En las últimas décadas, junto a la aceleración de la crisis capitalista, las condiciones de vida de la clase trabajadora han empeorado. La burguesía al ver que la acumulación de su capital se va estancando, ha endurecido aún más la explotación con intención de recuperar las ganancias perdidas. En este sentido, la incapacidad de acumulación de capital ha supuesto un endurecimiento de las medidas. La precariedad, el desempleo y los recortes que hoy en día imperan son algunas de las expresiones de esa ofensiva capitalista. Asimismo, la desaparición del estado del bienestar es, entre otras, una de las consecuencias.
Los fuertes recortes que sufre el sector público en tiempos de crisis, hacen que entre en juego la rentabilidad de esos sectores. ¿Cómo podríamos hacer para conseguir un mayor beneficio con el menor coste posible?
La respuesta es la metamorfosis de las necesidades técnico-productivas del ciclo económico o de la acumulación del capital. Poniendo en marcha los antecedentes de lo que será el futuro. Frente a ello, la educación burguesa que cumple una función motora en la sociedad también está viviendo constantes cambios estructurales, adaptándose y reformándose a las necesidades del capital. Profundizando en el proceso que la élite económica guiará y que los políticos profesionales ejecutarán.
La educación burguesa que cumple una función motora en la sociedad también está viviendo constantes cambios estructurales, adaptándose y reformándose a las necesidades del capital
¿Cuáles son, en cambio, las dos caras de la moneda que tendremos como consecuencia de este proceso de transformación?
El proceso de elitización de la educación, y la negación a los estudiantes trabajadores al acceso de la educación que no se puede separar de esa misma.
En otras palabras, la educación está en camino de quedarse en manos de un estrato social cada vez más reducido y la verdad que se esconde detrás de la modernización que se vertebra en el proceso de elitización; en la expulsión de la clase trabajadora.
La educación está en camino de quedarse en manos de un estrato social cada vez más reducido y la verdad que se esconde detrás de la modernización que se vertebra en el proceso de elitización; en la expulsión de la clase trabajadora
Al fin y al cabo, el proceso de elitización de la educación es una cara más de la pobreza generalizada de la sociedad. Las condiciones de vida de la clase trabajadora son cada vez más precarias en tiempos en los que la bajada salarial y el encarecimiento de la vida son titulares, mientras que el proceso educativo no se adapta a sus necesidades. El alumno que tiene cada vez menos, tiene que pagar cada vez más para sacar adelante su proceso educativo, mientras tanto, esperando un futuro oscuro de desempleo o trabajo precario.
No podemos, por lo tanto, centrar la mencionada expulsión en el filtro que suponen las tasas o los costes de matriculación, sino en la incapacidad de la educación para hacer frente al interés inmediato de supervivencia del proletario.
La universidad es la muestra más visible de ello. No hay más que analizar la cantidad de alumnos nuevos que se matriculan cada año para ver en números la expulsión a la que nos referimos. Las noticias del comienzo de curso nos hablan del aumento de matriculación respecto al curso anterior. Sin embargo, ¿qué se esconde detrás de esas cifras?
El número de matriculaciones que se incrementan año tras año es inferior a la subida experimentada en el curso anterior. Es decir, aunque la matriculación vaya aumentando anualmente, el incremento va disminuyendo. En caso de que esta tendencia continúe, la pendiente de la educación se volverá negativa, hasta que la matriculación anual pase a ser directamente inferior.
Pero, ¿por qué la universidad es una muestra clara de todo lo que se ha nombrado?
Porque es la herramienta que impone límites socioeconómicos visibles en medio de un proceso de proletarización. Los precios de la matriculación de grados han perdido accesibilidad entre la mayoría. El mismo que tiene los mayores problemas para sacar los estudios adelante (aquellos que se ven obligados a realizar trabajos precarios para sacarlo adelante) se ahogan con los precios de las segundas matriculaciones. Por si no fuera poco, un grado corriente sin el máster que le dará continuidad, tiene cada vez menos peso en la balanza de oportunidades para incorporarse al mundo laboral el día de mañana. El precio de los másteres (el doble o más alto que el de los grados) está en manos de un estrato aún más fino. A todo esto se le tiene que añadir otros muchos elementos, ya que toda esta realidad es una gran inversión durante largos años para quién vive al día. Una cuestión que tiene más de apuesta que de inversión. El futuro muestra cada vez mayores dificultades para recibir lo dado. Y he ahí el filtro de poros de menor tamaño. La universidad no satisface las necesidades del estrato social que es cada vez más amplio. No solo cada vez está al alcance de menos, sino que cada vez menos ofrecen ayuda. En el camino de un modelo de universidad de las élites para las élites, la universidad, y las condiciones socioeconómicas que esta establece, lleva a la pérdida de su carácter de masa. El proletariado está siendo expulsado de la universidad.
En el camino de un modelo de universidad de las élites para las élites, la universidad, y las condiciones socioeconómicas que esta establece, lleva a la pérdida de su carácter de masa
Sin embargo, detrás de todo este asunto hay otro aspecto de la educación que se debería exprimir; la Educación Secundaria Obligatoria. En este ciclo la expulsión y las formas que esta adopta suelen ser menos visibles. El 16 % de abandono escolar es la expresión más clara, pero también existen otras formas.
En este ciclo la lejanía y el nivel de desconexión que se da entre el proceso educativo y el alumnado es cada vez más grande. El alumno avanza sin poder imaginar su futuro y sin saber a qué aferrarse para aumentar su motivación. Para hacerle frente, el sistema educativo «mantiene» el orden por imposición y fuerza mediante mecanismos coercitivos. Es decir, compensa en forma de castigo la incapacidad que tiene el sistema educativo para despertar el interés del alumnado. El desapego se mantiene por imposición lejos de convertirse en apego.
Las clases y el modelo pedagógico que se aplica en ellas responden a las necesidades del mercado laboral, desde el disciplinamiento laboral hasta el contenido que recibe el alumno. La carga de trabajo que reciben los alumnos y la presión generan niveles altos de ansiedad, obligando a tragar todo el contenido sin siquiera comprenderlo. Toda acción que entre tanto infrinja el orden establecido se basa en la voluntad (o falta) del alumno, en la negligencia y en la irresponsabilidad.
El control y el autoritarismo son los mecanismos más significativos para la imposición del orden. Estos dan la opción de transmitir la ideología burguesa y de inmortalizar la sociedad capitalista. Por lo tanto, podríamos decir que es un mecanismo primordial para la reproducción de las relaciones sociales capitalistas, que busca perpetuarse año tras año y generación tras generación.
Aunque estas medidas se justifican con la necesidad de conseguir la excelencia, la falta de una respuesta de raíz al problema estructural provoca que aumente el problema a largo plazo. He ahí la paradoja detrás de las leyes de castigo y los mecanismos de disciplina. A pesar de que a través de ellos hayan conseguido el control sobre la actitud y las decisiones de los estudiantes, no hay que ir mucho más lejos para ver que la violación de la libertad básica de los alumnos crea una distancia aún mayor entre el proceso educativo y el alumnado. Al final, el problema es el que hace que todo el alumnado que no entra dentro de ese modelo perpetuado e impuesto sea excluido del proceso de aprendizaje.
Las clases particulares son otra expresión de esta misma realidad. En este contexto, las clases particulares dejan de ser una opción. No son clases de refuerzo para estudiantes con dificultad, sino un medio fundamental para que el alumnado pueda avanzar en su proceso educativo. Son muy significativos los datos obtenidos gracias a las encuestas realizadas por Ikasle Abertzaleak acerca de este tema, ya que lejos de ser casos concretos y aislados indican una tendencia generalizada. El 67,15 % de los alumnos alguna vez han tenido que ir a clases particulares, es decir, casi un 3/4 del alumnado. Y observando los datos de este año un 47,88 % recibe clases particulares, es decir la mitad del alumnado. De acuerdo con estos datos, la plataforma educativa Euteri.com publicó que en el Estado español el 44 % del alumnado las recibía.
En este contexto, las clases particulares dejan de ser una opción. No son clases de refuerzo para estudiantes con dificultad, sino un medio fundamental para que el alumnado pueda avanzar en su proceso educativo
Pero la capacidad económica de todas las familias no es la misma y hay un sector que no tiene los recursos suficientes para pagar las clases particulares, que supone un gasto medio de 700 euros. Por lo tanto, las clases particulares funcionan como instrumento de segregación. En el seno de la realidad mencionada sólo los hijos e hijas de familias con capacidad económica pueden hacerle frente a los mencionados obstáculos. En la actualidad, la situación económica familiar es una garantía básica para avanzar en el proceso educativo, y la pérdida de poder adquisitivo del proletariado tiene consecuencias directas con las condiciones materiales del proceso educativo, ya que las condiciona totalmente.
En la actualidad, la situación económica familiar es una garantía básica para avanzar en el proceso educativo, y la pérdida de poder adquisitivo del proletariado tiene consecuencias directas con las condiciones materiales del proceso educativo, ya que las condiciona totalmente
La cuestión económica, sin embargo, no se limita al pago de las clases particulares, sino que debemos atender a su contexto general. Hoy en día parece que matricular a los hijos e hijas en la educación pública es fácil. El nombre público, en cambio, no asegura en absoluto el acceso a la educación de todos los sectores del alumnado. Analizando los datos que presentó el Instituto Nacional de Estadística, un alumno tiene de media un gasto de 664 euros en la educación pública. Es decir, el hecho de no tener que pagar las cuotas no significa que no se tengan que pagar los libros de clase, transporte, los chromebook, el material de clase, las excursiones y otros. La inversión que tienen que hacer las familias en el gasto educativo de sus hijos e hijas tiene una tendencia creciente. Desde el año 2004 se ha incrementado casi un 50 % la cantidad a invertir por parte de las familias, y debemos situarlo en un contexto de reducción de la financiación pública de la educación. Según el Gobierno español, España invirtió 53.099 euros en educación en 2010 y 53.053 euros en 2019. En comparación con otros países de la UE, España es la que menos dinero destina de los fondos públicos a la educación obligatoria.
Al final, el proceso estudiantil es un gran coste para las familias y muchas no tienen la suficiente capacidad para hacerle frente. La participación del alumnado en los centros está fuertemente condicionada por las características y criterios de cada uno de ellos. De esta manera los alumnos son clasificados de acuerdo con la situación socioeconómica de su familia. Esto limita el acceso a la educación de la clase trabajadora, e incluso expulsa a un sector. Puesto que los alumnos de nivel socioeconómico bajo suelen estar destinados a estudios de baja calidad, juntándose en centros concretos y getificándolos. Los resultados de los estudios muestran claramente esta realidad: el abandono escolar es del 3,6 % entre los hijos e hijas de padres y madres con estudios de grado superior. Sin embargo, en el caso de los que tienen estudios primarios y/o sin estudios es del 39,2 %, según recoge la fuente del Sistema Estatal de Indicadores de la Educación. Se reproduce la misma situación con las tasas de repetición. Según los datos que recoge la investigación Evolución sociodemográfica de alumnado en Euskadi, en los modelos públicos A y B casi llega al 50 %, mientras que en los privados se sitúa en un 16 %. Asimismo, en el modelo público D el abandono escolar es de un 19 %, y en el privado es de un 7 %. Los diferentes niveles de formación tienen función de filtro social. Los estudiantes más proletarizados son condenados a una formación no cualificada y, en consecuencia, a una vida proletaria.
Los estudiantes más proletarizados son condenados a una formación no cualificada y, en consecuencia, a una vida proletaria
Identificar y señalar el carácter estructural de la cuestión cobra una gran importancia en este circo reformista. El debate real acerca del sistema educativo, que cada vez queda en manos de menos, no está en la matización de las propuestas de convenios y leyes, sino en la superación del modelo actual.
Todo lo dicho alimenta una dirección: la elitización de la educación, por la que el proletariado está siendo expulsado del proceso educativo. El camino blindado mediante reformas, ejecutadas por la imposición de leyes. Frente a esto, debemos luchar contra toda expresión que permita la perpetuación de los problemas y abordar la construcción de un sistema educativo socialista que permita la superación del modelo actual.
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