FOTOGRAFÍA / Joana Oliver
Eneko Carrión
@enekocarri
2024/01/02

COLONIALISMO Y GUERRA: ¿VUELTA AL SIGLO XX?

Hace unos años parecía que hablar de guerras, fascismo y colonialismo era hablar del siglo XX. A finales de ese siglo las autoridades hablaban de una nueva era de paz, desmilitarización y convivencia. Palabras vacías que décadas después han demostrado lo que muchos creían “la globalización capitalista no ha traído la paz que prometieron sus promotores” [1]. La historia nos demuestra que no es lineal, que tiene saltos y cuando menos te lo esperas acelera. En mi opinión estamos siendo testigos de un momento de crucial importancia, de cuya dimensión no seremos conscientes hasta dentro de bastantes años. Espero que no lleguemos demasiado tarde.

Palabras vacías que décadas después han demostrado lo que muchos creían “la globalización capitalista no ha traído la paz que prometieron sus promotores”

La guerra de Ucrania y la resistencia Palestina nos han recordado el carácter intrínsecamente violento del sistema en el que vivimos, un sistema en el que la lógica de explotación económica convive con toda una serie de mecanismos coercitivos, que toman cuerpo en el estado y la legalidad que defiende. Israel no es una anomalía, no es un anacronismo, es un recordatorio de la brutalidad a la que podemos llegar dentro de este sistema. El capitalismo es ese supuesto desarrollo lógico y natural de los deseos del ser humano, entre ellos principalmente el de la libertad. Hoy en día lo vemos en boca de muchos populistas de derechas, como Milei en Argentina con eso de “vida, libertad y propiedad privada”. Que cojan y vayan a contarles esa milonga a los palestinos. “El Capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza” dijo Marx, 150 años más tarde nada en ríos de sangre. Este reportaje busca exponer los rasgos económicos del colonialismo y cómo se concretan en el caso palestino. 

Aunque haya pasado tiempo, si nos fijamos en los rasgos económicos del colonialismo, vemos varias similitudes con el caso Palestina-Israel. Muchos de los elementos clave del colonialismo tienen que ver con el control político y militar sobre una población concreta, pero, más allá de eso, vemos que la economía ha jugado un papel fundamental, ya que el sistema colonial fue uno de los que impulso el desarrollo capitalista global. La explotación de los recursos naturales (mineros, agrícolas…), de la mano de obra local, en muchos casos como esclavos y el control sobre el comercio son algunos de los principales rasgos de los modelos coloniales. Pero el colonialismo no ha sido uno, sino que podemos encontrar diferentes modelos y cada uno cuenta con unos rasgos propios. Por ejemplo, en uno de esos modelos, el de los protectorados, la población local participaba en la política con una administración propia controlada por la metrópoli. Dos ejemplos fueron el protectorado francés y español en Marruecos y el protectorado británico sobre Egipto. Creo que este rasgo es importante para el caso Palestino, ya que una administración “propia” no elimina el carácter de colonia. 

UNA BREVE MIRADA AL PASADO

Analizar la economía palestina es analizar la estructura tanto económica como política del Estado de Israel. No se puede entender la vida de los israelíes sin el sistema de apartheid que sufre el pueblo palestino. Desde el inicio de la ocupación, Israel ha saqueado los recursos de los palestinos, confiscando tierras y propiedades para establecer zonas para la agricultura, asentamientos o diferentes infraestructuras. Además se ha hecho con el control de los recursos naturales, como las minas y las canteras, los recursos hídricos (el acceso al Mar Muerto), etc. Según un estudio del Banco Mundial, el 68% de la denominada zona C que representa el 60% de Cisjordania y que es rica en recursos naturales se ha reservado para los asentamientos israelíes, mientras que menos del 1% se ha destinado al uso de los palestinos. La separación física ha provocado la creación de diferentes economías en el territorio ocupado. Este mapa ilustra la compleja organización territorial de Cisjordania.

Desde el inicio de la ocupación, Israel ha saqueado los recursos de los palestinos, confiscando tierras y propiedades para establecer zonas para la agricultura, asentamientos o diferentes infraestructuras

Aunque nos hayan intentado vender un espejismo de igualdad y autogestión de los territorios palestinos, lo que tenemos es un genocidio en toda regla. Desde que se firmaron los Acuerdos de Oslo I en 1993, los donantes internacionales han invertido más de 50 mil millones de dólares de ayuda exterior en el Territorio Palestino Ocupado (TPO). Los arquitectos occidentales de este modelo vendían estas políticas como la solución que lograría situar a los palestinos “a la altura” de Israel en materia de desarrollo, y una vez existieran dos Estados democráticos liberales, el israelí y el palestino, uno al lado del otro, la paz podría apuntalarse en la región. Asimismo, hizo recaer sobre las espaldas de los y las palestinas la carga de la construcción de la paz, previa imposición de cambios para que cumplieran con unos equívocos estándares de desarrollo definidos por los aliados occidentales más próximos a Israel. Es decir, que esta financiación ha funcionado como un mecanismo de disciplinamiento, silenciamiento y desactivación de la resistencia palestina. En 1994, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el gobierno de Israel firmaron el Protocolo de París, que se adjuntó al Acuerdo de El Cairo y al acuerdo de Oslo II. Se estableció un “acuerdo contractual” para formalizar las relaciones económicas, que habían sido previamente determinadas unilateralmente por Israel para Cisjordania y la Franja de Gaza durante un período transitorio de cinco años. Aunque la financiación se utilizó para establecer una Autoridad Palestina (AP) semiautónoma e instituciones palestinas de autogobierno limitado, como en materia de sanidad y educación, ni la ayuda, ni el proceso de Oslo acercaron a los palestinos a la libertad y a la autodeterminación. No abordar y acabar con las causas de este conflicto, la misma existencia de un etno-estado genocida como Israel, es lo que afianza la violencia del statu quo en combinación con la ayuda de Oslo, cuya estructura sirve en realidad para que Israel compense los costes de su ocupación y subvencione el mantenimiento de su colonización de territorio palestino [2].

Es decir, que esta financiación ha funcionado como un mecanismo de disciplinamiento, silenciamiento y desactivación de la resistencia palestina

De acuerdo con un informe de 2016 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Israel recibió recientemente el 85% de las exportaciones palestinas y “representaba más del 70%” de las importaciones palestinas. Un control más que evidente del comercio de la zona. 

Este era el supuesto objetivo del Acuerdo de París:

“Sentar las bases para el fortalecimiento de la base económica de la parte palestina y ejercer su derecho a la toma de decisiones económicas de acuerdo con su propio plan y prioridades de desarrollo”. El protocolo también tiene como objetivo establecer “una base económica sólida” para las relaciones entre las dos partes, a partir de la opinión de que el campo económico representa una “piedra angular en sus relaciones mutuas”.

Los Acuerdos de Oslo prometían una convergencia entre la economía palestina y la israelí, pero tres décadas después ha quedado en evidencia la falsedad de aquellas promesas. Por el contrario, las dos economías han divergido, y el PIB per cápita palestino representa actualmente sólo el 8% del israelí. Sobra decir que el crecimiento israelí se apoya en la brutal explotación de los palestinos. 

Todos estos acuerdos no son más que máscaras que ocultan el carácter genocida del Estado israelí. Son meros parches que posibilitan la continua expansión y limpieza étnica del pueblo palestino, mientras ayudan a fortalecer la economía de los israelíes. Demuestran las falsas promesas de ciertos sectores palestinos y la total inutilidad de la vía “pacífica” que promovían desde organismos internacionales. Las sanciones y las restricciones que impone Israel sobre el pueblo Palestino han sido el pan de cada día, pero el auge de Hamás en la franja desde 2007 ha provocado un endurecimiento de las políticas de control y sometimiento. Algo importante para comprender la situación actual. 

ACTUALIDAD DE LA ECONOMÍA PALESTINA

La ocupación distorsiona la economía e impone un modelo de vida miserable a los palestinos. Vivir en Palestina significa no tener ninguna certeza, los asentamientos continuaron expandiéndose, y en 2021, la demolición de bienes palestinos en la Ribera Occidental alcanzó el nivel más alto en cinco años. Las condiciones socioeconómicas empeoraron, la inseguridad alimentaria aumentó, el desempleo siguió siendo elevado y más de un tercio de los hogares cayó por debajo del umbral de pobreza. Los datos hay que tomarlos con pinzas ya que la constante violencia e inseguridad provocan cambios estadísticos notables. Por ejemplo en mayo de 2021 Gaza fue objeto de una importante operación militar que infligió graves daños a una infraestructura ya muy maltrecha. Ese año, más de la mitad de la fuerza de trabajo estaba desempleada, el 83% de los trabajadores recibía menos del salario mínimo y el 60% de la población estaba clasificada como pobre. 

Vivir en Gaza en 2022 significaba estar confinado en uno de los espacios más densamente poblados del mundo, sin electricidad la mitad del tiempo y sin acceso adecuado a agua limpia o a un sistema de alcantarillado apropiado. Esto implica un 65% de probabilidades de ser pobre, un 41% de abandonar la población activa por desesperación. La pobreza aumentó, haciendo que el 40% de la población necesitara ayuda humanitaria. El 24% de todos los palestinos viven con menos de 5,5 dólares diarios y un 70% de la población de Gaza se encuentra en situación de inseguridad alimentaria, según el informe del Programa Mundial de Alimentos. Con la subida de los precios mundiales de los alimentos y la energía, los hogares más pobres sufren de forma desproporcionada porque los alimentos representan una parte mayor de su gasto total. Esto provoca que los palestinos dependan de la ayuda humanitaria, y a su vez se ven obligados a trabajar en los asentamientos de los colonos en pésimas condiciones. Aunque intenten vender que son buenas condiciones, la realidad muestra cómo Israel se aprovecha de la situación en la que mantiene a Palestina, pagando mucho menos por la mano de obra. En 2022, el 22,5% de los palestinos empleados de Cisjordania trabajaban en Israel y los asentamientos, donde el salario medio es más alto. Pero los honorarios de los intermediarios y otros costes asociados representan el 44% del salario bruto, anulando la prima sobre el salario medio nacional. Por otro parte, hay que fijarse en la evolución de la ayuda recibida, ya que, en el pasado, la ayuda de los donantes contribuyó a mitigar las graves consecuencias de la política de apartheid. Sin embargo, en 2022 el gobierno palestino sólo recibió 250 millones de dólares en concepto de ayuda presupuestaria de los donantes y 300 millones de dólares para proyectos de desarrollo. Esto supone un fuerte descenso desde un total de 2.000 millones de dólares, o el 27% del PIB en 2008, a menos del 3% del PIB en 2022. 

Estas deplorables condiciones de vida y condiciones laborales, son las que a su vez benefician a Israel. Apropiarse de los recursos naturales, tener una mano de obra barata y controlar el comercio en su beneficio han ayudado en el desarrollo económico del estado sionista. Según la CBS (Oficina Central de Estadística) de Israel, ese país ocupa el segundo lugar en términos de crecimiento per cápita entre los países de la OCDE, con sólo Irlanda por delante. Además, cuenta con un nivel de vida bastante bueno, como indica el Indice de Desarrollo Humano [3]. Todo ello gracias al régimen colonial que impone sobre Palestina.

CONSECUENCIAS Y EL PAPEL DEL ESTADO

Más allá de las consecuencias para el pueblo palestino, que están bastante claras, debemos observar el posible impacto global de este conflicto a la ya estancada economía mundial. La posible escalada militar en la región puede acarrear un gran impacto en los mercados energéticos, sobre todo si uno de los actores es Irán. Recordemos que este país supone el 3% de la oferta de crudo. Aún más importante, Irán controla el estrecho de Ormuz, una vía marítima por donde transita el petróleo de Irak, Kuwait, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, y el gas catarí, que suponen el 20% de la oferta mundial de crudo (el 30% del comerciado por vía marítima) y el 25% del gas natural licuado (GNL), respectivamente. 

No hay que olvidar que estamos inmersos en otro conflicto de gran calado; hablo de la guerra en Ucrania. Varios expertos hablan del peligro de una crisis energética, ya que los shocks del crudo se expanden más ampliamente que los del gas natural, ya que este afecta al transporte y arrastra otras materias primas. También hay que tener en cuenta que el repunte o efecto rebote post-Covid está desapareciendo. El impacto de una crisis de estas características sería enorme, generando grandes impagos de deuda en el sur global pero también impactaría en Europa. Hay que tener en cuenta que Europa es sumamente dependiente hacia la energía (importan el 90% del petroleo que consumen). A su vez, hay que tener en cuenta que la guerra de Ucrania ha reducido las reservas de petróleo a nivel global en un 25%. Estas han sido utilizadas por la Agencia Internacional de la Energía y, por su parte, Estados Unidos ha utilizado sus reservas estratégicas para reducir el precio de la gasolina de cara a las elecciones de mitad de mandato. La posibilidad de una escalada bélica o de una nueva crisis de suministros y deuda supone un nuevo reto para el modelo de gobernanza de los estados capitalistas [4]. Estamos siendo testigos de una mutación en los modos de gobernar, lo que se ha denominado como giro autoritario de los estados. La crisis de acumulación y sus ramificaciones, la climática o la bélica por ejemplo, han vuelto a poner encima de la mesa el papel de Estado como director de la vida económica (la política Bidenomics en EEUU es un ejemplo), pero también en la política tanto interior (control de pobres) o exterior (migraciones y guerras). Este endurecimiento del carácter coercitivo del Estado es un elemento crucial para la política comunista. Nuestro enemigo se está preparando para lo que viene.

La posibilidad de una escalada bélica o de una nueva crisis de suministros y deuda supone un nuevo reto para el modelo de gobernanza de los estados capitalistas

REFERENCIAS

[1] Callinicos, A. (2023) Hacia una nueva era de guerra y revolución

[2] Tartir, A. (2023) Cómo la ayuda occidental activa el colonialismo de Israel. Obtenido de: https://vientosur.info/como-la-ayuda-occidental-activa-el-colonialismo-de-israel/

[3] Economía palestina: las alternativas al Protocolo de París

[4] Ilias Alami, Jack Copley y Alexis Moraitis (2023) La «perversa trinidad» del capitalismo tardío: gobernar en una era de estancamiento, humanidad sobrante y colapso medioambiental.

NO HAY COMENTARIOS