la economía mundial han oscilado, en general, entre un 1-3% anual en las últimas tres décadas, la economía asiática ha obtenido unas tasas de crecimiento de entre el 7 y el 12% sostenidas durante el mismo periodo. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que el fuerte aumento de la actividad económica del país se da a partir de condiciones muy particulares.
Primero, la economía china modificó su estructura, a partir de los 90, restándole importancia al sector agrícola y aumentando la presencia de la actividad industrial, especializándose en la producción masiva de manufacturas y bienes industriales de bajo valor añadido y nivel tecnológico.
Esta transición productiva fue posible gracias a la incorporación de enormes cantidades de trabajadores agrícolas provenientes de las zonas rurales del este del país hacia los núcleos urbanos del oeste. Así, la disponibilidad de una cantidad enorme de fuerza de trabajo disciplinada permitió que las fabricas chinas pagaran salarios bajos y, con ello, produjeran con costes laborales muy reducidos. Como la mayor parte de los beneficios se reinvertían y la rápida urbanización empujaba la construcción de infraestructuras, el alto nivel de inversión de la economía china se convirtió en uno de las bases de su economía. Al mismo tiempo, el Estado chino estableció políticas que restringían la llegada de capital extranjero y la repatriación de sus beneficios y mantuvo un tipo de cambio bajo respecto al dólar. Con ello, consiguió favorecer el desarrollo de un capital industrial muy competitivo a nivel internacional que orientara su producción hacia la exportación y actuara como motor de la economía china[1].
Segundo, y más importante, la economía china ha mantenido un perfil muy ahorrador, lo que implica que frente a ser utilizada para el consumo, gran parte de su renta era guardada en forma de ahorro con el objetivo de ser invertida en el futuro. A su vez, ese gran ahorro le ha permitido mantener unas altísimas tasas de inversión que han sido dirigidas a modernizar las infraestructura urbana del país. Así, el modelo de crecimiento chino ha estado –y, en gran parte, sigue estando– fundamentado en la construcción de vivienda[2] y de infraestructura estratégica como ferrocarriles, puertos y parques industriales.
Sin embargo, aunque haya facilitado un enorme crecimiento de su actividad económica, este modelo se ha topado con dos grandes problemas estructurales: su consumo interno es débil y tiene una gran dependencia hacia las exportaciones. En realidad, ambos fenómenos son las dos caras de una misma moneda[3]: debido a los bajos salarios obtenidos por los trabajadores chinos, la capacidad de consumo de los mismos se ve reducida. Al mismo tiempo, las empresas chinas han aprovechado las ventajas de tener unos costes laborales bajos para mantener su competitividad en el mercado internacional. Es decir, la economía china ha sido capaz de producir bienes industriales intensivos en trabajo de forma competitiva para el mercado mundial debido a que sus costes laborales eran inferiores a la del resto de productores. Por todo ello, gran parte de su producción ha sido necesariamente dirigida hacia el exterior del país y las exportaciones han supuesto un fuerte motor de crecimiento de la economía.
Aunque es difícil poner una fecha concreta, aproximadamente desde mediados de la década de 2010, la administración china está tratando de llevar a cabo una fuerte transformación de su modelo productivo, con la vista en dos objetivos principales: 1) avanzar en su desarrollo tecnológico hacia una industria de alto valor añadido y 2) aumentar su autonomía estratégica, esto es, dejar de depender, en la medida de los posible, del resto de potencias mundiales a la hora de llevar a cabo su actividad económica. En concreto, esa apuesta por la transformación hacia actividades de alta tecnología encuentra su punto clave en el desarrollo de una industria puntera ligada a la digitalización.
La administración china está tratando de llevar a cabo una fuerte transformación de su modelo productivo, con la vista en dos objetivos principales: 1) avanzar en su desarrollo tecnológico hacia una industria de alto valor añadido y 2) aumentar su autonomía estratégica
En mayo de 2015, la administración central, con Xi Jinping a la cabeza, anunció el plan que estaba llamado a orientar la dirección estratégica en este ámbito. El plan de acción decenal Made in China 2025[4] describe como prioritario el fomento de las actividades relacionadas con la llamada industria 4.0. Entre ellas, se le daba especial importancia a la robótica, la electrónica, la industria aeroespacial, los vehículos eléctricos y la biomedicina. Así, el gigante asiático hizo explicita su apuesta por erigirse como una potencia en la tecnología de vanguardia. Para llevar a cabo este propósito, claro está, China debe establecer una compleja red de relaciones internacionales.
CHINA EN AFRICA
Aunque desde hace años se nos lleva advirtiendo sobre la presencia de capital chino en África, esta ha aumentado fuertemente durante los tres últimos años. Solo en el 2020 se destinaron casi 3 mil millones de dólares en inversión directa proveniente del gigante asiático[5] y, además, el gobierno chino es el mayor prestamista más grande de África. Desde el año 2000, ha dado créditos por valor de 153 mil millones de dólares al conjunto de economías africanas[6]. Para poner este dato en perspectiva, podemos observar que el PIB de Angola –la sexta mayor economía del continente y la que, debido a su petróleo, más cantidad de crédito chino ha recibido– fueron 63 mil millones de dólares en 2021.
Por otra parte, además de servir como ayuda para la financiación de, la deuda también es un importante mecanismo con la que generar dependencia y disciplinamiento. En muchos casos, los Estados africanos recurren a empresas de propiedad estatal chinas a la hora de construir infraestructura de gran tamaño. Dado que el coste este tipo de proyectos suele ser muy elevado, los Estados africanos han de endeudarse para financiarlos y, para ello, recurren a bancos chinos. Es decir, el Estado chino, a través de la participación de sus empresas, suele ser al mismo tiempo el encargado de la construcción y financiación de grandes proyectos de desarrollo en territorio africano.
Es importante mencionar que la inversión extranjera dirigida al continente africano, aunque esté creciendo mucho en los dos últimos años, apenas supone cerca de un 4% de la inversión extranjera total china[7]. La cuestión es que África es, con diferencia, el continente que menor inversión extranjera per capita recibe y que esta es necesaria para favorecer el proceso de acumulación de capital, especialmente en las economías subdesarrolladas. Y ahí reside precisamente la relevancia de la presencia china en África: ha sido capaz de otorgar ayuda económica y desarrollo de infraestructura civil y comercial a países históricamente olvidados –salvo cuando se trataba de extraer recursos naturales– por el capital occidental y sus instituciones internacionales.
Ahí reside precisamente la relevancia de la presencia china en África: ha sido capaz de otorgar ayuda económica y desarrollo de infraestructura civil y comercial a países históricamente olvidados –salvo cuando se trataba de extraer recursos naturales– por el capital occidental y sus instituciones internacionales
Claro está, China no está exenta de intereses en la región y, por supuesto, las relaciones comerciales e institucionales sino-africanas juegan un papel mucho más relevante que las financieras. Esquemáticamente, estos intereses se pueden resumir en 1) establecer un modelo extractivista con el que asegurarse de obtener fuentes de provisión de las materias primas estratégicas –además de los alimentos– necesarias para impulsar su crecimiento, en relación con esto, 2) establecer su posición de líder en las cadenas de suministro internacionales y 3) aumentar su legitimidad institucional internacional para obtener una mayor capacidad de intervención política y poder de negociación. De hecho, uno de los objetivos de la presencia china en África es la búsqueda la deslegitimación internacional de Taiwán, puesto que uno de los pocos requisitos que han de cumplir los países que quieren tener relaciones diplomáticas con China es el de no reconocer a la isla como Estado independiente, sino como región integrante de la República Popular China.
Por otra parte, el África subsahariana juega un papel muy relevante en lo que respecta al aprovisionamiento de materias primas estratégicas, puesto que allí se encuentran la mayoría de las materias primas necesarias para la fabricación de los componentes ligados a la tecnología de vanguardia.
El África subsahariana juega un papel muy relevante en lo que respecta al aprovisionamiento de materias primas estratégicas, puesto que allí se encuentran la mayoría de las materias primas necesarias para la fabricación de los componentes ligados a la tecnología de vanguardia
China depende casi exclusivamente del África subsahariana para sus importaciones de cobalto, y muy significativamente para otros minerales y metales como el manganeso, cromo, estaño y el conocido coltán. La economía china es, con diferencia, la principal importadora mundial de estos minerales imprescindibles para la fabricación de componentes de alta tecnología como los microchips –semiconductores– y las baterías eléctricas. El continente subsahariano es también un importante proveedor de cromo, niobio y tántalo, materiales con los que producir superaleaciones –materiales muy resistentes a altas temperaturas, presión y oxidación– utilizadas en la industrias clave como la aeroespacial, de la energía y en la industria militar.
Como vimos durante la crisis de la COVID-19 y los cuellos de botella, los semiconductores son imprescindibles para la producción de cualquier aparato que incorpore electrónica –teléfonos, ordenadores, vehículos y armamento especialmente– y para la economía en general. Sucede algo muy similar con las baterías de litio, con especialmente con las que se utilizan en los vehículos eléctricos. La importancia de las baterías eléctricas y los semiconductores es que su fabricación es tecnológicamente muy compleja y que se necesitan materias primas muy específicas y escasas. Por ello, obtener la capacidad de fabricarlos otorga una enorme posición de poder en el panorama internacional y China controla cerca del 75% del proceso de producción de las baterías. Esto implica que el resto de economías dependen del gigante asiático a la hora de fabricar cualquier cosa que las incorpore[8].
GUERRA TECNOLÓGICA
En este contexto, y temeroso de las posibles consecuencias de la economía china, Washington ha tratado de ganar posiciones en la carrera tecnológica por medio de sanciones político-económicas e intervenciones mediáticas. La carrera tecnológica se ha tornado, más bien, en guerra tecnológica. Tan solo durante 2018 y 2019, el gobierno estadounidense les prohibió a las compañías de su país establecer relaciones comerciales –no les pueden comprar productos ni vender suministros– con más de 150 empresas chinas y hoy en día son, en total, unas 600 compañías incluidas en la lista Entity, que están vetadas por el gobierno estadounidense. El objetivo de esta guerra comercial es aislar a China de la red internacional de empresas que provee componentes y bienes intermedios para la fabricación de microchips[9].
Como se ha comentado, asegurarse el liderazgo en la fabricación microchips es especialmente importante para erigirse como potencia tecnológica mundial, y aquí es donde reside la principal fortaleza estadounidense. China es el mayor consumidor de semiconductores y, aunque esté a la cabeza de la industria del coche eléctrico, se encuentra en una situación vulnerable puesto que, aunque consuma más de un tercio de su producción mundial, tan solo controla una pequeña fracción de su proceso de fabricación, mientras que Estados Unidos domina las partes de mayor valor añadido[10].
Asegurarse el liderazgo en la fabricación microchips es especialmente importante para erigirse como potencia tecnológica mundial, y aquí es donde reside la principal fortaleza estadounidense
Desde comienzos de la década del 2010, el gobierno chino lleva impulsando notablemente la adquisición de propiedad intelectual como parte de sus esfuerzos por aumentar la competitividad de sus empresas. El desarrollo de patentes, que puede ser visto como un indicador de la innovación tecnológica, tiene un lugar destacado dentro de sus políticas de promoción económica. De hecho, desde el 2011 China es el mayor generador de patentes nacionales del mundo y una de las que mayor proporción del PIB destina a innovación y desarrollo. Gracias a los incentivos por parte del gobierno, las compañías chinas están consiguiendo desarrollar tecnología innovadora en la industria de las telecomunicaciones y de la computación. El entramado institucional y en especial, los tribunales y las agencias nacionales de registro de patentes, también juega un papel fundamental en esta cuestión, puesto que en caso de disputa entre varias partes sobre la titularidad de una propiedad intelectual, la decisión en favor de una de las partes puede causar importantes daños sobre la otra.
En realidad, la guerra tecnológica se ha tornado una cuestión de seguridad nacional para los Estados Unidos: entre las empresas vetadas se encuentra Huawei, la tecnológica que encabeza la lista en cuanto a desarrollo de patentes de tecnología 5G a nivel mundial, que ha sido acusada de permitir la vigilancia del gobierno chino a través de sus dispositivos. Además, los Estados Unidos, aprovechando el conflicto entre China y Taiwán, también han realizado movimientos para bloquear las ventas de la empresa taiwanesa líder indiscutible en la fabricación de microchips de alto rendimiento, TSMC.
La postura de Pekín de una sola China sostiene que Macao, Hong Kong, Taiwán y la propia China continental son parte de la misma entidad territorial y que, por tanto, las relaciones entre China continental y la isla deben ser consideradas una cuestión interna. Frente a esta postura, con el objetivo de reducir la influencia de Pekín en la región, Estados Unidos es el principal apoyo diplomático y militar con el que cuenta la secesión taiwanesa[11]; hasta el punto de intensificar su despliegue de buques de guerra en el mar de China meridional[12].
Además, la administración estadounidense está gastando ingentes cantidades de dinero para subsidiar el establecimiento de plantas que producen microchips –aun cuando esto resulta enormemente ineficiente[13]– y así romper su dependencia exterior en la producción de alta tecnología. Por ejemplo, a mediados de 2022, Estados Unidos puso en marcha el Chips and Science Act, por la que se destinaban 50 mil millones de dólares como incentivos para relocalizar la cadena de producción de los microchips al interior del país.
INTEGRACIÓN ASIÁTICA Y NUEVA RUTA DE LA SEDA
Otro de los puntos más relevantes a la hora de comprender la proyección internacional China es el papel que está jugando en el proceso de integración económica de Asia y más allá. Por un lado, a comienzos del 2022, entro en vigor el mayor tratado comercial hasta el momento, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP en inglés). Este acuerdo, que afecta a casi un tercio de la población y un 30% del PIB mundial, establece la eliminación de aranceles y promueve el comercio en la zona integrada por 15 economías asiáticas y del pacífico, entre las que destacan los dos grandes centros económicos y políticos asiáticos –China y Japón– y otras economías importantes como Corea del Sur, Singapur o Australia. Aunque el tratado implique el establecimiento de un nuevo nodo regional para el comercio y la consolidación de un bloque comercial asiático, no tiene el potencial suficiente para establecer un proceso de integración fuerte como podría ser el Espacio Económico Europeo. Sin embargo, sí que le permitirá a China –que ya domina gran parte de las cadenas de valor del sudeste asiático– ejercer mayor influencia sobre las decisiones estratégicas de la región.
Por otro lado, desde 2013 China tiene en marcha la mayor estrategia global de construcción de infraestructuras para el desarrollo económico. Existen muchas especulaciones, pero pocas evidencias fuertes acerca del carácter de la Belt and Road Initiative, por ello, habrá que ver hasta qué punto la expansión comercial e inversora china puede suponer un pretexto para establecer mecanismos con los que ganar influencia ejercer presión política. Por ahora, la Belt and Road Initiative –también conocida como Nueva Ruta de la Seda– es descrita por Pekín como un paquete de estímulo económico transfronterizo en el que todos los participantes saldrán ganando, puesto que estimulará el crecimiento económico de China y de los países con los que mantiene relaciones[14]. Aunque por falta de información sea difícil cuantificar la cuantía gastada en la Belt and Road, se estima que por el momento China ha construido puertos, carreteras, puentes, aeropuertos y túneles con los que conectar comercialmente casi toda Eurasia y gran parte de África occidental y Oceanía por valor de un billón de dólares –una inmensa cantidad, aunque muy por debajo de las expectativas iniciales–.
HEGEMONÍA E IMPERIALISMO
Con todo, todavía existen debates acerca del carácter de la proyección exterior China. Entendida la hegemonía como un poder de un Estado para ejercer funciones de liderazgo y gobierno sobre un sistema de Estados soberanos[15], resulta difícil argumentar que China, teniendo en cuenta lo explicado anteriormente sobre su presencia en África y sobre la Belt and Road Initiative, no está trazando una estrategia para obtener ese liderazgo y alzarse como potencia hegemónica. Lo particular de esta cuestión –y por lo que a veces resulta un poco difusa– es que el dominio de un Estado puede considerarse hegemónico si dirige el sistema interestatal en la dirección deseada y esto se percibe como la búsqueda del interés general. En este sentido, hay quien piensa que el objetivo de China en el mundo se limita a establecer un nuevo orden de gobernanza sobre la economía capitalista mundial opuesto al occidental y que bajo ningún concepto desea ejercer una dominación política sobre el resto[16].
Por otra parte, cabe mencionar que es difícil argumentar que China, en términos puramente económicos, es un país imperialista. Aunque sea cierto que China está exportando, en forma una inmensa cantidad de capital al exterior de sus fronteras mediante la inversión extranjera directa y que, asimismo, el Estado chino es el segundo agente que más deuda posee en el mundo –solo por detrás del Banco Mundial–, el gigante asiático no está obteniendo ganancia desde el exterior de sus fronteras. De hecho, según Carchedi y Roberts[17], China lleva transfiriendo ganancia hacia el exterior desde comienzos de los 90, lo que la situaría como una economía periférica dentro de un análisis de sistema-mundo.
Sin embargo, el que una economía sea emisora o receptora neta de ganancia es un criterio demasiado pobre como para catalogarla de ser o no imperialista. Aun a falta de una actualización sistemática de lo que implica el imperialismo en la actualidad, la noción leninista clásica ofrece ciertos puntos de interés. En su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo expone el imperialismo como una categoría científica, objetiva, relativa al desarrollo histórico de la acumulación capitalista y no como una valoración ética de las relaciones interestatales de un determinado país.
El imperialismo conlleva la creciente importancia del capital financiero –el tipo de capital más móvil– y, al mismo tiempo, un enorme grado de concentración del capital en manos de unos pocos propietarios que son los que ostentan la capacidad de decisión y mando sobre la organización del trabajo y de la producción a escala global. Actualizando la concepción leninista de imperialismo, se podría decir que este se observa en la necesidad de dirigir a escala global la producción a través de las finanzas[18]. Respecto a China se puede afirmar que su aspiración estratégica no supone un proyecto enfrentando al capitalismo, sino que está adoptando una forma distinta, sin ejercer dominación política en sentido estricto, de un mismo contenido imperialista: no hay duda de que está utilizando la exportación de capital financiero y desarrollando un entramado institucional internacional con el objetivo de organizar el proceso de producción y acumulación a escala global en su propio beneficio.
Respecto a China se puede afirmar que su aspiración estratégica no supone un proyecto enfrentando al capitalismo, sino que está adoptando una forma distinta, sin ejercer dominación política en sentido estricto, de un mismo contenido imperialista: no hay duda de que está utilizando la exportación de capital financiero y desarrollando un entramado institucional internacional con el objetivo de organizar el proceso de producción y acumulación a escala global en su propio beneficio
A lo largo de este texto se ha hecho hincapié en el papel del Estado chino como agente geopolítico y principal núcleo de decisión sobre la estrategia a seguir por parte de su capital nacional. En concreto, esta estrategia se basa en obtener el control de las cadenas de suministro y producción transnacionales con el objetivo de ostentar el dominio de los sectores de más alta tecnología. Todavía resulta complejo ver nítidamente el alcance que China podrá tener en los próximos años, lo que pretende en el ámbito internacional, si conseguirá liderar la carrera tecnológica o cual será su relación con el resto de bloques geopolíticos. Lo que sí parece claro es que la relevancia de China en el ámbito internacional está lejos de haber alcanzado su tope.
REFERÉNCIAS Y NOTAS
[1] Federico Steinberg “El imposible encaje de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC)”, Real Instituto Elcano, 20 de enero de 2022. realinstitutoelcano.org
[2] El sector inmobiliario ha sido, y es, uno de los principales motores de crecimiento chinos y los precios de la vivienda no han aumentado fuertemente durante décadas. Por eso mismo, algunos analistas han alertado sobre las graves consecuencias para la economía del pinchazo de una posible burbuja inmobiliaria; sobre todo a raíz de la crisis de Evergrande, el segundo mayor promotor inmobiliario del país.
[3] Un buen texto para entender esta compleja dinámica: “The U.S. Trade Deficit Isn't Caused by Low American Savings” del economista y experto en China Michael Pettis en carnegieendowment.org
[4] “Made in China 2025 plan issued”, Consejo de Estado de la República Popular China, 19 de mayo de 2015. english.www.gov.cn
[5] Inversión China en Africa Aumenta Mientras el Valor de Proyectos y el Comercio Bilateral Decrece”, IISD, 25 de octubre de 2021. iisd.org
[6] Chinese Loans to Africa Database, Universidad Johns Hopkins.
[7] Yike Fu, “The Quiet China-Africa Revolution: Chinese Investment”, The Diplomat, 22 de noviembre de 2021. thediplomat.com
[8] “Supply chain analysis and material demand forecast in strategic technologies and sectors in the EU: A foresight study”, Oficina de Publicaciones de la Unión Europea.
[9] Cheng Ting-Fang y Lauly Li “US-China tech war: Beijing´s secret chipmaking champions”, Nikkei Asia, 5 de mayo de 2021, asia.nikkei.com.
[10] Juan Vázquez Rojo, “La guerra tecnológica entre Estados Unidos y China sube de nivel ante la escasez de chips”, CTXT, 15 de junio de 2021. ctxt.com.
[11] Por su parte, al menos en el momento en el que se escribe este texto, Europa muestra tendencias contradictorias sobre este punto, que guarda relación sobre su posicionamiento con Pekín y Washington: mientras que varios representantes de Estado han mostrado acercamiento con las posiciones de Pekín y manifestado la necesidad de mantenerse al margen del conflicto, el principal representante de la UE en asuntos exteriores, Josep Borrell, ha señalado que el apoyo a Taiwán es una cuestión fundamental para Europa.
[12] Rafael Poch, “El éxito chino determina la tensión militar”, CTXT, 9 de noviembre de 2022. ctxt.es
[13] Amanda Chu “Critics warn US Inflation Reduction Act could keep prices high”, Financial Times, 24 de abril de 2023. ft.com.
[14] Deborah Brautigam, (2019). A critical look at Chinese ‘debt-trap diplomacy’: the rise of a meme, Area Development and Policy, 5(1), 1-14.
[15] Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver, (2001). Caos y orden en el sistema-mundo moderno Ediciones Akal.
[16] Dic Lo, (2020). Towards a conception of the systemic impact of China on late development. Third World Quarterly, 41(5), 860-880.
[17] Carchedi, G., & Roberts, M. (2021). The economics of modern imperialism. Historical Materialism, 29(4), 23-69.
[18] John Bellamy Foster. (2015). The new imperialism of globalized monopoly-finance capital: An introduction. Monthly Review, 67(3), 1.
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