FOTOGRAFÍA / Irudietan, 1954an Asturiasen sortutako Perlora opor hiria
2023/07/02

Es muy discutible que el turismo existiese antes del capitalismo. Si al simple hecho de viajar se le llama turismo, se puede decir que los humanos del Paleolítico también hacían turismo. En cambio, si entendemos que el turismo nace cuando el viaje y la propia experiencia del viaje se convierten en mercancía, deberíamos analizar el carácter propiamente capitalista del turismo. Este reportaje ofrecerá, por tanto, ciertos apuntes sobre la evolución histórica del turismo, con especial atención a su composición de clase y a su función social concreta en cada momento histórico.

Dentro de esta lógica, analizaremos el desarrollo histórico del turismo en tres fases: 1) el turismo de élites (siglos XVIII-XIX), 2) el turismo de masas (siglo XX) y 3) el turismo en crisis (siglo XXI). Es bastante común ante cualquier perspectiva crítica del turismo cerrar el debate con sentencias simplistas: «Todos hacemos turismo, siempre lo ha habido y siempre lo habrá». Pues bien, veremos que la historia desmiente este tipo de prejuicios, principalmente por dos razones: 1) porque todas las personas no tenemos una igualdad real de oportunidades para hacer turismo, ni antes ni ahora y 2) porque la actividad que hoy en día se comprende dentro del concepto de turismo es relativamente nueva y fruto de un determinado proceso histórico.

CARACTERIZACIÓN DEL TURISMO A DEBATE

El concepto moderno de turismo, como lo entendemos hoy en día (con su enfoque en el ocio y el viaje por placer) es una creación del capitalismo, que surge en el contexto de la Revolución Industrial. Previamente, había otras formas de viaje y desplazamiento con otras funciones sociales. Los viajes preexistentes estaban motivados principalmente por el comercio precapitalista, las creencias religiosas, las relaciones diplomáticas o militares, etc. El turismo, comprendido como fin en sí mismo desde el punto de vista de los consumidores o como bien de mercado por los capitalistas, no tiene mucho más de dos siglos de historia. Hay quienes argumentan que algunas prácticas y actividades premodernas pueden considerarse precursoras del turismo, aludiendo, por ejemplo, al peregrinaje religioso que ha existido desde tiempos antiguos, como el Camino de Santiago en Galicia o el Hajj a La Meca. También existían prácticas de viaje por motivos educativos, como los viajes de estudios de los jóvenes aristócratas en la antigua Grecia y Roma.

Por tanto, el debate sobre la existencia del turismo anterior al capitalismo se ha centrado en cómo se define el turismo y qué actividades y motivaciones se incluyen bajo esa definición. Algunos estudiosos argumentan que el turismo, entendido como un fenómeno social y económico específico, históricamente determinado, no existía antes del desarrollo del capitalismo industrial y la modernidad. Otros académicos sugieren que si bien no existía un sistema turístico completo, con todas las características y estructuras modernas que conocemos hoy en día, ciertos elementos y prácticas de viaje pueden considerarse precursoras del turismo; algo que no está en contradicción con el carácter moderno del mismo. 

Como podemos observar, el debate sobre la existencia del turismo antes del capitalismo es complejo y depende de las definiciones y enfoques utilizados. No obstante, la mayoría de los estudiosos, sean burgueses o críticos revolucionarios, coinciden en que el turismo, tal como lo conocemos hoy en día, es un fenómeno propiamente capitalista, aunque se puedan identificar ciertas actividades y prácticas premodernas que tienen similitudes o influencias en el desarrollo del turismo contemporáneo. Es decir, el ser humano siempre ha viajado, pero no siempre ha hecho turismo. 

El ser humano siempre ha viajado, pero no siempre ha hecho turismo

En lo que compete a nuestro método de análisis, los estudios históricos marxistas coinciden con ese punto de vista. Desde el marxismo se subraya cómo las relaciones de producción del capitalismo engendraron y dieron forma a la actividad turística contemporánea. Así, el turismo no puede entenderse separado de las dinámicas económicas y sociales generales que han moldeado la sociedad moderna. El turismo está integrado en un modo de producción concreto que tiene como fin irreductible la acumulación privada de riqueza. En consecuencia, los análisis marxistas examinan la forma en la que se relacionan el turismo y la acumulación de capital, y cómo ésta se sostiene sobre las desigualdades sociales y económicas de clase. 

TURISMO DE ÉLITES: GRAND TOUR Y BALNEARIOS

La etimología aporta pistas sobre el origen y la primera forma del turismo. La palabra «turismo» proviene del francés tourisme, que a su vez deriva de tour que significa «viaje». El sufijo –isme se utiliza para formar sustantivos que indican una categoría o conjunto de actividades relacionadas con el significado del radical. En este caso, tourisme se refiere al conjunto de actividades desarrolladas por personas que viajan por placer o negocio. La palabra tour proviene del latín tornare, que significa «dar vueltas». El término comenzó a popularizarse en la segunda mitad del siglo XIX, aunque su origen se remonta al siglo XVIII. ¿Pero quién viajaba por placer o negocio en aquel entonces? Fueron los aristócratas ingleses los primeros en realizar viajes de placer o estudios por Europa, lo que se denominaría Grand Tour: un viaje educativo y cultural realizado por jóvenes aristócratas europeos, principalmente británicos, que recorrían diferentes países para conocer su arte, historia y cultura. Este tipo de viaje se convirtió en una marca de distinción social y una forma de adquirir conocimientos y experiencia. 

No obstante, el auge del turismo se debió a una serie de factores: por un lado, las mejoras en los medios de transporte, como el ferrocarril y el barco a vapor, que permitieron viajar a destinos más lejanos y de manera más rápida, cómoda y asequible. Por otra parte, la creciente urbanización y el aumento del tiempo libre de la burguesía también contribuyeron al aumento del turismo como forma de ocio y exploración del mundo. En ese sentido, se puede decir que el término turismo se popularizó para describir la actividad de viajar con fines recreativos, terapéuticos, culturales o deportivos de una nueva clase ociosa, la burguesía. 

El término turismo se popularizó para describir la actividad de viajar con fines recreativos, terapéuticos, culturales o deportivos de una nueva clase ociosa, la burguesía

En la segunda mitad del siglo XIX, el turismo seguía limitado a las clases burguesas y aristocráticas, puesto que viajar era una actividad costosa que requería de tiempo y dinero que el recién creado proletariado no disponía, además, tanto el sector como el mercado turístico no estaban lo suficientemente desarrollados como para acoger otros tipos de clientes. La mayoría de los turistas eran personas ricas que disfrutaban pasando el invierno en los balnearios o visitando las ciudades europeas más famosas. También eran comunes los viajes de exploración o caza en lugares exóticos como África y el Lejano Oriente, reservados para aquellos con recursos financieros especialmente altos. Además, algunos turistas eran científicos y exploradores que viajaban con el propósito de hacer descubrimientos e investigaciones en lugares remotos. 

Otra vertiente del turismo decimonónico fue el de los baños. En esta época, los balnearios y las playas se convirtieron en destinos frecuentados por las clases aristocráticas y burguesas que buscaban beneficios terapéuticos y recreativos en las aguas termales y los litorales. Las clases altas acudían a recibir tratamientos y disfrutar de un ambiente tranquilo y saludable. Estos lugares fueron promovidos por corrientes de pensamiento como el higienismo [1], que creía en los poderes curativos de las aguas minerales. Así, los balnearios y las costas se convirtieron en destinos de moda para el descanso, la relajación, la mejora de la salud y la socialización de las élites. Solían hospedarse en lujosos hoteles y villas, participaban en actividades sociales y recreativas, mientras disfrutaban de las comodidades que ofrecían las instalaciones de los balnearios. Por increíble que parezca visto desde hoy en día, bañarse en las playas empezó a ser habitual entre finales del siglo XIX y principios del XX. Hasta entonces no era algo muy común, y los registros de bañistas en algunas playas de Gipuzkoa dan fe de ello: en 1872 en Zarautz no se bañaron mucho más de 300 personas en todo el año [2].

Además de los turistas de élite, los balnearios también atraían a médicos, terapeutas y personal especializado en tratamientos de aguas termales. Estos profesionales contribuían a la organización y gestión de los tratamientos y servicios de los balnearios, lo que poco a poco fue generando un cordón de trabajadores de la industria del turismo balneario, las manos y las mentes que atendían los caprichos de los turistas. Esto incluía también al personal de servicio en hoteles, restaurantes y otros establecimientos, así como trabajadores que brindaban los tratamientos de aguas termales. Estos trabajadores generalmente provenían de clases sociales más bajas, sobrevivían con sueldos miserables que no les permitían ni siquiera soñar con disfrutar de servicios como los que ellos mismos prestaban. En Euskal Herria, cabe destacar el caso de Biarritz (Lapurdi), que se convirtió en uno de los destinos turísticos preferentes de la alta sociedad francesa y española.

 Sin embargo, el verdadero despegue del turismo se produjo gracias a la Revolución Industrial, que permitió el desarrollo del transporte y el alojamiento a gran escala. Esto abrió la oportunidad para que una mayor cantidad de personas, incluyendo a la clase media emergente, tuviera acceso a viajar por placer. A medida que avanzaba el siglo XIX, la industria turística comenzó a consolidarse y desarrollarse paralelamente a la composición de clase de la formación social capitalista. Se establecieron agencias de viajes, se crearon asociaciones de excursionistas, se ofrecieron servicios de guías turísticos y se desarrollaron otros servicios relacionados con el sector. Así, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, dio sus primeros pasos de apertura, es decir, se convirtió en algo más accesible para los estratos intermedios. Aun así, la clase trabajadora seguía social y económicamente excluida de dicha actividad. Por lo general, se podían distinguir dos perfiles entre los turistas:

1. Aristocracia y burguesía: continuaron siendo las clases sociales participantes más importantes en el turismo en la segunda mitad del siglo XIX. Estas clases tenían los recursos económicos y el tiempo libre necesarios para emprender viajes de placer, tanto dentro de sus propios países como a destinos internacionales.

2. Clase media emergente: un número creciente de personas de la pequeña burguesía y en algunos casos hasta ciertos asalariados con rangos destacados pudieron permitirse viajar por placer. Normalmente acudían a destinos algo más cercanos que la aristocracia y la burguesía, como capitales de provincia, zonas costeras próximas, casas de campo, etc. El desarrollo de las fuerzas productivas dio sus frutos en el transporte, y esto, junto con una relativa disponibilidad de tiempo libre y la capacidad de ahorro en determinados sectores sociales, resultó en que el turismo empezara a ser más accesible para lo que se iría denominando como «la clase media». De hecho, el turismo se convertiría en una de las señas de identidad, distinción y refinamiento para esa copia barata de la burguesía con pretensiones de centralidad social, la vacilante y siempre etérea clase media que pretende situarse por encima de los proletarios, a los que siempre ha considerado «sucios, borrachos, incivilizados y de mal gusto».

Los comerciantes y pequeños empresarios, por ejemplo, comenzaron a involucrarse en el turismo, ya sea por placer o por razones comerciales. Los viajes les brindaban la oportunidad de establecer contactos, explorar oportunidades de negocio y expandir sus redes en diferentes territorios. Dentro de este cajón de sastre de la clase media se podría incluir también a la mayoría de intelectuales y artistas. Muchos escritores, pintores y músicos románticos de buena cuna viajaban en busca de inspiración y experiencias culturales en diferentes lugares. Estos viajes les proporcionaban nuevas ideas y perspectivas que estimulaban su trabajo creativo.

Es importante destacar que, si bien el turismo se hizo más accesible para ciertos grupos de personas, todavía había importantes barreras económicas y sociales que limitaban la participación de la mayoría de la población. El turismo masivo y la participación de amplios segmentos de la sociedad en esta actividad se desarrollarían más plenamente en el siglo XX. Los únicos viajes que experimentó el proletariado durante el siglo XIX fueron las emigraciones forzosas, el éxodo rural y el exilio. Es decir, durante este período histórico no fue el placer ni la hoy aclamada «búsqueda de nuevas experiencias» lo que motivó el desplazamiento de los condenados de la tierra, sino el hambre, la represión y la persecución política que traían los tiempos modernos.

Durante este período histórico no fue el placer ni la hoy aclamada «búsqueda de nuevas experiencias» lo que motivó el desplazamiento de los condenados de la tierra, sino el hambre, la represión y la persecución política que traían los tiempos modernos

TURISMO DE MASAS: INDUSTRIA TURÍSTICA Y CLASE MEDIA 

Durante el siglo XX, el turismo se convirtió en uno de los principales motores económicos de muchos países, especialmente de aquellos con una historia y una cultura «ricas» o con recursos naturales atractivos. La extensión del transporte aéreo, la creación de cadenas hoteleras y la aparición de nuevos destinos turísticos (como el Caribe), por su parte, hicieron del turismo una actividad masiva y globalizada, que mueve millones de personas y genera importantes ingresos económicos. Se organizaron los primeros congresos sobre turismo, y los estados-nación también empezaron a diseñar políticas al respecto. Es aquí cuando el turismo se consolida como industria propiamente dicha.

Como hemos mencionado anteriormente, el turismo comenzaría a extenderse a los estratos sociales subalternos a partir del siglo XX, principalmente debido a una serie de factores socioeconómicos, tecnológicos y políticos que no se pueden entender por separado, sino bajo una totalidad concreta. Por un lado, a lo largo del siglo XX, se produjo el mayor ensanchamiento histórico de la clase media occidental, sobre todo tras la II Guerra Mundial. Esta se caracterizaba por tener más tiempo libre, ingresos disponibles y acceso a oportunidades de educación que el primer proletariado, pero esta vez a escala ampliada. Este factor permitió que aún más personas participaran en actividades de ocio, incluido el turismo. 

Cabe destacar el período de relativa paz social que se inaugura dentro de los estados imperialistas en esta época. Tras el fin de la II Guerra Mundial, se firman pactos de estado entre los sindicatos, las patronales y los partidos políticos dentro de las principales potencias imperialistas. Este pretendido «alto al fuego» en la guerra de clases básicamente consistía en que el capital en EEUU y Europa renunciaba a parte de la acumulación y se daba pie a políticas redistributivas. A cambio, la clase trabajadora aprovecharía las oportunidades de ascensión social de forma individual y «se portaría bien». El desarrollo de las armas nucleares también jugó su papel, ya que el principio de destrucción mutua asegurada entre los dos grandes contendientes de la recién inaugurada Guerra Fría, evitó una guerra a gran escala como las dos anteriores.

Los avances tecnológicos en el transporte también tuvieron un efecto fundamental en la extensión del turismo a otros estratos sociales. La expansión y la mejora de la red ferroviaria, la popularización de los automóviles y, más tarde, la disponibilidad de vuelos comerciales más asequibles, hicieron que los viajes fueran más rápidos, cómodos y accesibles para un público más amplio. 

Se introdujeron paquetes turísticos y ofertas económicas que permitieron a personas de diferentes niveles de ingresos acceder a viajes y vacaciones. Estas ofertas combinaban transporte, alojamiento y actividades a precios más asequibles, lo que facilitó la planificación y la participación en viajes turísticos. Además, se realizaron importantes inversiones en infraestructuras turísticas, como la construcción de hoteles, aeropuertos y otros servicios relacionados. Estas mejoras fomentaron los viajes y aumentaron la capacidad de recibir a un mayor número de turistas en diferentes destinos.

Las fuerzas productivas del capitalismo evolucionaban junto con las actitudes y las aspiraciones hacia el ocio y el turismo. Este se convirtió en una forma deseable de buscar «experiencias» (entendidas como meros impactos emocionales o sensoriales producidos sobre un individuo en un plazo corto), escapar de la rutina diaria o disfrutar del tiempo con la familia y los amigos. Se generó mayor interés y participación en actividades turísticas por parte de diferentes clases sociales, convirtiéndose en poco menos que en una necesidad social que se contemplaba en los propios salarios y se erigía como un horizonte aspiracional hegemónico. Adquirió una centralidad social que antes no tenía, tanto en su dimensión demográfica como simbólica. 

Se generó mayor interés y participación en actividades turísticas por parte de diferentes clases sociales, convirtiéndose en poco menos que en una necesidad social que se contemplaba en los propios salarios y se erigía como un horizonte aspiracional hegemónico

En determinados casos, el movimiento obrero presionó en favor de la igualdad y el acceso universal a las vacaciones. Se consideraba que el turismo era un derecho para todas las personas, hubo luchas al respecto y se tomaron medidas para garantizar que la clase trabajadora, o al menos cierta parte de ella, pudiera disfrutar de los beneficios del turismo. No obstante, esto resultó ser un arma de doble filo: la lucha por democratizar el turismo puede traer algunas conquistas parciales que mejoran las condiciones de vida de ciertos sectores de la clase obrera, pero al ser imposible de universalizar bajo el modo de producción capitalista, su implementación parcial tiene efectos políticos negativos dentro del movimiento obrero. 

Algunos datos respaldan la mencionada expansión del turismo. Según los primeros registros de la Organización Mundial del Turismo (OMT), en 1950 no hubo mucho más de 25 millones de llegadas de turistas internacionales en todo el mundo. Para el año 2007, esta cifra se había incrementado hasta más de 903 millones [3]. El sector turístico experimentó un crecimiento constante a lo largo del siglo XX. Según la misma OMT, representaba alrededor del 2 % del Producto Interior Bruto (PIB) mundial en 1950, lo que para el año 2019 había aumentado hasta el 9,6 % [4].

En resumen, el turismo pasó de ser una actividad exclusiva de las élites burguesas y se abrió a un público algo más amplio, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. Se puede decir que abrió sus puertas a parte de la clase trabajadora en un momento histórico determinado, con el objetivo de estabilizar el capitalismo económicamente y políticamente. Como veremos a continuación, esto no anula el carácter propiamente burgués del turismo. Es más, representa una muestra más de que la clase trabajadora es una simple invitada en el mercado turístico, que puede ser expulsada en cualquier momento.

TURISMO EN TIEMPOS DE CRISIS Y CRISIS DEL TURISMO

La crisis capitalista y sus diversos estallidos (como la crisis financiera mundial de 2008), han tenido un impacto significativo en el turismo de masas. Amplias capas de la aristocracia obrera y la pequeña burguesía entraron en un proceso de proletarización, y con ello, la reducción de la capacidad de ahorro, el aumento del desempleo y la inseguridad financiera han llevado también a una reducción de la demanda de viajes y turismo, o, en otros casos, a optar por opciones más baratas. Además, el turismo tiene una vulnerabilidad particular, y es su naturaleza «asustadiza». En el capitalismo cada cierto tiempo suceden cosas que espantan el turismo: disturbios civiles, oleadas de atentados, guerras, delincuencia… Por si esto fuera poco, las emergencias sanitarias como la pandemia de la COVID-19 también han dejado en evidencia la debilidad del mercado turístico. Las restricciones de viaje, el cierre de fronteras, las cancelaciones de vuelos y la adopción de medidas restrictivas dentro de los países pusieron contra las cuerdas al turismo mundial durante más de un año, y con ello, a las economías de varios estados con mayores niveles de dependencia respecto al sector. 

En la vertiente ambiental de la crisis de acumulación, se puede observar que el turismo de masas ha acelerado también las tensiones en las comunidades locales, dejando en evidencia la contradicción entre la explotación turística y la sostenibilidad ambiental de la vida local: escasez de los recursos naturales, degradación de los ecosistemas, contaminación, etc. Por poner un ejemplo, ¿qué sentido tiene que haya una piscina por cada 37 habitantes en un estado con 7.880 kilómetros de costa y que empieza a tener graves problemas de sequía? [5]. Nos referimos al caso del Estado español, por supuesto, y esa cifra genérica no es la más escandalosa que hay: se estima que en determinadas comarcas de Alicante hay prácticamente una piscina por cada dos habitantes [6].

Es decir, el turismo entra en crisis cuando las contradicciones sistémicas del modo de producción capitalista ponen en riesgo su viabilidad económica y aceptación social, lo que lleva a una necesidad de adaptarse y evolucionar para sobrevivir. Así, vemos al turismo atravesado por las contradicciones de clase: por un lado, las posibilidades de acceso al mismo pueden verse reducidas eventualmente, pero, por otro lado, también genera nuevas oportunidades lucrativas para ciertos agentes. Para ello, a continuación vamos a observar las tendencias globales del turismo durante la crisis de 2008 y sus años posteriores, así como sus consecuencias en el caso del Estado español en particular.

El turismo entra en crisis cuando las contradicciones sistémicas del modo de producción capitalista ponen en riesgo su viabilidad económica y aceptación social, lo que lleva a una necesidad de adaptarse y evolucionar para sobrevivir

 La crisis financiera global de 2008 afectó significativamente a la industria del turismo en todo el mundo, pero especialmente en Europa y Norteamérica, los principales bastiones de la clase media. Hubo una disminución en la cantidad de personas que viajaban por turismo y una reducción en los gastos asociados con estas actividades. Según la OMT, el número de turistas internacionales disminuyó un 4 % en 2009, lo que representó la primera caída registrada desde 2003 [7]. Además, esta tendencia se mantuvo en los años siguientes, con un crecimiento más lento del turismo internacional que el registrado previamente. Por otro lado, también se puede observar una disminución en el gasto de los turistas durante este periodo. En 2009, el gasto global en turismo disminuyó en un 8,7 %, una caída significativa en comparación con los años anteriores. Efectivamente, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto en la cantidad de personas que viajaron por turismo y en el gasto que realizaron. Esto acarreó cierres de hoteles, despidos y reducciones en la inversión del sector turístico en diferentes partes del mundo.

Sin embargo, en los años siguientes el turismo ha vuelto a recuperarse, alcanzando cifras récord en términos de visitantes y gastos de viaje en muchos países. Entre 2008 y 2019, se registró un crecimiento constante en la cantidad de personas que viajaron por turismo a nivel mundial. Según la OMT, las llegadas de turistas internacionales aumentaron de 924 millones en 2008 a 1,46 mil millones en 2019. Esto representa un crecimiento del 58 % durante ese período. Por lo tanto, podría decirse que, aunque la industria turística sufrió una alteración frente al estallido de la crisis, a largo plazo ha recuperado sus niveles anteriores e, incluso, se ha seguido expandiendo. ¿Pero se debe esto a un hipotético fortalecimiento de los estados de bienestar equiparable al período posterior a la II Guerra Mundial, es decir, a una expansión social y económica de la clase media? ¿O atiende a otra serie de factores? 

Podría decirse que, aunque la industria turística sufrió una alteración frente al estallido de la crisis, a largo plazo ha recuperado sus niveles anteriores e, incluso, se ha seguido expandiendo. ¿Pero se debe esto a un hipotético fortalecimiento de los estados de bienestar equiparable al período posterior a la II Guerra Mundial, es decir, a una expansión social y económica de la clase media? ¿O atiende a otra serie de factores?

Antes que nada, hay que entender que el proceso de desposesión de la clase trabajadora y el aumento de la masa de ricos no son fenómenos contradictorios, al contrario. Según recuerda un informe de Credit Suisse [8] el número de personas con más de un millón de dólares de patrimonio en capital financiero aumentará notablemente desde los 46,8 millones hasta alcanzar casi 63 millones entre 2019 y 2025 en todo el mundo.

Tampoco hay que olvidar que la burguesía es un estrato minoritario, pero solo en términos relativos respecto al conjunto de la población global. Si se observa una aproximación en términos absolutos, podemos ver que el 10 % de la población mundial más rica en 2021, aquella que acumulaba el 76 % de la riqueza, representaba un numeroso grupo de alrededor de 789 millones de personas. En términos demográficos, sería equivalente a más de la mitad de la población de China, más del doble de la de EEUU y más de dieciséis veces la del Estado español. El informe sobre la desigualdad global de 2022 muestra que sólo en Europa en 2021 había más de 32 millones de personas que tenían un patrimonio neto que oscilaba entre un millón y 100.000 millones de euros, en Norteamérica rozaba los 59 millones y en el este de Asia los 25 millones y medio [9].

En tercer lugar, a la burguesía le anteceden unas menguantes pero aún consistentes clases medias con un poder adquisitivo considerable, credenciales escolares competitivas y propiedades inmobiliarias que les permiten vivir a todo tren. Por poner un ejemplo cercano y reciente, se calcula que en junio de 2023 alrededor de 45.000 pensionistas de la Comunidad Autónoma Vasca, el 2 % de su población, cobraron 6.000 euros o más, entre la mensualidad de junio y la paga extra de verano [10]. Si tenemos en cuenta que estos sectores de la aristocracia obrera jubilada existen, en mayor o menor proporción, en todos los países del centro imperialista occidental junto con la aristocracia obrera activa y la pequeña burguesía, podemos intuir que constituyen una parte importante del grueso de la demanda turística del mundo. Además, casos particulares como China u otras potencias capitalistas emergentes superpobladas han experimentado un cierto aumento de la clase media y una apertura diplomática, generando un aluvión de turistas al extranjero. 

Por último, el aumento de la disponibilidad de información y reservas en línea han facilitado la velocidad, el dinamismo, la interconexión y la expansión de la oferta turística global. Asimismo, la promoción de destinos atractivos, la apertura de nuevas rutas aéreas y el aumento del turismo de negocios también han contribuido a que aumente la demanda de turismo en términos generales. 

De todas formas, esto ha sucedido paralelamente y en correlación al aumento de las desigualdades sociales. En lo más bajo de la escala social de la demanda turística, por un lado están los renqueantes sectores de la clase trabajadora que aún pueden permitirse estancias cortas, a bajo precio, no demasiado lejanas, con pocos lujos y siempre con el riesgo de quedarse en casa ante cualquier imprevisto. Y por otro lado, vemos la personificación de la falsedad de las promesas del capitalismo en todas aquellas personas que no pueden permitirse unas vacaciones. Desde 2019, la proporción de asalariados a los que se les priva del turismo ha crecido en más de la mitad de los estados de la UE [11]. Se calcula que alrededor de 38 millones de empleados de la UE no pueden permitirse unas vacaciones de al menos una semana al año, aunque perciban un salario. En el caso del Estado español, en 2020 había 4,6 millones de trabajadores con empleo que no podían permitirse unas vacaciones. Un año más tarde, en 2021, aumentaba hasta 4,77 millones, la segunda mayor cifra de la UE. A todo esto habría que sumarle aquellos sectores de la clase trabajadora que están desempleados o inactivos. Como aproximación parcial, la última Encuesta de las Condiciones de Vida del INE muestra que el 18,7 % de la población de la Comunidad Autónoma Vasca, casi dos de cada diez habitantes, no puede permitirse unas vacaciones fuera de su domicilio ni una semana al año [12]. Al ser la CAV la segunda comunidad con menos dificultades después de Navarra (10,9 %), podemos hacernos una idea del panorama en el conjunto del Estado. Un estudio de la Confederación Sindical Europea alerta que la desigualdad vacacional en el Estado español se ha elevado en 1,7 puntos en la última década. Entre el colectivo de trabajadores que ganaba más del 60% del salario medio y el que ganaba menos, la brecha vacacional fue de hasta un 37 % [13]. A un nivel global, recordamos que la OMT en 2019 contabilizó su récord histórico de entradas turísticas de todo el mundo: más de 1.465,46 millones. Teniendo en cuenta que la población mundial por aquel entonces rondaba los 7.700 millones de habitantes, al «todos hacemos turismo» no le cuadran las cuentas ni cuando el turismo ha estado en sus máximos históricos. 

La OMT en 2019 contabilizó su récord histórico de entradas turísticas de todo el mundo: más de 1.465,46 millones. Teniendo en cuenta que la población mundial por aquel entonces rondaba los 7.700 millones de habitantes, al «todos hacemos turismo» no le cuadran las cuentas ni cuando el turismo ha estado en sus máximos históricos

Volviendo a la clase media, es importante no solo porque representa el grueso de la demanda, sino también el cinturón de hierro de la oferta turística en épocas de crisis. El caso particular del Estado español puede aportar algunas pistas al respecto, de hecho, el repunte del turismo fue una de las claves de su aclamada «recuperación». Emmanuel Rodríguez muestra una serie de datos bastante esclarecedores en su último libro [14]: en el período entre 2011 y 2019, las entradas turísticas en el Estado español ascendieron de 56 millones a 84,7 millones, los ingresos por turismo en la balanza de pagos subieron un 67 %, añadiendo casi un 3 % adicional al PIB. «Pues qué bien», dirán algunos. ¿Bien para quién? Principalmente para los empresarios del sector de la hostelería, el transporte y los rentistas. Estos últimos, los que mantuvieron sus segundas residencias después de la embestida de 2008 y los que como animales carroñeros se apoderaron a bajo precio de ese millón de viviendas habituales que muchos perdieron, jugaron sus cartas con la expansión del mercado de las Viviendas de Uso Turístico (VUT). Hacia 2017, 450.000 viviendas habituales se habían reconvertido en VUTs, proporcionando alojamiento a 22 millones de turistas y generando 11.726 millones de euros en rentas de alquiler; en torno al 1 % del PIB de aquel entonces. Esto, junto con el aumento de la demanda de alquiler permanente entre los sectores proletarios, la ausencia de un parque de viviendas sociales que pudiera absorberla y la aparición de plataformas de alquiler temporal como Airbnb, generó la tormenta perfecta que hoy todos conocemos: entre inicios de 2015 y mediados de 2019, los precios del alquiler subieron un 50 % en todo el Estado. En el centro de Madrid, Barcelona y de otras grandes ciudades superaron el 60 % e incluso el 70 %, y siguen subiendo. Mientras tanto, el número de hogares que obtiene rentas de alquiler ha pasado del 5 % en 2004 al 17,45 % en 2022 [15]; lo que viene a ser más del triple en menos de dos décadas. En la ECV del INE de 2018, entre todos los residentes del Estado español que vivían bajo arrendamiento declaraban el pago de importes en alquiler por valor de 18.602 millones de euros anuales, cifra que diez años antes era de apenas 10.000 millones. Esto, junto con las rentas de las viviendas por uso turístico, suponía la friolera del 3 % del PIB de todo el Estado español.

En tiempos de crisis, cuando la clase media se encuentra bajo fuego intenso desde los flancos del mercado laboral, el sector financiero y el gasto público, el turismo se convierte en el mejor terreno de retirada. Y es ahí donde las propiedades inmobiliarias, al estar destinadas al uso turístico o encarecidas por su efecto, juegan una función protagonista en las operaciones de extracción de rentas, desde el proletariado hacia la clase media. Esto tiene consecuencias políticas y sociales severas, ya que la figura del pequeño propietario y su ideología conservadora ganan una enorme centralidad.

En tiempos de crisis, cuando la clase media se encuentra bajo fuego intenso desde los flancos del mercado laboral, el sector financiero y el gasto público, el turismo se convierte en el mejor terreno de retirada. Y es ahí donde las propiedades inmobiliarias, al estar destinadas al uso turístico o encarecidas por su efecto, juegan una función protagonista en las operaciones de extracción de rentas

Se puede decir que gracias al turismo gran parte de la clase media ha logrado salvar los muebles, y nunca mejor dicho. Pero aun así, la situación no está exenta de tensiones y límites. Aunque los rentistas así lo crean, sus ganancias no caen del cielo, y aunque así lo deseen, no se pueden ampliar de forma ilimitada. La base de las rentas del alquiler son los salarios de todos esos trabajadores que no tienen acceso a la vivienda en propiedad, y esos salarios en el Estado español son los que son [16]. Si esto sigue así, los alquileres en algún momento pueden convertirse en impagables para millones de personas ante la mínima turbulencia en el mercado laboral. Los procesos de gentrificación que acarrea el turismo tampoco pueden permitirse simplemente expulsar a todos los trabajadores de los centros urbanos. Porque si quieren seguir ampliando la oferta turística para huir del hundimiento, ¿Dónde van a meter a los millones de trabajadores y trabajadoras del sector? ¿Quién va a cocinar? ¿Quién va a servir? ¿Quién va a limpiar? ¿Hasta cuándo? .

REFERENCIAS Y NOTAS

(1) El higienismo tuvo una influencia significativa en el desarrollo del turismo en los balnearios durante el siglo XIX. Fue un movimiento social y médico que promovía la importancia de la higiene y la salud pública. En el contexto de los balnearios, el higienismo jugó un papel fundamental al promover la idea de que los tratamientos en los balnearios eran beneficiosos para la salud y el bienestar. Consideraban que los balnearios ofrecían un entorno natural y saludable, con aguas minerales y aire puro, que podían tener propiedades curativas y rejuvenecedoras. Se creía que los tratamientos de aguas termales y la inmersión en la naturaleza eran beneficiosos para el equilibrio del cuerpo y la mente, así como para la mejora de diversas afecciones físicas. Recomendaban a las personas que padecían diversas dolencias que acudieran a los balnearios para recibir tratamientos específicos. Por tanto, el higienismo influyó en la demanda, la infraestructura y los servicios de los balnearios durante el siglo XIX, dando pie a unos de los primeros circuitos turísticos estables para las clases altas.

(2) Reseña de los Establecimientos balnearios y Baños de mar situados en la provincias del Norte de España y el Mediodía de Francia, 1872. Madrid. Citado por Rafael Vallejo Pousada, Elvira Lindoso-Tato y Margarita Vilar-Rodríguez en Los orígenes históricos del turista y del turismo en España: La demanda turística en el siglo xix. Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Departamento de Fundamentos de Análisis Económico e Historia e Instituciones Económicas, Universidad de Vigo, Pontevedra.

(3) Organización Mundial del Turismo. Panorama del turismo internacional. Edición 2008. pág.1. unwto.org.

(4) Statista. Evolución de la aportación del sector turístico al PIB en el mundo de 2013 a 2022. (6 de octubre de 2022). statista.com

(5) En España hay más de 1.266.000 piscinas, una por cada 37 habitantes. (26 de agosto de 2022). elperiodico.com.

(6) López, Jorge Dioni (2021). La España de las piscinas. Cómo el urbanismo neoliberal ha conquistado España y transformado su mapa político. Barcelona, Arpa & Alfil editores. pág. 119.

(7) Organización Mundial del Turismo. Dashboard de datos turísticos de la OMT y Panorama del turismo internacional. Edición 2019. unwto.org.

(8) Sempere, Pablo (21 de octubre de 2019). España ya tiene casi un millón de grandes fortunas. cincodias.elpais.com.

(9) World Inequality Lab. World Inequality Report 2022. Lucas Chancel, Thomas Piketty, Emmanuel Saez, Gabriel Zucman (Coord). Págs. 141-142.

(10) Madinabeitia, Mikel. (26 de junio de 2023). La paga de más de 6.000 euros que cobran 45.000 vascos este mes. diariovasco.com

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