2023/07/03

Sin duda, el turismo se ha convertido en una de las principales industrias más rentables del capitalismo global. El número de viajeros alcanzó su récord mundial el año anterior a la pandemia, con una cifra de casi 1.500 millones de viajeros en el mundo. Sin embargo, esta gallina de los huevos de oro que han encontrado muchos Estados y ciudades para atraer flujos de capital y personas a sus tierras, puede suponer su propia muerte por éxito. 

La masificación turística y sus efectos secundarios, como la gentrificación o depredación de sus rasgos culturales propios en pro de la cultura homogeneizadora del mercado capitalista, puede hacer que lo que hoy es un territorio turístico mañana deje de serlo. Así, crea una situación de territorios devastados y despoblados por los efectos de lo que es una de las industrias más extractivas y depredadoras del territorio del modo de producción capitalista: la industria turística.

Turista vete de la ciudad», «All Tourists Are Bastards» o «Turista, tu viaje de lujo mi miseria» son lemas que hemos podido ver pintados en las paredes de las zonas turísticas de ciudades como Barcelona, París o Donostia. Podríamos pensar que estas pintadas responden a algún tipo de razonamiento político de carácter xenófobo. No obstante, todos hemos sido y seremos turistas o visitantes de distintos lugares a lo largo de nuestras vidas. Pero muchas de estas pintadas no han sido realizadas por grupos xenófobos; al contrario, han sido realizadas por organizaciones ubicadas en lo que se denomina como «izquierda radical» y que se identifican con el antirracismo y el antifascismo. Entonces, la pregunta es, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Con el turismo, y las ansias que todo ser humano tiene de conocer nuevos lugares y gentes, pasa como con la tecnología. En principio, los avances tecnológicos podrían ser beneficiosos para la especie humana en su conjunto, liberándonos de mucha carga de trabajo y ofreciéndonos mayor tiempo libre. Sin embargo, bajo las relaciones sociales capitalistas, los avances tecnológicos se traducen en mayor concentración de la riqueza por un lado y miseria en el otro. Con el turismo ocurre lo mismo, el problema no es el hecho de que viajemos, sino que lo hagamos bajo la forma que tiene el capitalismo de articular el turismo como una de sus industrias más extractivas, de mayor desigualdad y potencialmente destructiva. 

El problema no es el hecho de que viajemos, sino que lo hagamos bajo la forma que tiene el capitalismo

No cabe duda de que vivimos en sociedades turísticas, en la que el menor reclamo natural, cultural o histórico entra en un proceso de turistificación para poder ser explotado como reclamo de visitas. Según los datos del World Travel and Tourism Council (WTTC), organización que aúna a las mayores empresas del sector a nivel mundial, el turismo es la industria que a mayor velocidad crece anualmente, incluso tras el hundimiento de la pandemia. Precisamente, en el año 2019, el sector turístico suponía el 10,3% del PIB mundial y empleaba a 330 millones de personas, en torno al 10% de la fuerza de trabajo global. Además, la previsión es que la industria siga creciendo, ya que el WTTC estima que para 2033 el sector supondrá una cifra cercana al 12% del PIB global y empleará en torno a 450 millones de personas, llegando al 15% de los asalariados totales del mundo [1]. 

El proceso de turistificación ha sido notablemente intenso en la reconversión de las potencias industriales europeas en economías de servicios, sobre todo en los países mediterráneos. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), la participación en el total de toda la producción industrial mundial ha pasado en Europa de suponer el 51,4% a principios de la década de 1980, a suponer menos de la mitad, un 24,1%, para el año 2016 [2]. Esta pérdida de tejido industrial y reconversión económica ha sido paliada en parte por el turismo, sector que desde principios de la década de los 90 y hasta la crisis del 2008 crecía el doble que toda la demás producción nacional en muchos de los Estados europeos del Mediterráneo. 

Sin embargo, el turismo es seguramente la industria más volátil que existe en el mercado capitalista, ya que depende de una cantidad de factores externos que pueden hacer que un país o región deje de ser un atractivo turístico en un corto espacio temporal. Esto unido a las bajas condiciones laborales que deben ofrecerse para atraer flujos turísticos, convierte a esta industria en una de las de mayor explotación y creación de desigualdades a nivel global. Aquí analizaremos sus consecuencias a nivel macro, pero también a nivel de localidad o ciudad. 

CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL TURISMO

Se ha dicho ya que el turismo es una industria especialmente extractiva de entre las que existen en el capitalismo. Con todo, esta no es la única particularidad del turismo. La base material de la industria turística se basa en la comercialización de espacios culturales diferentes, entendiendo incluso los paisajes naturales como parte de lo que denominamos cultura en sentido amplio. Por tanto, el turismo es una industria en la que sus capitalistas constantemente están buscando la diferenciación de su producto turístico, para así ofrecer una mejor experiencia al viajero que la del competidor. No obstante, en esta creación de espacios culturales turísticos diferenciados, la industria turística acaba por homogenizar y borrar las distinciones culturales propias de distintas culturas por una manera homogénea de consumir la experiencia turística. 

Al respecto, puede servir de ilustrativa la crítica que realiza al turismo y a su industria cultural el economista y geógrafo marxista David Harvey. Para Harvey, la industria turística se basa en gran medida en obtener rentas de monopolio. Las rentas de monopolio son aquellas por las que ciertos agentes de la burguesía pueden obtener una mayor cantidad de ingresos durante un tiempo dilatado en virtud de su control exclusivo sobre algún artículo directa o indirectamente comercializable que es en ciertos aspectos cruciales único e irreproducible. Es lo que pasa, por ejemplo, con las denominaciones de origen alimentarias, que solamente pueden producirse en cierto lugar y condiciones irreproducibles en otro. 

Esto mismo ocurre con los lugares turísticos: muchas empresas tratan de diferenciar al máximo su lugar de destino para venderlo como una experiencia única e irrepetible. Sin embargo, por muy exótico que sea el destino, la forma turística en que es consumida tiende a homogeneizarlo: las cadenas de franquicias se hacen con los lugares de alimentación y bebidas, el transporte aéreo es controlado cada vez más por unas pocas aerolíneas y las cadenas hoteleras tienden a ofrecer más o menos los mismos servicios y experiencias de alojamiento a lo largo del mundo. 

Cada vez más, la experiencia turística se basa en la visita de lugares remotos y exóticos, pero en su visita no quiere perderse la comodidad de la experiencia y seguridad vital del día a día. El capitalismo promete diversidad frente al monolitismo gris del socialismo. Sin embargo, a industria turística termina por matar esos lugares y culturas diferenciadas, homogenizándolas bajo los estándares de una industria que cada vez se parece más en todo el mundo. Puedes tomarte un café de Starbucks frente a las pirámides de Guiza, comer en un KFC al lado del Coliseo romano o dormir en un Airbnb en el Casco Viejo de Bilbao y ver la salida del Tour de Francia. Todas las experiencias no difieren mucho en su manera de ser consumidas, es el mundo convertido en un gran Disneyland.

Sin embargo, esta disneyficación [3] por la que un lugar real es desprovisto de su carácter original para ser sustituido por una versión higienizada y desinfectada del mismo, acaba matando la base de ganancia del capital turístico: la diferenciación y unicidad del lugar. La homogeneidad que acompaña a la pura comercialización turística de los territorios, termina por borrar las ventajas de monopolio turístico. Es por ello que en la actualidad se ha desatado la guerra en la industria turística por ver qué empresa o administración pública puede mantener durante más tiempo la comercialización de experiencias turísticas lo suficientemente únicas y diferenciadas. 

Así, Harvey argumenta que la gran pugna de la industria turística actual y de sus industrias subsidiarias, se basa en la apropiación de «configuraciones culturales potencialmente rentables». Para ello, también se aprovechan de la ayuda que ofrecen las instituciones estatales fomentando su territorio como destino turístico a viajeros y empresas.

Por ejemplo, las favelas brasileñas pueden ser vendidas como un lugar de alto interés cultural y potencialmente rentable. Ciertamente, lejos del centro de la ciudad, se puede conocer la verdadera cultura local de los nativos brasileños y también las miserias que genera la pobreza. Es por ello que muchos turoperadores turísticos están empezando a ofrecer tours turísticos por las favelas de Rio de Janeiro o Sao Paulo. En estos, la experiencia de la pobreza y sus consecuencias sociales son una configuración cultural potencialmente rentable. En la incesante búsqueda por ofrecer experiencias únicas todo vale. 

Estrechamente relacionado está la carrera de distintas ciudades o Estados por convertirse en su propia «marca» y venderla. Esta construcción de la «marca» consiste en acumular un capital simbólico y cultural diferenciado de otros lugares. Seguramente, la Barcelona posterior a las Olimpiadas de 1992 sea un buen ejemplo. En aquel momento, los dirigentes políticos de la ciudad se aprovecharon del legado cultural de la Ciudad Condal para atraer cada vez más eventos turísticos, comerciales, deportivos o incluso políticos. La contraparte de este éxito, como toda renta de monopolio turístico, es que es temporal. Barcelona sufre hoy una trepidante gentrificación de la mayoría de sus barrios y calles cercanas al puerto, que ya no se diferencian demasiado a las de otras ciudades turísticas, ya que se encuentran copadas por las mismas multinacionales. 

LA APUESTA POR EL TURISMO

El turismo podría compararse con el fast food en lo que respecta a la economía de un Estado. Aporta un dinero rápido y fácil de obtener, pero a la larga genera problemas de saturación. Además, al igual que se es un destino turístico, de la noche a la mañana se puede dejar de serlo, ya sea por la sobresaturación vivida o por motivos imprevistos como una pandemia que paraliza la movilidad. Por tanto, es una apuesta arriesgada para un Estado volcar su economía al turismo. 

Pero, la mayoría de veces, los Estados no eligen especializarse en el turismo. Más bien es consecuencia de la división internacional del trabajo y el desarrollo geográfico desigual lo que vuelca a cierta economía-nacional a volcarse en el turismo. Este es el caso de los Estados del sur de Europa o mediterráneos tras su desindustrialización. 

Los Estados no eligen especializarse en el turismo. Más bien es consecuencia de la división internacional del trabajo y el desarrollo geográfico desigual lo que vuelca a cierta economía-nacional a volcarse en el turismo

Hay dos Estados paradigmáticos que ejemplifican la apuesta por la turistificación en Europa: Grecia y España. Ambos casos son parecidos, pese a que Grecia no viviese una industrialización a niveles de la española, ya que se tratan de países mediterráneos que acogieron unos Juegos Olímpicos que los catapultó en el escaparate de la acogida de flujos de personas y capitales turísticos. 

Los datos del caso griego son paradigmáticos. Antes de la pandemia de la COVID-19, Grecia acogía ya a casi 35 millones de visitantes anuales, mientras su población apenas excede los 11 millones de habitantes. Las cifras hablan por sí solas si se ven en perspectiva histórica: 6,2 millones de visitantes llegaron a Grecia en 1998 y 15 millones en 2010. Es decir, en el lapso de 20 años Grecia casi ha sextuplicado su nivel de visitantes [4]. 

Grecia se lo jugó todo en la entrada del siglo XX a mantener su industria naviera, primera industria del país, y captar flujos de capitales financieros y turísticos aprovechándose de la entrada al euro y la organización de los Juegos Olímpicos de Atenas en el 2004. Sin embargo, el modelo financiero y de crecimiento económico griego quebró en el 2010, al ser insostenible un modelo basado en la deuda externa y su refinanciación constante. Desde entonces, Grecia se ha volcado si cabe más en el turismo, a base de que los trabajadores de este sector hayan vivido una de las mayores devaluaciones de condiciones de vida registradas en un país occidental. 

Desde el 2010 en adelante, la cifra de nuevos empleos ligados al turismo pasó a suponer ocho de cada diez nuevos empleos creados en el país heleno, empleando a casi el 20% de su fuerza de trabajo. El peso del turismo en su economía es cercano al 25%, registrando la mayor dependencia turística en el seno de la Unión Europea. Según la organización sindical griega Lantza, los asalariados del sector vieron descender sus salarios de 5.300 euros anuales en el 2012 a 3.000 euros en el 2017, una de las mayores devaluaciones salariales registradas durante la crisis del euro [5]. 

En el 2015, el diario Proto Thema, bajo el titular Las favelas de Mykonos, desvelaba las inhumanas condiciones a las que se somete a los trabajadores en las islas turísticas griegas. Los camareros de los establecimientos se ven obligados cada verano a vivir en contenedores prefabricados y pintados para camuflarlos con el terreno, hacinados con hasta ocho compañeros y sin aire acondicionado. Un fenómeno parecido se está produciendo en Ibiza, donde los trabajadores hosteleros de verano son alojados en contenedores prefabricados, al no poder pagar un alquiler residencial por el elevado coste de este en plena temporada alta. 

Por su parte, el caso español es también paradigmático para entender la relación que crea el turismo en base a el empleo devaluado. El Estado español, que fue el primer destino vacacional europeo en el 2022, genera la mayor cantidad de sus empleos anuales ligados al sector servicios, muy dependiente del turismo. Durante la década del 2010 al 2020, casi el 13% de los nuevos contratos anuales eran para trabajar de camarero, el doble que una década atrás. Casi la mitad de estos contratos eran estacionales y de duración menor a un mes, y el sueldo un 42% por debajo del sueldo medio español. 

La «marca España» turística es conocida internacionalmente por ser un destino de fiesta, sol y, sobre todo, barato. Pero este escaparate turístico de bajo coste se basa en la devaluación total de los trabajadores ligados al sector. El informe The Travel and Tourism Competitiveness Report del Foro Económico Mundial en su edición de 2019, volvía a situar al Estado español en el primer puesto en cuanto a competitividad turística, por delante de Francia, Alemania, Japón, Reino Unido, Estados Unidos, Australia, Italia, Canadá y Suiza. El estudio atribuye el éxito del modelo español a la oferta cultural y natural, a la infraestructura turística, la conectividad aérea y el apoyo del gobierno y administraciones, pero se olvida de mencionar el componente secreto: mano de obra y suelos urbanizables baratos, un imán para masas y empresas turísticas mundiales. 

Los principales partidos políticos españoles se han dado cuenta del problema de un sector enormemente depredador y generador de precariedad. Es por ello, que los últimos años hablan de atraer turismo de calidad, eufemismo mediante el que se quiere decir que se quiere atraer a visitantes con mayor capacidad adquisitiva. Sin embargo, la particularidad turística española reside en su precio barato y oferta de fiesta. Sin esta oferta de «desfase», gran parte de la atracción turística se desvanece. Mientras tanto, casi un 25% de los trabajadores del Estado español, unas 4,6 millones de personas, no puede permitirse afrontar el gasto de una semana de vacaciones al año. Es la cara opuesta de la España del sol y playa. 

Los últimos años hablan de atraer turismo de calidad, eufemismo mediante el que se quiere decir que se quiere atraer a visitantes con mayor capacidad adquisitiva

LAS CONSECUENCIAS URBANAS DEL TURISMO

En un ámbito más local, el principal problema que genera el turismo es el de la gentrificación de los centros de las ciudades. Al convertir el centro de la ciudad en un gran museo que atrae negocios turísticos, el precio medio de la vivienda sube al ritmo de la mayor afluencia de visitantes. En esta situación, tiene una especial incidencia el fenómeno de los pisos turísticos y la empresa líder que los gestiona: Airbnb. 

El objetivo en origen de la empresa surgida en San Francisco era facilitar el contacto entre las personas usuarias que ofrecían un piso o habitación y otras que buscaban alojamiento. Pero esa razón de ser pronto se diluyó. A la vista de la fácil rentabilidad, los propietarios vieron la fórmula para unos ingresos extra, y las consecuencias que eso podría acarrear, incluso en su propio entorno, quedaron en un segundo plano. Según el estudio realizado por el que fue teniente alcalde de la ciudad de París en el área de vivienda, Ian Brossat, las ganancias obtenidas por dedicar una vivienda al alquiler turístico de corta duración son 3,5 veces mayores que si se dedica al alquiler tradicional de larga duración. 

El fenómeno Airbnb se ha globalizado y tiene una especial incidencia en sociedades propietaristas, en las cuales la vivienda es usada como uno de los principales bienes de captación de ingresos de muchas familias. Actualmente, en las tres provincias de la Comunidad Autónoma Vasca hay 6.708 viviendas que se ofrecen en este portal. Pero Donostia, la gran ciudad turística por antonomasia del territorio, concentra a 1.659 de ellas. Mientras tanto, según datos de Estadística del Mercado de Alquiler del Gobierno Vasco, en 2022 el precio medio del alquiler en Donostia se sitúo en casi los 950 euros mensuales, una media 18% mayor al alquiler promedio del resto de la CAV [6].

Sin embargo, no es Donostia la única ciudad que está viviendo este proceso de gentrificación. Por ejemplo, si comparamos el primer trimestre del 2023 con el del año anterior, en Bilbo hay un 45% más de viviendas turísticas, la mayor subida solo superada por Ibiza, con un 47%. Sin embargo, Donostia aún destaca por ser la capital que mayor rentabilidad diaria ofrece por piso turístico, una media de 212 euros diarios por el alquiler de un piso de estas características [7]. 

Es evidente que la rentabilidad es muy superior en las viviendas de uso turístico que en las de alquiler residencial, a pesar de que las primeras no estén ocupadas todo el año. Es por ello, que además del pequeño propietario, numerosos fondos buitre y empresas están adquiriendo bloques de viviendas enteros para derivarlos a un fin turístico. Entre estas empresas destaca Staykeepers, que ya tiene más de 250 pisos en propiedad solamente entre Donostia y Bilbao. Esta empresa promete de un 20 a 80% más de ingresos a aquellos propietarios que quieran usar sus servicios para dirigir sus inmuebles al alquiler de corta duración. 

Esto está llevando a un fenómeno curioso, y es que las grandes urbes turísticas ya no ganan población estable, sino que la expulsan. En el caso más extremo, Venecia es el ejemplo paradigmático de ciudad museo en la que la vida de barrio local ya es inexistente. Actualmente, Venecia cuenta con unos 50.000 habitantes; es decir, un tercio de la población que tenía en el siglo XVIII, habiendo perdido la ciudad italiana a más de 120.000 residentes desde principios de los años 50 del siglo pasado. 

La misma tendencia está sufriendo Barcelona. En el barrio más turístico de la capital catalana, el barrio Gótico, la población no deja de disminuir bajo el efecto de las segundas residencias y la invasión de Airbnb: en el 2007, la población de este barrio era de 27.946 habitantes, mientras que 15 años después, ha caído hasta los 2.478 habitantes empadronados.

Donostia, como capital vasca del turismo, está aún lejos de estas tendencias, pero ya ha comenzado a replicarlas. De hecho, muchos de los jóvenes trabajadores nacidos en Donostia están teniendo que abandonar la ciudad al no poder permitirse pagar una vivienda en ella. Según un estudio de la Diputación de Gipuzkoa, al menos 3.375 jóvenes (de entre 18 y 34 años) se han ido de Donostia a vivir a las localidades adyacentes de las comarcas de Buruntzaldea y Oarsoaldea entre 2010 y 2020 [8].

CONCLUSIONES

El turismo, entendido como las ganas de conocer nuevas culturas y gentes, no es algo de por sí negativo. El problema reside en la forma que adquiere bajo las relaciones sociales capitalistas. El turismo se ha convertido así en una industria depredadora de personas y ecosistemas, pues todo el flujo de turismo tiene un impacto en la naturaleza y ecosistemas de los lugares masificados. 

Viajar y conocer es parte de la riqueza cultural humana; por lo tanto, debería ser gestionado de una manera democrática y racional que dé acceso a este bien a la mayoría de la población. Ciertamente, en estos tiempos se quiere dar solución al problema del turismo restringiendo este solamente a las capas más pudientes de la sociedad, a las clases medias-altas. Así, buena parte de la clase obrera quedaría excluida del fenómeno vacacional, mientras es empleada en esta industria de manera precaria. 

Viajar y conocer es parte de la riqueza cultural humana; por lo tanto, debería ser gestionado de una manera democrática y racional que dé acceso a este bien a la mayoría de la población

Esta tendencia, además, corre el riesgo de hacer implosionar las particularidades culturales de muchos territorios, debido a que cuando una ciudad o región se masifica en exceso, al estilo Venecia, termina por perder a su gente y cultura, lo que finalmente la terminará expulsando del mercado turístico. Así, la industria turística actúa como bomba de relojería sobre los territorios que opera para acumular riqueza.

En definitiva, cuando un territorio se masifica turísticamente hablando, bajo el modelo actual de gestión turística, no hace más que preparar las condiciones para su propia depredación y expulsión posterior del mercado turístico. Una ciudad o región no puede mantenerse turística infinitamente, ya que la industria turística capitalista tiende a saturar y homogenizar su propia particularidad que la convirtió años atrás en turística. .

NOTAS

[1] La mayoría de datos estadísticos ofrecidos en este reportaje de análisis se refieren a los años inmediatamente anteriores al estallido de la pandemia de la COVID-19, ya que con la pandemia se paralizó en gran medida la movilidad turística. Pese a que se encuentra en proceso de recuperación, para entender las tendencias de este fenómeno, son más fiables los datos anteriores a esta. El estudio aquí citado es el «Travel and Tourism. Global Economic Impacts and Trends» del año 2020, publicado por el World Travel & Tourism Council (WTTC). 

[2] Esta tendencia de pérdida de peso industrial europea se visualiza en todos los informes anuales publicados por esta agencia. Aquí hemos consultado el último disponible: «Informe sobre el desarrollo industrial. El futuro de la industrialización en un mundo post-pandémico», ONUDI, 2022. 

[3] El término disneyficación ha sido usado por diversos críticos culturales después de que el arquitecto y escritor estadounidense Michael Sorkin se refiriera así a la construcción y plan urbano de las nuevas ciudades en Estados Unidos a finales del siglo XX. 

[4] Datos disponibles en la base de datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT). 

[5] Un estudio respecto a las condiciones generales de los trabajadores turísticos griegos puede leerse en el artículo de los economistas Orestis Papadopoulos y Dave Lyddon (2020): «Deregulation and institutional conversion in the Greek hotel industry: an employment relations model in transition», Industrial Relations Journal, 51 (1-2). pp. 92-109.

[6] El nombre concreto del informe es «Análisis estadístico de los contratos de alquiler habitual de viviendas libres colectivas (a precio de mercado)», en su edición de 2022 publicado por el Departamento de Planificación Territorial, Vivienda y Transportes del Gobierno Vasco. 

[7] Un mayor análisis sobre la coyuntura inmobiliaria de Euskal Herria puede leerse en el estudio publicado en junio de este año por la fundación de estudios Manu Robles-Arangiz perteneciente al sindicato ELA: «La vivienda en Hego Euskal Herria: un derecho en manos del mercado».

[8] El estudio en cuestión se titula «Movilidad residencial de la juventud en Gipuzkoa (2010-2020)» publicado a finales de 2022 por el Departamento de Cultura, Cooperación, Juventud y Deportes de la Diputación Foral de Gipuzkoa.

BIBLIOGRAFÍA

Bravo, Pedro (2018): Exceso de equipaje. Por qué el turismo es un gran invento hasta que deja de serlo, Madrid, Debate. 

Brossat, Ian (2018): Airbnb: la ciudad uberizada, Iruñea, Katakrak Liburuak. 

Cañada, Ernest y Murray, Ivan (2019): Turistificación global. Perspectivas críticas en turismo, Barcelona, Icaria Editorial. 

Carmona, Pablo (2022): La democracia de propietarios. Fondos de inversión, rentismo popular y la lucha por la vivienda, Madrid, Traficantes de Sueños. 

Dioni, Jorge (2023): El malestar de las ciudades, Barcelona, Arpa.

Duterme, Bernard (2019): La dominación turística: turismo insostenible, Madrid, Editorial Popular. 

Harvey, David (2013): Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, Madrid, Akal.

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