FOTOGRAFÍA / Zoe Martikorena
Eneko Carrión
@enekocarri
2023/04/02

El mundo está en transición, estamos pasando del modelo de hegemonía occidental unipolar (estadounidense) a otro en el que habrá nuevos ejes de poder económico, en América Latina, África o Asia-Pacífico. La pregunta es si China se convertirá en el referente de esta nueva hegemonía. Antes de analizar su proyección hacia el exterior debemos comprender mejor cómo funciona el interior del gigante asiático. Ese es el objetivo de este reportaje, aunque evidentemente, limitado por espacio y por capacidades, espero que valga como acercamiento.

1) ¿CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ?

China no ha llegado a ser una potencia de la noche a la mañana. El gigante asiático ha sufrido una transformación digna de estudio, con altas tasas de crecimiento durante décadas, aumentando los niveles de vida y pasando de una sociedad rural tradicional a una moderna industrial. Para entender mejor todo esto, debemos echar la vista atrás, a los últimos años de la China maoista.

Los malos resultados del gran salto hacia adelante (1958-1961) y los problemas generados durante la revolución cultural (1966-1976) provocaron que un sector más «pragmático» (Deng Xiaoping, Liu Shaoqui, Peng Zhen…) fuera adquiriendo mayor relevancia en el Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh). En este periodo, se sentaron las bases para un cambio en la orientación económica. Para ello, se promovió la alfabetización, el aumentó la calidad de vida, la construcción de infraestructuras, la cohesión territorial y la creación de empresas estatales. Hay que destacar que la esperanza de vida pasó de 35 años en 1949 a 66 años en 1978. Aunque parecía que el sustituto del Gran Timonel iba a ser Hua Gaofeng, las pugnas internas llevaron a que finalmente Deng Xiaoping asumiera el liderazgo de una nueva etapa. A partir de 1978, la apuesta era clara: Socialismo con características chinas.

Esta época fue conocida como la época de la «reforma y la apertura». Las palabras de Deng definen muy bien el periodo que se iniciaba: «No importa que el gato sea negro o blanco, sino que cace ratones» (proverbio de la provincia de Sichuan). El Gobierno relajó las leyes de planificación económica central por una más local y flexible. Lo que produjo una dualidad de sistemas económicos, donde coexistieron precios fijados por el Gobierno con otros que flotaban libremente, a la vez que se liberalizaban ciertos sectores como la agricultura y la industria y se protegían otros como la industria pesada. Esta concepción de la política y la economía es conocida como la revolución pragmática, basada en la experiencia práctica y no tanto en la teoría. Hay que tener en cuenta que históricamente esta tradición ha tenido una gran influencia en el pensamiento chino.

Las palabras de Deng definen muy bien el periodo que se iniciaba: «No importa que el gato sea negro o blanco, sino que cace ratones»

Desde Deng al actual Xi Jinping han gobernado otros 2 presidentes, que principalmente han seguido la línea establecida por el primero, aunque cada fase ha tenido sus características. Los mandatos han sido de 5 años y solo se podía repetir una vez, algo que Xi Jinping modificó en 2018. Los líderes han sido los siguientes: Deng Xiaoping (1978-1993), Jiang Zemin (1993-2003) y Hu Jintao (2003-2012). Deng, conocido también como el Pequeño Timonel, opinaba que primero había que dejar que algunas personas se enriquecieran para que luego eso ayudase a dinamizar la economía y mejorar el bienestar colectivo. Sus palabras así lo demuestran: “La pobreza no es socialismo, ser rico es glorioso”. Para asentarse en el poder y ganar legitimidad dentro del Partido tuvo que aceptar la autonomía de ciertos mandatarios locales, lo cual ha sido contrarrestado con la actual política de recentralización de Xi Jinping. A partir de aquí comenzó un proceso de reforma económica y política, pero siempre bajo una estrecha supervisión y control del Partido. La apertura de un nuevo ciclo debía aparecer como una ruptura con los errores anteriores pero sin atacar la figura de Mao, ya que contaba con un gran apoyo social. Para eso se juzgó a ciertas figuras importantes de la revolución cultural.

La modernización emprendida por Deng tuvo cuatro pilares: la agricultura, la industria, la defensa nacional y la ciencia-tecnología. A partir del 78, se inaugura un proceso de apertura económica paulatina, basado en un sistema de prueba y error, donde se pusieron en marcha ciertas medidas en ámbitos muy concretos y una vez contrastada su eficacia se aplicaban en los demás. Uno de los primero pasos fue la revitalización del sector primario. Se eliminaron las comunas rurales y las tierras se repartieron entre los agriculturas en forma de contratos de larga duración, expandiendo la propiedad privada sobre la tierra. Es lo que se conoció como contratos de «responsabilidad familiar en la producción». Las familias, tras pagar un impuesto a la colectividad, podían administrar toda la tierra y obtener ingresos. Los resultados fueron aplastantes: aumentó la productividad lo que multiplicó la producción total y así aumentaron también los ingresos de las familias. El objetivo era claro: lograr un excedente con el que financiar la importación de tecnología, teniendo una mano de obra barata. Es lo que se conoce como desarrollo basado en la inversión, frente a los modelos basados en el consumo (establecer altos salarios para tener que aumentar la inversión en capital). En 1980 se comenzó a abrir zonas económicas especiales con el objetivo de atraer la inversión extranjera mediante la cual se lograría la transferencia tecnológica, la recepción de divisas y la puesta en práctica de modernas formas de administración y de organización empresarial. El excedente de mano de obra generado en el campo fue recibido en las llamadas Empresas del Pueblo y Ciudad, mediante las que se consiguió dinamizar la economía. Este éxodo generó la necesidad de ciertos procesos de urbanización y organización territorial y comenzó a transformar la imagen de la China tradicional. Cabe destacar la ley de empresa de 1988 que les otorgó cierta autonomía en contrataciones y despidos, por ejemplo. También se creó el programa de «trabajo por comida» mediante el que se absorbió la mano de obra excedente del mundo rural y se consiguió mano de obra para la construcción de todo tipo de infraestructuras. El proceso de liberalización supuso la reducción de las redes de protección social (prestaciones sociales, ayudas a la vivienda etc.), conocido como el cuenco de arroz de hierro[1].

Más tarde, en los años 90, siguió el proceso de reforma económica, haciendo especial hincapié en el sector financiero. Muchas empresas estatales se privatizaron, cerraron o fusionaron. Con este proceso se abrieron las fronteras para recibir mayores inversiones extranjeras, como por ejemplo la posibilidad de crear empresas conjuntas o joint ventures (estructuras empresariales con capital chino y extranjero). Aun así, el crédito siempre ha estado bastante controlado por el Estado, ofreciendo unos préstamos muy baratos a grandes grupos industriales chinos, como los de la infraestructura, las promotoras inmobiliarias y a los Gobiernos provinciales y municipales (esto nos puede ayudar a entender los recientes problemas con la burbuja inmobiliaria). En estos años se empezó a vislumbrar el cambio en la política económica, es decir, pasar de ser una economía exportadora de mercancías de bajo valor añadido a una intensiva en el uso de tecnología. Aun así, durante varias décadas ha sido sumamente sensible a los cambios en la demanda exterior. Al ser un país exportador, si los países del extranjero entraban en crisis reducían la compra de sus productos, lo que fue compensado con inversiones en infraestructuras y viviendas.

En el año 2000 ingresó en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y ya para entonces había superado el déficit comercial. Al aplicarse una política de devaluación (pérdida de valor) sobre el Yuan, las mercancías chinas se volvieron más baratas respecto a las otras (mientras la productividad de su industria seguía creciendo), y esto aumentó las exportaciones en grandes cantidades. Entre 1978 y 2005 la tasa de crecimiento fue de 9,7 % de media, uno de los crecimientos más asombrosos nunca vistos[2].

El proceso de apertura económica vino acompañado de toda una serie de reformas tanto en el Estado como en el Partido. Antes de 1978, la administración y el Partido eran prácticamente uno pero la reforma administrativa los separó, con el objetivo de mejorar la eficiencia de la administración. A partir del año 78, el proceso de selección de personal para la administración fue profesionalizado, y a día de hoy cuenta con cerca de 50 millones de miembros. Estas reformas administrativas modernizaron las instituciones, muestra de ellos es que los funcionarios con título universitario pasaron del 30 % en 1992 al 86 % en 2007. El ascenso dentro de la administración funciona bajo criterios meritocráticos, es decir, es necesario una amplia experiencia en el trabajo de base y buenos resultados para poder ascender (los contactos también ayudan).

Dejando a un lado los principios socialistas que vertebraban la sociedad, la mayor fuente de legitimidad del Partido ha pasado a estar en el desarrollismo y la modernización, es decir, en la capacidad de generar riqueza y mejorar la calidad de vida, unido a otras reivindicaciones y proclamas de carácter nacionalista. Es significativo que el PCCh casi no habla de lucha de clases en los documentos de las últimas décadas, esto solo se encuentra en los documentos antiguos. Algo que ha supuesto un alto grado de especialización que a su vez ha provocado una notable despolitización en las instituciones. Pese a la separación el Partido, se sigue supervisando los cuadros políticos y las grandes decisiones recaen sobre él.

La Constitución aprobada en 1982 supuso un gran cambio, ya que establecía lo siguiente: prohibición de la huelga y la crítica al Partido a través de dazibaos (grandes carteles típicos de la revolución cultural), prohibición de la secesión, límite de mandato a los altos cargos, establecimiento de la propiedad privada (aunque se definía como propiedad individual) como un derecho y apertura hacia políticas de liberalización del mercado. Los cambios económicos acarrearon cambios políticos y teóricos como evidencia la política de triple representatividad de Jiang Zemin (1993-2003). Según esta, la teoría, la línea, el programa, las directrices, las políticas y el trabajo del Partido Comunista de China deben corresponderse mediante los esfuerzos con las reglas del desarrollo de las fuerzas productivas. A través de su desarrollo, se eleva incesantemente el nivel de vida del pueblo chino: se satisface la exigencia de desarrollar una cultura socialista nacional, científica, popular y orientada a la modernización, al mundo y al futuro, se consideran los intereses básicos del pueblo como punto de partida y de llegada, y se permite que el pueblo chino logre sin cesar beneficios económicos, políticos y culturales sobre la base del desarrollo y el progreso constantes de la sociedad.

Esta orientación abrió la puerta a que sectores de empresarios y gerentes contaran con su propio espacio de debate y crítica dentro del Estado, siempre y cuando aceptaran la centralidad del Partido. El PCCh dictaminó que los empresarios privados también eran trabajadores, por lo que podían ser miembros del Partido. Esto ha provocado que líderes de tecnológicas, como Lei Jun de Xiaomi sean delegados de la Asamblea Nacional Popular (el parlamento) y otros como Jack Ma, fundador de Alibaba, sea miembro del Partido. En 2013 cerca del 40 % de los empresarios chinos era miembro del Partido, pero la militancia sigue siendo mayoritariamente de clase media.

La política de reforma iniciada por Deng Xiaoping, conocida como Denguismo, mostraba signos de agotamiento, el modelo basado en la sobreinversión en detrimento del consumo debía empezar a cambiar. La fase de apertura y modernización había finalizado, era hora de entrar en la «nueva era». Hay aparece Xi Jinping.

2) LA CHINA DE XI JINPING

Debemos comprender que el PCCh no es un ente estanco monolítico totalmente homogéneo, sino que en su interior podemos encontrar diferentes facciones con diferentes visiones y posiciones políticas. Desde la apertura de las reformas destacan tres facciones principales. Por un lado, la camarilla de Shangai vinculada a la figura de Jiang Zemin, conocida como la elitista. Por otro lado, tenemos la línea vinculada a las juventudes comunistas afines a Hu Jintao (miembro expulsado durante el XXº Congreso) y, por último, la camarilla que apoya a Xi Jinping (estrechamente ligada a Jiang Zemin, ya que este promocionó al actual secretario general).

La llegada de Xi en 2012 supone un gran cambio: se acabó con la fase de reforma y apertura y comenzó la «nueva era». Después de que algunos se hubiesen enriquecido, ahora tocaba incluir los sectores que no se han visto beneficiados del crecimiento. Frente a las dudas sobre el papel del Partido, Xi ha reforzado su papel (y el del secretario general) como eje central de la política estatal. 

La tarea principal que cumple hoy en día el Partido es el de dar estabilidad política y social al país. Tiene la potestad de designar que cargo va a ocupar cada miembro dentro del legislativo y ejecutivo. Aun así, muchos debates y aplicaciones de directrices se dan en órganos estatales. La composición del Comité Central del Partido nos puede dar una buena imagen del peso de los diferentes sectores dentro de la política del Partido. Este cuenta con 376 miembros, 205 titulares y 171 suplentes. Dentro de los titulares podemos observar la siguiente composición: 12 % son altos cargos del Partido; miembros del Gobierno el 28 %, las grandes empresas estatales el 8 %, el 20 % del EPL (Ejército Popular de Liberación) y el 30 % son los líderes de las administraciones provinciales.


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Los principales problemas que debe afrontar el ejecutivo son los siguientes: desarrollo económico ineficiente, impacto medioambiental y los inadecuados servicios sociales. El vertiginoso crecimiento ha generado grandes desigualdades entre ciudadanos, pero también entre el campo y la ciudad. El 1 % más rico posee cerca del 30 % de la riqueza del país, mientras hace unos años este número se situaba cerca del 20 %. Aun así, los avances son destacables, como indica el informe de 2022 de Credit Suisse, son que en 2021 el ciudadano medio de China era más rico que el ciudadano medio europeo[2].

Una de las campañas más exitosas ha sido la de la lucha contra la corrupción. Mediante esta, se ha conseguido mejorar la confianza hacia las instituciones y, a su vez, Xi se ha quitado de en medio a posibles rivales políticos. Otra de las grandes campañas ha sido la de la erradicación de la pobreza extrema. En el décimo-tercer plan quinquenal, se introdujo toda una serie de herramientas para erradicar la pobreza. El resultado de toda esta serie de campañas ha sido espectacular: China ha conseguido sacar de la pobreza a 770 millones de personas. Una vez conseguido ese objetivo, el de conseguir una economía moderadamente próspera en todos los niveles (xiokang), ahora toca conseguir un país socialista moderno, reduciendo las diferencias (que no haciéndolas desaparecer).

El logro de estos objetivos va normalmente unido a toda una serie de campañas ideológicas y culturales que buscan reforzar la confianza hacia las instituciones y, en especial, hacia el Partido como eje central de la política. La utilización de diferentes eslóganes y campañas han ido unidos a la tradición política china y en las últimas décadas, con el abandono de los principios socialistas, han servido como un elemento de cohesión social y estabilidad. El eslogan elegido desde 2020 ha sido el de «prosperidad común», que, según medios estatales, busca aumentar el tamaño del pastel para luego distribuirlo de forma adecuada mediante instituciones racionales. Aunque no sea una hoja de ruta totalmente definida, podemos dividirla en los siguientes apartados:

1-Mejorar los servicios, sobre todo, en educación, vivienda y atención sanitaria.

2-Aumentar el poder adquisitivo de los que menos tienen para así consolidar una fuerte clase media.

3-Mejorar la redistribución de la riqueza entre los territorios.

Esto hay que enmarcarlo dentro de la estrategia de desarrollo general, la cual busca aumentar una clase media consumista y, a su vez, mejorar el capital humano para un desarrollo económico basado en la producción de mercancías de mayor valor añadido. Es lo que se conoce como crecimiento en forma de oliva (pocos pobres, mucha clase media y pocos ricos). Para ello, el país lleva aumentando un 16 % de media la inversión en I+D desde comienzos del siglo, y así llegó al 2,44 % del PIB en 2021. La mayor parte de la inversión en I+D es de carácter privado, en torno al 75 %. Tampoco hay que olvidar que más de 500 millones de personas siguen viviendo en el medio rural, lo que supone un reto a la modernización del país. Para ello, se han invertido grandes recursos económicos en áreas como el comercio electrónico digital, la mecanización de la producción y el fomento del turismo rural.

Es lo que se conoce como crecimiento en forma de oliva (pocos pobres, mucha clase media y pocos ricos)

A su vez, uno de los sectores en los que se está poniendo a la cabeza es el de la transformación ecológica. En el Congreso del Partido de 2012, se estableció el desarrollo ecológico como uno de los 5 pilares del socialismo a la china, algo que deja claro que la apuesta es seria. En 2020 las renovables aportaron 28,8 % de la energía que consume el país y el objetivo es llegar al 33 % en 2025. El otro pilar de su apuesta energética es la energía nuclear, que ha experimentado un crecimiento del 500 % desde 2010. China se ha puesto a la cabeza en la fabricación de coches eléctricos (más de la mitad de las ventas mundiales) y de baterías de litio (74 % de la fabricación mundial). Por eso es tan importante el sector de las tierras raras (denominación de 17 elementos químicos indispensables para la transformación digital y verde), donde ha conseguido una cuota de mercado del 50-60 % en la minería y del 80 % del procesamiento. Todo este cambio verde va más allá del sector productivo, la intención es integrar la dimensión ecológica en casi todos los ámbitos de la vida. Para ello, se están poniendo en marcha proyectos de reforestación masivos (alrededor del desierto del Gobi, por ejemplo) o proyectos de ciudades esponja (implementación de humedales y materiales que retienen y guardan el agua).

Después de hacernos una idea general de la China actual, toca profundizar en funcionamiento de su economía. 

2.1. El motor del gigante asiático

En este apartado, se explican algunos de los aspectos fundamentales de la economía China. El papel y la concepción del Estado sobre la economía y los principales mecanismos para intervenir y dirigirla. A su vez, la importancia del sector estatal y los mecanismos que utiliza para intervenir en las unidades productivas. Por último, la concentración de la mano de obra por sectores y la situación y la evolución de la mano de obra no empleada.

2.1.1 Partido, Estado y dirección económica

La relación del Partido y el Estado con el mercado y las empresas es complejo, pero esta frase de Xi resume muy bien su punto de vista: «Debemos explorar cómo poner en práctica el papel positivo del capital bajo las condiciones de una economía de mercado socialista, al tiempo que controlamos de manera efectiva el papel negativo del capital. No permitir a los depredadores del capital actuar temerariamente, pero dándole todo el juego a la función del capital como factor de producción».

Para ello, el Estado cumple la función de director económico. Si bien se reconoce que en las últimas décadas la participación del sector público ha disminuido –cualitativa y cuantitativamente–, sigue siendo el principal actor en un grupo de variables, directamente –a través de la propiedad– o indirectamente –a través de incentivos, financiamiento, convirtiéndose en un proveedor y/o cliente fundamental, además de las políticas fiscales, etc–. Aun así, la relevancia del sector público no es solo cualitativa, ya que diferentes autores reflejan que incluso una muy reducida participación del sector público permite el control de la empresa (de capital mayoritario privado). Es decir, incluso el muy dinámico y relevante sector privado no sólo se ve afectado por la propiedad pública y sus diversas políticas –particularmente en el financiamiento y en el acceso a divisas–, sino que también en su propia estructura corporativa y de toma de decisiones. A todo esto hay que unirle el papel del Partido. Dentro de la mayoría de empresas, hay células del Partido Comunista, incluso en las subsidiarias no chinas. Como he mencionado anteriormente, muchos ejecutivos son miembros del Partido, ya sea en empresas estatales como en no estatales. Según los datos aportados por los juristas Curtis J.Milhaupt y Wenton Zheng (p. 189), los fundadores o controladores de 95 de las 100 principales empresas privadas y de 8 de las 10 principales empresas de internet han sido o son actualmente miembros de alguna de las organizaciones centrales o locales del Partido-Estado. Todo esto muestra el basto entretejido mediante el que el Estado, y detrás suyo el Partido, mantienen cierto control sobre los procesos económicos[3].

Dentro de la mayoría de empresas, hay células del Partido Comunista, incluso en las subsidiarias no chinas

Una de las herramientas principales de todo el desarrollo Chino han sido los planes quinquenales. Iniciados en 1953, los planes quinquenales de China han sentado las bases para movimientos económicos y sociales tales como el Gran Salto Adelante, la Revolución Cultural y la era post-Mao de «reforma y apertura». Estos planes, hoy llamados «lineamientos de plan» (guihuagangyao) no se aplican manera obligatoria, sino que orientan y ayudan a identificar los problemas sociales y económicos que el Gobierno chino considera más relevantes para el crecimiento y desarrollo futuro. Es decir, funcionan de guía para las políticas que el Gobierno quiere aplicar. Uno de los ejemplos más significativo es el del crecimiento del PIB, este se establece a comienzos de año por el Gobierno Central, en base a objetivos sociales y políticos. Esto ha generado un modelo de inversión peligroso, ya que no importa en lo que se invierta sino que esto valga para llegar a las cuotas de crecimiento. Los Gobiernos locales reciben ese incentivo y lo que hacen es que los bancos estatales financien proyectos en infraestructuras, industrias y la construcción con el único objetivo de que se llegue a ese nivel.

La siguiente tabla sintetiza los aspectos generales de los dos últimos planes (el siguiente está en marcha), ayudando a comprender de mejor manera la utilidad de estas herramientas[4].


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2.1.2 Evolución y actualidad del sector empresarial

Una vez visto el papel que juega el Estado en la economía en general, debemos darle importancia a la forma en la que dirige y orienta las empresas, tanto las que están bajo su control directo como en las que influye haciendo uso de medidas indirectas. Esta gráfica resume de manera sintética las reformas en el sector empresarial estatal:


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En 2003, se creó la Comisión estatal para la supervisión y administración de las activos del Estado (SASAC) para actuar en nombre del Estado como financiador y regulador de las empresas estatales no financieras. En 2006, el liderazgo chino dividió las industrias estratégicas en tres grupos y reajustó la asignación de los activos estatales. La idea era que el Estado debía de mantener un control absoluto sobre las industrias clave –vitales para la seguridad nacional y el núcleo de la economía nacional–, para así mantener un fuerte control sobre las industrias pilares de la economía, que tienen vínculos estratégicos con el desarrollo económico nacional y mantener la necesaria influencia en el resto de las industrias[5].

1) Industrias clave: defensa, electricidad, petróleo, gas, telecomunicaciones, carbón, transporte marítimo, aviación y ferrocarril.

2) Industrias pilares: automovilística, química, construcción, electrónica, fabricación de equipos, metales no ferrosos, prospección, acero y tecnología.

3) Industrias normales: agricultura, farmacéutica, inmobiliaria, turismo, inversión, servicios profesionales, comercio general y manufactura en general.

Las empresas chinas son clasificadas en tres grandes grupos: empresas fundadas en China, empresas con inversión de Hong-Kong, Macao y Taiwan y empresas con inversión extranjera. Las estatales se refieren a las creadas por un Gobierno central, sin embargo, las empresas estatales también incluyen entidades que son controladas por los Gobiernos locales o en las que estos invirtieron. En general, hay tres tipos de empresas estatales:

a) Empresas enteramente de propiedad estatal (State Owned Enterprises; SOE) o 100 % financiadas por el sector público, donde el 100 % de los activos son de propiedad estatal. Por lo general, suelen ser de sectores que controlan ferrocarriles, agua, gas, electricidad y aeropuertos, entre otros. 

b) Holdings estatales, es decir, empresas en las que el sector público posee una mayoría de las acciones y, por tanto, tiene el derecho de controlar y/o gestionar las decisiones importantes en sectores tales como recursos naturales, electrónica, automóviles, etc.

c) Empresas con acciones que son propiedad del Estado, en las que formalmente el sector público no tiene un poder decisivo.

La siguiente tabla ha sido obtenida del informe Stadistical Yearbook que publica el Gobierno chino otorgando todo tipo de datos sobre la sociedad y la economía China. Esta, en concreto, nos da el número y tipo de empresas inscritas en el registro de 2017[6].


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Si observamos el número total de empresas del sector denominado como privado (que no quiere decir que en otros sectores no haya capital privado), vemos que cuenta con una parte muy mayoritaria sobre el total, en torno al 79 %. Esto no quiere decir que el sector privado sea el más importante ya que, como he mencionado, muchos de los sectores estratégicos quedan bajo el control del SASAC. La propiedad del sector público en 2022 era cercana al 40 % del PIB, con una tendencia a la baja. Las empresas totalmente públicas (State Owned Enterprises) abarcan el 0,007 % sobre el total, parecido a las empresas con fondos de Hong Kong, Macao y Taiwan y las que tienen inversiones extranjeras. Además, las empresas donde el socio mayoritario es el Estado (State-holding) abarcan el 0,018 % del total de las empresas. El sector estatal sigue teniendo un peso importante respecto al PIB, pero el sector privado es el gran empleador del país. En 2018 en las zonas urbanas, las empresas privadas emplearon entorno a 383 millones de trabajadores, mientras el «no privado» (non-private) empleó a 168 millones. El giro ha sido claro: China ha sido capaz de sustituir las importaciones que realizaba gracias a una gran inversión en suministradores domésticos aptos, reduciendo su dependencia hacia el exterior y generando una potente economía nacional[7].

En el XIXº Congreso Nacional del Partido Comunista de China, Xi prometió nuevas reformas para que las empresas estatales fueran «más fuertes, mejores y más grandes», y convertirlas en «firmas de clase mundial y globalmente competitivas». En 2018, 48 empresas nacionales aparecieron en la lista de Global Fortune 500 (lista de las 500 empresas más importantes del mundo), el mismo número que en 2017, pero más de las seis de 2003. Para ello, el Gobierno está promoviendo una serie de medidas de reforma graduales del sector estatal, denominadas como «Acción 200». El objetivo no es solamente ser una gran productora tecnológica, lo que se persigue es llegar a establecerse como primera fuerza patentando nuevas tecnologías y estableciendo los estándares y criterios técnico-científicos internacionales en los que se van a mover la mayoría de empresas, como en el sector del 6G.

En 2018, 48 empresas nacionales aparecieron en la lista de Global Fortune 500 (lista de las 500 empresas más importantes del mundo)

2.1.3 Estructura productiva y empleo

Por último, es necesario conocer los principales sectores de la economía china y cómo han evolucionado durante las últimas décadas. Hay que poner en evidencia que las zonas rurales siguen siendo sumamente importantes. En 2018 empleó entorno al 44 % de la mano de obra disponible, unos 341 millones de trabajadores. El siguiente gráfico muestra la evolución de los tres sectores de la economía: 

Mientras el PIB no dejaba de crecer, el sector industrial ha mantenido una proporción superior al 40 % y mientras el sector agrícola reducía su peso respecto al PIB, el de los servicios no ha dejado de crecer y ya ha superado al industrial. Por lo tanto, vemos como China mantiene una estructura muy pareja a la de los economías desarrollados, tanto en lo que respecta los sectores como al empleo que veremos a continuación.


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Por otra parte, si nos fijamos en el desempleo, podemos apreciar un cambio notable. La perspectiva de empleo para toda la vida, prevaleciente bajo el socialismo, ha cambiado radicalmente. Hoy día, priman principalmente los criterios de productividad y competitividad. Aunque el bajo coste de la mano de obra (aunque haya crecido), aún le permite captar importantes excedentes laborales y ofrecer empleo a la población desplazada de las empresas rurales y estatales, así como a la creciente fuerza de trabajo que año con año se incorpora al mercado laboral. 

La perspectiva de empleo de por vida, bajo el socialismo, ha cambiado radicalmente

2.2. Estructura militar

Desde 2015, China ha realizado toda una serie de reformas para cambiar y adecuar la estructura militar a los retos actuales. Solo hay que ver que el gasto militar se ha duplicado desde 2012 a 2021, pasando de 670 millones de yuanes a 1350 millones. La campaña anticorrupción anteriormente mencionada tuvo un destacado impacto en el ejército, eliminado las prácticas ilegales y fortaleciendo a los sectores afines a Xi. Los objetivos de las reformas son claros: fortalecer el control del Partido sobre el Ejército Popular de Liberación (EPL) y modernizar el ejército para ganar batallas sobre el terreno. La creencia de que en cualquier momento puede darse un golpe de Estado o una revolución de colores hace que el Partido quiera tener atado en corto al ejército. A su vez, el creciente tensionamiento militar global ha hecho que China se tome muy enserio el ámbito militar. Prueba de ello es que en el pleno del Comité Central de 2020 se establezca este como uno de los ejes estructurales, casi poniéndolo a la par del Estado y el Partido. Para 2035 quiere completarse la modernización de la defensa nacional y las Fuerzas Armadas, es decir, «transformar completamente el EPL en un ejército de clase mundial para mediados del siglo XXI»[8].

Para 2035 quiere completarse la modernización de la defensa nacional y las Fuerzas Armadas, es decir, «transformar completamente el EPL en un ejército de clase mundial para mediados del siglo XXI»

2.3. Retos territoriales

El paso de la política más descentralizada a una tendencia más centralizadora, en un país tan amplio y complejo como China, ha provocado varios problemas internos. La política China ha estado muy unida a la idea de grandeza histórica que fue arrebatada durante el siglo de la humillación con la derrota en las guerras del Opio y la ocupación japonesa. Es por ello que este relato más allá de una función cohesionadora ha sido lo que ha dirigido la política interna respecto a otras etnias y movimientos secesionistas. Su división administrativa es la siguiente: 22 provincias, 5 regiones autónomas, 4 municipalidades y 2 administraciones especiales (ver en el mapa). Se les otorgan diferentes grados de autonomía pero siempre unido a la idea de «una sola China». Hoy en día, cuenta con toda una serie de retos que pueden suponer una merma de confianza hacia el Partido y las instituciones estatales. Por lo tanto, se antoja primordial la buena gestión de todos ellos. En este apartado hablaré de los principales casos de manera muy sintética, ya que explicar cada caso ocuparía un espacio con el que no cuento[8].


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2.3.1 Taiwán

Con la llegada de Xi al poder en 2012, las relaciones se encontraban en uno de los mejores momentos, cimentado en el consenso de 1992. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una pugna a nivel internacional por ser reconocida como la verdadera China. Por un lado, está la República Popular de China (la China continental) y por otro, la República de China (Taiwán). La pugna se ha ido decantando claramente por el bando continental, como muestra que en 2022 181 Estados reconocían la República Popular frente a los 14 que reconocen a Taiwán.

Las cosas han ido cambiando, la creciente identificación de la sociedad como solo «taiwanesa» (más del 60 % en 2021) ha provocado el auge del Partido Progresista Democrático. Aun así, los partidarios de proclamar la independencia están entorno al 25 %, mientras otros sectores proponen alargar el statu quo indefinidamente y otros decidirlo más adelante.

Esto está poniendo en aprietos al Gobierno, ya que estableció la reunificación para 2049 (100 años después de la revolución socialista), año en el que se debe cumplir el «sueño chino». Este objetivo es una línea roja, ya que después del siglo de la humillación una de las grandes proclamas es la no cesión de territorios y la unión en base a «una sola China». No lograr este objetivo supondría renunciar a uno de los grandes objetivos marcados por el Partido, algo que no parece que estén dispuestos a tolerar, ya que supondría perder el apoyo de una gran parte de la población. Además, hay que tener en cuenta que Taiwán es uno de los mayores productores de semiconductores del mundo, algo muy importante en el contexto actual. Su objetivo es conseguir la adhesión por medios pacíficos ya que una invasión militar puede provocar graves problemas internos, pero en caso de proclamar la independencia China ha dejado claro que está dispuesta a enviar tropas.

A esto hay que añadirle la posible intervención de EEUU que ha brindado un amplio apoyo tanto financiero como militar desde que el Kuomitang fue derrotado en la guerra civil de 1949 y decidió establecerse en la isla. Cosa para nada descabellada ya que el propio presidente Biden declaró que estaba dispuesto a hacerlo. El próximo año se avecinan las elecciones en la isla por lo que es muy probable que este conflicto vuelva saltar al primer plano. 

2.3.2 Hong Kong 

Al igual que Taiwán, Hong-Kong es parte del modelo «un país, dos sistemas», en el que el capitalismo opera en algunos lugares concretos pero todo lo demás es definido como socialismo. El modelo de gobierno se basa en una gran capacidad de autogobierno: instituciones propias, constitución, moneda, sistema legal, pasaportes, etc. Lo que ha generado grandes problemas son los artículos 45 y 68 de la Constitución, los que determinan la elección del Consejo Legislativo y el jefe ejecutivo mediante sufragio universal. La discusión ha pasado de negociación a imposición, la fracasada reforma de 2017 de Pekín otorgaría la posibilidad de retirar a candidatos que se opongan al Gobierno central. Ahí está el debate: mientras los sectores pro Pekín quieren seguir teniendo cierto nivel de control sobre Hong-Kong, el sector denominado «demócrata» quiere que la elección por sufragio universal se dé sin injerencia del Gobierno central.

Todo esto unido a la crisis social que vive la ciudad, han creado un peligroso caldo de cultivo. Los altos costes de la vida, sobre todo de la vivienda, las malas condiciones laborales y el estancamiento de los salarios han generado un clima de descontento. Todos estos elementos han provocado un radicalización del sector demócrata donde el sector localista, con posturas anti no-violencia y pro autodeterminación, ha cobrado más fuerza. Cuando en 2019 se propuso establecer una Ley de Extradición, las protestas cobraron un carácter más radical, con una gran movilización social, lo que provocó que el Gobierno central se echara atrás. En plena pandemia el Gobierno aprobó una nueva Ley de Seguridad donde se abarcaban casos como el de terrorismo, secesión, subversión y colusión con fuerzas extranjeras. También se capacitaba al Gobierno central a asumir la jurisdicción sobre ciertos casos por encima de los tribunales locales. El Gobierno, dentro de su estrategia, decidió dar otro paso y establecer otra ley electoral para asegurar que «los patriotas gobiernen Hong Kong».

2.3.3 Tíbet 

Territorios como este y Xinjiang han estado desconectados del resto del país, lo que históricamente le ha dado cierta autonomía para establecer diferentes forma de gobierno. Con la eliminación de las comunas rurales, pilar fundamental de la unidad económica y social de estas regiones, a partir de 1978 mucha gente se vio condenada al desempleo crónico. Con la política de descentralización sectores que se habían levantado contra el Gobierno comunista (los lamas en el Tíbet o los mulás en Xinjiang) volvieron a ostentar el poder, es decir, la aristocracia feudal volvió al poder. Este cambio supuso que el particularismo étnico se volviera a imponer al universalismo de clase. El temor al separatismo viene de los monasterio y los monjes budistas. Aun así, el actual Dalai Lama (figura principal de los lamaistas o budistas tibetanos) propone una mayor autonomía dentro de China. Pero las muestras de disidencia no son tan grandes como muchas vecen intentan hacernos creer. El fenómeno mas destacable es la inmolación de monjes: de 2008 a 2018 se han inmolado 155 monjes, casi todos de bajos estratos sociales. La falta de espectativas de futuro entre la juventud ha originado que muchos de ellos abracen la vida monástica para no suponer una carga en su familia. El Gobierno central ha puesto en marcha ciertas medidas para mejorar la situación económica y social y así lograr una mayor estabilidad en la región. Tampoco podemos pasar por alto la importancia que tiene esta región para el suministro de agua, algo fundamental tanto para el sector energético como el del consumo. El control sobre esta región otorga a China una posición hidrohegemónica en la zona, ya que controla las principales cabeceras de los ríos asiáticos. 

2.3.4 Xinjiang

Esta es la región más grande de China, situada al noroeste del país. De mayoría uigur (entorno al 45 %) aunque la etnia Han, mayoritaria en China, supone entorno al 40 %. Una región que había sido foco de conflicto e intentos de secesión durante los años 30 y 40, fue proclamada como Región Autónomo Uigur de Xinjiang con la victoria de los comunistas en 1949. Uno de los elementos clave para entender su potencial riesgo para China es el movimiento islamista radical. En 1989 fundamentalistas uigures crearon Movimientos Islámico del Turkestán Oriental, cuyo objetivo es establecer una Estado Islámico con regiones de los países vecinos y Xinjiang. Curiosamente fue denominada como organización terrorista por la ONU, pero en 2020 EEUU revocó esa caracterización. Las políticas antiterroristas llevadas a cabo por China fueron el control policial y social, o los programas de fomento de la educación y el trabajo han sido utilizados por los títeres norteamericanos como arma para desprestigiar a China. La apuesta ha sido clara: hacer creer que China está cometiendo un genocidio contra la etnia uigur. Como, por ejemplo, al afirmar que se estaban promoviendo políticas de esterilización, cuando la política de solo un hijo no se le ha aplicado a las 55 etnias minoritarias de China. 

2.4 Política cero COVID

La política Cero COVID tenía como objetivo no dejar que el virus se propagara, ya que en caso de descontrolarse el sistema sanitario se vería colapsado. Según los datos proporcionados por la Comisión Nacional de Salud, en los dos primeros años de pandemia, China reportó solo el 0,1 % de los contagios a nivel mundial, teniendo en cuenta que representa el 20 % de la población mundial. Sus tasas de crecimiento del PIB fueron de 2,3 % en 2020 y 8,1 % en 2021. Hasta ahora la guerra contra la COVID ha sido uno de los pilares y motivos de orgullo nacional del Gobierno de Xi, por lo que el paso a una convivencia con el virus se antoja complejo. Los posibles brotes suponen un gran reto y de no gestionarlos bien podría suponer una merma en la confianza hacia el PCCh. 

3) CONCLUSIONES

Todo parece muy bonito al hablar de China: crecimiento sin límite aparente, erradicación de la pobreza extrema, una política exterior basada en el «win-win», una mentalidad no hegemonista etc. A mí me toca ser un poco escéptico, ya que siempre es más fácil ser benevolente mientras las cosas van relativamente bien y la economía crece, pero esto puede cambiar en los próximos años. Según el economista Harry, X. Wu, la productividad de China no ha mejorados desde la década de los 90. El crecimiento ha estado basado en un incremento de la cantidad de máquinas y de trabajadores para producir más cosas, lo que es conocido como crecimiento extensivo. Pero ya está encontrando trabas para aumentar la fuerza productiva del trabajo, es decir, producir más con una cantidad menor de trabajo. Esta es una de las enfermedades que padecen las principales economías al llegar a un nivel de desarrollo y por lo que parece China no es una excepción. Esto, unido a una deuda que se ha disparado en los últimos años, puede provocar graves lastres para la economía y la sociedad. El descenso de la natalidad o el aumento del desempleo juvenil pueden ser ejemplos ilustrativos de todo este proceso. Por ahora no ha logrado basar su crecimiento en el consumo interno, algo que está intentando cambiar. Pero afrontar este tipo de cambios acarrean grandes dificultades ya que exigen cambios institucionales en un modelo donde muchos están obteniendo grandes beneficios[9]. Una ralentización del crecimiento (cosa que augura el FMI) o una recesión, acarrearía una reducción en las mejoras de calidad de vida y un freno al desarrollo, algo que podría hacer tambalear la política interna. Si esto pasara podríamos ver una actitud más agresiva (aunque muchos opinan que la mentalidad política China no es así) respecto a su política interior (respecto a Taiwán, por ejemplo) y en su política exterior respecto al tensionamiento militar global. Habrá que estar atentos.

REFERENCIAS

[1] Barros, M. & Garcia, J.R. (2003). El área económica china

[2] Claudio, G. (2009). China, 30 años de crecimiento económico

[3] García, J.A. (2022). China. Amenaza o esperanza. Akal

[3] Milhaupt, C. & Wenton, Z. (2015). Beyond Ownership: State Capitalism and Chinese Firm.

[4] Beltrán, L. (2020). China tecnológica. Del atraso a la vanguardia

[5] Zhang, Y. (2019) China y la reforma de las empresas estatales. Obtenido de: https://www.china-briefing.com/news/china-y-las-reformas-de-las-empresas-estatales-que-significa-la-ultima-ronda-de-reformas-para-el-mercado/ 

[6] China Stadistical Yearbook 2019. Obtenido de: http://www.stats.gov.cn/tjsj/ndsj/2019/indexeh.htm 

[7] Dussel, E. (2022). La «omnipresencia» del sector público de China y su relación con América Latina y el Caribe

[8] Sierra, A. & Marrades, A. (1997). La nueva era de China. Descifrando la guerra

[9] Pettis, M. & Klein, M. (2021). Las guerras comerciales son guerras de clases. Capitan Swing


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