FOTOGRAFÍA / Zoe Martikorena
Mikel Bartolome
2022/06/02

Aunque la inflación haya sido objeto de debate entre economistas desde hace unos siglos, todavía no hay una conclusión que cierre por completo el debate de cuáles son las causas de la inflación. A raíz de que Philips propusiera, en 1958, su famosa curva (que, aun escondiendo algo de verdad, ha sido ampliamente refutada) que explica que las economías debían elegir entre o bien fomentar la creación de empleo o bien la estabilidad de precios (puesto que ambas eran excluyentes), el debate adquirió una mayor transcendencia. Sin embargo, la inflación no ha sido un problema mediático en la eurozona desde poco después de su creación en 1999. En los dos últimos años hemos venido teniendo una sucesión de acontecimientos determinantes para la economía mundial: pandemia, problemas en la cadena de suministros, guerra entre Rusia y Ucrania… y, desde hace ya unos meses, la inflación. Dado que ya se han hecho varios buenos análisis sobre el impacto en la distribución y las implicaciones de la inflación[1], trataré de centrarme en describir la causa última de este fenómeno, ligándolo a la estructura económica.

Dar respuesta a la pregunta ¿Qué es la inflación? no debería ser muy complejo. Cualquier persona podría responder, de manera intuitiva (y acertada), que la inflación es un fenómeno económico que consiste en una subida generalizada del nivel de precios. Esto tiene como resultado que el valor del dinero se reduzca, puesto que perderá capacidad de compra en la misma medida en la que aumenta el nivel general de precios. Ahora bien, identificar un fenómeno no implica que se conozcan sus causas ni los mecanismos a través de los que actúa. La pregunta ¿Qué causa la inflación? no tiene una respuesta sencilla y ha sido un tema de discusión económica sobre la que existen diversas explicaciones[2].

Aunque los episodios inflacionarios, también el actual, suelen ser el resultado de distintos fenómenos interconectados, existen dos grandes tipos de explicaciones que tratan de describir las causas de la inflación.

Por un lado, se puede dar un aumento generalizado de precios cuando, gracias a un aumento en su capacidad adquisitiva, los agentes económicos están dispuestos a pagar una cantidad de dinero mayor que antes por el mismo producto. Es decir, en estos casos el alza de los precios está motivado por un crecimiento de la demanda agregada, sea por el crecimiento del nivel de renta o por un aumento de la cantidad de dinero circulando.

Por otro lado, cuando la oferta de ciertos productos no sea suficiente para corresponder su demanda, se generará un aumento en el precio de esos productos. En el caso de que, en vez de uno o unos pocos, sean varios los productos que tienen problemas en su producción y se genere una fuerte disminución en su oferta, se dará un aumento generalizado en el nivel de precios. De lo que aquí se trata es de entender las causas que subyacen las causas particulares de cada economía y de ligar la evolución de los precios a la dinámica de acumulación capitalista. Al fin y al cabo, el aumento de los precios se ha dado, aunque en mayor o menor medida, en la mayoría de las economías avanzadas que solían contar con estabilidad de precios.

LA ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA EXPANSIÓN GLOBAL DEL CAPITAL

Desde hace varias décadas, aunque principalmente a partir de los 90, los principales procesos de producción han adquirido un carácter global. Gracias a la disminución en los costes de transporte y el auge de las tecnologías de la comunicación, una misma empresa puede llevar a cabo su actividad en distintas partes del globo. Las principales empresas industriales son hoy en día capaces de organizar su producción en distintas etapas a lo largo de todo el globo. Por poner un ejemplo, en la producción de un teléfono iPhone participan más de 200 empresas, ubicadas a lo largo de todo el mundo y con presencia en los cinco continentes.

A este fenómeno, el de la expansión del capital a escala global, se le ha de sumar la fragmentación productiva. No es solo que el capital tienda a expandirse a escala mundial; además, en su búsqueda por la maximización de la rentabilidad, divide la producción en distintas etapas diferenciables. Volviendo al ejemplo del iPhone, su fabricación es el resultado de la combinación de una multitud de procesos. Resumiéndolo mucho, podríamos decir que su diseño se da en California, el cobalto necesario para la producción de sus microchips se extrae en Congo, su cámara se fabrica en Taiwán, su equipo de audio en Austin, los condensadores electrónicos son fabricados en Japón y, finalmente, se ensambla en China.

Aunque el caso del iPhone sea un simple ejemplo, nos sirve para ilustrar la deslocalización y fragmentación de la producción a escala internacional que se da en multitud de ramas industriales y financieras; siempre que permita aumentar la rentabilidad, la producción se fragmentará en distintas etapas y se deslocalizarán en busca de menores costes y, por ende, mayor ganancia.

La expansión de la producción a escala global y la integración de las distintas etapas productivas, dispersas a lo largo del globo, tienen como resultado dos fenómenos: por una parte, este proceso genera una mayor interconexión entre las distintas economías, lo cual provoca que un acontecimiento que ocurra en un país o sector económico concreto afecte directamente al resto de la economía global. Por otra parte, también genera una mayor necesidad de coordinación entre todos los agentes que intervienen. Esta coordinación no solo ha de ser logística (vinculada a los suministros, el transporte y el comercio internacional[3]), también ha de ser económica; esto es, se ha de mantener un fuerte equilibrio entre la oferta de un sector respecto a la demanda del resto de sectores para evitar problemas de desproporcionalidad.

EL MERCADO, MECANISMO REGULADOR

Como hemos visto, el desarrollo de la economía capitalista exige una creciente articulación y coordinación de los procesos productivos. Sin embargo, esto mismo genera, a su vez, una mayor vulnerabilidad en el orden de la economía global.

El regulador de la economía de la economía capitalista, el mercado, genera una organización espontanea resultado de la toma de decisiones de cada capital individual en su búsqueda por maximizar la ganancia. Dado que el mercado no sigue la ejecución de un diseño humano consciente y planeado, está continuamente sujeto a perturbaciones y desorden[4]. Esto se debe a su carácter no deliberado basado en la competencia, con el único criterio de maximizar la rentabilidad[5]. Es por eso que frente a un shock, tanto endógeno (como el estallido financiero de 2008) como exógeno (como la aparición del virus y la consecuente pandemia), la capacidad de reorganización de la actividad económica está sujeto a todo tipo de desproporcionalidades y desequilibrios[6].

En este sentido, la pandemia supuso un shock de oferta sin precedentes; gran parte de la producción mundial simplemente se paró. La escasez no solo afectó a los productos sanitarios (cuya demanda aumentó enormemente a causa de la pandemia), ocurrió lo mismo en el caso de productos cuya demanda no se vio tan alterada.

La producción energética mundial se redujo junto a la económica en general; sin embargo, el relanzamiento de la actividad industrial y del transporte de mercancías exige un gran abastecimiento energético. La producción de petróleo todavía no ha recuperado los valores de 2019 y las fuentes de energía renovables están lejos de poder cubrir las necesidades energéticas. Así, un desequilibrio entre el nivel de producción y el nivel de demanda de energía por parte de fábricas y transporte conlleva una subida en el precio de la misma.

Además de la energía, también ha aumentado fuertemente el precio de las materias primas, que venían de un ciclo de precios bajos desde 2011. Productos agrícolas como el trigo, el maíz o el aceite han aumentado sus precios en gran medida, al tiempo que metales de uso industrial como el litio, níquel o el aluminio han tenido subidas de más del 35 % en dos meses. No debemos olvidar que las materias primas son productos sujetos a fuertes movimientos financieros que aumentan su volatilidad y hacen que las variaciones en sus precios sean más profundas. En esta situación, no es de extrañar que el Bloomberg Commodity Index, índice de referencia de la cotización en bolsa del precio de las materias primas, se haya disparado desde el verano del 2020 batiendo récords históricos. Así, tanto las grandes empresas energéticas como el capital financiero que opera con materias primas son los principales beneficiarios de la inflación.

Con todo, el aumento de precios se ha generalizado en la economía mundial: la inflación anual de la zona euro llegó al 8,1 % el pasado mayo. En Estados Unidos alcanzó el 8,8 % en abril, en Chile, una de las economías más estables de América Latina, llegó al 9,4 % y el promedio en el grupo de las 20 economías más grandes fue del 7,9 % interanual. La inflación actual es, por tanto, un fenómeno que se da a escala global, aunque su intensidad dependa de las características particulares de cada economía.Como se mencionaba, el precio de la energía es especialmente importante para explicar inflación actual, también en el caso del mercado español. Simplemente con observar la variación de los distintos precios al consumo de la economía española podemos darnos cuenta de ello: mientras que la mayoría de bienes que conforman la cesta de la compra para el cálculo del Índice de Precios al Consumo (principal indicador del nivel de precios) apenas han aumentó entre mayo de 2021 y mayo de 2022, el Instituto Nacional de Estadística registra un aumento anual del 36,5 % en el precio agregado de la electricidad, el gas y otros combustibles. Evidentemente, este aumento ha tenido una implicación directa sobre el precio de otros bienes y servicios como el uso de vehículos personales (que aumentó su precio en un 19,1 % interanual respecto a mayo del 2021) o los alimentos frescos (que subieron en un 11,2 %). En resumen, los precios al consumo subieron en un 8,7 % interanual en mayo de este año, una cifra muy alta si tenemos en cuenta que desde el estallido de la crisis del 2008 hasta mediados del 2021, el nivel de precios se ha mantenido casi invariable en la eurozona, oscilando entre valores del 0 % y el 3 %.

En cualquier caso, la economía española cerró 2021 con un 6,5 % de inflación, al tiempo que los salarios crecieron, por convenio, aproximadamente un 1,5 %. Como hemos visto, la inflación no surge de una decisión consciente y con el objetivo de atacar las condiciones de vida de los trabajadores; de hecho, no serán pocos los sectores que se vean afectados por el fuerte incremento de sus costes. Por el contrario, una vez surgida la inflación, esta es utiliza como pretexto técnico para levar a cabo una reorganización en la relación del capital. El año pasado el poder adquisitivo de la mayoría de los salarios se redujo en aproximadamente un 5 % y las perspectivas mantienen la tendencia: aunque probablemente su intensidad se vaya reduciendo, continuaremos con inflación y contención salarial hasta comienzos del 2023. En definitiva, la inflación genera una redistribución de la renta en la que existen ganadores y perdedores. Pero, aunque los principales perjudicados sean la mayoría de los trabajadores, que verán disminuir su salario real, no se puede afirmar que el capital, en su conjunto, se beneficie de la inflación. De esta manera, podemos entender el aumento de precios como el resultado de la tensión competitiva inmanente al capital para mantener sus márgenes de ganancia.

RESPUESTA A LA INFLACIÓN Y PROPUESTAS POLÍTICAS

Desde el BCE, cuyo objetivo principal es el de mantener la estabilidad de precios, y otras instancias estatales ya se llevan barajando distintas formas de actuar frente al aumento de precios. Tras varios años de políticas que buscaban estimular la economía europea mediante tipos de interés bajísimos, aumento del crédito y compra de deuda pública y privada, el BCE modificará su política para no «sobreacelerar» la economía y para hacer disminuir la inflación.

Lo cierto es que el BCE se encuentra frente a un dilema. Por una parte, podría continuar con una política monetaria expansiva que fomente el aumento del gasto y facilite el endeudamiento, pero esto profundizaría y alargaría en el tiempo el problema de la inflación. Por otra parte, podría modificar su política hacia la subida de tipos de interés (que no han sido modificados desde hace 11 años), las restricciones al endeudamiento y la disciplina sobre el gasto fiscal. La cuestión es que difícilmente una política monetaria restrictiva podría frenar una inflación que tiene su origen en un shock de oferta (¿cómo podría una subida de tipos aumentar la producción energética o solucionar los problemas en las cadenas de suministro globales, si no es a costa de ralentizar el conjunto de la actividad económica?).

Así, la subida de tipos (que implica un encarecimiento del crédito) y la reducción de la compra de deuda de los Estados haría disminuir el impacto de la inflación pero a costa de provocar una reducción del crédito y el consumo de la zona euro, que ya redujo significativamente sus tasas de crecimiento desde el estallido del 2008 y que reduce sus previsiones de crecimiento para los próximos años[7]. Además, por las mismas razones, una política restrictiva que propusiera atacar la inflación lo antes posible supondría un grave riesgo para las empresas zombis, aquellas compañías no rentables que sobreviven exclusivamente gracias al crédito barato y las grandes facilidades de financiación y que han incrementado su presencia en los últimos años.

Por el momento, el BCE ya ha confirmado que dejará de comprar deuda de los Estados[8] y comenzará con la subida de tipos[9] a partir de julio de este año. Por su parte, los mercados financieros ya se han adelantado a las subidas, y los rendimientos (intereses) de la deuda pública de los Estados de la eurozona alcanzan valores máximos desde 2015. A raíz de las futuras políticas antiinflacionarias, la capacidad de financiación de los Estados se verá fuertemente limitada. Esto es muy relevante, pues implica que no solo será en el ámbito salarial donde se ataquen las condiciones de vida de los trabajadores y las trabajadoras; las distintas instituciones estatales también tendrán una menor capacidad de integrar en ellas al conjunto de la sociedad mediante su gasto en sanidad, protección social y otras prestaciones económicas. Igualmente, la futura subida de tipos ya se está haciendo notar en el aumento del precio del crédito, como las hipotecas, lo que provoca una contracción en la capacidad de acceder a un bien esencial como la vivienda.

Además de las maniobras del BCE, el gobierno también ha ido dando algunos pasos al respecto. El problema es que las medidas como la de bonificar con 20 céntimos por litro de combustible no se centran en solventar las causas de la inflación, sino en paliar sus síntomas. Así, en tanto que subsidios puntuales para la compra de ciertos bienes que han aumentado de precio, las medidas gubernamentales contra la inflación se limitan a transferir rentas desde el Estado hacia sectores muy concretos como las distribuidoras de carburantes.

En estas condiciones, la única solución posible a largo plazo para la inflación pasa, necesariamente, por desprenderse de la racionalidad de la economía capitalista: las exigencias de rentabilidad y de la competencia. Ahora bien, esto solo puede ser comprendido dentro de un proceso internacional de acumulación de fuerzas que permita ir rompiendo con las distintas instancias de la organización económica capitalista. Podemos afirmar que la única manera de avanzar hacia una economía equilibrada y democráticamente planificada, donde las decisiones de producción no estén a merced de la despótica acumulación de capital, pasa por generar las bases para la construcción de unas relaciones económicas cuyo criterio sea, únicamente, la satisfacción de las diferentes necesidades sociales.

REFERENCIAS

1 La entrevista a Mario del Rosal en este video accesible en youtube: GEDAR LANGILE KAZETA. BURDIN HESIA | Soldataren gainbehera #BH07.

2 Un repaso ameno de los distintos enfoques sobre la inflación puede encontrarse en: Sampedro, J. L., & Berzosa, C. (2012). La inflación (al alcance de los ministros). Debate.

3 La crisis de las cadenas globales de suministros, que provocó la escasez de insumos como los semiconductores, es un ejemplo paradigmático de una falta de coordinación logística a nivel mundial. Para profundizar en sus implicaciones: Pinna, A. M., & Lodi, L. (2021). Trade and global value chains at the time of COVID-19. The International Spectator, 56(1), 92-110.

4 Sin embargo, la economía convencional, basada en la síntesis neokeynesiana, parece negar la realidad al afirmar que la economía tiende, por si misma, al equilibrio general donde los precios, la producción y las rentas son estables y no existe desempleo involuntario.

5 Para una descripción más extensa sobre el papel del mercado como regulador económico: Nieto, M. (2017). Información, mercado y cálculo económico. Una crítica a la escuela austríaca. En Cockshott, P. y Nieto, M (2017). Ciber-comunismo: planificación económica, computadoras y democracia. Trotta.

6 Michael Heinrich da un claro ejemplo de esto en su libro Crítica de la Economía Política (p. 224, ed. 2018, Editorial Guillermo Escolar). Explica que la marca de coches BMW aumentó sus planes de producción en mitad de una crisis porque, según el presidente

7 Existen multitud de indicadores económicos que hacen pensar en un estancamiento económico general en ciernes. Un ejemplo en: El S&P 500 se desploma un 4 % en su mayor caída diaria en dos años (18 de mayo de 2022) eleconomista.es. Para más información sobre las previsiones económicas: Banco de España (2022). Proyecciones macroeconómicas de la economía española (2022-2024).

8 Banco Central Europeo. Conferencia de prensa del 9 de junio de 2022 (ecb.europa.eu)

9 Blanco Moro, V. Los economistas se creen las 3 alzas de tipos del BCE que adelanta el mercado (2022ko maiatzaren 17) eleconomista.es

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