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Argazki Nagusia
Eneko Carrion
2024/03/18 18:50

Conceptos como el de currículum digital o el de evaluación por competencias se han colado en el diccionario educativo en un abrir y cerrar de ojos. Cualquiera que trabaje en educación se ha dado cuenta del cambio. Si queremos comprender este proceso debemos ir más allá del ámbito educativo y fijarnos en las transformaciones del mundo laboral. Las demandas de los empresarios han cambiado, el trabajo estable y duradero ha pasado a mejor vida; ahora los trabajadores y las trabajadoras tienen que saber adaptarse a trabajos precarios, a épocas de desempleo y a la constante necesidad de reciclarse porque sus conocimientos y destrezas han quedado obsoletos. Es ahí donde la educación juega un papel clave.

El agotamiento del modelo de producción fordista, la pérdida de peso de la industria y la ineficacia de la política económica keynesiana son tres indicadores del estancamiento económico global que padecen los países de Occidente desde la década de los 70. Esto ha hecho necesario el cambio del modelo educativo ligado al Estado de Bienestar. Su rasgo principal es la necesidad de que la educación responda mejor y más rápido a las necesidades de las empresas. Esta es la piedra angular de todas las tendencias que observamos en educación. Pero a su vez también tiene que ser rentable, es decir, mientras algunos empresarios consiguen una mano de obra acorde a sus necesidades, otros hacen grandes negocios con el sistema educativo. Dos de los fenómenos que mejor ilustran este proceso son el de la digitalización y el del sistema de evaluación por competencias. Este artículo pretende aportar elementos para la reflexión y el debate entre los y las miembros de la comunidad educativa.

Sistema de competencias

Mejorar la productividad se convirtió en una de las grandes necesidades de las economías desarrolladas y para ello debían identificar cuáles eran los conocimientos y las destrezas que más aportaban a la productividad. Es ahí donde encaja el modelo de las competencias.

Durante los 70 se dan los principales desarrollos de esta teoría de la mano de psicólogos como McClelland (profesor en Harvard). Su investigación permitió identificar las capacidades que mayor rendimiento aportaban a la hora de desempeñar un oficio. Estos fueron los siguientes: capacidad para identificar oportunidades, aprovecharlas y superar obstáculos; capacidad para realizar seguimiento a sus propias labores; capacidad de optimización del tiempo en el desarrollo de sus funciones y capacidad para comunicarse asertivamente. Otro de los seguidores del profesor de Harvard fue Richard Boyatzis, profesor de psicología y consultor de la empresa McBer, que aplicando su metodología consiguió identificar las diecinueve competencias básicas que debía tener un alto cargo de una empresa.

Partiendo de esa necesidad de que la educación ayude en la mejora de la productividad, se establece un nuevo marco de comprensión sobre la educación, concibiéndola como una inversión retornable en capital humano. El CERI (Centre for Educational Research and Innovation; es la institución de la OCDE para dirigir las inversiones en capital humano) definió en 1998 el capital humano como "el conocimiento, las destrezas, competencias y otros atributos pertenecientes a los individuos y los cuales son relevantes en la actividad económica". Junto al cambio de perspectiva, desde las instituciones supranacionales se vienen desarrollando toda una serie de proyectos y propuestas. Algunos de los más destacados fueron el conocido como Tuning, DeSeCo (Definition and Selection of Competencies: Theoretical and Conceptual Foundations), las famosas pruebas PISA o la publicación de La educación encierra un tesoro de la UNESCO. Creo que la cita del informe Nuevas capacidades para nuevos empleos de la UE ilustra bastante bien la forma en la que conciben la educación desde las instituciones europeas:

"Los empleadores buscan capacidades transversales, como aptitudes de comunicación o capacidad de análisis y resolución de problemas. Este objetivo se podrá cumplir estableciendo políticas activas y mejorando la eficacia de los sistemas de educación y formación".

Toda esta concepción pone encima de la mesa otra forma de entender lo que es el conocimiento, que bajo mi punto de vista supone limitarlo a lo que es útil en el trabajo y, por tanto, desplaza y elimina toda una serie de contenidos de la actividad docente. Es decir, elimina o deja en un segundo plano saberes y capacidades cuyo impacto en la actividad económica es mucho menor.

La expansión de herramientas como Internet han supuesto una revolución, tanto en el mundo laboral como en el educativo. Internet es concebido como la principal fuente de conocimiento, por lo que el alumno o la alumna no debe interiorizar o memorizar, sino que tiene que ser capaz de llegar a esos contenidos. Por lo tanto, la escuela deja de ser el transmisor de saberes y se centra en enseñar a utilizar y aplicar ese contenido en situaciones complejas e inéditas (capacidad de análisis y resolución de problemas). Esto es lo que comúnmente se entiende como el paso "del saber al saber hacer". Pero claro, ese "saber hacer algo" no puede entenderse como preparar a alguien para una tarea concreta y  repetitiva (esto es algo ligado a la fase industrial-fordista), sino que está unido a saber manejarse y resolver problemas en un terreno incierto (más adecuado a la época actual, conocida como posfordismo). Esta aplicabilidad trae consigo que el aprendizaje que busca ampliar la cultura, el pensamiento libre y crítico y la capacidad de analizar para cambiar la sociedad quede totalmente desplazado. Estas habilidades no encajan con el modelo educativo de la eficacia empresarial, ya que estos conocimientos tardan mucho más que las enseñanzas técnicas, conocidas como STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics), en tener un impacto positivo en la economía. Es por ello que muchas de las materias humanísticas están siendo apartadas del currículo en universidades norteamericanas y europeas. 

Aún así, no podemos decir que la educación ya no transmite ningún contenido, ya que sigue siendo una de las principales herramientas de ideologización. Creo que uno de los mejores ejemplos de todo ello es la incorporación de asignaturas ligadas a la empresa, al liderazgo y al emprendimiento. El Comité de Mercados Financieros y el Comité de Seguros y Pensiones Privadas de la OCDE han hecho un especial esfuerzo en transformar la concepción y la actitud hacia el mundo financiero. Ahora queremos que el alumnado sea emprendedor, que tenga iniciativa y creatividad (siempre limitada a las necesidades de los mercados), es decir, que no vea al empresario como un explotador, sino como una posibilidad personal o un aliado. Creo que esto ha contribuido en la expansión de ideas reaccionarias entre los y las más jóvenes.

Para imponer todo esto y que sea aceptado dentro de la comunidad educativa pero también socialmente, establecieron otro mecanismo: las evaluaciones externas, donde la más conocida es la prueba PISA. Su objetivo es medir el rendimiento educativo y comprobar los resultados de los alumnos y las alumnas en la adquisición de las competencias básicas, estableciendo un ranking y promoviendo la competencia entre los diferentes países y sus respectivos modelos educativos. La imposición de estas evaluaciones limita aún más el trabajo de clase, estableciendo lo que debe ser enseñado y aprendido. Esto socava aún más la mermada libertad y autonomía de los profesores y las profesoras.

Digitalización

A parte de moldear a los trabajadores y las trabajadoras a su imagen y semejanza, el de la educación es un negocio muy lucrativo. Las posibilidades son inmensas; softwares y bases de datos, ordenadores para clase, pizarras digitales, cursos online, academias, aplicaciones, etc. El tamaño del mercado mundial de educación digital fue de más de 20 mil millones de dólares en 2021, y con una tasa de rentabilidad muy alta (las expectativas eran del 31,7% para 2022). Su evolución de los últimos diez años evidencia bien el gran crecimiento del que estamos hablando. Además hay que mencionar que este crecimiento no se limita a EEUU o a Europa, sino que países como China o India son de los que más invierten en tecnologías educativas.

Si nos fijamos en las instituciones a nuestro alrededor, vemos que el Gobierno Vasco pagó 18 millones de euros a Microsoft por hacerse cargo de la infraestructura tecnológica y firmó un acuerdo con Google en 2022 para utilizar el servicio de Workspace for Education, poniendo millones de datos de alumnos y profesores a disposición del gigante tecnológico. Además tenemos las compras masivas de ordenadores Chromebook cuyo valor oscila entre 300 y 445 euros por unidad. Pero no sólo las tecnológicas se han lanzado al negocio de la educación; otras empresas financieras también han aumentado sus inversiones por interés económico pero también político. Ejemplo de ello es Owl Ventures, la firma de capital de riesgo más grande del mundo centrada en el mercado de tecnología educativa con más de 2 mil millones de dólares en activos; asesora y ayuda en la transformación digital de la educación en todo el mundo. Pero si miramos al Estado español también podemos ver cómo grandes compañías españolas han aumentado sus inversiones en el sector educativo, tanto por intereses económicos como ideológicos. Aquí unos pocos ejemplos:

  • "Empieza por Educar, fundada en 2011, es una organización independiente, sin ánimo de lucro y no vinculada con ninguna formación política ni entidad empresarial". Esto es lo que dicen en su web, y un poco más abajo leemos que la "independiente" fundación está presidida por Ana Botín y que uno de sus proyectos estrella, EntreProfes (un espacio formativo online para docentes), fue realizado junto con la Fundación Telefónica.
  • La Caixa tiene Educaixa, una programa de formación para docentes con el objetivo de impulsar la transformación educativa.
  • La Fundación Amancio Ortega ofrece 50 plazas todos los años para profesores y profesoras que se quieran formar por un año en Canadá.

Y mientras algunos y algunas se llenan los bolsillos, las consecuencias de esta digitalización masiva la pagan sobretodo los alumnos y los profesores. Muchos de los problemas que se están observando entre el alumnado no pueden achacarse únicamente a la digitalización educativa, ya que este es un fenómeno social, pero sí que es uno de los causantes. Cada vez más investigaciones remarcan el deterioro de capacidades de lectura, comprensión, concentración o comunicación que están sufriendo los y las jóvenes. Según estudios, en 15 años hemos perdido 4 segundos de capacidad de concentración, y parece que la tendencia descendente continuará.

Esta digitalización acelerada también ha traído consigo fenómenos como la falta de sueño, el aislamiento social o el ciberacoso. Más allá de lo que cada docente intente hacer por su cuenta (lo cual está bien y hay que valorarlo), debemos señalar la evidente falta de criterio pedagógico a la hora de utilizar estas tecnologías. No hay una planificación racional sobre cuándo, dónde y para qué deben usarse las diferentes herramientas. Todo se impone a base de decreto, sin espacio para el debate y la reflexión y pasando por encima de las graves consecuencias que está trayendo. Además, a pesar de esta expansión de las herramientas digitales, obligatoria en muchos casos, no se está garantizando una adecuada educación digital para el alumnado.

Un claro ejemplo de estas imposiciones y de las tendencias que podemos ver en la educación las tenemos en los famosos Fondos Europeos. Una de las principales partidas está dirigida a la transformación educativa, llamada Educación y conocimiento, formación continua y desarrollo de capacidades, y cuenta con 7.360  millones de euros, divididos entre estas tres líneas:

  • C-19. Plan Nacional de Competencias Digitales (3.593 millones)
  • C-20. Plan estratégico de impulso a la Formación Profesional (2.075 milones)
  • C-21. Modernización y digitalización del sistema educativo (1.698 millones)

Estos fondos resumen muy bien las características principales del modelo educativo que se nos está imponiendo y las necesidades laborales que pretenden cubrir. Todos estos planes buscan formar una minoría con altas capacidades para manejar complejos sistemas tecnológicos, una digitalización masiva que aumente los beneficios de algunos empresarios y un aumento de la Formación Profesional. Esta última, además de reducir el gasto universitario, acelera el proceso de incorporación al mundo laboral de una mano de obra más acorde al perfil profesional que se busca y ofrece una mano de obra prácticamente gratuita mediante el sistema dual.

Conclusiones

Todos estos cambios no se están dando bajo grandes debates pedagógicos donde participan los miembros de la comunidad educativa, sino que se imponen a base de decreto y sin una firme oposición. El mejor ejemplo ha sido la LOMLOE, una ley que profundiza en las tendencias que hemos mencionado pero que al aplicarse con el PSOE en el gobierno no ha provocado ningún tipo de protesta. Y en lo que respecta a los partidos políticos de la CAV, ahora que entramos en campaña, nos dirán que ellos tienen las soluciones para resolver todos y cada uno de los problemas educativos (la segregación, la burocracia, el euskera, la perdida de capacidades…). Mientras, ciertos sindicatos, subordinados a los intereses de los partidos, reforzarán la idea de que todas las soluciones vendrán de la mano de cambios en los gestores de las instituciones. ¿Dónde queda una agenda política propia que no dependa de los intereses electorales?

Una vez pasadas las elecciones, nada cambiará, se seguirán imponiendo nuevas leyes (como la última aprobada en la CAV) que favorecerán a los empresarios de turno y el partido que esté nos dirá que esa ley cambiará algunas cosas, pero que para seguir cambiándolas debemos seguir confiando en ellos. Es como el cuento de nunca acabar.

Mientras partidos y sindicatos siguen defendiendo sus intereses particulares y otros hacen negocio, la educación sigue deteriorándose; las capacidades cognitivas de nuestro alumnado empeoran, muchos contenidos pierden importancia y la intervención empresarial no deja de crecer. Ninguno pone en tela de juicio la subordinación de la educación  a las necesidades de los empresarios. Si lo que buscamos es un cambio real, y no un mero parche, la crítica debe ir dirigida a la raíz del problema. Pero no nos podemos quedar sólo en el análisis y las palabras, tenemos que dar un paso al frente, y no sólo los profesores y las profesoras, sino que todos los agentes implicados en el proceso educativo debemos tomar parte.

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